domingo, 29 de diciembre de 2013

Un banco, una plaza, una mirada...



El gran espectáculo:
Improviografías prêt á rester.
 (Breve introducción teórica)

               Se ha ofrecido, sobre todo en la despiadada publicidad, la figura de los jubilados en los bancos de los parques ciudadanos, y aun de los paseos, como una suerte de desván de trastos viejos arrumbados cuando, en realidad, son, aunque nadie repara en ello, una inagotable cantera de relatos biográficos cuya breve extensión compite con la intensión compulsiva con que se enuncian. Digámoslo sin reparo y cuanto antes: es un arte. No tiene público, pero sus obras existen y están al alcance de muy pocos, un desconocimiento que este observador (también convulsivo) quiere remediar, o intentarlo, al menos. Se trata de un arte milenario plagiado, aunque no siempre mejorado, por escritores de toda laya. No se trata de los conocidos cuentacuentos tribales, auténticos correveidiles, glosados en el magnífico libro de Vagas Llosa sobre el arte de novelar, Viaje a la ficción, sino de un género distinto que se ha perfeccionado a lo largo del tiempo, si bien no siempre, cuando uno toma asiento junto a los artistas, puede tener la seguridad de hallarse junto a un maestro, a un pobre imitador o a un principiante prometedor, duda que se disipa apenas han comenzado a brotar de sus bocas, manantial caudaloso, las biografías efímeras, porque esta condición añade a este arte narrativo una dimensión muy peculiar y le confiere buena parte de su encanto y de su valor. Asentir a los primeros es garantizarse unos momentos extraordinarios de intenso placer literario; sufrir a los segundos, un tormento fácilmente excusable; tolerar a los últimos, una benemérita acción que otros oyentes agradecerán. 
              En la teoría literaria moderna se presta cada vez más atención al receptor. Las audiencias de este arte desconocido tienen, también, una gran importancia, en la medida en que los creadores son muy receptivos a las manifestaciones de agrado o desagrado de su público, lo que les lleva a potenciar sutilmente aquello que es mejor recibido, lo cual redunda en la perfección de su arte, al revés justamente de lo que ocurre con los artistas reputados, que tienden a la repetición vulgar para mantener el fervor del favor ya conquistado.   Los narradores nunca repiten la misma biografía, aunque muchas de ellas se parezcan hasta casi confundirse, pero la improviografía –que así la podríamos clasificar, con la v transgresora y normativa a un tiempo– es el privilegiado espacio de los matices definidores, singularizadores, y si ínfimos, de mayor mérito. El rizo rizado de las improviografías es hacerlas de quienes, acaso en alguna de esas sillas solitarias de las plazas, desde las que es imposible acceder a este nuevo arte que descubro, se dedica a lo mismo, en un ejercicio narcisista, con los transeúntes de quienes los metaimproviógrafos han distraído la atención, si bien ahí se mezclan ingredientes como la rivalidad, los celos y otros que modifican el género hasta casi alterarlo radicalmente. Quienes quieran iniciarse en la audición de este género forzosamente han de compartir el mismo banco con el narrador y mantener un consistente aire de distracción, para el que hojear el periódico, pero lentamente, de modo que el artista perciba ese lento paso de las páginas como una invitación, es un recurso comúnmente aceptado. Es absolutamente irrespetuoso atreverse a ir más allá de las normales muestras de asentimiento, que han de hacerse con delicada cortesía. Contraproducente al máximo es interrumpir al artista con una petición de aclaración o de repetición de algún pasaje o detalle. Hemos de sufrir en silencio nuestros despistes o nuestra falta de atención y mejorar la capacidad de concentración en el hilo, ¡tan pasajero, ay!, del relato. ¿Cuál es el detonante de una improviografía? ¡Ah, ése es el gran misterio de la creatividad de los veteranos artistas! No todas las persona que pasan por delante del improviografiador son capaces de suscitar la dinámica narrativa, e incluso bien puede decirse de muchas de ellas que antes la sofocan que la encienden. Hay personas que llevan escritas sus biografías en el gesto, el andar, el modo de gesticular al hablar por el móvil, el modo de vestir e incluso en la manera de llevar bultos. Son anodinas para nuestros artistas. Otras, sin embargo, revelan en un detalle insólito, y que sólo el artista experto sabe captar, la existencia de un misterio atractivo que les empuja con inexplicable fuerza a iniciar la improviografía, siempre y cuando halle a su lado un destinatario, por supuesto. Pueden decírselas para sí, en silencio, y en cierta forma debe de formar parte de su aprendizaje, pero la manifestación plena de esta arte sólo se produce cuando el poder evocador de la palabra se sonoriza. No es lo mismo leer un resumen-recuerdo de una improviografía que oírla íntegra en directo, pero en atención a los amables lectores de estas observaciones de la vida cotidiana, traeré en la próxima entrega un pálido reflejo de la práctica de este nuevo arte.   

sábado, 21 de diciembre de 2013

Carta, en catallano, de la Forcadell al Poz.



Malquerido Juan Poz:
                                    li escribo porque me an dicho que es vosted un crítico feros del nuestro movimiento nacional para la independensia que, de una vez per totes, nos separi de un país tan endarrerido i poco desenvolupado como la Espanya que, parece ser, segon me disen quienes toman nota de todos vostedes pera elaborar las llistas de los enemigos del nuestro pueblo, vosted defiende a capa i espasa. Li quiero desir que vosted no entenderá nunca lo que significa el nuestro movimiento nacional, porque vosted es incapaç d’entender què significa ser catalán i el urgullo que tenemos todos nosotros de serlo, que es lo más grande que se puede ser en esta vida. A vosted le carcome la envedia, porque nunca ha sentido aqueste esperit de “germanor” –que li desimos en catalán- i que no es exastamente la solidaritat, que disen vostedes. És vosted un descregudo i un escéptico i por les venes de vosted no correrá nunca el sentido de pertenença a un pueblo tan fuera de mida como el nostro poble catalán. Me hace lástima que vosted sia incapaç d’entendrer la dimensión trascendental d’aquesta pertenença, perquè todo y que s’afani en escribir en catalán, con eisó solo no basta per a sentirse catalán com nosaltros. És igual que haigui vivido quasi toda la seva vida entre nosaltres. Nunca arribará a ser com nosaltres. Somos de una otra clase. Podria haver li escrito en catalán, porque vosted lo escribe, peró he querido tornarle el “favor” i enviarle el mio menysprecio en la seva llengua, peraque vea que no “em duelen prendes” –como dicen vostedes– i no “se me cain els anellos”. Como hasía mucho tiempo que no lo escribía, hasta y todo me ha hecho grasia adresarme a vosted en la llengua en que vosted siente i que tanto nos ha fecho sofrir a nosaltros. Somos una nació milenària i tornaremos, puede ser, a sofrir, peró también a vencer, i nunca gente com vosted podrá impedir que los catalanes reeiximos en la defensa de les nostras convinsiones.
Li deseo lo pior.

Carme Forcadell

sábado, 14 de diciembre de 2013

Las separaciones: ¿Una moda?



Las translúcidas razones del desamor

Efectuar el mismo recorrido urbano diariamente, en este caso para ir al trabajo y regresar a casa, permite al observador atento percatarse de realidades que acaso para muchos otros pasan desapercibidas. Los horarios nos acercan a quienes los comparten con nosotros durante ciertos tramos de esos itinerarios, y aunque nos cruzamos y estamos harto de reconocernos, jamás damos el paso de saludarnos para conocernos, porque un afán comunicativo semejante quizás sería incluso mal interpretado. La sociabilidad expansiva se considera una agresión.

Soy muy sensible a las separaciones, e interpreto con facilidad las señales del distanciamiento, del desencuentro, del rencor y de los más mínimos agravios que se fruncen en el entrecejo, acordillerándolo, o en los labios, apiñonándolos. Se ha establecido estadísticamente que el verano es mala época para las parejas, quizás porque han de convivir las ¡24 horas del día! sin tener la costumbre, y porque han de hacerlo de manera abrupta de un día para otro, cuando se abre la veda de las vacaciones y ambos contendientes se encuentran frente a frente, dispuestos a compartirlo o sufrirlo todo. Ignoro, de las personas con quienes me cruzo, el origen de sus morros, de su frialdad y de su desamor, pero lo evidente me basta para tomar nota de los poderes de ese potente desamor, ¡tan poderoso o más que el propio amor! Al margen de las biografías in itinere, a las que tan aficionado soy, porque me permiten escribir biografías imaginarias que nunca han de ser falsadas, por más que yo las falsee, en los tres últimos meses he sido testigo de no pocas separaciones, como si, curiosamente, se hubieran puesto de moda. La primera, la de la pareja que regenta el quiosco de prensa. Acostumbrado a ver al hombre en su garito, expuesto a la intemperie —que en sí no tiene sentido negativo, aunque sí le hemos echado los hablantes esa adversa connotación— los 330 días del año, me quedé sorprendido al ver a su mujer a las 6 de la mañana del domingo (acompañada por su padre): «A partir de ahora lo llevaré yo sola», fue toda la explicación, que me recordó el intento de usurpación de Alexander Haig: I’m in charge now, tras el atentado que sufrió Reagan. Ante legítimas parcas explicaciones huelgan las cuestiones. Tomé nota. «Que sea para bien»   , fue todo lo que me atreví a decir, amparado en mi antigüedad clientelar.

Durante años me he cruzado con una pareja mixta, él, nativo, ella, o cubana o dominicana, a simple vista y nula audición, que caminaban juntos y, a veces, ella colgada del brazo de él. Nunca hablaban. Es hora temprana, la de nuestro cruce, y poco amiga de la locuacidad. Comenzaron a separarse dos baldosas, aunque seguían caminando juntos. Es llamativa la expresión de reconcentración que exhiben dos seres que tienen muchas cosas que decirse, o que gritarse, y que se instalan en el mutismo absoluto que las bufandas del invierno permitían camuflar. Transmitían ese estado de «estar a punto de explotar» que tan nítidamente captan lo no involucrados en la querella. Trabajan en dos cafeterías diferentes. Al separarse, al llegar al primer destino, ella seguía recta y él giraba a la izquierda, sin decirse nada, ni gestualmente. Este otoño la separación se ha consumado. Él sigue inalterable, como si hubiera echado el ancla en el proceso y no tuviera intención de modificar los hábitos de la indiferencia. Ella, sin embargo, ha cambiado y mejorado su aspecto, sonríe, se maquilla y hasta su manera de caminar se ha transformado: antes cruzaba los brazos y se autoestrechaba casi en gesto de protección, de defensa; ahora, sin embargo, penden los brazos, los hombros se han alineado y los pechos han salido de la represora madriguera. A él he dejado de verlo. Habrá escogido otro camino u otro empleo u otra localidad. Con ella sigo cruzándome, pero ni se fija en el observador.

Las razones para divorciarse formarían un hermoso capítulo del libro nacional de los disparates, que en Inglaterra es todo un señor género literario, el nonsense, pero el carácter radicalmente individual de quienes las sostienen, aunque coincidan con otros, por un lado; y la complejidad infinita que involucra dos ¡o cuatro o cinco o seis biografías!, por otro, convierten las separaciones en un proceso casuístico ante el que las viejas polémicas sobre el sexo de los ángeles podrían considerarse geometría incontestable.  

Una pareja allegada y otra del ámbito familiar han decidido seguir caminos opuestos. Antes era común devenir oído de monólogos infinitos y redundantes hasta la saciedad. Ahora apena hay explicaciones: «Que se ha acabado, y ya está, y no hay más que hablar. Finito. ¡Y punto!», aunque a uno le extrañe una parte del desahogo, porque, llevado por la confusión, entiende que el «nada que hablar» era en el seno de la pareja, no con el negado confidente. Detecto cierta banalización en esto de las separaciones. No han de convertirse en una tragedia helénica, por supuesto, pero hay algo así como un «gatillo flojo» —nada que ver con el gatillazo!, que si es recurrente justifica cualquier separación…— en la toma de la decisión, una facilidad y rapidez, que nos habla de cierta incapacidad para asumir la contrariedad, la divergencia, los errores, los malentendidos, los temperamentos, las adversidades. La instrumentalización del otro se ha convertido casi casi en ley. El «si no me sirve para…» o el aún  más hiriente: «si ni me sirve para…» forman parte de esas pseudorrazones que el oyente escucha estremecido. En cualquier caso, se trata de un proceso, a pesar de la banalización, que tiene dos momentos muy marcados: el del dolor inicial: «¡Cómo ha podido hacerme esto!» y el del alivio final: «¡Como he podido estar tan ciego/a!». Entremedias, claro está, hay un rosario interminable de dimes y diretes que consume la paciencia del más devoto de los amigos. 

Ahora acabo de enterarme, uno no sabe si por efecto de esta ola de separaciones que nos invade, que una de las Cataluñas reales quiere separarse de todas las españas reales e imaginarias. Estoy perplejo. No sé si la psicología de masas o el magnífico libro de Canetti: Masa y poder, me ayudarán a sacar algo en claro. Tengo observadas a las dos miembras —seamos políticamente correctos al Zapatero and Bibiana old style— de la pareja, pero, a pesar de haber visto la aburrida y cansina La vida de Adele, no sé si en las parejas homosexuales los patrones de conducta se asemejan a las heterosexuales o hay diferencias que pueden escapársele al no ejerciente. Cuando haya descubierto algo de relieve a partir del tribadismo de la tribu *divorciante, traeré la reflexión a este blog. Del roce nace el cariño, dicen, y aun el placer, pero algo ha fallado en esta pareja centenaria. ¿Será la tan cacareada incompatibilidad de caracteres? ¿O habrá denuncia por medio de malos tratos físicos y psicológicos? Sigo atento.

viernes, 6 de diciembre de 2013

EL DÍA CONSTITUIDO




6 DE DICIEMBRE, DÍA DE LA CONSTITUCIÓN: Notas de observaciones tomadas del natural.

Ayer murió Mike Ehrmauntrat en un capítulo sombrío y al tiempo tierno de Breaking Bad –una serie excepcional-, y justo después La 1 conectaba con 24h para ofrecer un programa sobre la muerte de Mandela, con un presentador, por cierto, que, desconociendo su función, acaparaba la palabra y en modo alguno agilizaba la rancia tertulia que se montaron en la tele del PP. Esta mañana, después de comprobar, y criticar, la escasa importancia que tenía para Crónica Global la muerte de Mandela, he trabajado un poco después de desayunar y a las 11’30h he cogido el portante para asistir  a la manifestación/celebración del día de la Constitución española. Es día festivo, en efecto, pero han abierto todos los comercios del centro, no como estrategia anticontitucionalista, sino para adelantar el cobro de los impuestos consumistas navideños.
Camino de Urquinaona no he visto mucho “movimiento” protestante, ni una pancarta, ni una bandera, tampoco personas que, al pasar junto a ellas, tuvieran en la conversación pillada al vuelo ni la palabra “manifestación”, ni “constitución”, ni “España”, ni “Cataluña”, sino “zapatos”, “me han dicho que…”, “¿Dónde comeremos?”, et sic de caeteris. De hecho, hasta que no llegué a la propia plaza de Urquinaona no salí de una duda que se apoderó de mí mientras recorría la Ronda de Sant Pere: ¿Me he equivocado de hora? La despejé nada más doblar la esquina de la Ronda y entrar en la Plaza para descubrir el final de la manifestación. Decepcionado por la escasa presencia, que ni cubría por entero la plaza, he ido bajando por Vía Laietana en busca de la dimensión exacta del número de congregados. Mi sorpresa ha sido que bastante antes de llegar a la boca del metro, ya estaba la pancarta con los impulsores del acto y los responsables de los partidos que lo apoyaban. Siendo muy generoso, no creo que pasáramos de 3000 las personas allí reunidas. Pero da igual. La gran victoria de la celebración de hoy no estaba en el reducido número de manifestantes que recorríamos, generosamente separados unos de otros, la Vía Laietana, sino el convencimiento de miles de con ciudadanos nuestros que están plenamente convencidos de la irreversibilidad de la vigencia de la Constitución, de que ningún serio peligro loa amenaza y de que, por tanto, es innecesario manifestarse para defenderla. La presencia abundante de banderolas del PP parecía convertir la manifestación de hoy en un acto partidista - y ya conocemos el inmovilismo del PP frente a posibles cambios institucionales– lo cual parece estar reñido con una celebración en la que han de caber también posiciones como las que proponen el cambio de la Constitución de acuerdo con las previsiones para hacerlo que ella misma establece. Ciertos cánticos y gritos –más la ausencia de banderolas de C’s, quizás porque sus seguidores somos críticos con el abuso de los símbolos y su excesivo valor identitario–, contribuyeron a generar en mí un “efecto distancia” respecto de ciertos contenidos de la celebración. En este sentido, digamos que siento la misma repulsión hacia el reflejo especular de la parafernalia secesionista. La vivencia de la patria, como la de la religión, ha de pertenecer al ámbito de la intimidad Seguro que así serían más sólidos los fundamentos de ambas, si así fuera.  Pero somos un país que tiende a la algarabía y eso nos pierde. De hecho, la manifestación de hoy más parecía una manifestación nacionalista antinacionalista (y a buen entendedor…) que propiamente la celebración de nuestra Carta Magna. Fiel al espíritu observador de lo cotidiano que me caracteriza, en ciertos tramos de la marcha me he “descolgado” a los márgenes del arroyuelo humano para “palpar” las reacciones de los espectadores ajenos a la manifestación. Y he encontrado de todo. He aquí una muestra documental:  “Son pepistas”; “haurien de continuar tot dret, caure al mar i enfonsar-s’hi, tots”: “Look, daddy, a demonstration”; “Yo a quien te quiero es a ti, Jordi”; “Nem ràpit, fills, no mireu, nem, nem”; “estos defienden la unidad de España”; “………..” ¿?(en ruso); “ja ha sortit la xusma a passeig”; “estos deberían pagar dos veces los impuestos, en Madrid y en Cataluá” (sic, sí, en castellano); “El Rajoy ya tendría que estar en la cárcel, y todo su gabinete”; “quatre gats, tot plegat”, y muchas más que se interrogaban sobre lo que habrían de comprar de cara a la Navidad próxima y que no reproduzco por carecer de interés. Cuando he “parat l’orella” al lado de la Feria de Santa Lucía, me he acercado a los puestos más cercanos y me he llevado la sorpresa de que la iconografía cubanyera se ha apoderado del negocio belenístico. Supongo que habrá belenes este año en cuyos portales de Belén ondee la cubanyera del mismo modo que lo hará –por incongruente que sea tal elección– en el castillo de Herodes, que entonces sería lo más parecido a la estructura de estado… No quiero atreverme a pensar que los pañales del nen “ros i blanquet!” –pura expresión del racismo tan arraigado en la mentalidad nacionalhordalista catalana– también serán cuatribarrados, como son blaugranas los pijamos y calzoncillos de tantos culés, pero después de lo visto, no volveré para comprobarlo, la verdad…
Al final de la marcha se han levantado dos tablados, uno para los jóvenes que nos han recordado las virtudes de la Constitución, después de habernos ilustrado los organizadores sobre la reescritura estalinista de la Historia que hace Trias respecto de la plaza de la Constitución, y otro para los periodistas, donde se amontonaban, cada uno con su intención , que casi no dejaba espacio para el uso de las cámaras. Camino de vuelta a casa,  bajando por la calle Fernando, que fue el VII de los Borbones, de infausta memoria, pero al que se ve que Trias tiene en alta estima, porque no ha sugerido, aparte de quitarle el número y el apellido, dedicársela, la calle, al mesías Mas o a alguno de los anteriores; bajando por ella hacia las Ramblas, digo, había estacionados hasta cinco furgones de los Mozos de la Escuadra (creados, recordémoslo, para combatir a quienes lucharon contra Felipe V, lo cual es el colmo de la empanada mental de nuestros actuales secesionistas) y al cruzarme con los que estaban de pie al lado del vehículo en ninguna de las parejas que vigilaban hablaban entre ellos en  catalán, pero esto último no me ha llamado la atención porque lo tengo registrado como “habitual” en mi cuaderno de apuntes del natural.

viernes, 29 de noviembre de 2013

La Moreneta caganera.

El cagarro daurat... El zurullo dorado...

He aquí un asunto que parece haber nacido para alimentar estas humildes páginas, atentas, por definición programática, a los prodigios de la vida cotidiana. ¡Por fin una controversia a la altura de un pueblo culto  y de un futuro estado modélico! Que la escatología -acabo de ponerme el tuxedo (Del territorio que lleva el nombre del jefe algonquino P' tauk-Seet-though - "El Hogar del Oso", según información al alcance de todo el mundo) expresivo- forma parte de la cultura popular catalana es algo tan incuestionable que dudo mucho de que los obispos y mossenes que tan enérgica y hasta judicialmente han protestado puedan llegar a entender el alto honor que le han hecho a la religión católica y a la Moreneta en particular: la han popularizado, humanizado y avecindado, aun más, si cabe, y con el mayor de los respetos, porque al Olimpo Caganeril no accede cualquiera, y lo extraño es que haya pasado tanto tiempo sin que haya entrado en él.
Ya la tenemos, y con un zurullo dorado que me parece muestra de una delicadeza que no se aviene con el impulso transgresor inicial que supone esta figura tradicional del belén. Lo suyo hubiera sido, para humanizarla más, haberla significado, realzado es la palabra idónea, con unos moscones verdes posados sobre el divino excremento y que mientras que con  una de sus manos se alzara manto y túnica, con la otra hubiera tenido la delicadeza de pellizcar la nariz del niño –como hizo D.Quijote cuando Sancho se convirtió en caganer viviente ante los Batanes–, todo ello en cuclillas, claro, que es como manda la tradición y con las sagradas nalgas al aire. Puede entenderse que la hayan dejado en su actitud sedente porque, como todo el mundo sabe, muchos tronos son también cagaderos.

 Los mefíticos aires estatales, acaso fortalecidos por la ingestión masiva de los Aromas de Montserrat, han conseguido que en este rincón noreste de la Hispania romana ya no se entienda nada de nada y que el baile de disfraces político se haya “encomanat” a cualquier profesión, la religiosa incluida. ¿Cómo es posible, entendible, comprensible, inteligible, etc. que la iglesia de los pobres no alce la voz contra la creciente pauperización de la sociedad catalana y toquen a rebato contra la supuesta blasfemia y quieran poco menos que llevar ante la Inquisición a los festivos escatólogos populares que han cumplido con una tradición milenaria –ésta sí que sí, no la defendida por el GH Mas (Nada Honorable Mas)? Vivimos en el país de las preguntas, aunque algunas sean de dificíliiiiiiisima formulación.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Una vez al año



    Las trampas sociales       

            Hay seres sociables, ultrasociables y, atenuémoslo, seres poco proclives a la vida social. Cuando uno tiene la desgracia de pertenecer al tercer grupo, ha de escuchar una suerte de argumento, coacción, amenaza que, de desoírlo, puede afectar su vida familiar seriamente, incluso hasta el punto de perderla, caso de no jugar a ese perverso y desequilibrado juego de las negativas: “¡De ninguna de las maneras, me niego!”, y de las cesiones:  "Sí, pero me la debes…":
              “Pero si es una vez al año…”
              Es el “pero” dramático que escucha el insociable con la mirada suplicante del perro que pretende que el amo no descargue el golpe sobre su lomo, o la ama…
              La lista de acontecimientos que “sólo”, siguiendo las normas sociales no escritas pero con rango de ley de obligado cumplimiento, se celebran una vez al año es tan larga que, según los casos, el ser huraño o misántropo o simplemente amante de la soledad y de “sus cosas” se ve comprometido para casi los 545 días del año…, porque esos 180 –en menguada estimación- en que se han de cumplir las obligaciones de toda índole se sufren doblemente…
 A esta situación, más común de lo que puede parecer, porque la sociabilidad de la especie tiene más de mito que de realidad, aunque no el gregarismo, que ese sí que algunos es lo único que llevan escrito en el ADN, se le ha de añadir, como es lógico, un castigo obvio: ser miembro de una familia numerosa y que la socia o el socio también lo sea. ¡Ahí es el acabose!
                 Cumpleaños, onomásticas, Nochebuena, Navidad, San Esteban, Año Viejo, Año Nuevo, aniversarios de bodas, misas de difuntos, citas con los amigos, cenas o comidas con los colegas, la celebración del amigo invisible, la fiesta de carnaval, la castañada, la salida a la nieve, la salida de semana santa, la reunión de vecinos, la necesaria salida a elegir y comprar un electrodoméstico sin el que no se puede vivir, el día de la ópera, la velada teatral, el viaje de fin de semana para renovar lazos indestructibles, la compra de un nuevo colchón, los vídeos y las fotos de los viajes de los amigos, la presentación de novios o novias de la prole, la  barbacoa en el merendero, las visitas hospitalarias (a cierta edad tan frecuentes como los entierros), las fiestas de fin de curso, las graduaciones…, todo ello escrito a tecla pronta y sin pausa, porque de hacer la lista exhaustiva esta entrada iba a parecerse más a un índice que a la amarga queja que es.

                   ¿Cómo puede alguien construir su individualidad en, y con, esas condiciones? ¿Cómo puede alguien edificar su personalidad si le andan sacando de su casa y de sus casillas con cada nueva cita concertada? ¿Qué puede ofrecer en el comercio con los demás sino un apunte, un borrador defectuoso de lo que podría ser? Frente a las exigencias de la sociabilidad hemos de oponer que la sociabilidad bien entendida, como la verdadera caridad, empieza por uno mismo. A ver si me libro de la próxima y me puedo escabullir para salir a cumplir mi labor de observador atento de nuestra maravillosa vida cotidiana, en la que, a veces, entran novelas de terror como la presente…

viernes, 15 de noviembre de 2013

Confesiones secesionistas


Casuística confesional de la secesión (traducida del catalán para gracia de los lectores foráneos -forajidos para los secesionistas- de esta Provincia).

Nil- Ave Catalunya purísima…
Gregorio XVIII.- Para la gloria concebida. Tú dirás, hijo.
Nil.- Padre, me acuso de que me gusta una chica…
Gregorio XVII.- Hombre, mozo, eso es bien normal, y más a tu edad...
Nil.- Sí, pero es una chica que no es de los nuestros, que ni siquiera habla en catalán y a quien nuestra lucha le trae sin cuidado.
Gregorio XVII.- Ah, eso ya es muy diferente, muchacho… ¿Y cómo se llama la chica?
Nil.- Silvia, Silvia del Río*.
Gregorio XVII.- Inequívocamente no es de los nuestros, como tú dices.
Nil.- Yo no, padre, mis amigos lo dicen, que son los que me han comido el coco para que ni se me ocurra salir con ella, que sería una imperdonable traición a la causa… Son ellos quienes casi me han obligado a venir a pedirle consejo
Gregorio XVII.- ¿Y tú eso no lo ves también, hijo mío, que la causa no admite estas traiciones?
Nil.- Yo lo que veo es que está como un tren y que me gusta con locura… digo…
Gregorio XVII.- Ya me hago cargo, hijo, que la edad lleva esa pasión del brazo donde quiera que va…
Nil.- Es que hacemos algo más que ir del brazo, padre…
Gregorio XVIII. No, si era un modo de…, dejémoslo.
Nil. Pero es que yo no quiero dejarla. Ya sé que vive al margen de lo nuestro, pero ¿por qué lo nuestro político me ha de quitar lo nuestro con ella?
Gregorio XVII.- Hay momentos en la vida, hijo, en que la política pasa por encima de todo, incluso por encima de nuestros afectos más apasionados. ¡El deber nos llama! ¡La Patria nos reclama todos los sacrificios!
Nil.- A mí quien me llama es ella, padre, eso es lo que me remuerde la conciencia, no ser capaz de convivir con las dos cosas.
Gregorio XVII.- La patria es muy celosa, hijo, y no le gusta la competencia. Si el Cristo dijo: “Déjalo todo y sígueme”, la Patria dice otro tanto: Déjala a ella y sígueme…
Nil.- No sé.., no sé…
Gregorio XVII.- No se trata de saber nada, hijo, sino de actuar. Deja el saber para nosotros, y tú limítate a actuar con toda tu fe y toda tu energía. ¿No ves que si sales de Silvia entrarás en alguna Mireia o en alguna Roser…? En el buen sentido del verbo entrar, por supuesto…
Nil.- Su puesto no lo podría ocupar ninguna, Padre; ella es única, aunque sea distinta de nosotros.
Gregorio XVII. Te veo muy tibio, hijo, poco defensor de la Patria amenazada y de nuestra lengua sacrosanta…
Nil.- No, si yo con ella hablo en catalán, porque me dice que me entiende mejor que si hablo en castellano…
Gregorio XVII.- ¡Bendita sea la Moreneta! Eso ya es un progreso, hijo. ¿Estás seguro de que no podrías convencerla de la justicia de nuestra causa y de la exigencia histórica del ahora o nunca que nos mueve?
Nil.- ¡Niño, pero qué loquillo que estás, qué cosas dises! ¿Cómo se va a separar Catalunya de España? ¿Pero vais a volar las fronteras para convertiros en una isla...?, ¡amos ya!, me dice ella, y ahí se acaba todo. Ya no hay manera de sacarle más nada. Pasa de lo nuestro, Padre.
Gregorio XVII.- Pues si quieres que te absuelva, yo te ordeno que seas tú quien pase de ella, si es que quieres formar parte del pueblo elegido que camina hacia la gloria, hacia el paraíso nacional…
Nil.- Tenía mis dudas, Padre, pero ahora salgo de aquí firmemente convencido. ¿Pasar de ella? ¡”Pasar en ella”, quiero, cuanto más mejor, porque silvino soy, en Silvia creo y a Silvia adoro, y más felicidad puedo hallar en ella -ahora lo veo claro, y no cuando duermo, como decía nuestro poeta- que en ese paraíso donde ella no tiene cabida.

Gregorio XVII.- Ni… ‘cachis… 

* Silvia del Río fue el pseudónimo de un eminente y socarrón escritor catalán.

viernes, 8 de noviembre de 2013

La irrealidad literaria catalana


Un realismo, el de la literatura catalana, sin apenas realidad...

                               Soy lector. Lo confieso. Casi avergonzado. No uso móvil. Lo confieso también. Casi con orgullo. Y esa afición lectora se vierte sobre cualquier tipo de escritura. E incluso hago lo mismo que solía hacer Cervantes: leo hasta los papeles que me encuentro caídos por la calle. Ahora también libros, no sólo papeles, porque la práctica del crossbooking siembra las calles de libros que, dicho sea de paso, son ilegibles la mayoría de ellos. Es una moda que invita a aliviar la biblioteca particular, más que a enriquecerla, sobre todo si, teniendo la afición a la lectura y la colección de lo que se lee, los volúmenes amenazan con tapizar todas las paredes de la vivienda. También soy aficionado a la lectura de los prospectos de los medicamentos, un género con poco público, pero quiero creer que selecto. Lean, por ejemplo, el del Roacután, y tras haberlo hecho llegarán a la conclusión  de que las novelas de terror de Stephen King son más inocentes que el Pulgarcito...
                      Leo en catalán, como lo hago en castellano y, de tanto en tanto, en inglés, para que no se me oxide definitivamente. Y quiero constatar hoy la inexistencia de la corriente realista en la literatura catalana, ya entendamos el realismo como mímesis ya como interpretación (y uso estos conceptos con la laxitud que permite un espacio como este observatorio), como síntoma, sin duda, de una negación de la realidad que se traslada al mundo político nacionalista y al mundo subjetivo de cada catalán, siempre dentro de la subespecie secesionista. Cualquiera que haya leído una novela catalana ambientada en una ciudad importante de Cataluña, pero también en otras más pequeñas e incluso hasta en algún minúsculo pueblo, habrá advertido que a lo largo y ancho de sus muchas o pocas páginas es no solo raro, sino imposible, hallar una palabra en castellano, y menos aún un diálogo o alguna expresión coloquial en castellano, y menos aún la presencia de un personaje que tenga el castellano como lengua habitual de comunicación. Me recuerda, a su modo, a aquellas primeras salidas de los reporteros de Aló3 a ciudades como Hospitalet y Santa Coloma, donde empleaban más tiempo en encontrar a quien les contara lo que sucedía o les diera su opinión, en catalán, que propiamente a la tarea informativa: del orden de 3 horas para encontrar al catalanoparlante idóneo -que las cribas ya comenzaron mucho antes de las multas por los rótulos-, y de 45 segundos para recoger la información o la opinión. 
                    Para una novela cuya acción trascurre en Barcelona, digamos que tiene un mérito indiscutible conseguir deformar la realidad hasta el punto de que la verdadera realidad de la ciudad no aparezca en ella. Y no lo digo solo por el castellano, es obvio, porque Barcelona es un mosaico lingüístico en el que resulta harto difícil vivir exclusivamente en catalán. Quizás por eso chirriaba tan exageradamente una versión catalana de aquel podrido bodrio propagandístico de Woody Allen que fue Vicky, Cristina, Barcelona -una auténtica woodyfarra, como la calificó con enorme acierto Salvador Moreno peralta, en el que la protagonista, si no recuerdo mal, viene a Barcelona a "estudiar la identidad catalana" -en el guión original venía, como el 90% de los americanos jóvenes, a estudiar español. 
                    Esta molesta inclinación hacia la deformación de la realidad puede explicar, sin duda, el decantamiento del catalanismo político hacia la fantasía, los cantos de sirena y las quimeras. 
                    No soy escritor, eso es evidente, pero si me propusiera serlo -quién sabe, a lo mejor acabo animándome, a juzgar por ese hueco "realista" que deja la novela catalana-, está claro que en mi primera novela cada cual saldría hablando como lo hace habitualmente o como lo hacen los personajes entre sí de forma habitual. No me extraña que tengamos un conflicto freudiano tan grande entre la realidad y el deseo en esta tierra.

viernes, 1 de noviembre de 2013

IDENTIDAD Y CRIOTERAPIA


LA IDENTIDAD FRIGORÍFICA

Buscar las raíces es una forma  subterránea de andarse por las ramas.
       (José Bergamín)
Uno de los grandes reclamos de los partidos nacionalistas de todo el mundo es la apelación a sus “señas de identidad”, a esos rasgos supuestamente exclusivos de una colectividad que permiten caracterizar individual y colectivamente a todos sus miembros, como un sello genético que los singulariza frente a los demás pueblos e individuos. Hay mucho de misticismo barato en ese surtido de creencias casi inmutables que, con  todo desparpajo acrítico, creen los nacionalistas que “van a misa” para identificarles ante el resto del mundo de forma unívoca e inequívoca. El gran signo identificador es, por supuesto, la lengua, por más que lo que con ella se haga está más que lejos de poder caracterizar a nadie de modo singular. A continuación, es artículo de fe el “som i serem” tan crípticos como el jehoviano “Yo soy el que soy” que zanja todas las disputas porque no se apela a la razón, sino a la fe y a la creencia. Le siguen las bondades de la tierra, “únicas en el mundo” y concluyen con esa “manera de ser”, con ese “tarannà” propio y exclusivo, incompartible (y a partir de ahora, por lo que se ve, incompatible con el del resto de España). Como el movimiento secesionista catalán ha exacerbado las creencias en las singularidades propias del catalán y de “lo” catalán como algo que está en la base de la abismal distancia que los separa del resto de los españoles, no estaría de más que pasáramos revista somera a algunas de esas cualidades singulares que dan fe de ese misticismo barato. Vaya por delante que una recapitulación de esos signos externos e internos, totos ellos eternos…,  que defienden los secesionistas, no añadirían, a los motivos folclóricos, nada que no puedan compartir con ellos gentes tan distantes como los de la Patagonia, Kyoto o Nueva Zelanda. Choca el esencialismo catalanista con la realidad mestiza, propísima, más que meramente propia, de lo catalán. He vivido en 7 autonomías y puedo y debo confesar que en todas ellas he hallado los mismos tipos de personas, hablasen la lengua que hablasen. Que he conocido siesos sevillanos impresentables y cachondísimos barceloneses descacharrantes; extremeños trabajadores y cumplidores y gerundenses viva la virgen, y ladrones en todas partes… He vivido en el extranjero y puedo y debo confesar que he visto más semejanza entre algunos catalanes y norteamericanos que entre un catalán de la ciudad de Barcelona y otro de Gurb, aunque estos hablen el mismo idioma. No se trata tanto del tópico antiquísimo del menosprecio de corte y alabanza de aldea o del abismo que hay entre el mundo urbano y el mundo rural, sino de que las psicologías no vienen definidas por pertenencia a un pueblo o a una lengua, sino en relación con un substrato de especie que, para bien o para mal, nos asemeja de forma espectacular a todos los habitantes del mundo. De aquí que ciertos localismos tengan alcance universal, y que ciertos pretendidos universalismos sean irreconocibles porque no entroncan con la raíz local de la que nacen las semejanzas. Dicho todo esto, la cultura es el principal enemigo de los nacionalismos: como antes mencioné, hay más semejanzas entre un catalán ilustrado y un alemán ilustrado que entre esos dos seres y un ignorante de sus propios países, o un adherido en cuerpo y alma a las supersticiones de la tribu. Identidad comparte raíz con idéntico y hay mucho de congelación, de ultracongelante, en esa decidida voluntad de ajustarse a una estampa rígida que, supuestamente, le dice al mundo quién es uno. Para los nacionalistas la vida no es cambio sino fidelidad a un estado primigenio, invariable, sólido, rocoso, de ahí la veneración por la tierra, entendida como rocas, montes, bosques y ríos, aunque todos se destrocen para hacer negocios. En este siglo de la puesta en tela de juicio del sujeto por parte del pensamiento que ha renegado de los grandes sistemas capaces de explicar la realidad, resulta chocante que doctrinas tan primitivas, basadas en creencias de raíz supersticiosa, se apoderen de personas que, supuestamente, han sido preparadas para rechazarlas. Que ese apoderamiento, por otro lado, vaya unido al uso político que hacen de ellas para alcanzar un poder mediante el que satisfacer tan bajos instintos es lo que los convierte en seres despreciables.
En resumidas cuentas, que  frente a la identidad rocosa del nacionalismo hemos de oponer la búsqueda constante de la identidad que nunca es igual a sí misma, una situación que nos acerca a todos los seres de todas las geografías y todas las lenguas.


viernes, 25 de octubre de 2013

El desquite de las camarógrafos aficionados



Vigilantes y vigilados


Cuando comenzaron a aparecer las primeras cámaras policiales en las calles de nuestras ciudades, pueblos, comercios, sucursales bancarias, edificios de la Administración, instituciones académicas, etc., muchos pusieron el grito en el cielo contra esa práctica controladora que limitaba tan poderosamente el derecho constitucional a la privacidad e incluso a la libertad individual. Los amantes de las cámaras, la policía sobre todo, se las prometían muy felices, porque daban un paso gigantesco en el cumplimiento de su sueño (el mismo que el de Obama) de tener controlados a todos, sean potencialmente peligrosos o no, para prevenir males ulteriores que, como se ha demostrado, en modo alguno se evitan antes de que sucedan. El homicidio del empresario que vivía en el Raval, golpeado inmisericordemente por un “escamot mossulà”, ha puesto de manifiesto que en la era de las cámaras telefónicas el vigilante se convierte en vigilado y el uso de la cámara se vuelve un ojo acusador que reduce considerablemente el margen de impunidad con que hasta el presente han solido comportarse las fuerzas y cuerpos de seguridad, sean estatales o autonómicas. Quien más quien menos, en estos tiempos cibernéticos, va provisto del tercer ojo periodístico, y lo usan. Ahí tenemos a esos gorilillas uniformados que mientras aporreaban al acorralado empresario se pensaban que la noche los amparaba, que actuaba como un manto que los volvía invisibles Tal grado de ingenuidad ya debería haber bastado para destituirles por incompetentes, al margen de cómo acabe el proceso judicial contra ellos. Esperemos, en todo caso, que el gobierno “enemigo” del PP no venga en su auxilio y los indulte, como hizo con los torturadores convictos, y no confesos porque en este país sostener paladinamente la propia responsabilidad ha pasado a mejor vida desde hace mucho tiempo. No hay más que ver cualquier inicio de proceso judicial para comprobar que los acusados se comportan exactamente como lo que son: niños con cuerpo de adulto: “yo no he hecho nada, señora jueza”, “yo soy inocente”, “le juro por mi madre que no sé de qué me habla…”, etc.

Por otro lado, es sorprendente, en nuestros días, ese afán intervencionista para controlar desde la Gran Hermandad la vida y milagros de los ciudadanos, porque son estos quienes le ahorran a la policía buena parte de su labor con la ingente cantidad de información pública y sobre todo privada que cuelgan sobre ellos mismos en la red de redes. Son esos mismos ciudadanos que se quejan de la falta de libertad que suponen esas cámaras vigilantes o los barridos en busca de mensajes incriminatorios quienes, paradójicamente, se autosecuestran en un zulo de escasísimos centímetros cuadrados de pantalla durante la mayor parte de la jornada, aunque ello no les impida caminar a ciegas con incierta suerte sobre su seguridad física. Vivimos tiempos paradójicos, desde luego. Mientras, sin embargo, los vigilantes vigilados se enfrentarán a su torpeza, su ingenuidad, su amateurismo y su nula moralidad pública y privada.

sábado, 19 de octubre de 2013

El sociólogo inocente.


Dime qué lengua hablas y te diré quién no eres...

       Desde la perspectiva del sociólogo inocente Cataluña es un espacio apasionante para la investigación. Se trata de una comunidad en la que se dan tantas situaciones lingüísticas diferentes que muy probablemente a ello se deba la insatisfacción de quienes quieren a toda costa imponer un imposible monolingüismo, condenado al fracaso, si nos atenemos a los datos de la realidad, tan tercos ellos, tan indomables, a pesar de los esfuerzos normativos, ultracatalanizadores y sancionadores. 
       Hace tiempo, Eduardo Mendoza, trilingüe insigne, porque vivía del inglés hasta que los libros lo "quitaron" de ello, confesó en un artículo lo muy atractivo que le resultaba, cuando entraba en cualquier comercio, en un taxi o en una reunión, no saber en qué idioma, si en catalán o en castellano, se iniciaría el contacto con sus interlocutores, lo que le permitía hacer divertidas cábalas al respecto, no siempre con el resultado previsto. 
        Eso me ocurre en el súper de la esquina. Con las dependientas de la carnicería y la charcutería hablo en castellano, entre ellas se hablan en catalán, con la cajera hablo en catalán, la cajera con las dependientas en catalán y, estando todos juntos, me dirijo a unas en castellano, porque el primer día lo hice así, y a la cajera en catalán, también porque el primer día lo hice así. Ninguno de los cuatro, al hablarnos, hacemos ningún tipo de patria ni defendemos ideología alguna. A veces la cajera se cambia al castellano y, con las dependientas a veces intercambio alguna frase en catalán. Cosas de la tierra. Siempre ha sido así desde los ya más de 40 años que llevo aquí. Y así me imagino que seguirá siendo. Una pareja amiga, de Gerona, que se hablan entre ellos siempre en catalán, ella le llama a él Pepe, no Josep ni pep, Pepe, con toda naturalidad, pero a mí jamás se me ocurriría llamarle Pepe, sino Josep, que es como me dirijo a él, también con toda naturalidad. 
      De todos son conocidas historias lingüísticas de famosos como el cantante de Sopa de Cabra que es castellanoparlante en familia y catalanoparlante y catalanocantante fuera de ella, y que, por cierto fue crucificado por la caverna independentista. A nadie se le oculta que el NH Artúr (lo acentúo, aunque no toca, para ver si se va perdiendo la cursi costumbre de llanificarlo "a la americana", Àrtur, aunque él "llano", discursiva e ideológicamente ya lo es de por sí, desde luego..) Mas ha hablado siempre en casa en castellano con su mujer, aunque a ella le tenga prohibido dirigirse a él en público en la lengua familiar... Es decir, que el divorcio autonómico entre la realidad y el deseo a nivel político es aún mayor a nivel lingüístico. En este aspecto, bien puede decirse que el empeño del Movimiento Nacional es el de asumir el rol de quien quiere exigir "parli'm en cristià", para desquitarse de lo que, en la mayoría de los casos, no vivió, porque el tiempo pasa para todos. Y se da el espectáculo patético de quienes se quejan de que les obligaran a estudiar en castellano cuando han hecho toda su enseñanza bajo el imperio de la inmersión, pero ya se sabe que los tics de la protesta son pura anacronía y, en este caso, estrictamente ucronía...
Pasearse por Barcelona, para el sociólogo inocente, es una fiesta continua. Con la masiva ocupación turística del centro de la ciudad, ni siquiera el castellano es ya, al menos en la céntrica parte de mi barrio de la izquierda del Ensanche, la lengua dominante, porque oigo más inglés, francés y ruso que castellano y catalán. Con todo, el fenómeno de los conversos, aquellos que quieren "hacer méritos", continúa siendo el mismo que cuando yo llegué aquí: gente acomplejada que quema sus raíces y se abraza a un clavo ardiendo para quemarse a gusto, aunque sea rechazada a la hora de acceder al núcleo íntimo de la natividad (no la religiosa, claro, sino la de los nativos, es decir, los mestizos propios del lugar). Es el caso de las dependientas sudamericanas de la panadería que se empecinan en hablarme en catalán cuando yo me dirijo a ellas en castellano y me miran con un aire de superioridad  nacional que me produce escalofríos por el servilismo que advierto. Y no tienen la jefa cerca, que conste.
        En fin, aquí queda el apunte de esta vivencia plurilingüe que tanto anima nuestros días. No entro, por supuesto, en los cambios de lengua a lo largo del mismo discurso, o en la inclusión constante de términos de la otra lengua distinta de la que se está hablando, porque entonces habría hecho esta entrada sobre el catallano o el castelán, que, a su manera, tiene tanta tradición en nuestra autonomía como el spanglish en Nueva York. Para mi suegra, por ejemplo, no existe la merluza, sino el lluç. Y así seguiría... Bueno, me cito para otra entrada más adelante. A ver si ejerzo de auténtico sociolingüista y recopilo datos "fefaents" para ilustrar a mis escasísimos lectores, a quienes tanto aprecio.

jueves, 10 de octubre de 2013

El reto verdadero



Solo ante el peligro

              Dejémonos de tonterías, el verdadero reto de una "provincia mayor" normal y corriente es descubrir que la cisterna del váter se ha estropeado y que no deja de salir agua, lo que exige una reacción inmediata. Como es sábado -nadie ignora que estos accidentes domésticos de singular trascendencia ocurren en fin de semana-, lo primero que se me ocurre es llamar al RACC. El servicio del "manitas" no entra, porque anda el agua de por medio y eso son ya "saberes especializados", de "alta especialización" pienso para mí. Así pues, me facilitan amablemente un fontanero al módico precio de 43€/h más el IVA correspondiente, materiales aparte, pero sin cobrar el desplazamiento, lo cual me deja casi al borde de las lágrimas por semejante rasgo de humanidad de esos profesionales de la luz y el agua para con los socios del RACC -confieso que se me había ocurrido sacar el adjetivo raccista para calificar a los socios, pero conste que me he dado cuenta a tiempo y dejo esta nota para que se vea lo bien y oportunamente que funciona la corrección política-. Agradezco el ofrecimiento y digo que me lo pensaré, aunque nada más oír los precios me lo he pensado en menos de una milésima de segundo y sé que no, que ha llegado el momento de demostrar que uno no sólo es una provincia mayor que el mundo, sino, además, un héroe del bricolaje dispuesto a ganar muchísimos enteros en la opinión de su Conjunta. Una vez tomada la sublime decisión, se inicia un procedimiento que se sabe cómo comienza, retirando la tapa de la cisterna, pero que se ignora cómo acaba, aunque la experiencia de otras ocasiones indica que volviendo a pedir el auxilio de un profesional al precio que sea.
      El caso es que la crisis aprieta y está en entredicho el honor de un hombre corriente que ha decidido aventurarse hacia el alto grado de la heroicidad. 
      Retirada la tapa, advierto que el mecanismo de control del llenado de la cisterna, un complejísimo sistema de boyas que permiten detener el proceso de llenado cuando el agua que entra ha desplazado hacia arriba la boya a la que va unido el resorte que logra detener el llenado, que ese mecanismo, digo, se ha estropeado a causa del uso y por mera antigüedad, como cualquier otro mecanismo biológico. Lo trasteo un poco, por si fuera cuestión de los dos golpecitos que, como en los teléfonos de cabina pública, un vídeo de segunda mano o un expendedor de bebidas tantas cosas arregla y descubro que, como toda respuesta a mi acercamiento de tanteo, se inicia una pérdida de agua por la parte de abajo de la cisterna, justo por donde entra la tubería que la alimenta de agua.  
      Pregunto en la tienda de materiales de obra que tengo al lado de casa y me dicen que la cosa es sencillísima, que he de desenroscar el mecanismo que no funciona y enroscar el que ellos me venden.  Si la rosca es más pequeña, he de llevarme una rosca adaptadora al calibre pertinente. Pregunto, de paso, por esa leve "perdida" que, al llegar a casa, es ya una "gran" pérdida, y me dicen que he de enroscar al mismo tiempo las dos tuercas, la del interior del váter que está en el fondo de la cisterna y la que se ha de apretar por fuera y por debajo de la cisterna. Como soy persona bracicorta, salgo de la tienda con aire sombrío, ceño fruncido, acusando preocupación y arrepentido de no haber hecho mi buena FP de lampistería.
Me percato, con el recambio en la mano de que un arreglo semejante necesita más tiempo del que dispongo, porque tenemos invitados a comer y he de acabar una laboriosa paella vegetal. Total, que lo dejo todo “abierto” y postergo un día completo la decisión de ponerme manos a la faena. Mientras, el mecanismo antiguo aún funciona si se tira del mecanismo estropeado hacia arriba, lo que detiene el agua al borde de la cisterna, sin que se derrame, aunque cada vez que se hace (¡imposible no acordarse de ello!) ha de esperarse a que se llene y se llena uno de la duda razonable de que no funcione la “manualidad”.

       Al día siguiente también hay invitado, pero es un familiar directo y ello casi representa un aliciente para sumergirme en la faena y, si salgo del entuerto, ponerme alguna medalla lampística. Advierto que el mecanismo estropeado puedo sacarlo con facilidad, aunque en el transcurso de esos movimientos desplazo la rosca que tapa el agujero por donde entra la toma de agua, por lo que la fuga del preciado y carísimo elemento se convierte en un serio problema. Cierro la llave de paso, pero su escasa media vuelta no cierra del todo el paso de agua. Aun así, desenrosco la toma de agua por debajo del váter y, después de recoger con un mocho un buen cubo del fluido. Voy por otro cubo para que el tubo por el que llega el agua de la toma general al váter pueda desaguar con control. Mientras, como en el fondo de la cisterna aún quedaban dos dedos de agua, va saliendo con lentitud pero sin descanso, lo que me obliga a seguir ejerciendo de mochero.  En cuanto el fondo de la cisterna está seco, bien seco, procedo a la instalación del recambio. No me olvido de poner la cinta de teflón para sellar la juntura y procedo a enroscar el nuevo “set” controlador del llenado, el cual lleva un dispositivo para regular la carga de la cisterna y poder ahorrar agua. Una vez instalado, toca la difícil tarea de enroscar al mismo tiempo las dos tuercas de dentro y de fuera de la toma de agua. Lo primero que hago es centrar bien la que se ajusta al agujero del tubo por dentro de la cisterna. Después, manteniéndola con la mano izquierda, procedo a enroscar la de debajo de la cisterna. Cuando la fuerza de mis poderosos dedos no da más de sí, agarro bien el tubo rígido por donde asciende el agua dentro de la cisterna y con una llave inglesa procedo a ir ajustando la tuerca externa con precisión industrial supervisada por algunos curiosos que disfrutan con el espectáculo de una provincia en obras. Finalmente, y ante la expectación general de los allegados, abro la llave de paso, lleno la cisterna  la uso. El mecanismo funciona perfectamente: al llegar al límite establecido, la cisterna se para y por el váter no sale ni una gota. Ahora bien, compruebo, para mi desolación, que, “por debajo”, pierde, levemente, pero pierde. Pido espacio e intimidad y continúo con la labor. Ahora no sólo cierro la llave de paso del váter, sino la general y me aseguro, después del vaciado de la cisterna que todo queda resequísimo, antes de proceder al desenroscado conjunto de las tuercas pertinentes. Añado algo de teflón, casi por superstición, más que por convencimiento científico, y con magnífico ojo de buen cubero ajusto la chapa interior para tapar las fugas y vuelvo a enroscar la parte inferior. Como no rezo, hago lo que más se le parece, renegar en arameo y acordarme de siete generaciones familiares cuando, en la intimidad de mi provincia, pruebo yo solo el mecanismo. La prueba del papel de váter funciona: ni una sola gota ha caído en él después de coronar con éxito tan difícil intervención. “Pues no era tan difícil, ¿no?”, es todo el premio que recibe la alta intervención quirúrgica practicada. Para mí pienso que esos 80 euros bien ahorrados me equiparan con unas buenas zapatillas de correr, sumándole otros 30, claro, porque el jogging, con los precios de las mismas por las nubes, se ha convertido ya en vueling.

miércoles, 2 de octubre de 2013

La realidad y el deseo...


Vida oficial y vida real

Cuando en una sociedad se ha producido el divorcio que existió, por ejemplo, durante las postrimerías del franquismo, ambas vidas, ambas realidades se producen de espaldas la una a la otra. ¿Quién diablos se interesaba por lo que hacían las cortes franquistas, con aquellos "procuradores" elegidos por "tercios"? ¿Quién hablaba de si habían decidido esto o lo otro? ¿Quién conocía siquiera el nombre del presidente, ya que no había fuerzas opositoras, que todos eran expresión magnífica del unanimismo, ¡que no, desgraciadamente, del unamunianismo!? Pues lo mismo ocurre ahora en Cataluña, mutatis mutandi, que no hay que cambiar mucho, la verdad sea dicha, porque parece haberse impuesto un cierto "matonismo ideológico" desde el poder que deja poco lugar a dudas de cuál sea la raíz de planta tan maléfica. Quiero decir con este preámbulo que cuando deambulo, y lo hago mucho, por mi barrio, yo soy un "hombre de barrio", atento al microcosmos, antes que a la hipérbole histórico-mesiánico-mosaica que pretende ocupar toda la realidad sin que, la pobre, pueda traspasar más frontera que la de su reducido mundo de seguidores fanatizados, como la nación manda, me percato, digo, de que el vergonzoso Debat de Política General, que ni siquiera llega, nominalmente, a debate sobre el Estado de la Nación, a pesar de las protestas continuas sobre la ineluctabilidad de ambas pretensiones, no es que haya pasado sin pena ni gloria, sino que ni siquiera ha pasado, ha ocurrido. Ni una frase -porque ideas, todo sea dicho en honor a la verdad, no se ha escuchado ninguna- ni latiguillo ni eslogan ni ningún insulto elegante o desplante ingenioso ha llegado a la memoria de las gentes con las que me he cruzado estos días. Ni en los bancos de la calle, ni en las colas del mercado, ni en la parada del autobús, ni en el bar de la esquina, ni en la charcutería, ni en el súper de toda la vida, ni en los bancos del parque, ni en la copistería ni en la farmacia ¡ni en la barbería! he oído dos retazos de conversación que hayan tenido como objeto el famoso debate de política general. Creo recordar que hay una obra que se titula Los secuestrados de Altona, y me acuerdo del título, pero no del autor, porque no soy persona demasiado leída, sino muy paseada, y me parece que es del todo aplicable a quienes nos representan desigualmente: Los autosecuestrados de la Ciudadela, porque parece que se hayan metido en ella para protegerse de la realidad en vez de para influir en ella, excepto en cuestiones anecdóticas como la reescritura de nuestra Historia taurina comunísima con el resto de España. Como si la famosa quema de los conventos de Barcelona en 1835 no hubiera tenido su origen en una protesta por la mansedumbre de los toros que se lidiaban en la plaza de San Miguel de la Barceloneta...
El título de esta entrada es ya un lugar común, pero fue el título de un libro de poemas cuya lectura sería muy instructiva para cuantos hacen del "choque de trenes o de autos" una filosofía de la Historia. Disculpen el cierre. Me ha dado un golpe de calor intelectual. Prometo enmienda.Estos octubres calurosos acaban con cualquiera.

martes, 24 de septiembre de 2013

Mosaico (sin segundas) dominguero...

Teselas polícromas de un domingo municipal y espeso...

     He de reconocer que Barcelona, desestelada, cambia mucho, y para bien. La ciudad se vuelve más habitable e incluso no saber de qué pie demagógico calza el vecino con quien nos cruzamos nos permite relajarnos e imaginar que tanto afán secesionista no es más que una lluvia de finales de verano, de esas que nos llenan de melancolía el corazón cuando nos despedimos del lugar de veraneo donde sepultamos tan buenos propósitos como llevamos al llegar.
     Una pareja de jóvenes de 14 años en Montjuïc. No saben qué decirse. Están parados. "¿Adónde vamos?" "No sé, donde tú quieras, me es igual". "No, escoge tú, de verdad". Y vuelven a pasar legiones de ángeles. Son guapos, los dos. Él repeinado a la gomina, como un chulo de baja estofa. Ella, provocativa, sin llegar a putón verbenero. Es indudable que se gustan. Pero son dos almas intransitivas. No sale nada de ninguna de ellas hacia la otra. Ni palabras. Se aburren. Como las clásicas ostras. Aún no bostezan. En el fondo piensan que se lo estaríab pasando mejor con los y las colegas, en vez de forzar una unión de pareja a la que poco pueden aportar, además de que se gustan "a rabiar". Y ahí se acaba la cita. Y las comillas. Son expresión directa de la precipitación y la ignorancia. Aún no han empezado a vivir y quieren tener un pasado hecho y derecho. Recuerdo Dos en la carretera. El final, claro. Pero son dos críos.
       Doy vueltas a l'Escorxador como meritorio fondista de vía estrecha. Me llega la música del escenario que hay ante la fuente de Montjuïc. Pasan bandadas de nenas impacientes y nerviosas, porque van a ver a sus ídolos musicales, que cantan en inglés desembotellado. Son casi todas esqueletos andantes, puros huesos que triunfarían en la fiesta de Todos los Santos en México (dígase Méjico). Los cantantes quieren oír el calor del público y se empeñan en que borregueen a voz en grito algunas respuestas que les estimulen. Tengo la sensación de que solo irán niñas al concierto. Me pregunto cuántas se estelaron más de una semana atrás. 
       El Ayuntamiento paga las fiestas de la Mercè. No ayuda como debería a las familias en riesgo de exclusión social -doy fe profesional-, pero ofrece todos los espectáculos "gratis" a sus saqueados vecinos. Mientras me estiro sobre la verja de la guarida de la grúa, infernal Hades donde los haya, me viene a la cabeza la soberbia del alcalde y sus deseos olímpicos invernales.
Regreso a la carrera por Diputación y continúo con la estadística de las banderas. Siempre me sale el mismo resultado: son una minoría.
      Como en un restaurante francés. Los clientes hablan en castellano, alemán e inglés. 
      Leo el diario y  hago punto de Cruz. ¿O fue ayer? 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Pederastia ideológica secesionista



A SU IMAGEN Y SEMEJANZA: 
La paidófila manipulación secesionista de la infancia.

         El señor Homs, portavoz del gobierno de la Particularidad, ve con buenos ojos y por lo tanto razonable que los adultos abusen ideológicamente de personas en periodo de formación para, mediante poderes taumatúrgicos, diseñarlos a imagen y semejanza de sus progenitores, tutores, maestros -hay vídeos en youtube que son prueba inequívoca de esa demencia nacionalista-, etc. Entiendo que quien no quiere respetar la pluralidad ni sabe qué significa gobernar para todos los ciudadanos, independientemente de su opcion política, se preocupe por asegurar el relevo generacional de sus innumerables agravios comparativos, de la exaltación por sus numerosas derrotas y de otros extremos propios de la ideología que ni gobierna ni legisla, pero que sí se lucra con el ejercicio de su limitado poder;  pero lo conocido sobre el alcance del lavado de cerebro de las generaciones de niños catalanes que fueron exhibidos el día de la vía estrecha a la independencia como auténticos animales de feria y el uso que de ellos se ha hecho en algunas escuelas, roza lo permitido por el código penal. 
          La sociedad tradicionalista  -entre quienes se ha de incluir a buen número de los yayos y yayas que se manifestaron, enérgico bastón en ristre, el otro día-  no ve con buenos ojos que las parejas homosexuales tengan derecho a la adopción, porque, suponen ellos, que harán lo posible para que el niño o la niña adoptada se convierta en homosexual. Este prejuicio nos sirve para entender mejor la perversa tolerancia hipócrita de esa misma sociedad tradicionalista con  una práctica que se aparta años luz del ejemplo citado. La falta de respeto a los derechos de los niños que se ha observado en Alò3 -televisión a la que ya dediqué en su día una entrada: ( http://provinciamayor.blo,gspot.com.es/2013/04/alo-3.html)- 
y la contemplada el día de la diada de exaltación secesionista forma parte de esa pederastia ideológica que consiste en hacer de los niños propios réplicas de los adultos, en vez de formarlos en el espíritu crítico y en el uso de la razón.  Como yo he vivido en mis propias carnes ese abuso de la Formación del Espíritu Nacional, tan de moda en nuestro sistema escolar y familiar catalán, sé cuál es el futuro de esa alienación infantil y cómo, en el futuro, se volverá contra quienes ahora, amparados en la transmisión de valores familiares, están inculcando la semilla del odio, del desprecio y de la infatuación megalómana. Se volverá contra ellos y provocará agrios y tristes divorcios por el abuso de poder que ahora los niños no pueden comprender, pero que luego les pesará como una violación dramática de su derecho a una formación integral, basada en la razón y en el espíritu crítico, esto es, en el ejercicio del razonamiento, no en la repetición de las consignas. La futbolización de las ideas, la fanatización de ellas es el abuso de hoy, pero será el amargo reproche del mañana, al menos entre quienes consigan convertirse en auténticos individuos libres, cuyo número deseo generoso, para su bienestar y su bienser.

domingo, 15 de septiembre de 2013

DE DEBAJO DE LAS PIEDRAS

Masa, individuo y caenas.

Hoy es un día ceniciento. Chispea. Desaparecidos la grana y el oro de las cubanyeras del paisaje ciudadano, pañales del capricho, la urbe recupera su presencia habitual. Desde la calle llega el sonido sordo de las zapatillas de corredores que celebran, con excesiva antelación, la festividad de la patrona de la ciudad, aunque en vez del incienso escogen el sudor matutino, pero la patrona no cambia, ahí está, rindiéndosele tributo por ser quien fue. Pocos corren cubañerados y tampoco han crecido los gritos abanderados de los balcones, a pesar de la ola de público fiel al espectáculo de la afirmación que es negación y exclusión del otro si no comulga con los credos de esa supuesta mayoría que jamás ha sido testada en las urnas de unas elecciones en las que quienes deseen proclamar la ¿*? [República, Virreinato, Veguerelandia, Estat, a secas..., que cada cual rellene a su gusto, aunque la polémica para escoger qué fuera podría durar años..., sin acabar resolviéndose...]catalana lo dijeran expresamente a sus futuros electores en el programa con que se presentaran, y que, de salir escogidos, supusiera la negativa inmediata a asumir ningún poder que estuviera dentro de la Constitución española ni al amparo de ninguna de sus leyes, por lo que, de hecho, se constituirían como gobierno rebelde contra el reino de España y aspirarían a obtener el reconocimiento internacional que les permitiese consolidarse como tal estado. ¿Darán ese paso los de CiU, que solo piensan en asegurarse la mensualidad y en que devengue, en el caso de Mas, generosa pensión de jubilación tras el ejercicio de su breve poder liante? Me temo que quizás no vayan por ahí los tiros, los retóricos, se entiende... Cuando se ha hecho de la indefinición y la conservación del poder una ideología, como en el caso de CiU y del psC, la realidad se ve con diferentes ojos de los del resto de la ciudadanía. 
Los ecos de la celebración de la derrota del 11-S, de la mayúscula torpeza política de elegir el perdedor -un caso parecido al de Mas a legislatura de hoy- dejan el poso de una amenaza en el ambiente: si la secesión triunfara, saldrían secesionistas de debajo de las piedras, del mismo modo que cuando triunfaron los nacionalistas rebeldes a la república, salieron aquí franquistas de debajo de las mismas piedras, con la palma de la mano bien tiesa y terne el ademán. Si cometieran el error primario de declarar unilateralmente la independencia de nuestra autonomía y hubiera de ser intervenida por la fuerza, igualmente saldrían constitucionalistas de debajo de esas piedras, siempre dispuestas, por lo que se ve, a cubrir el impulso acomodaticio de las personas movidas por los resortes del egoísmo personal. El sistema educativo de la Particularitat, puesto que solo gobierna para los secesionistas, no para todos, se ha empeñado en formar masa en vez de formar individuos con espíritu crítico, capaces de pensar por sí mismos y anteponer la razón a la divinidad nacional.
En todo caso, los individuos libres de las ataduras de la "obediencia debida" a los dioses de la nación, hemos de estar satisfechos y darles las gracias a señoras como la Forcadell, o la Casals de Unum Cultural, por volver a ofrecernos, como antes nos lo dio el patán ventrudo que fue Franco, un hermoso motivo para luchar contra el fascismo, esa suma de valores tradicionales "de toda la vida", presididos por el repique de las campanas "del único dios verdadero" que tiene el detalle, además, de dirigirse a sus súbditos en la única lengua nacida para hablar con él...; además de un rosario de exclusividades antropológicas que serían de tediosa enumeración, y en la que no sé si los de "vivan las caenas" incluirán a Josep Pujol, el famoso pedómano..., aunque por tradición, embolica que fa fort..., lo más seguro es que ocupara un lloc d'honor, como glòria catalana, pues tiene su importancia pasear por el mundo la tibia fragancia de les seques...

miércoles, 11 de septiembre de 2013

De Haffner a Pérez.


                        

Historia de un catalán

Sirva el título de homenaje a un libro que nunca leerán con simpatía los secesionistas catalanes: Historia de un alemán, de Sebastian Haffner, escrito por su autor al hilo de los acontecimientos históricos que llevaron a la sociedad alemana a un cul-de-sac nacionalista del que aún están saliendo con no pocas dficultades. Leer ese libro y hacer un cotejo con nuestra sociedad catalana es un ejercicio de obligado cumplimiento porque en él se explica, desde la vida cotidiana, que es donde yo tengo montado mi observatorio, cómo fue posible que la irracionalidad perversa del nacionalismo se apoderara de todo un pueblo, salvo excepciones honrosas, pero impotentes ante una realidad que derivó hacia el estado policíaco bastante antes de llegar Hitler al poder. Los mecanismo de la mentira repetida ad nauseam, de la exaltación patriótica acrítica, de la comunión con el ídolo nacional, de la supremacía de la condición de catalán-catalán, aunque haya escasos ejemplares, dado el mestizaje de nuestra sociedad, si bien no son pocos los que se adhieren a esa xenofobia de la que extraen una suerte de exultante autoexaltación soberbia que les hace creerse "de otra pasta", y, los más extremistas, "de otra raza", Rh incluido; todas las estrategias tradicionales, digo, de los rancios nacionalismos totalitarios y expansionistas que refleja Haffner en su libro pueden descubrirse, sin tener que rebuscar demasiado, en nuestra asfixiante sociedad dominada mediáticamente e institucionalmente por el discurso nacionalista, ahora ya incluso por la amenaza secesionista. Haffner reprochaba a sus compatriotas, sobre todo, la cobardía ante las pruebas manifiestas de irracionalidad del Movimiento Nacional que se había llevado por delante viejas virtudes alemanas de tolerancia y crítica  y la servil sumisión  a ideales que deformaban la realidad hasta, por un lado el esperpento, y, por otro, la acción criminal. Hace unos días pasaron por televisión, no Alò3, claro, una película, Napola, sobre las escuelas de élite del Movimiento Nacional nazi, dirigida por Dennnis Gansel, el director de La ola, un experimento fílmico sobre el origen del fascismo, y en ella se observaba a la perfección la perversión del nacionalismo, de todos los nacionalismos.
En toda la sucia bazofia de propaganda que se nos trata de inocular día tras día desde este segundo Movimiento Nacional que a algunos nos está tocando vivir, para nuestro mal, hay una petición de principio que quisiera rebatir: que con la creación de un estado catalán independiente nada cambiaría respecto de la situación actual en la relación con el resto de España, y menos aún entre los catalanes dentro del nuevo estado. No es posible que desde el uso de la razón -no de las pseudorazones que son la propaganda y las creencias ideológicas- pueda ofrecerse una tesis semejante. La historia de este catalán que esto escribe es más que contraria a aquella tesis. No hace ni tres días que en una cena con unos amigos con quienes antes hablábamos de todo, insisto, de todo, ni siquiera mencionamos, como un pacto tácito previo, ni la vía catalana ni la situación de la política catalana ni nada de nada: nos centramos en las enfermedades, la familia y algunos excelentes chistes sobre la Botella. Es evidente que algo ha cambiado poderosamente y que sobrevolaba el encuentro la más que seria posibilidad de que una amistad de 40 años pudiera deteriorarse dolorosamente, aunque el silencio sobre ciertas zonas de la realidad nuestra de cada día ya es en-sí, un deterioro evidente. Si extrapolamos, y es legítimo hacerlo, esa situación a la relación de esa futura Cataluña independiente con el resto de España, ¿en qué cabeza cabe que los analistas secesionistas nos hablen de una realidad económica que no se verá alterada ni un ápice, lo que implica unas cuentas públicas de las que, restada la solidaridad interterritorial actual, sólo se derivarían jaujas para los catalanes? Quienes hemos tenido la desgracia de vivir un Movimiento Nacional en nuestra juventud, nos hallamos ahora, a la puerta de la vejez, sufriendo otro. Se mire como se mire, vivir dos Movimientos Nacionales en una misma vida es una condena trágica sin que medie una culpa objetiva que pueda justificarla. 
La historia de un catalán, inédita es La historia de un alemán, édita, punto por punto. Y desde la vida cotidiana, no desde las mentiras de los historiadores.