miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿La casa del pueblo? ¿Parlamento o Parlamiento?



Alicia Sánchez entró ayer en el País de las maravillas del secesionismo catalán y retó al Nada Honorable Mas, rey de la compasión con el viejo virrey, ladrón autodenunciado, a ver si era tan valiente –todo el mundo tradujo simultáneamente el reto con otras palabras más soeces– como para salir al atril y decir lo que el NHMas –imposible confundirlo con gerente de la cadena hotelera, porque allí escogen muy bien al personal y conocen el breve y lamentable historial profesional del presidente– viene diciendo con la boquita pequeña: que “se votará el día 9” diga lo que diga el Tribunal Constitucional. Era una trampa, está claro, porque si dice eso en sede parlamentaria daría argumentos a la Fiscalía, acaso, para actuar de oficio, pero es un ejemplo –hubo más– de eso que se llama “el juego político” y que tanto nos aburre y nos cansa a quienes no formamos parte de él más que cuando nos convocan a las urnas o, en el mejor de los casos, cuando se milita en algún partido y se cumple con la obligación que los militantes –mi felicitación sincera a todos los de todos los partidos sin excepción, porque eso debería ser la norma, no la excepción– asumen libremente.
Mi reto retrospectivo al lector sería: ¿A que no has tenido la valentía de haber seguido íntegra la interminable sesión de intervenciones de la oposición, desde el que no se opone, DRC, hasta los que quieren incendiarlo (o sandaliarlo) todo –y no es metáfora– de la CUP? Pues este observador de la vida cotidiana, y no sé si me he equivocado al creer que la pantomima de ayer forma parte de la “vida cotidiana”, ha tenido la santa paciencia, el aguerrido humor, la fortaleza auditiva y el equilibrio mental suficiente para dar cima a esa heroicidad por la que reclamo, si no un comentario en que se me loe, sí alguna señal de que se me lea.
Supuestamente el Parlamento es la casa del pueblo, la sede de la representación popular. Pero, como el propio NHMas dijo en alguna respuesta, nadie sabe a quiénes representa cada cual de los allí presentes, de ahí que él busque la consulta y otros busquen las elecciones anticipadas, que será, esto último, el final más que previsible del tinglado que han montado “fuera” de la casa del pueblo para hacerse con ella, como un asalto al famoso Palacio de Invierno o a la lejana Bastilla. La diferencia histórica con aquellas situaciones es que asaltaban los desposeídos y en nuestro caso, son los poseedores quienes quieren aumentar sus posesiones y, como ahora se dice, blindarlas, que es corrección política para gobierno autoritario de ordeno y mando, aunque lo desordene todo.
Del pobrísimo espectáculo de ayer –porque lo que ve un espectador es siempre un espectáculo, guste o no a sus protagonistas…– saqué una conclusión vieja. Hace años me decía que si hicieran una encuesta en toda Catalunya sobre el Parlament, su actividad y sus parlamentarios, el grado de conocimiento e interés por esa “pieza básica” del sistema se acercaría al 1% del total de los, entonces 6 millones de catalanes. Hoy es posible que ronde el 0’5%... Si no fuera así, no se habría organizado un  Movimiento Nacional desde la calle para lograr lo que se habría de lograr desde el Parlamento, pero si además se da la circunstancia de que algunos inquilinos del Parlamento son los inductores de la creación de esas protestas de estética parafascista, resulta que ni siquiera los moradores de la “casa del pueblo” creen que nada útil pueda allí ser hecho. Si ello es así, si el Parlament es una necesidad enojosa del sistema, pero no se tiene la convicción de que sea ni necesario ni útil, la farsa que allí se representó ayer alcanza niveles de surrealismo que bien podríamos aspirar a algún tipo de reconocimiento internacional tipo Guiness…, claro.
Acostumbrado como estoy a no dejarme impresionar por lo que veo día tras día, y menos aún por lo que oigo, he de confesar que el cúmulo de intervenciones demagógicas que oí ayer, sobre todo en los turnos de réplica del NHMas, sobrepasa el nivel de tolerancia de cualquier persona con una cierta sensibilidad para el razonamiento lógico. Parecía el baile de los despropósitos y el festival de las mentiras interesadas, si es que hay alguna que no lo sea, porque hasta la literatura busca con ella lectores e incluso ingresos;  del mismo modo que el NHMas fue ayer el vivo retrato –algo más quijarudo y menos orondo– de Isabel II –hija por cierto del “déspota ominoso” que tiene calle tan principal en Barcelona, la calle Ferran, cerca del Palau de la Particularitat…– cuando, según la pareja que escogía en los bailes palaciegos, había o no cambio de gobierno. Ayer se nos puso de damisela con tropel de admiradores y pretendientes y se hizo la estrecha…Y mentía a todos, y más aún a los que no la pretendían.
Mi propuesta cae por su propio peso: Parlamiento, en vez de Parlamento se tendría que llamar esa institución donde tanto se denigra la auténtica política, aquella que busca el entendimiento y el compromiso, no la que azuza el enfrentamiento y el odio. En lo que a mi parecer fue un momento estelar del debate y que supongo que habrá pasado desapercibido para el tropel de politólogos que nos tertuliean impíamente, el NHMas –y esa intervención lo descalifica “per sempre més”– confesó paladinamente -¡y fue uno de esos breves momentos en que la verdad se abre camino entre las zarzas de la demagogia!– que él solo sabe desgobernar para quienes piensan como él, porque, al parecer, ni puede ni quiere ser el presidente de todos los catalanes, sino sólo de los que le votan y de los que se manifiestan aprovechando que él pone a su disposición la infraestructura material que lo permite. Y se atrevió a decir el mientecato (sic, claro, por miente y por cat) que no hay otra manera de gobernar: que unos son los elegidos y los otros a las calderas de Pero Botero, poco menos. El NHMas se presentaba totalmente impregnado de la teoría raholesca de los buenos y los malos catalanes defendida por su consejera áulica y biógrafa babósica a los cuatro vientos de los cuatro medios de la voz de su amo.
Ayer se supone que se debería haber hablado de la realidad esta cotidiana a la que yo me asomo día sí y día también, pero como se empeñaron en que todo girara sobre Catjauja, ese estado suspendido como el Laputa de Swift, a veces no sabía si eran, las que me llegaban (y me llagaban),  voces de estantiguas o de conciudadanos. Tendré que leer hoy los periódicos para salir de dudas…



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