lunes, 6 de junio de 2016

Entre correr y caminar, ¿acaso trotar...?


Recorrido atlético y neuronal: Enigmas del arte urbano, urbanidad del deportista esforzado por los meandros de la memoria..

            El debate entre pasear y correr lleva camino de convertirse en lo de los galgos y los podencos, en una variante del bizantinismo o en un emocionante capítulo de la vieja disputa sobre el sexo de los ángeles. Mientras, yo corro. Y corriendo, volví, después de tres meses de penalidades físicas varias, a atreverme con mi "circuito" de fórmula uno: Gran Vía, Montjuïc por Pueblo Español, Estadio Olímpico, hasta la bajada a Poble Sec y vuelta, total: seis tramos de cuestas exigentes y catorce quilómetros que en otro tiempo eran de "coser y cantar" y ayer fueron de callar e hilvanar. Hay a quienes les pirra el monte bravío para la práctica atlética. A mí me priva la ciudad, porque, despejado de cascos, no pierdo comba de cuanto ocurre a mi alrededor, y, a veces, de cuanto les ocurro yo a los demás, teniendo en cuenta los tramos en que comparto la calzada con automovilistas de todo pelaje y todos sentados (sí, también entre ellos algunos toros sentados, como ya lo escribí en su día). Montjuïc ha pasado de ser un espacio olvidado a devenir centro de curiosidad turística, espectáculos de masas y notable actividad deportiva, olvidada ya su condición de circuito de carreras de la Fórmula 1 tras la edición de 1975 en que murieron cinco espectadores. Aún hoy, a pesar de las prohibiciones municipales, algunos automovilistas y motoristas que sufren el cáncer de la velocidad confunden sus rectas con rectas de tribuna. En fin, a trote cominero llegué donde realizo, tras el calentamiento inicial, los estiramientos, frente al Pabellón Mies van der Rohe, y allí me llevé la primera gran sorpresa/enigma de la tarde: frente a la fachada del singular edificio racional han levantado ocho columnas de barriles de petróleo, perfectamente alineadas, no se sabe si en actitud de homenaje, de crítica, de desafío o sencillamente que pasaban por allí y les gustó la explanada y allí se instalaron, para servir de farolas a cuanto ejemplar canino se esparce por ella. Mientras estiraba lo habido y por haber, que es el fundamento de la longevidad corredora, di en pensar, porque el enigma lo requería, si esa "instalación" no sería una crítica antinacionalista, tomando como referencia las columnas postfontem de Puig i Cadafalch, cuya tersa lisura contrasta, sin duda, con el retorcimiento barroco de la síntesis de arte, naturaleza, ciencia ¡e identidad! de las cuatro columnas de le UAB, obra de Andreu Alfaro. El caso es que mientras estiraba sóleos, abductores y aductores, isquios, cuádriceps, vastos externos, psoas, glúteos, etc., no dejaba de darle vueltas al significado de esas ocho columnas altísimas de barriles de petróleo frente a un edificio tan sereno, pulcro  y relajante como el pabellón Van der Rohe. Que había una crítica feroz del sistema no había duda, porque la falta de belleza del conjunto,  así como la antiinspiración de la obra, lo daban a entender de buenas a primeras. Hasta diría que en algunos de ellos aún se apreciaban restos del oro negro... Pensé, osado, que constituían algo así como un "altar mayor" de la civilización que conduce a la destrucción del planeta, como un homenaje a la bárbara deidad a la que rendimos culto y vasallaje casi cada día y, eso seguro, cada ve que cogemos el coche, la moto, el barco, el autobús, o pedimos una bolsa de plástico en el súper, aunque nos la cobren. Mal augurio fue. Me temí lo peor. ¿Acaso acabaría volviendo a pasar por el miso sitio, casi hora y cuarto después lesionado, renqueante, cojitranco? Moderé el trote cominero y ataqué la primera cuesta, la del Pueblo Español que los catalanistas quisieron bautizar como Iberona para la Exposición del 29, si bien durante la Dictablanda lo rebautizaron como Pueblo Español (¡Y confío en que SíSíColau o secuaces adjuntos no lean este blog...!) y así se ha quedado, del mismo modo que se bautizó como Plaza de España lo que fue durante mucho tiempo El Turò de la Vinyeta. De pocos años acá, ¡qué vuelco el del Pueblo Español! Parecía camino del ocaso definitivo y cuando BCN comenzó a ponerse de moda, literalmente llovieron los turistas que lo han revitalizado. De aquella decadencia que vivía el recinto me vino a la memoria, relativamente corto de respiración y sobrado de jadeos como iba, el recital patético de un Camarón consumido ya por el efecto devastador de las drogas y, sin embargo, lleno de una jondura y un duende que han sido irrepetibles desde que él desapareciera, una actuación seguida con impío desinterés por casi la mitad de la audiencia "joven" cuya presencia en aquel acto me resultaba inexplicable, casi tanto como la del maestro. Pero esos caprichos tienen los programadores y esos peajes han de pagar las estrellas en declive. Al recuerdo le siguió otro, el del espectacular trabajo de Óscar Jaenada representándolo en la más que excelente película biográfica de Jaime Chávarri. Y seguí "parriba", como suelo escribir en mi agenda de entrenamientos..., hasta llegar a un estadio olímpico en el que habría algún concierto familiar, a juzgar por la cantidad de familias con niños pequeños que se arremolinaban a las diferentes entradas. Pocos días antes había actuado Cold Play, y asocié el título de la crónica con lo que estaba viendo: "Con Cold Play en la guardería", que algo de mala leche sí que tenía... Pasado el Museo Miró me percaté de que el ritmo estático que había imprimido a mi trote cominero me estaba permitiendo salir con bien de mi absurdo empeño: pasar de correr entre 9 y 10 km en cinta a una tirada exigente en cuesta de 14km, pero "eso soy yo", entre otras cosas: el absurdo hecho decisión valiente. Bajar hacia el puerto, pasado el exclusivo Hotel Miramar, es lo más parecido a hacerlo por una avenido de Beverly Hills, con las palmeras a un lado, el jardín Costa i Llobera en la pendiente y al otro lado los riscos por los que resulta imposible trepar hacia el castillo. Y al fondo el puerto. Y en él un buque crucerista exhalando unas tufaradas de diesel requemado que, por un momento, pensé que serían las responsables de obligarme a abandonar mi aventura... Me acordé, claro está, de los neumáticos de Seseña, pero, en este caso del turismo naviero, esas tufaradas las ampara el Ayuntamiento, que cobra sus buenos dineros a esas cruceros, sin que a la alcaldesa SÍSÍColau se le haya oído ninguna intervención urgente para poner remedio a una fuente de contaminación tan hediente como pudiente. Lo que estaba claro era que, en el camino ascendente de vuelta, no iba a "poner una marcha rápida" que me permitiera alejarme "a todo correr" de aquel humo tóxico y negro que la enorme chimenea del crucero expelía, como burlándose de los poderes municipales. Regresé como pude y, al llegar a la fuente pública del Hotel Miramar me refresqué y afronté con entereza los últimos quilómetros de mi aventurilla. Al pasar por CaixaFórum advertí que no habían cambiado aún la exposición de la Phillips Collection, y me acordé de la conferencia, a la que sopesé si asistir o no, cuyo provocativo título podía albergar maravillosos lugares comunes de la idiocia: "Alumnos boquiabiertos o alumnos bostezando". La reflexión pedagógica ha acabado convirtiéndose en una rival del Dadaísmo. Luego ya, con la contenida euforia de haber sido capaz de aguantar la hora y media de trote, me olvidé de todo y volví al refugio donde la bestia ilesa buscaría su alimento, su bebida y su descanso.

2 comentarios:

  1. Un recorrido iniciático de una montaña simbólica en la historia de Barcelona y que expresa tu retorno, tras dislates musculares y traumáticos diversos, a tu vocación trotadora en la que se ve el mundo de otro modo que caminando y de otro modo que yendo en coche. Es un estadio intermedio, una velocidad veloz, lejos del paseo indolente del caminante. Yo no troto, aunque alguna vez lo he hecho y no me ha desagradado. No sé si escuchas música cuando lo haces. Hay partidarios y detractores. En todo caso, has hecho una descripción de la montaña mágica harto interesante y curiosa.

    Supongo que ya has conocido mi nuevo blog. De momento he generado un enlace automático que quitaré en una semana desde PS a DQ. Firmo de otro modo, Meeri. Es un nombre fruto del azar por completo pero que no me desagradó. Me gusta que el azar forme parte de mi vida. Joselu fue también puro azar y fíjate la realidad que llegó a tomar cuando existía.

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    1. Una mutación como la tuya merecía un cambio de nombre, como cuando los jóvenes se convierten en guerreros -que es tu proceso actual, porque vas a dar más guerra que yo qué sé...-, y bien está este escandinavo de Meeri, que suena a hindú, curiosamente.
      Pues sí, me tengo muy machacado mi recorrido por el monte judío barcelonés -quizás homenaje a mis ancestros, pues mi segundo apellido tiene, al parecer ese origen-, pero siempre hay algo que descubre el observador Juan Pérez, que para eso nací, que diablos... No. nunca he corrido con música ni con artilugio alguno, salvo el cardiómetro, que me sirve para regular el esfuerzo y no confiarme. Soy de costumbres fijas y como tengo medido el circuito, lo repito siempre, pero acaso algún dia de estos me dé por descubrir nuevos senderos en ese monte cercano, cada día más lleno de turistas, y tan desconocido, sin embargo.
      Enhorabuena por el blog. Me gusta. Me parece que has importado con él a los lectores del anterior, en bloque... Y esa fidelidad emociona. Como a mí verte aparecer por los míos.

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