domingo, 29 de junio de 2014

Rito dominical: Desayuno con prensa.

Domingo Pérez Minik


La perseverancia feliz o el peligro de extinción...

Estamos hechos de tradiciones, grandes y minúsculas, forjadas ni se sabe a veces por influencia de quién o de qué, y en muchas ocasiones, de nuevo cuño. La lectura dominical de la prensa es una de ellas, que se repite con una constancia admirable y que se repetirá, con toda probabilidad, hasta el final de mis días. Hay quienes la realizan en el bar, de preferencia gente perezosa que no madruga; yo siempre lo hago en casa, porque en ningún sitio me desayuno mejor, y la preparación es lo suficientemente breve como para no tornarse enojosa. Madrugar para comprar los diarios, compartiendo la calle con los intoxicados rezagados que ponen fin a una noche en la que juran y perjuran habérselo pasado "en grande", a pesar del lastimoso estado que ofrecen a la visión ajena, es el primer paso del rito, después le sigue el desayuno propiamente ingerido, que no dicho, y, finalmente, el gran despliegue de las ventanas al exterior. Lo primero, ver si hay películas susceptibles de ser grabadas o alguna transmisión deportiva capaz de generar alguna sombra de emoción. Después, extraer el suplemento de economía, despacharlo con la relativa presteza del ignaro y, finalmente, entrar en el diario con la morosidad de quien está dispuesto a consumir su buena hora u hora y media en esos reportajes que, los domingos, sustituyen al caudal noticiero.
Tengo la sensación de cumplir con un rito tan antiguo como la vieja misa dominical de la infancia, perdido voluntariamente a los 14 años, no sin la lucha familiar correspondiente, la primera de tantas otras que jalonaron la independencia individual y la creación de mi estado personal actual.
 Es un rito muy común, lo sé, pero cada cual tiene sus propias estrategias de lectura. Hay quienes leen desde la TV hacia el principio, los hay que van directamente a los deportes o a Política (Nacional, España..., según las ópticas ideológicas), a las cotizaciones bursátiles o a Internacional o a la Cartelera o incluso al obituario... Yo soy muy tradicional: desde la primera página hasta la última, y ya llegará lo que haya, e ir cerrando el foco, desde Internacional hasta la TV, me parece un buen método. No soporto, por ejemplo, entrar directamente en Opinión...
Hubo un tiempo en que nuestros diarios españoles quisieron competir con los usamericanos, como el Boston Globe, el que leía en Boston, pero aquel mazacote de información de casi quilo y medio, era imbatible: había lectura para todo el día, ¡y aun para la semana! Aquí se optó por la revista dominical, el suplemento semanal en papel, la economía en sepia y poco más, y aun así ya me parece demasiado. Es cierto que El País tuvo una época en que primó la objetividad y la independencia, pero a partir de la irrupción de El Mundo, pronto todos se convirtieron en "prensa de partido", con el descrédito consiguiente. Y aún seguimos en él, sin levantar cabeceras...
Como leo en la misma mesa de desayuno, en la cocina, he de hacer malabarismos, a menudo, para mantener la verticalidad de las páginas y, con mi miopía, enfocar adecuadamente el texto. Todo lo doy por bien empleado porque me permite un comentario con mi conjunta, lo que alarga la sobremesa sus buenas dos horas. 
Desde hace tiempo, sin embargo, vengo observando que los quioscos de prensa van desapareciendo del paisaje urbano. Suelen quedar aquellos que son de propiedad familiar, traspasados de padres a hijos, como si la prensa hubiera iniciado el camino que la llevará a la desaparición. De hecho, y como, por hacer un paralelismo, pasa con las farmacias, que parecen tiendas de cosméticos, muchos quioscos despliegan una oferta comercial que poco o nada tiene que ver con para lo que nacieron. Sería una pérdida solo comparable a la de la desaparición de las abejas.
Hoy había muchas historias, pero me he entretenido en la del ecologista alemán nacionalizado holandés cuyo cadáver ha sido hallado en el corazón abrupto de la Galicia profunda. Se abre una hermosa investigación criminal para descubrir al o a los culpables del asesinato. Ya veremos si se confirma la impericia de los asesinos aficionados y hay hilos en la escena del crimen (una ranchera incendiada) de los que tirar para detenerlos y llevarlos ante la justicia.  Fago al fondo... se advierte.


sábado, 21 de junio de 2014

Acá vienen reyes, do quieren leyes...



El ocaso de los símbolos: el relevo en la jefatura del estado.

              No sé si se podrá vivir sin símbolos, pero es evidente que vivir para ellos es una considerable limitación de las potencialidades del ser humano. Ser uno, debe de ser, por otro lado, la rehostia. Pocos seres humanos tienen esa vivencia, y pocos nos han transmitido lo muy parecidos que se deben de sentir al elegante propietario de la máscara de hierro de la Bastilla. La vida de un sersímbolo es difícil. Como poco, se ha de haber sido entrenado para ello, años y años, de modo que, llegado el momento, se haga creer a los demás que se actúa con toda normalidad e incluso, hasta donde a los símbolos les es posible eso, que se tiene una vida propia extramuros de su función, porque el símbolo, nos parezca bien o mal, es eminentemente una función, y en ningún caso una realidad trascendente. ¡Huy, que se me ha subido el calor! 
               Viene el preámbulo a cuenta de la sucesión en la jefatura del estado: el alto funcionario Juan Carlos de Borbón ha cedido el puesto a quien por línea dinástica machista, aún en vigor, le corresponde, una irregularidad que, en este caso, pocos objetarán, a la luz de las experiencias previas y del pudo haber sido escalofriante: imagínese el lector la escena al revés: Felipe en la tribuna y la reina Elena jurando guardar y hacer guardar la Constitución, con el Froilanillo Marichalar llamando por el móvil desde su asiento.Sé que a los reyes les pirran los uniformes, parte de la simbololatría, pero el uniforme de capitán general de los ejércitos acredita, porque ha sido instruido para ello, que la percha sabe hacer la guerra y matar en defensa de la independencia e integridad territorial de la nación española, pero desde fuera del culto a los símbolos no deja de chocar que se recalque, ten enfáticamente, la condición de militar del jefe del estado en vez de su condición civil y civilizadora.
            Lo mejor de este relevo es que la sociedad española no se ha sentido convocada a iniciar una guerra civil para dirimir cuál haya de ser la forma de estado, si la república o la actual monarquía constitucional, diferente, por el adjetivo, de cualquier monarquía anterior a ella. No es un truco semántico, sino una realidad contundente. Como se ha despertado el hambre consultiva, ahora, al parecer, ya hemos de decidirlo todo en consultas, menos quiénes hayan de dirigir los partidos, que esos se lo consultan entre ellos, y a los demás nos marginan, porque, llevado al absurdo, y España parece un país de la literatura del absurdo, lo primero que tendríamos que consultar sería quiénes tienen la legitimidad para reclamar una consulta, porque si cada vecino propone que se consulte desde la contrata de la empresa de recogida de basuras hasta la concesión del servicio de lavandería de los hospitales públicos, mucho me temo que, una de dos, o nos convertíamos en el hazmerreír del planeta o superábamos la tan reconocida Transición Demócrática y acabábamos como la meca del turismo político. Que conste que en Albacete, aunque no se siguió el ejemplo, el Ayuntamiento abrió a la participación vecinal la fijación de la partidas presupuestarias. Eso sí que es democracia directa, pero no veo que haya cundido el ejemplo.
      Los republicanófilos han puesto el grito histórico en la tierra -porque si alguno lo ha puesto en el cielo, es un criptomonárquico- y han comenzado a vomitar tópicos de baratillo hasta quedarse solos. Ha sido muy curioso asistir a la lucha de tantos tradicionalistas, más anticuados en realidad que la propia monarquía contra la que combaten: gente anclada en una visión acrítica del pasado; gente dispuesta a derramar lágrimas por una de las mayores derrotas trágicas de la sociedad española; gente intolerante dispuesta, de nuevo, a "acabar" con la jefatura legal del estado, caiga quien caiga, es decir, el Borbón, no por nada sino por el bonito juego del quítate tú que me pongo yo; gente que posee la verdad de las verdades y nada más que la verdad, y está dispuesta a imponerla "cueste lo que cueste", porque la "dignidad del pueblo español" está por encima de todo..., y lindezas de ese jaez. 
               Votos a favor de la proclamación del nuevo jefe del estado: 299. Votos en contra: 19.
           Ahora bien, es "evidente", en términos políticos, que ha habido una traición al pueblo español, que los representantes no lo representan y que la mayoría coincide con lo que yo digo, es decir, que queremos que se consulte si monarquía o república... La antilógica del Nada Honorable Mas* hace estragos entre los figurones pseudoizquierdistas de este país del absurdo.
            Suma y sigue capítulos del esperpento.
            

* Es evidente que para la agitprop secesionista el hecho de que suba al trono un Felipe VI parece como de recochineo centralista; pero deberían mirarlo desde la única óptica posible: les fue muy bien con el 5º y, en cuanto se despierten del itaquismo mesiánico, les irá mejor con el 6º; si se empecinan en navegar contra corriente, deberían recordar el dicho: a la sexta va la vencida...o ansí.

jueves, 12 de junio de 2014

Pecio seco del saco roto: la crisis del psC

                La indecisión es mala consejera, como bien saben los pocos que lo saben, y la vaguedad, peor aún. Un aseado funcionario municipal con escasa visión ideológica y mínima capacidad hermenéutica ha dimitido de sus responsabilidades y se retira al segundo plano de donde acaso un mal consejo le animó a decidir salir. Fin del trayecto. ¿Y ahora qué? 
                A mi íntimo amigo Juan Poz le he pedido prestadas unas reflexiones que tuvo a bien enviarle a Miquel Iceta justo antes del duodécimo congreso del psC, por ver si "el hombre de la calle" era capaz de hacer oír su voz ante alguien con influencia para contribuir con una visión no endogámica a que el partido saliera del marasmo del que con Pere Navarro no ha logrado salir, como se acaba de demostrar. Mejor él, Juan Poz, que yo, para desgranar estas ideas sobre cuya actualidad, a pesar de haber sido formuladas en 2011, creo que hay pocas dudas. Si alguien tiene el humor de leérselas, ya me dirá lo que va de ayer a hoy:

Cataluña (Todo por la patria)
Mientras que a nivel nacional español el retruécano de “no te preguntes qué puede hacer tu país por ti…” tiene un sentido evidente, que enlazaría con la reflexión sobre los derechos vs. los deberes, en Cataluña, donde es  bandera de CiU –de ahí, quizás, la mercadotécnica intención de kennedyficar a Mas, a quien no le falta, eso sí, la estupenda “mandíbula de Yale” de la que hablaba Tom Wolfe (si bien su otro yo es un referente fílmico: el demediado Lord Farquaad de Shrek)– es imprescindible cambiar la óptica para poner la política al servicio de los catalanes en vez de al de un concepto de patria secuestrado por la casposa derecha nacionalista, la que aún cree en la autarquía franquista como método para no “contaminarse” por los “agentes provocadores” del exterior, a juzgar por las declaraciones miccionadoras del ínclito Carod o los ataques al vino de rioja del peregrino consejero de campo y playa  del gobierno de “los mejores”. Algo está fuera de toda duda: el socialismo catalán ha sido incapaz de inscribir en el imaginario popular una Cataluña diferente de la creada por CiU y el soberanismo secesionista en general. En vez de alimentarse para ello en el presente, tratando de perfilar el retrato de la verdadera Cataluña a la que ha dicho reiteradas veces que representa como nadie, ha mirado siempre hacia la idealización del pasado y ha hecho de su proyecto justo lo contrario de lo que decía representar: ahí están, por ejemplo, las vergonzosas políticas lingüísticas a remolque del ideario soberanista, por ejemplo, entre otros ejemplos.. De todo ello se derivan no pocas discordancias que han llevado a muchos electores desamparados por el relato soberanista del país, encarnado por el PSC, a buscar cobijo “narrativo” en la Cataluña española de Ciudadanos.
La divinización del “país” y el abandono de los “paisanos” a quienes se les quiere imponer a toda costa lo que los modernos denominan, siguiendo a Bajtin y Ricoeur, el “relato” nacionalista, es una de las previsibles causas del descenso de apoyo para el psC, que ha abandonado casi por completo la defensa del carácter catalanoespañol del PSC, tratando de reafirmar un  relato que ya tiene narradores que no se empachan a la hora de cubrir, con la estéril arena de la demagogia, todos los campos de la realidad.

PSC-PSOE;  PSC-psoe; PSC; psC
Si antes me refería a que ha faltado plasmar ideológicamente la concepción de una Cataluña que sea espejo de su presente para poder enfrentarse al relato soberanista del catalanismo, no menos urgente es aclarar la propia identidad como partido, antes de poder tener credibilidad suficiente ante la sociedad. Domina en el socialismo catalán el tactismo identitario sobre todas las cosas: ahora me interesa refugiarme bajo el paraguas del PSOE, para las generales, ahora me interesa destacar mi autonomía fundacional, para las autonómicas. Para bien o para mal, ha de quedar muy claro el vínculo “familiar” ideológico. No puede ser que ciertos planteamientos del psC  los votantes los vean como criptoconvergentes antes que como socialistas, porque de ahí deriva incluso la terminología del “ala catalanista”, del partido, como si la otra ala fuera “españolista”, casi propiamente cercana a los postulados del PP. Esta es una confusión que los partidos nacionalistas explotan con sorprendentes beneficios, pasando incluso por encima de las convicciones socialistas (o pseudosocialistas) de quienes, puestos en el brete de escoger, anteponen como Sobrequés o Mascarell, la posible gloria de la patria al bienestar de los ciudadanos. Si Larra escribía acerca de ¿Quién es el público y dónde se encuentra?, el psC bien podría preguntarse, con él, ¿quiénes son mis votantes y dónde se encuentran? Una vez formulada la pregunta, bien pudiera darse el caso de que la respuesta chocara frontalmente con ciertos planteamientos del partido y que ese choque sea la explicación de los últimos resultados. Incluso en los tiempos en que era votante fidelísimo del PSC-PSOE (y me da legitimidad para hablar desde esa condición el haber soportado un diluvio en un acto electoral en el Parque de la Ciudadela, con Raimon Obiols de candidato, sin moverme de mi asiento hasta que se clausuró el acto, del que casi hube de salir a nado…) intuía ya que la política del entonces PSC-PSOE era deliberadamente “perdedora”, que perdían ex profeso para permitir que CiU fuera conformando la Cataluña que ellos, si ganaran, con la base electoral que tenían, no podrían permitirse el lujo de construir, porque habrían de acercarse a las necesidades de esas bases; hoy, después de los dos tripartitos, ha quedado definitivamente claro que no andaba yo errado, porque, instalado el partido en el poder, no han hecho sino intentar pasar por la derecha nacionalista a los gobiernos de CiU para asegurarse una larga vida en el disfrute del poder. El proceso se nos presenta como lo propio de un delirio ideológico digno de estudiarse en manuales de ciencia política. Anda el psC revuelto y dividido en este asunto de “sacar pecho” identitario frente al PSOE, pero lo cierto es que cuantos más pasos se han dado en la dirección de alejarse del PSOE, más se ha alejado el psC  de los electores y mayor ha sido su decadencia electoral. Después del ridículo de un Montilla prosopopeyescamente hipernacionalista para revestirse de una dignidad a la altura del cargo, sin saber que son las personas las que dignifican los cargos, no al revés, la necesidad urgente de hallar no sólo al electorado propio, sino también de retenerlo, ha de llevar al psC a valorar con mucho mimo todo lo que pueden perder, y, con ellos, la sociedad catalana, en términos de pluralidad y de paz social.

La vida del partido.
Dado el alto nivel de mercantilización en el que se han sumergido los partidos, “marca” incluida”, se ha de reconsiderar no sólo la política de campañas informativas desde el Poder local, estatal o autonómico, sino también la política publicitaria de las campañas electorales: el mejor anuncio es un militante entregado que tenga voz y voto, permanentemente, en la vida diaria del partido, desde cerca, no como mero peón caminero y fuerza de trabajo electoral barata. Al tiempo que la vida de agrupación languidece, el abstencionismo crece. Fomentar la participación política supone captar a los simpatizantes y darles “cancha” en el sentido de garantizarles que podrán ser oídos respetuosamente en los órganos de actividad del partido, desde las agrupaciones de barrio hasta donde ellos, con sus propuestas y razonamientos sean capaces de llegar (a tal efecto no cabe desdeñar el 70% de abstención que se produjo entre la militancia que estaba llamada a participar en las primarias a la alcaldía, porque es una señal que ha de saber leerse, para sacar las conclusiones adecuadas). En este país nuestro de tertulia  política de bar, sin compromiso, debería un partido político ser capaz de ofrecer un cauce que mengüe  esa falta de inquietud. Se trata de reunir a personas en principio afines por sensibilidad social para compartir después, llegado el caso, otros compromisos. En el paraíso del individualismo, lograr que el compromiso se racionalice sería un gran avance. No se necesitan militantes “a lo madre de Calcuta”, superabnegados, hipermotivados, porque ese mismo entusiasmo acaba descalificándolos socialmente por exceso de parcialidad; sino militantes que se encarguen de labores a su alcance, compatibles con sus proyectos individuales de vida, y, sobre todo, que puedan cumplirlas con plena eficacia. Para que un partido sea una herramienta viva ha de mantener un debate constante, del mismo modo que ha de preservar consensos básicos inviolables. Lo antiguo son los personalismos de las baronías, que exhalan un tufillo a oligarquía caciquil que mata.
El botijo y el  pañuelo anudado en la cabeza.

La hipérbole de Guerra en el primer gobierno de Felipe González daba a entender con toda claridad la ética socialista: la austeridad como forma de vida. La virtud del ejemplo también ha de llevar a identificar a quienes defienden una ideología como la socialista. No es posible que se acabe abonando el tópico del “todos los políticos son iguales”, porque ello redunda en el alejamiento del que ya hemos hablado. Recientemente, hemos tenido la ocasión de contemplar  la boda del señor Collboni como un espectáculo mediático que ha “chirriado” a muchos votantes socialistas que no creen que sus representantes hayan de moverse en esos mundos de la alienación programada como pez en el agua. Es difícil escaparse de la circunstancia individual de cada cual, pero parece evidente que la identificación social de un “socialista” ha de ser inequívoca. Los electores han de estar convencidos de que un Millet es imposible entre sus militantes, por más que luego la realidad pueda desmentirlo, pero lo que no puede ocurrir es que caigan los socialistas dentro del “ya se sabe: todos son iguales”, porque ese es el fundamento de la desafección.  El partido ha de atarearse en la desmitificación del triunfo social basado en la banalidad y la explotación de las “bajas” pasiones; distinguir entre “fama” o “famoseo” y reputación; destacar los valores sólidos del trabajo bien hecho frente a la chapucería; reivindicar, en consecuencia, la tradición ilustrada que ha permitido el desarrollo de tantas ciencias y disciplinas con un nivel de exigencia que veda el paso a quienes no los cumplan. Es decir, frente al ideal del contertulio,  que sabe de todo y por ende de nada, el del investigador que “domina” determinada parcela del conocimiento, y lo hace gracias a un trabajo hercúleo. Por otro lado, el partido ha de aplicarse en la modificación, siquiera sea conceptualmente, de la jerarquía del éxito social, y no establecerla en función de la ganancia económica, sino de la dimensión social positiva, de modo que puedan congeniarse los intereses individuales y los sociales. Un bróker es, desde este punto de vista, justo lo contrario de un emprendedor a cualquier nivel que se plantee la iniciativa, siempre y cuando parte de ella revierta en el bienestar social.

lunes, 9 de junio de 2014

El precepto constitucional y el republicanismo místico...



Entre la abdicación y la *cabdillficació.
                 
            Hay asuntos sobre los que volver al cabo de los días en que han ocupado todo el espacio social, desde los media hasta las barras de bar pasando por los comedores de cualquier casa de clase media o los bancos de los parques resulta poco menos que una crueldad. Así pues, con bien se vaya el cazador de elefantes súbitamente aniñado en el perdón pedido, y con bien venga un  Felipe VI que nos impida, al común de los mortales amparados por la constitución del 78 que aprobó la monarquía constitucional y democrática, reeditar las negras páginas del pasado. En los ríos revueltos de las crisis siempre se gestan los fascismos. La demagogia reinante -entre los republicanos idealizadores, que esas paradojas nos da la vida- es el primer vagido del totalitarismo. No sé qué pudiera venir. Por si acaso es la entronización republicana de Aznar, prefiero quedarme como estoy. Y si es la del Anguita a quien le contemplé una entrevista en la Sexta, más aún. Y si vienen de la mano, reeditando aquel prodigio de estrategia política que fue la famosa pinza contra Felipe, entonces me exilio...
Ni quito ni pongo rey, porque me trae al pairo; pero sí quiero que se cumpla lo previsto por la constitución. De momento, y, tal y como se respira socialmente, por mucho tiempo. Hay en ciertas mitificaciones la expresión de pulsiones atávicas muy peligrosas. Esta del fervor republicano acrítico es quizás la más espeluznante de todas ellas.
Pero he dicho que renunciaba a entrar en los comentarios de corrillo de la actualidad, porque, si así lo hiciera, quizás me parezca más trascendente, para la política nacional, el portazo de UDC a CDC, que propiamente la sucesión en la jefatura del estado, algo irrelevante, desde el punto de vista democrático. Nos falta, a pesar de estos 39 años, ese poso de "lo que toca", contra el que tanto luchó el virrey -y ya es curioso que así se le conociera...-, y que constituye algo así como el sustrato básico de un régimen de libertades.
Me he dedicado durante dos días de fiesta a pasear por las riberas del Ebro en buena compañía y con mejor desconexión, salvo esa entrevista a Anguita que me llevó al paleolítico político, ese pedantesco maestrillo con su librillo y hombre de mesa de camilla y aparato telefónico de los años 40, y la contemplación de la gesta deportiva de Nadal en Roland Garros. Sí, yo, como GdB también soy hijo de los tiempos de la pérgola y el tenis, aunque a destiempo.
Miravet es un pequeño pero encantador pueblo de Tarragona, coronado por un castillo templario y con unas vistas magníficas sobre el río-madre de la península. Además de comer un cordero excelente, tuvimos la oportunidad de asistir a un concierto de dos corales hermanadas, la del pueblo y la de los funcionarios del Departament de Ensenyament, ambas en la línea de esa dedicación a la música tan propia del levante, y que baja por todo el litoral hasta Murcia y Almería. El repertorio del coro local estaba muy enfocado hacia la temática patriótica, pero los trabajadores d'Educació, la Coral Edu.cant nos deleitaron con una suite de canciones inglesas, The Sprig of thyme y con un breve repertorio de canciones sudamericanas que supuso un desahogo ideológico-canoro. Conjuntamente, como fin de fiesta, interpretaron el Va pensiero del Nabucco de Verdi, de indudable metafórica secesionista y No sentiu la gent cantar? de Los miserables, de idéntica connotación. Con todo, la interpretación fue magnífica. Los asistentes, familia y pocos vecinos del pueblo, más algunos visitantes, como yo.
Al día siguiente, desde el comedor, me llegaron ecos aún más patrióticos: en la orilla del río actuaba una colla castellera, como si fuese día d'aplec.
Hoy lunes, sin embargo, me entero de que formaba parte de una "plantada" simultánea como prueba y demostración, al decir de la Muriel convocadora de que "los catalanes podemos hacer de todo y todo hacerlo muy bien", cito de memoria, pero no yerro en lo esencial.
¡Y yo que quería perderme un par de días en un pueblo recóndito donde no me llegara la voncinglería secesionista, ni la prensa del Movimiento... que buscan cabdillficar  a Gregorio XVIII! De hecho, ya no llega ni El País, que tuve que comprar, de vuelta, en la estación de Sants, a las 22h. No somos naide.