sábado, 5 de enero de 2013

Al rey lo que es de todos...

De reyes, realezas y realidades...

De rey mágico puede considerarse a este D. Juan Carlos de Borbón que ya ha superado, a quien le nombró, en años de jefaduría, a pesar de lo mucho que ha hecho para hacerse antipático a los ciudadanos y de lo poco que hizo para ganarse el respeto de todos ellos en una sola noche de trabajo (bien hecho, que conste...). Alice Miller, lectura poco adecuada para un hombre de la calle, advierte de la cruel bellaquería que es no solo hacer creer a los niños en la engañifa burda de los Reyes Magos o de Santa Klaus o Nicolás, sino en el chantaje de hacer depender su bondad del buen comportamiento que hayamos tenido. Estoy con ella, aunque no acabé de entender todo lo que decía en otros capítulos de un libro que me superó. Lo mío es la vida cotidiana, y en ella observo, como para la despedida del año, la puntilla final de unas fiestas que, donde quiera que entro del barrio, solo merecen este comentario desengañado: "!Qué ganas tengo de que acaben, por dios!" Es cierto que, como suele decirse, ya no son lo que eran, y que otras intrusas como Halloween o los aseaditos y municipalescos carnavales, tienen un eco ludicoboboconsumista bastante alejado de las agrias terapias de grupo, usualmente versión de semiebria colada de trapos sucios en que han acabado convirtiéndose la desentrañada nochebuena y la resacosa navidad.
Las caras desencajadas que me ha sido dado contemplar, algo parecido a las de aquella excelente película de Schwarzenegger, en que hacía de padre en apuros para encontrar un juguete para su hijo, son para película ruso postrevolucionaria, y las elecciones "de útima hora" permiten comprender que se venda lo que se vende, y que los bazares chinos sobrevivan dignamente. Mañana mismo, antes del mediodía, los contenedores comenzarán a estar repletos de lo destrozado, lo indeseable y lo incalificable, pocas horas después de haber recibido a sus infatigables majestades de oriente. La realidad del 7 de enero son las siete vidas del gato de siete colas: ¡Que lo real nos pille sin deudas!

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