miércoles, 23 de septiembre de 2015

Las campañas electorales ya no son lo que eran o la indigencia del discurso político



                             

El lugar común de las campañas electorales ha quedado desierto: lánguida la publicidad, rituales los mítines, tristes los reclamos y una lluvia gruesa de mentiras rep(l)icantes...

Pasearse por una ciudad en campaña electoral solía dar mucho de que hablar y, en efecto, se hablaba de los carteles, se hablaba de los candidatos, se hablaba incluso, los más lectores, de algún programa, y se hacía en cualquier lado: consultas de médicos, barras y mesas de bar, bancos de las plazas públicas... Todo eso pertenece al pasado. Los terminales y las redes sociales han desplazado los debates de la praesentia al espacio virtual. No estoy muy convencido de que los debates entre candidatos, sobre todo si son tan grises como los de la actual campaña autonómica catalana, congreguen ante las pantallas a muchos espectadores, y el escarmiento que todos tenemos respecto de lo imposible que es salvar el abismo entre las promesas electorales y las medidas de gobierno reales, nos ha ido volviendo escépticos, muy escépticos, respecto de lo que, como todos dicen, "nos jugamos". Hay implícita una ludopatía en el "juego político" que rebaja no poco la antaño tan noble actividad, reduciéndola a una suerte de ruleta en la que, en la noche electoral, se empuja a la bolita, con el recuento, para que se decante , en votos y escaños, o en votos o en escaños, o en "Virgencita que me quede como estoy", a favor de los jugadores cualificados, quienes viven del cuento en el que se nos reserva el triste papel de votantes comparsas. Dada la crisis, la ciudad ha ganado mucho en limpieza durante las campañas. Las banderolas en las farolas pasan casi desapercibidas, los plafones de cartón son salvajemente atacados por fuerzas rivales, vallas casi no hay quien ponga y se han puesto de moda las carpas emanadoras de folletos y los típicos globitos, y si no se es partido, el merchandising financiador ad hoc. Si he de juzgar por mi contacto con las calles, y paseo mucho,  Barcelona no parece especialmente motivada para tan solemne ocasión como, según pretenden unos, nada menos que la creación quimérica de un nuevo estado, algo así como la República Catalana del Noreste Ibérico. Es importante que aparezca lo de Ibérico por las exportacones de Casademont a USA, aunque tendrían que quitar la bailarina sevillana y poner una colla sardanista, que no sé yo si tendrá el mismo gancho mercadotécnico... En cualquier caso, oigo pocas conversaciones al vuelo sobre el tema. En el hospital, porque ando en pruebas preoperatorias, ni una sola palabra en las largas esperas del turno; ni en los comercios, ¡y hasta ni siquiera con las amistades! Escindida la sociedad catalana por obra y gracia del supremacismo nacionalista, el primer éxito de tal jugada política ha sido la recuperación del Tótem (la Nación) y del Tabú (queda aparcado el tema en las relaciones amistosas y aun familiares para "tener la fiesta en paz", cualquiera de ellas en las que la adversidad política no impide que hayamos de vernos. También le podríamos llamar autocensura, también. Todo, como se ve, muy propio de aquel otro Movimiento Nacional al que éste catalán tan de cerca sigue, Imperio y Unidad de Destino en la Universal incluidos, por cierto).
La publicidad, los eslóganes, las consignas, todo lo relacionado con la campaña tiene una ausencia de imaginación que choca estrepitosamente con ese chovinismo tan propio de nuestra tierra en la que o vivimos en la Hipérbole o nos morimos de asco. No tenemos, ya, término miedo: nos da miedo que todo lo nuestro no sea Histórico, Trascendental, Lo nunca visto... Perdido el sentido del ridículo, esta campaña ha servido, al menos, para desnudar a todos cuantos intervienen en ella: nunca como en la presente se había puesto tan de manifiesto la indigencia intelectual de fuerzas políticas y candidatos. La simplificación masticada de los mensajes ofende a la inteligencia, y la utilización fraudulenta de los poderes públicos en favor de quienes mandan alcanzan niveles de república calçotera, ciertamente.
Como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, la carnaza de los anzuelos de la presente campaña se ignora qué presas quiere pescar, y es muy posible, dado el nivel de mentiras que los encuestados exhiben ante las empresas demoscópicas, que, como se decía antes, la noche electoral "sea de infarto", aunque tendremos, ¡faltaría más!, el éxito indiscutible de todas y cada una de las siglas presentadas, se gobierne o no se gobierne, se retroceda o no se retroceda y aunque se avance entre poco y casi nada. 
El nivel de farsa grotesca que se ha alcanzado en las presentes autonómicas solo puede ser comparable al que habremos de padecer de aquí a tres meses para las generales, hasta despuçés de las cuales es muy posible que ni siquiera pueden ser interpretados los resultados del 28-S.
Con lo caras e improductivas que son las campañas electorales, ¿no va siendo hora ya de suprimirlas de nuestro ordenamiento jurídico? al fin y al cabo, la responsabilidad democrática de cada ciudadano ha de consistir en estar puntualmente informado a lo largo de cuatro años de cuáles han sido las labores del gobierno y de la oposición, ¿por qué, entonces, este derroche de nuevos ricos de las campañas electorales para convencer apenas a un 20% de indecisos que, al final acaban absteniéndose? Cada vez las veo más como un despilfarro que no creo que estemos en condiciones de permitirnos. Aunque ya se sabe lo poco que aquí nos cuesta tirar la casa por la ventana a fuer de rumbosos...

3 comentarios:

  1. Espero que vaya a su favor la operación pendiente, es siempre una alegría ver una nueva entrada en su blog.
    Menos publicidad , mitings para convencidos y más debates, entre dos, entre tres , todos juntos, más debates. En la confrontación de ideas es donde se ven las costuras de las propuestas y del candidato. Seguramente por eso no les gusta.

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  2. Espero que vaya a su favor la operación pendiente, es siempre una alegría ver una nueva entrada en su blog.
    Menos publicidad , mitings para convencidos y más debates, entre dos, entre tres , todos juntos, más debates. En la confrontación de ideas es donde se ven las costuras de las propuestas y del candidato. Seguramente por eso no les gusta.

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  3. Le agradezco los buenos deseos. Ahora me pongo a relatarlo, dentro de un orden...

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