sábado, 16 de junio de 2018

Mercado de San Antonio: De la plaza de abastos al Mercat de Disseny o de Disney...


El fantasma del pueblo en el desangelado mercado "de qualité"...

He esperado hasta que me "tocara ir", como he hecho siempre desde hace 32 años que vivo en el barrio. He ido solo, con mi Conjunta y solo con mi prole, de días, de meses y de años... Lo han inaugurado deprisa y mal porque el contrato con el Lidl penalizaba los retrasos. No fui a la inauguración. He ido hoy, sábado, que me tocaba. Ha sido un alivio salir de los barracones en que apenas se podía circular. La mejora del viejo mercado que era seña real de identidad de nuestro barrio y de la propia ciudad, porque se le suman los encantes de ropa y las paradas de libros viejos los domingos, es evidente. Otra cosa es que esa remodelación haya respetado el símbolo sobre el que operaban los arquitectos, y a mí me parece que no. Son pocas las paradas que se comunican, y los arreglos de las mismas, que han corrido por cuenta de los propietarios, nos han deparado una sucesión de "boutiques" de la alimentación que compiten en elegancia y fachada para atraer no sé aún bien bien a que público, porque mucho me temo que muchos desertores durante las obras han encontrado acomodo en otros negocios que han sabido jugar con esa ausencia: Consum, entre Urgell y Villarroel, por ejemplo, que, remodelado y ampliado, ve ganar clientes a mansalva. Otros negocios han salido de los alrededores del mercado y se han metido dentro, porque ya tenían su puntito de "exquisitos" y ahora han encontrado su puesto en una plaza de la que ya me va a ser imposible decir, por ejemplo, "mañana tengo que ir a la plaza", a tenor del ambiente "selecto" que se respira en su interior; una atmósfera muy seria, muy educada, muy rígida, con paradas de lujo y género también de lujo, caro y selecto. La impresión primera ha sido decepcionante, pero reconozco que las instalaciones aún funcionan a medio gas. Hoy no he visto los encantes abiertos, aunque el hecho de que no "den" al exterior, como en el Mercat del Ninot, por ejemplo, le va a restar al perímetro exterior una vida que hubiera conectado mejor con lo que antes era y significaba el mercado. He tenido la misma sensación que tuve al entrar, por curiosidad, en el del Ninot,, ¡exacta! Y esa clonicidad es lo que me tiene mohíno. ¡Qué desgracia que no se haya sabido ni captar la esencia del mercado ni disponer sus paradas de tal manera que los usuarios habituales de él tuviéramos la sensación de estar "en casa", en "nuestra plaza"! Me produce tristeza reconocerlo, pero hoy me he sentido un extraño, un intruso en "mi" mercado de toda la vida. Y la presencia de los seguratas me ha hecho pensar exactamente en eso: estaba en un templo dedicado al turismo, y se había de asegurar que nada ni nadie los molestara. Ni una voz de reclamo loando el genero, ni un reina, mira quines sardines tinc, que es belluguen..., ni nada por el estilo. Quienes compraban lo hacían en un silencio respetuoso. ¡Ni siquiera desde los bares salia una algazara que indicara un resto de la vida que tuvo ese espacio tan deteriorado entonces y tan lleno de verdadera alegría popular, la que combatía las penas de la miseria y celebraba la virtud del culto a los buenos alimentos!  De momento, por fuera, el mercado impone por sus dimensiones, pero la ausencia de vida en el perímetro de la fachada le otorga un aire de fortín poco amable y poco propenso a las fotos turísticas, a diferencia de lo que ocurre con los planos superiores del edificio. En la pequeña gradería sobre los restos de murallas antiguas, en la bajada al supermercado Lidl, se apreciaban desde primera hora los restos de latas y papeles del minibotellón de quienes en ella se hayan instalado para esparcirse. Tiene unas entradas decepcionantes, porque no permiten una visión que "succione" a quien atraviese sus puertas, pues para "palpar" el frígido ambiente de esta boutique de boutiques en que han convertido el viejo y venerable mercado de San Antonio se han de recorrer sus pasillos, poco dados a la vida popular del barrio. No sé, parece como si un hipotético modelo del barrio de San Gervasio o de San Cugat, la pijovilla cercana, nos lo hubieran metido con calzador en nuestro popularísimo San Antonio, y nos lo hubieran desfigurado por completo. Insisto, se trata de una aproximación primera y a una hora temprana. Pero no sé yo si habré de rectificarme. ¡Ojalá! Mientras tanto, seguiré yendo cada vez que me toque reponer el pescado, por fidelidad a Miquel, donde compro tras la jubilación de Jaume y Ana, sus vecinos de parada; pero, con pena lo digo, me he sentido hoy como un extraño, como el turista al que le dicen "tienes que ver ese mercado, ya verás...". Hoy he ido, he comprado, lo he visto, y me he marchado desilusionado. ¡Y es tan necesaria la ilusión para ir a comprar a la "plaza"! Sin embargo, hoy me sentido desplazado...




martes, 12 de junio de 2018

Crónicas de Robinson desde Laputa... I



La intrahistoria  contemplada desde la suspensión lúcida del agrimensor de la nesciencia social...

Escribir es adoptar siempre un punto de vista y una personalidad que lleva la voz cantante y cuya coherencia difícilmente puede ser puesta a prueba más allá del propio espacio en el que se manifiesta, es decir, las paginas de esta Provincia Mayor donde es acogida. Yo no soy nadie, ciertamente, de ahí que haya escogido como alias el de un superviviente clásico, ingenioso, eficaz, metódico e industrioso. Alojado temporalmente en Laputa, esta crónica mía, la de un Robinson-sin-Viernes, pretende echar un vistazo a hechos acaecidos en un país diminuto, mucho más que Balnibarbi, pero lleno de contradicciones y disparates, tantos cuantas ambiciones políticas esos animales dóciles a los que llaman "votantes" son capaces de proveer con ingenuo entusiasmo cada cierto tiempo, legal o ilegalmente, porque en ese diminuto país, vanidoso y soberbio, hay quienes votan según la ley de leyes que los gobierna a todos, la Constitución, y otros que lo hacen por las bravas y a la intemperie, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, aunque pretenden darle impronta de realidad incontrovertible y sagrada que obliga, como voto religioso o como código deontológico, a no sé qué mandamientos que condicionan su insubordinación política frente a la capital de su reino, Madrid, un nombre que representa, para estos últimos, las seis letras del fuego eterno de la maldición, la condenación, la esclavitud y algunos agravios más de inaudita gravedad.  Las clásicas hormigas con que se compara a los humanos cuando contemplados desde la altura, es comparación ridícula, si oída desde esta Laputa aérea, porque, como pasa en los globos aerostáticos, llegan hasta aquí las estridentes voces de sus disidencias, sus desencuentros, sus arrogancias y sus chulerías de medio pelo, por lo que, por pequeños que se les vea, sus voces los engrandecen y finchan sus bultos hasta el ridículo de los globos de bazar o de las gomas de mascar. Andan los tales revueltos por dos acontecimientos notables en sus anales, ridículos en mi Crónica de esa intrahistoria banal. En una parte del territorio, con autonomía administrativa, han elegido Mandamás de ella a un sujeto que ha regalado a una parte de sus compatriotas los más fieros, desagradables, humillantes, agresivos, descalificadores y vomitivos  insultos que imaginarse puedan, mucho más, está claro, que los que aquí en Laputa puedan oírse respecto de los necios capitalinos de Lagado.  Son gente racista, al parecer, esto es, que solo admiten como interlocutores a quienes son exactamente como ellos, y desprecian a todos los demás, excepto que reúnan dos condiciones: que sean ricos y les hagan préstamos, uno, y, otro, que les regalen los oídos con alabanzas y la vista con cirigañas constantes. El otro acontecimiento sonada ha sido la destitución de quienes gobernaban porque han sido condenados, miembros de ese partido, por corrupción, esto es, aprovecharse de su posición de privilegio en el Poder para aumentar sus propios bienes y competir deslealmente en las elecciones contra los adversarios. Todos estaban de acuerdo en desalojarlos del Poder; pero no todos ni con la forma de hacerlo, ni con el diseño del calendario político que acompañaba tal expulsión del Poder. Sus diarios, unas gacetillas menesterosas pero fanfarronas y tendenciosas, echaban chispas dialécticas, esto es, fuegos de artificio o de san Lorenzo o fatuos, a cuenta de si la suma de fuerzas votantes de la moción eran incompatibles entre sí y solo se habían compatibilizado por pactos vergonzosos o, como ellos dicen, "contranatura", un concepto cuya comprensión, a estas alturas, se me escapa por completo. Es el caso que andan tirándose los trastos unos a otros, de forma muy diferente a como nuestros sabios de la Academia de Lagado los intercambian, los trastos, para poder entenderse cabalmente. Son curiosos esos seres poco inteligentes, por lo general, muy dicharacheros, también por general, y poco propensos a concordar acción y pensamiento. El país es hermoso, sobre eso no hay duda, y suelen ponerlo, hospitalariamente, o por precios asequibles, a disposición de todo el mundo, lo que les granjea "la admiración de propios y extraños", como ellos dicen, aunque ni ellos mismo saben, tengo para mí, qué quieren decir exactamente. En esa díscola comarca del noreste andan muchos de sus habitantes amarillos de ira, e incluso de iras varias, y dispuestos a llegar a las manos contra sus compatriotas, que traducido quiere decir, obligar por la fuerza a los demás a cantar la palinodia de sus errores, entre los cuales el más grave es, por supuesto, el de no reconocer sus ictéricas virtudes, la belleza de su territorio, la hermosura de su lengua y la obligación de que todos piensen como ellos. Aunque Laputa es ciudad animada, yo vine con la condición de que se respetara mi avatar biográfico, esto es, poder vivir aislado para pensar mejor, para sentir mejor y para comunicarme mejor. Poco a poco, quiero creerlo así, podré ir entrando en los intríngulis -a los miembros de esa península les encanta esa palabra, la reverencian como si estuvieran usando una fórmula mágica del grimorio- de naturalezas complejas a fuerza de primitivas; primitivas a fuerza de nesciencia y complacencia en la superioridad de sus prejuicios...