miércoles, 7 de octubre de 2015

Teoría de la Reflejación


                                                                       

Epistemología del reflejo*

Hace tiempo que tenía ganas de abordar esta costumbre tan extendida que a veces he llegado a pensar que forma parte de nuestro ADN, poco menos que al mismo nivel que el cerebro reptiliano. Por la ilustración queda claro a lo que me refiero: la decidida voluntad de "sorprendernos" en los reflejos que las superficies reflectantes nos ofrecen, en una ciudad, con una generosidad que casi estoy dispuesto a excusar el pecado narcisista en que tantas personas caen no diré que inadvertidamente, sino sin malicia. Podríamos incluir en este hábito la contemplación franca en superficies especulares, por supuesto, porque muy a menudo es de tal naturaleza la agresiva respuesta que recibimos (pongamos por caso los espejos de los probadores de El Corte Inglés) que casi nos sorprenden más que esas otras sorpresas que, sobre todo en las lunas de los escaparates, buscamos con ahínco cada tres pasos, y somos capaces de no desperdiciar ni los reflejos de unos azulejos inmaculados o alguna plancha metálica pulida hasta la extenuación. Se trata, ya digo, de un impulso irreprimible, y mi doble experiencia, como protagonista y como espectador, me dice que ni la aberrante devolución  de imagen de los feriantes espejos cóncavos y convexos es capaz de disuadir a nadie de seguir obedeciéndolo. Para darse cuenta de la universalidad de la práctica solo tiene uno que buscarse en las ventanas y puertas del metro mientras los túneles las azogan para percatarse de con cuántas miradas coincide en ellas, de las que habrá que apartarse al poco rato, no sea que se entienda, entonces, si persiste en el intercambio,como una búsqueda de ligue antes que como un encuentro fortuito.
¿Qué se busca en ese reflejo deseado? Cada cual es hijo de sus sorpresas, sin duda, pero hay, me parece,  una necesidad común de confirmación de la idealización de nuestra mejor autocontemplación, esa que guardamos en el escriño de la autoestima porque la descubrimos azarosamente un maravilloso día en que coincidieron, con serena complacencia, el bulto con el reflejo. Con todo, no hay que menospreciar los fines menores no estrictamente ontológicos: que un peinado se mantenga incólume; que la raya del pantalón -¡esa antigualla!- se perfile con trazo marcial; que el escote no descienda tanto que del canalillo se pase al Canal de Isabel II; que la patilla de hacha no lo sea de azadón ni de rastrillo; que el bigote adolescente tenga tomo; que los zapatos sienten como un guante; que la mirada -¡esa mirada!- continúe siendo tan seductora como solemos creer que es; que el vestido de punto no  pronuncie la "barriguita" o que el blusón demisrusosesco disimule a la perfección el barrigón cervecero; que la firmeza de las nalgas se afirmen;que el nudo de la corbata no se haya vuelto estrábico; y tantos otros, entre los que se halla un curioso refinamiento: admirar a una mujer o un hombre hermosos sin ceder a la mirada franca y, sin duda, irrespetuosa.
Louise Bourgeois confesó que en su casa no había espejos; pero buena parte de sus celdas/células, sin embargo,  están llenas de ellos, de tal manera que los objetos creados pueden contemplarse en reflejos sorprendentes que nos abren una nueva vía de conocimiento de esos objetos "instalados" en ellas. En la vida cotidiana la observación subrepticia de nosotros mismos busca también, por elevación, descubrir  facetas de nosotros mismos, no solo físicas, que nos pudieran haber podido pasar desapercibidas: confiamos ciegamente en que de ese reflejo medio en sombras, por lo general, que advertimos en tantas superficies, emerja un yo inédito que nos persuada de nuestra singularidad, de nuestra importancia, de nuestro talante...extraordinarios. Todos aspiramos a lo extraordinario, a salir del magma de lo ordinario, y nadie ha de reprochárselo; otra cosa son, claro está, los reflejos que nos devuelven esas superficies.
A veces, como ocurre con la ilustración, quien se persigue en el reflejo desvaído de sí mismo va buscando lo que "pudo haber sido" y, acaso por los propios deméritos, no se llegó a ser. Hay mucho "fluido de conciencia" en el mudo diálogo del bulto y el reflejo, pero eso cae ya más del lado de la literatura que del artículo de costumbres, sin duda, aunque en el caso del indigno President que ha convertido la Generalitat en Particularitat bien podría ensayarse el diálogo que parece entreverse entre el figurón y el reflejo, entre la prosopopeya y la etopeya inmisericorde que le devuelve la oscura superficie donde se metamorfosea la vieja arrogancia en delirio tremendo, la chulería inhóspita en avejentamiento desquijarado, la pompa historicista en histeria suicida y el supremacismo étnico en aldeanos cuarteles de invierno; bien se pudiera, en efecto, porque forma parte de las costumbres la burla del relumbrón de los pisaverdes y los currutacos, aunque la corrupción le añade un aura penal à la Damocles que lo hace más carne de sucesos y de crónica de tribunales que de bienhumorado artículo de costumbres o creación literaria. ¡Cómo chirrría el solo hecho de escribir "literaria" en el envilecido contexto de su persona!

*Está claro que el título y la reflexión tienen poco que ver, pero nadie me negará que tiene una innegable capacidad motora; que es algo así como un "motivo dinámico" narrativo, ¿no?

3 comentarios:

  1. Mágnifico retrato, con mucho humor,de este mal actor de serie B que nos toca sufrir.

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  2. Mágnifico retrato, con mucho humor,de este mal actor de serie B que nos toca sufrir.

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  3. Espero que el TSJC lo inhabilite por malversar fondos de todos para sus orgías referendumarias privadas... Gracias por la visita.

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