domingo, 8 de mayo de 2016

Del insomnio y el síndrome de las piernas inquietas...




Insomnia
2. Parece que se ha convertido en un patrón. Me acuesto, leo, me entra la modorrilla, apago y a partir de ese momento inicio la tortura de la resistencia, los picores de la urticaria y la rebelión contra el efecto del orfidal, en el supuesto de que lo suyo fuera tumbarme por K.O. No sé si se debe a la media ración que tomo, pero lo cierto es que no hay manera humana de conciliar el sueño desde que me giro para mi lado, si no hay alegría púbica, e inicio el temido ritual de las vueltas para aquí, para allá y para acullá, el aliviarme del peso de la colcha, del de la propia sábana, sobre todo si es la azul zamorana, que yo digo, por su densidad de zamarra de pastor, y el quedarme en pelotas hasta que el relente nocturno me acobarda y vuelvo a refugiarme bajo la sábana. Cuando, pasada la hora de esos vaivenes, me doy por certificado lo infructuoso de la conciliciación sómnica, me levanto con sigilo, me voy al salón y comienzo a leer o, como ahora, a escribir para dejar constancia de este patrón que algo tiene de nave infernal de los los locos en la que soy el obediente marinero al que no le queda otra que conformarse con su condición y con las órdenes del patrón que la gobierna. En fin, me veo forzado a tomar la decisión de ingerir, mañana, una píldora completa, para observar la reacción. Lo que más me llama la atención de esta crisis y de la reacción a las pastillas es que me ha vuelto, con virulencia, el temido síndrome de las piernas inquietas, que he padecido toda mi vida y al que solo muy recientemente los investigadores le  han puesto un nombre con el que dignificar un padecimiento que puede parecer de risa a quien no lo sufra, pero que nos hace la vida imposible a sus sufridos pacientes. A ver mañana qué tal. Sigo con la lectura de las Ensoñaciones de un paseante solitario, de Rousseau, un titulo que ni escogido adrede para estas familiares e insomnes noches  lluviosas de mayo...

Esto dejé escrito anteayer, y hoy he confirmado que ni siquiera una ración entera de orfidal ha conseguido "tumbarme". Es más, diría que incluso me lo ha puesto más difícil. Es decir, que teniendo en cuenta el carácter fácilmente adictivo de la pildorita en cuestión, es más que probable que busque otros medios de conciliación sómnica.
En cuanto al Síndrome de las piernas inquietas, que sufro desde muy joven, se trata de una afección incómoda, sin duda, pero puede devenir fuente segura de una crisis de ansiedad. Yo lo descubrí cuando comencé a vivir más en los cines que en otros espacios familiares o extraños. El síntoma dominante es el de sentir una pesadez en las piernas que te da la impresión de que se te fueran a quedar inválidas de por vida, que no podrás volver a caminar nunca. Jamás he podido sentarme en un cine en las butacas centrales, siempre he de hacerlo "tocando a pasillo", como en los aviones o en los autobuses, etc. ¡Cuántas veces no he estado sentado, por un despiste o por que no hubiera otras entradas, en mitad de fila y he tenido que golpearme los muslos con los puños para intentar calmar ese desasosiego que te provoca el sentir que la parálisis te está "robando" las piernas, que casi vas a tener que salir de tu sitio instalado en el carrito de los doblemente amputados, con las protecciones metálicas en los nudillos de las manos para poder impulsarte sobre el adoquinado! Un horror. A mi Conjunta le parecía cosa de locos, de muy jóvenes, que a mitad de las películas, estuviéramos o no acaramelados, tuviera que levantarme de un salto, salir al pasillo, retroceder hasta el inicio de la platea y comenzar a sacudir una pierna tras otra como si se me hubieran colado algunos pececillos o algún ratón en las perneras del pantalón, y perseverar en ello hasta que regresaba y volvía a sentarme como si hubiera tenido que ir a los lavabos por una necesidad urgente.  He de reconocer que dedicarme a la práctica del maratón me ha ayudado mucho a controlar el síndrome, pero ayer, curiosamente, como si fuera un efecto secundario del orfidal, estaba tumbado en el sofá, leyendo a Rousseau, y hube de comenzar un ballet de piernas sobre el respaldo, cruzándolas, descruzándolas, sentándome, poniéndome de pie, encogiéndolas, estirando el cuádriceps, dando patadas al aire..., es decir todo un repertorio de los "viejos tiempos", cuando las crisis se presentaban con una agudeza lancinante.
Poca broma, pues, con este Síndrome, poco conocido, pero de muy adversos efectos. Con este ya son dos los Síndromes que me singularizan como paciente, que es una vanidad a la que todos, lo confesemos o no, aspiramos. El otro es el de Caroli, esto es, la tendencia a solidificarse la bilis y formar piedras en el hígado, que ya me dio su peculiar tormento hace algunos años, hospitalización incluida. 900 mg de ursuchol es mano de santo para él...

4 comentarios:

  1. Este síndrome lo he padecido puntualmente y sé lo molesto que es. Cuando me ataca, yo lo achaco a algo circulatorio, me voy a la bañera y echo un chorro de agua fría sobre mis extremidades inferiores durante unos minutos y suele pasárseme. A estas alturas supongo que ya habrás intentado todo de modo que no te descubro nada nuevo. En el cine me ha pasado alguna vez, especialmente con películas que no soporto. Me pasó con La novia y me tuve que salir. Ya te digo que es algo muy esporádico. No sabía que tuvieras problemas para dormir. En fin, paciencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para mí fue una sorpresa que fuera objeto de diagnóstico médico. Siempre había creído que era yo el que estaba "mal hecho", por ser incapaz de soportar tres horas en una butaca... Tienes razón, que me sobrevenga el síndrome es la primera e inequívoca señal de que lo que estoy viendo no vale nada. Lo del insomnio viene de muy, pero que de muy largo...

      Eliminar
  2. Como en casi todo en la vida, soy un principiante, pero ya he pasado alguna que otra noche de insomnio memorable, me temo que irán llegando muchas más, con su pasaporte de puñal que, tal sombra siniestra, te endosa por la espalda implacables recuerdos: a ver si doy ya con una conjunta que me aplique sensuales cataplamas de caricias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El insomnio te vuelve tangente de la conjunta... y te deja expuesto a tal baño de desasosiego que ni Pessoa te calma... El insomnio es la respuesta despiadada de Morfeo a ciertas bromas pueriles...

      Eliminar