miércoles, 14 de enero de 2015

Despedidas...



La fiel compañera...
     Hacía tres años que convivíamos y me ha costado desprenderme de ella.  Cuando se ha tenida una intimidad tan estrecha como la nuestra, ha de entenderse lo que cuesta renunciar a la compañía, al tacto, a la seguridad de reconocer por simple contacto su consoladora presencia. Nunca he salido de casa sin ella, y siempre ha tenido en mi cuerpo un lugar de privilegio, al ladito de los dídimos, a tocar, como quien dice, expresando así el lugar capital que ha ocupado en mi vida a lo largo de estos cuatro años de trajín y supervivencia. Antes de salir de casa no ha habido día que no me asegure de ir con ella; mientras paseaba por la calle, la mano deslizaba un leve toque de reconocimiento, de confirmación de la presencia; si viajaba en el metro, entonces la cogía de la mano para asegurarla y para asegurarme. Dentro de ella cabe buena parte de mi vida, de lo que tengo y de lo que he tenido. Nunca he mirado a otras. Ella me bastaba para sentirme si no poderoso, al menos conforme con los parvos logros de mis esfuerzos. Presta para sacarme de un apuro, dispuesta siempre para permitirme alegrías en casa del pobre... Nunca me ha fallado, siempre he podido ir por la vida seguro de la fuerza honrada de su compañía callada. No estamos enamorados, pero mi afecto por ella va más allá del que se suele tener por los simples objetos. Está tan hecha a mí que parece haberse ido adaptando a mis cambios fisiológicos y a mis cambios de humor, cuando amenazaba con salir a la calle dejándola en casa para evitar la ocasión y el peligro. Nunca ha sido dicharachera ni derrochadora, sino la verdadera imagen de la discreción y del sosiego; siempre evitándome el gasto inútil con su renuencia a exponerse a la agresiva luz del sol, que tanto martiriza la piel... He sabido protegerla, para que no se ajara o para que lo hiciera con la dignidad de quien ha sabido ocupar lugar tan importante en mi vida.
      Ni siquiera el recambio ha sido un presente de este 2015, sino del 2014 que aún estaba por estrenar. Hoy he cometido, finalmente,  la traición y he hecho limpieza de mi vida para encarar la nueva relación sin viejos fantasmas del pasado: tarjetas de visita de gente ignorada; vales descuentos con años de atraso; fotos de carnet dignas de Lombroso; billetes de transportes que ya no llevaban a parte alguna; facturas pasadas; clips inverosímiles; púdicas gomas elásticas absurdas; citas disparatadas para alergólogos ilocalizables...
      Le he hecho dos fotos: estas: 





Para no olvidarla.

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