sábado, 28 de septiembre de 2019

«La tienda de los horrores», dirigida por Àngel LLàcer y Manu Guix, actualmente en el Teatro Coliseum.



Un excelente versión del famoso musical de Menken y Ashman que Frank Oz llevó al cine con inolvidable éxito: una obra políticamente incorrecta y llena de buen humor.

Título: La tienda de los horrores
Música y libreto: Alan Menken y Howard Ashman (sobre el  guion original de Charles Griffith para la película de Roger Corman).
Dirección: Àngel Llàcer i Manu Guix
Escenografía: Escenografía:Enric Planas y Carles Piera
Músicos: Manu Guix y The Veterans.
Actores: Manu Guix, Marc Pociello, Diana Roig, Ferran Rañé, The Sey Sisters, José Corbacho, Victor Gómez, Sylvia Parejo, Bernat Cot, Natán Segado y Raquel Jezequel.


La película de Roger Corman, La tienda de los horrores (1960), con una de las primeras apariciones en pantalla de Jack Nicholson, a título anecdótico, era una obra corrosiva que luego fue llevada, como espectáculo musical a los teatros, de donde volvería después al cine bajo la dirección de Frank Oz y un espléndido reparto, desde el fantástico dentista que compuso Steve Martin hasta el inolvidable Rick Moranis, pasando por  Ellen Greene y Vincent Gardenia, en los papeles estelares. El espectáculo teatral montado por Llàcer y Guix sigue fielmente el modelo de la película de Oz, sobre todo en la definición del protagonista, Seymour, casi una réplica exacta de Moranis, no así Audrey I, que se aparta mucho del original de la película, y en la disposición musical, que sigue al pie de la letra el musical original.
Lo primero que se ha de decir, porque estamos hablando de un musical es que la música en directo que se ejecuta, nada de fakes teatrales como la música pregrabada, enlatada, suena arrolladora, con una calidad de ejecución y de sonido literalmente perfecta. Si al buen hacer del quinteto musical, The Veterans (Oriol Cusó, Jaume Peña, Jordi Franco i Toni Pagès), se le suma la prodigiosa interpretación de la voz de la planta que hace Manu Guix, teclista junto a la banda y director musical del show, tendremos una idea perfeta de la calidad de lo más importante en un musical: las canciones y sus intérpretes. Las componentes del trío The Sey Sisters, que actúan en la trama como el coro de las tragedias griegas, al igual que en el musical original, tienen una presencia vocal contundente, en una línea de soul rítmico al estilo de Arthur Conley y otros, como Sam&Dave, todos ellos cantantes legendarios del soul de la Tamla-Motown. Los dos protagonistas, Marc Pociello y Diana Roig tienen una dicción muy buena que permite al publico entender con claridad las letras; son dos baladistas típicos pero cantan con gusto y sentimiento, siempre muy puestos en sus papeles algo tópicos como corresponde a la sencillez de la historia, por más que estemos hablando de una trama en la que no escasean los asesinatos-alguno de ellos hasta casi justificado…- y otras iniquidades menores, como la explotación del dueño de la floristería, encarnado por Ferran Rañé, quien, como lo hará Corbacho más tarde, en su encarnación del dentista, añaden a la función un tono «arrevistado» muy gracioso y convincente, que sabe arrancar las risas del público. Ellos dos son el contraste tradicional con el resto de los intérpretes, pues son los únicos que no cantan profesionalmente, aunque ha de decirse, en honor a la verdad, que sacan adelante sus temas mucho más que dignamente.
 Corbacho, que hace su aparición por el patio de butacas, tiene un gracioso intercambio de preguntas y respuestas con el público, pura improvisación, que resuelve con gracia y agudeza. El día en que mi Conjunta y yo fuimos a ver la función, asistía también Berto Romero con sus hijos, creí distinguir. ¡Qué pena que Corbacho no se fijara en él! ¡Menudo intercambio de réplicas ingeniosas que nos hubieran deparado!
Enamorado como lo soy del cine musical, de todo él, sin distinción, desde Cantando bajo la lluvia hasta El último cuplé, pasando por Los paraguas de Cherburgo y cientos de otras más, he de reconocer que en modo alguno me esperaba -sobre todo porque las canciones se habían traducido al castellano- que la obra tuviera la calidad que tiene y, sobre todo, que el espectáculo teatral funcionase con el rigor planificado que no deja ni un segundo muerto a lo largo de la hora y media ininterrumpida -¡que vuela como si solo hubiese pasado un cuarto!-, un prodigio de timing llevado a lo que imagino que habrán sido unos ensayos exhaustivos para encajar todas las piezas del rompecabezas que es el movimiento escénico, las canciones y el desarrollo de la trama. Es decir, que se adivina en todo momento la mano férrea de un director que lo ha cuadrado todo a la centésima de segundo para que el espectáculo fluya como fluye, como un torrente de sonido y acción conjuntados a la perfección.
Todo el mundo conoce la historia, porque la película de Oz fue muy famosa, aunque mucho menos la de Roger Corman, de ahí que la máxima expectación gire en torno a si en el teatro se consigue una  «animación» de la planta siquiera en parte equivalente al prodigio de los efectos especiales del cine. Y ahí, pierdan cuidado los futuros espectadores, la planta funciona muy bien, y su animador vocal, Manu Guix, es una de las estrellas del show, porque ha sabido encontrar la pluralidad de registros que exige la planta: desde el cinismo, hasta la seducción, desde el cabreo monumental hasta la ternura, desde el eructo hasta la risa histriónica y, por supuesto, una impresionante «voz negra» para su soul espectacular…
La obra se representa en el Teatro Coliseum y actúan prácticamente a teatro lleno cada día, ¡y dos sesiones, los viernes y sábados!, algo que yo ya creí desterrado de los teatros comerciales. ¡Anda y que no lucharon los actores contra la fatídica «doble sesión»! Y esta obra, además, que exige un desgaste físico inmenso, dado el ritmo casi vertiginoso que sigue el show desde que comienza. Las coreografías no son el fuerte del espectáculo, porque la base del musical son las canciones, pero todas ellas, breves y no muy complicadas, están resueltas con brillante por el elenco de cantantes e incluso por los dos actores teatrales, Ferran Rañé y José Corbacho, que le dan a la obra un empaque de calidad indiscutible, al asumir, no solo el canto, sino el baile, con una profesionalidad encomiable y un gran resultado. No olvidemos que Corbacho procede de La Cubana y que Rañé es un actor todoterreno de prodigiosa versatilidad.
En definitiva, si los espectadores quieren pasar un rato entretenido, lo que antiguamente llamábamos «teatro de evasión», no tiene más que presentarse en la taquilla del Coliseum, porque por el precio de la entrada le garantizan una diversión constante durante una hora y media vertiginosa. ¡No se la pierdan!

sábado, 21 de septiembre de 2019

Los debates ortopédicos: Argèlia Queralt vs. Juan Claudio de Ramón sobre el federalismo.



Una "apertura política" del nuevo curso que ha acabado saliéndose de madre hacia viejas elecciones... 


      Federalistas de izquierda ha reunido a dos comentaristas relevantes de la actualidad política para inaugurar un curso que, a los pocos días de aquel "debate", se ha despeñado por el abismo de una nueva convocatoria que nos llega de la mano de la impotencia del ganador de las últimas, las de abril, para ser investido y formar gobierno. La sensación de interinidad que padecemos desde que apareció snchz en el primer plano de la política nacional sigue acentuándose y ya veremos si no salimos de las próximas, la noche del 10 de noviembre, pensando que muy probablemente iremos a por las terceras..., tal y como los enfrentamiento a cara de perro de la última sesión de investidura invitan a creer que sucederá. Tiempo al tiempo, sin embargo, y a que las urnas vuelvan a hablar, bien, como siempre, porque expresan la verdadera realidad. Otra cosa es que los representantes de la pluralidad sean unos pésimos ejecutores de la voluntad popular, sujeta, obviamente, a su intercesión, ¡no pocas veces muy torcida!
   Puede que a alguien le llame la atención que hable de un debate "ortopédico", pero no dejan, los organizadores del mismo, otra alternativa: una sucesión de monólogos en los que los ponentes van a lo suyo sin tener en cuenta de forma precisa lo dicho por el otro no puede llamarse "debate" sin desvirtuar lo que algunos entendemos por un género vivo de réplicas y contrarréplicas que devuelven al diálogo su verdadero significado. Dicho de otra manera, ¡nadie se ve jamás en un aprieto dialéctico!, con un formato como el escogido por los organizadores. Pero asistí a lo que asistí y en eso centro este breve recuento de lo que sucedió, aun a riesgo de malentender alguna de las posiciones de los ponentes, a quienes separaba algo "imperceptible", pero obrante: la muy distinta "catalanidad" de los "contendientes": una sobrevenida, la de De Ramón, madrileño, quien, por su matrimonio, se declaró "catalán consorte"... y otra, la de Queralt, perteneciente al mainstream del catalanismo digamos, por simplificar acaso en exceso, "de cuna".
 El primer reto que la moderadora presentó a los intervinientes fue si pueden coexistir el federalismo y el nacionalismo. Para De Ramón ambos conceptos son antagónicos. Para él la pregunta debería reformularse: ¿son compatibles el federalismo y el catalanismo?, porque, como lo demostró la apuesta estatutaria de Maragall, el verdadero objetivo era que el Estado fuera "residual" en Cataluña. De Ramón considera que no se dan las condiciones objetivas para el establecimiento del federalismo porque, a su juicio, ello implica una cesión de poderes del Estado con el compromiso de la lealtad de pertenencia a ese Estado.
Queralt defendió la posición clásica del federalismo y añadió que, a su entender, el federalismo permite "gestionar las diferencias entre territorios, y centro las mismas, básicamente, en la lengua y la cultura. Recalcó que su catalanismo no es excluyente y que no entiende que pueda haber independentistas que digan que no son nacionalistas. Y coincide con De Ramón en la imperiosa necesidad de la lealtad recíproca. Defendió que el marco conceptual en CAT es muy distinto según la militancia de cada cual. Un pequeño repaso a ese marco puso de relieve que conceptos como la solidaridad no existen en un estado federado como los Estados Unidos; que conceptos asentados como "España nos roba" no responden a la realidad; la imposibilidad de un referendo; el debate entre si el federalismo h de ser simétrico o asimétrico; que no existe ningún "derecho" a la autodeterminación; la negación del "adoctrinamiento" en el sistema educativo o si se h de reformar el modelo educativo de la inmersión.
   En el único momento verdaderamente "combativo" del debate, De Ramón refutó a Queralt diciendo que el hecho de que el adoctrinamiento no funcione como les gustaría no quiere decir que no exista como tal. Del mismo modo que ve como una anomalía europea el sistema de inmersión que se sigue en el modelo educativo catalán. A su entender, la política de "conllevancia" que defendía Ortega, así como el lograr acuerdos a x años vista, le parecía un fracaso, una derrota cognitiva. No puede haber diálogo, sostiene, porque, desde CT, solo hay un "memorial de greuges". Y, por supuesto, la ausencia de neutralidad de los medios públicos  y el uso partidista de las instituciones públicas no contribuyen a atisbar una solución inmediata al contencioso. A su entender, el federalismo no puede ser igualitario y diverso. El federalismo supone el cultivo de las diferencias, aunque, para que triunfara, debería incorporar una suerte de "mochila básica de derechos", pero ello choca con el postulado del cultivo de las diferencias. ¿Cómo salir del atolladero? De Ramón proponía, frente al liderazgo transaccional, el liderazgo transformacional: olvidemos los viejos esquemas y creemos algo nuevo: la bicapitalidad, por ejemplo, que ya defendiera Maragall en su momento, como defendió la "Europa de las regiones", esa vía torcida para esquivar o compensar el peso de las viejos Estados-nación.
   Queralt coincide con De Ramón en la perversión del concepto de "diálogo", porque, de hecho, lo único que existen son monólogos enfrentados.Defendió la reforma consensuada de la Constitución, de modo que conceptos hoy capitales como el de la unidad de España sean sustituidos por un "pacto de convivencias". Insistió en que el federalismo está desprestigiado desde el nacionalismo porque son proyectos antagónicos. 
   Lo que a este espectador al menos le quedó claro es que, siendo los dos ponentes muy cercanos en cuanto a conceptos básicos de la democracia, la preeminencia de la ley, etc, había un abismo en la concepción que ambos tenían de  qué es o deja de ser CAT, sobre todo porque Queralt hacía girar su concepto en torno a la lengua y a la cultura, como "ejes de identidad" que ya han demostrado, a través del prusés, que solo sirven para romper nuestra comunidad. Quedó en el aire, pues, lo mismo que quedó cuando la presentación del libro de Coll et alii sobre el prusés: ¿Cómo hemos de definir el catalanismo, cuando un movimiento contrarrevolucionario como el prusés lo ha dinamitado? Lo que está claro es que, frente al Estado de las Autonomías, una suerte de "parche" para tratar de "arreglar" lo que en la Segunda República dio más quebraderos de cabeza que satisfacciones, el federalismo, tal y como ha sido formulado en el debate, no parece reunir los consensos básicos para prosperar constitucionalmente.
   Recordemos que, mundialmente, aparte de por la Transición, y al margen de los alicientes turísticos, somos conocidos por el Plan Nacional de Transplantes, cuyo carácter "centralizado" ha permitido su excelencia.
   

domingo, 8 de septiembre de 2019

La isla de Oro y de los Pinos... o el inmenso placer de descubrir mediterráneos...



Por la masificación hacia la abstracción, la ascesis y el paisaje: una vacación en Mallorca.
      
    Escoger Mallorca como destino de vacaciones cae, para muchos, dentro de lo anodino, por ser un destino turístico que no parece ofrecer ya ningún aliciente al visitante, por más que sean millones los que la visitan cada año y se conviertan en una población flotante que lo masifica todo, o casi todo. A Mallorca se iban los recién casados de viaje de bodas, e incluso Los Stop, con Cristina al frente,  pusieron de moda una canción de interminable título de sorteo de Navidad: El turista un millón novecientos noventa y nueve mil, novecientos noventa y nueve... y no sé si financiada por la Cámara de Turismo de la isla; pero a Mallorca fueron George Sand y Chopin, y Rubén Darío y Sorolla y Robert GRaves y...
      En cualquier caso, la elección de este año, decidida, como siempre, a ultimísima hora, tenía algo de desafío: ¿sobreviviremos a la masificación?, ¿tendrá Mallorca los tesoros paisajísticos que dicen que tiene?, ¿podremos verla con ojos de viajeros románticos en vez de con ojos de turista de viaje organizado? Otro reto básico era haber escogido uno de los destinos más consolidados de Europa, y, por ello mismo, uno de los que, en cuanto dices que has estado allí, tus interlocutores cambian de conversación, porque algunos "sofisticados del turismo exótico", no se "rebajan" a hablar sobre destinos tan "de tercera", casi "de pobretones", aunque nos gastamos un modesto dineral, sin hacer nada del otro mundo, además
     Pronto salimos de dudas, una vez sorteados los peligros de las huelgas pertinentes que, cada mes de agosto, le agostan a no pocos turistas la resignada ilusión de sus vacaciones. El aspecto infraestructural en un viaje de vacaciones es determinante, como, por ejemplo, llevarte la sorpresa de haber reservado un coche de alquiler en el que a duras penas caben las tres maletas de los viajeros, además de ellos. La segunda sorpresa es que te alojen, la primera noche, en otro hotel, a cambio de volver la siguiente noche a una suite de lujo, por la molestia: con minipiscina y terraza que daban a la albufera de Alcúdia: ¡un negocio redondo! 

     Aunque las comodidades de la vida de hotel son un vicio al que uno se acostumbra rápido, al margen del opíparo desayuno de rigor, lo nuestro es echar el día on the road en todas las direcciones posibles. De hecho, la mismísima tarde de nuestra llegada ya nos fuimos de excursión a las impresionantes cuevas de Artà, a las que llegamos por los pelos, después de haberme peleado no pocas veces con la voz de Google Maps y su endiabladas indicaciones, pero eso es una lucha que acaso necesite un capítulo, y un ring, aparte... Nada que ver con Her, de Spike Jonze, desde luego, y sí mucho con ¿Quién teme a Virgina Woolf?, de Mike Nichols; en cualquier caso, fueron discrepancias que duraron toda la semana y que nos hicieron conocer  quilómetros y quilómetros de paisaje agrícola mallorquín que, de otro modo, nunca hubiéramos hollado con las ruedas de nuestro Fiat Huevo en versión actualizada del siglo XXI; un paisaje que nos revelaba una inmensa extensión de pujante terreno agrícola donde nuestra imaginación condicionada por los ¿informativos? solo nos hacían representarnos centenares de turistas borrachos y, los más jóvenes, practicando el "balconing". Por mor de la corrección política he de decir lo que me incomodaba, en mis peleas, con la voz de Google Maps que esta fuera de mujer... Les sugiero encarecidamente que vayan alternando de mujer y hombre para facilitar la equidad en el insulto...
       Entramos en Mallorca, así pues, por donde a mí más me complugo; por su  puerta subterránea, y lo cierto es que fue un viaje de poco más de un quilómetro que nos satisfizo totalmente y que, como ocurre en las cuevas calcáreas, potencia la imaginación hasta que esta se desborda y te hace ver en dos piedras, por ejemplo, un Balzac enamorado, tallado por Rodin. 
Se habla de "catedrales" por la majestuosidad de bóvedas a una altura de cuarenta metros, pero para los fotógrafos aficionados, no hay detalle que pase desapercibido. Entramos, eso sí, por la diligencia de una taquillera que, a la carrera, nos llevó hasta el grupo que había iniciado la última visita del día, con una generosidad de "buena gente" exquisita. Un comienzo así, porque las cuevas están en un enclave costero privilegiado, tuvieron su reverso en la cena a que nos invitaron por el trueque de la noche en otro hotel: un buffet inmenso, en un comedor que parecía un campo de fútbol. Suerte que llegamos tarde y "la masa" ya había pasado. Pero las comidas o cenas de buffet sí que merecerían otro capítulo aparte: el de las barbaridades a que podemos llegar frente al exceso de oferta y la ignorancia del límite de las propias necesidades.
   Mallorca forma parte del imaginario colectivo por muchas razones, y no son las menores sus playas, su clima, la sobrasada, la ensaimada y Rafael Nadal, pero cada cual tiene su idioimaginario particular que lo guía hacia unos u otros destinos. Las "calas", esa palabra mágica capaz de movilizar a mi Conjunta  para cualquier penosa expedición, por el gozo de la recompensa, no es el menor peaje que un sólfobo ha de pagar para que el bien común tenga un equilibrio razonable. "Cala" tiene una resonancia del primer día del Génesis, al menos para ella. Y suele ser cierto que cualquier esfuerzo de acceso tiene un recompensa de facto. La de San Vicente, que buscamos por la referencia culta de Sorolla, está "viciada" por un hotel que la divide y la degrada, pero aun así, sigue teniendo el atractivo que llevó a Sorolla a pintarla. 
Pero para quienes buscamos, a veces, rastros de escritores, Deià, y en concreto la tumba de Robert Graves era visita obligada, lo mismo que la que a punto estuve de no poder hacer a las Coves del Drach, en una de cuyas barcas homenajeé a Berlanga y El Verdugo: "Don José Luis Rodríguez; don José Luis Rodríguez", iba yo repitiendo ante la estupefacción de mis compañeros de barca que me tomaron por un grillado..., pero cumplí la promesa que le hiciera a Paco Marín...
   Son muchos los paisajes que hemos visitado, a fuerza de quilómetros arrancados al incómodo Fiat, y de todos ellos guardamos uno u otro recuerdo, como el del costalazo que en la cala de Teià, con piedras cubiertas de algas más resbaladizas que la tradicional cucaña, estuvo a punto de dejarme descostillado, aunque salí con bien del entuerto. Y luego una exquisita limonada con menta que compramos para hacer el camino de regreso en busca de un restaurante me acabó de entonar, aunque el italiano del pueblo, con una cocina de insólita autenticidad para la localidad -no había ingrediente de ella que no hubiera sido traído de Italia- , nos elevó al séptimo cielo de la gastronomía.         
      La sierra de Tramontana, yo soy más montanero que playero, tiene una carretera inverosímil desde Sóller hasta Valldemossa, y echamos de menos no haber sido lo suficientemente previsores como para internarnos por algún sendero de montaña y practicar ese senderismo que tanto nos gusta, a la Sociedad Anónima. Por motivos ecologistas lo hicimos para bajar desde la carretera hasta la cala Torta, donde tuvo a bien la perversa medusa lanzarme una descarga eléctrico-venenosa que aún, a casi un mes vista, aún se dibuja en mi codo como una marca infame. 
       En plena montaña, con el mar a los pies, está el pequeño pueblo donde Graves construyó su mundo y aunque los horarios tan ajustados me impidieron ver la casa, no me impidieron subir hasta la cima del pueblo, donde se ubica el cementerio y desde donde los muertos gozan de unas vistas que les alegrarán con su bendita calma la eternidad. La humildad petrificada, me pareció la tumba de Graves, que fotografié con respeto y admiración. 
    Aunque hemos ido a playas de todo tipo, imposibles, como en la que pintó Sorolla, plácidas, como la de Muros, arriesgadas como la de Deià y salvajes como la de Cala Torta, he de decir que Alcúdia y Pollensa, esta con su tradicional Calvari, 365 escalones de piedra hasta llegar a la ermita que preside la localidad, cumplen con todas las expectativas de lo que le pedimos a una visita turística, iglesias incluidas, sobre todo en Alcúdia, aunque, a partir de las 12h la aglomeración es tan intensa que libran desigual combate la necesidad de admirar el tipismo de las poblaciones y la necesidad de huir de la masa-marabunta a cuya gestación nosotros mismos colaboramos, por supuesto. Si, ¡para colmo!, tienes la desgracia de llegar en "día de mercadillo" -¡la pasión de algunos turistas extranjeros!- las posibilidades de sufrir un taque de ansiedad son elevadísimas.
      Palma tuvo dos visitas, una fallida, cuando quedé con mi sobrina Patricia, -realmente una hermana pequeña, dada la edad a la que mi hermano y su mujer la tuvieron-, su marido Jose Luis y la hija de ambos,Lucía, con quienes, ¡la mejor de las compañías!, acabamos haciendo una expedición hacia el sur para disfrutar de un día de playa y de un arroz soberbio, atravesando paisajes agrícolas muy variados y todos de tranquila belleza; y otra exitosa, que es cuando pudimos visitar la Catedral y uno de los grandes objetivos del viaje: la espectacular capilla de Barceló uno de los últimos artistas geniales de nuestro país. Nada, salvo ciertos detalles arquitectónicos, podía competir en ella con esa capilla, permanente llena de visitantes.

        ¡Suerte que disfruto conduciendo!, quién sabe si por mi afición a las road movies o porque no tuve ni carnet ni coche hasta entrado en la treintena, como corresponde a los trabajadores-estudiantes de mi generación. Conviene aclararlo, porque la excursión a uno de los lugares obligados, el faro de Formentor, le lleva a uno por una maravillosa pero eterna carretera que atraviesa densos y hermosos bosques, pero que hacen eterna, con sus infinitas curvas, la llegada al faro. Una vez allí, la abusiva presencia de los coches para tan pocas plazas de aparcamiento anuncia lo que estuvimos a punto de sufrir, un fenomenal atasco entre quienes quieren llegar y quienes quisimos salir antes de que se iniciara la puesta de sol, que es el objetivo de los peregrinos a tan alejado lugar. La cala de Formentor, cerca del hotel de lujo donde se reunían las autoridades "intelectuales" para fallar los premios que llevan el nombre del faro, llena de barcos y con una isla que cierra, por la izquierda, el horizonte, aunque urbanizadísima, tiene algo de salvaje belleza que aún puede descubrirse a primera vista. 

     La bahía de Pollença, más recogida que la de Alcúdia, tiene, sin embargo, una carretera que la bordea por donde es un placer infinito conducir. supongo que la ausencia de arena en la orilla ha impedido que fuera objeto de la codicia empresarial para explotarla, como sí ha ocurrido con la más extensa de Alcúdia, la zona donde estábamos hospedados y cuya carretera/calle mayor, llena de restaurantes y bazares es una soberbia apología del mal gusto, la masificación y la horterez. La bahía de Pollença invitaba a aparcar el coche y recorrerla a pie, desde luego. En otra ocasión. 
      Mallorca, por lo tanto, es un islón maravilloso cuyo conocimiento no agotan ni siquiera los residentes o los nativos, y, es lo que nos pasó a nosotros, a cada paso descubríamos nuevos retos, nuevas visitas posibles, nuevas rutas, nuevos planes, todo ello para ser hecho con una aplicación rigurosa del slow way of life que preconizan los nuevos gurús de la descontaminación cibernética y de las prisas del progreso que no conduce a ninguna parte. Mallorca  está llena, además, de arte por los cuatro costados, y no siempre, cuando viajas como turista que va por primera vez a un destino turístico, eres capaz de desviarte un poco para ir a su encuentro, urgido, como estás, por la "necesidad" de satisfacer curiosidades básicas. Sí que nos llamó la atención la doble exposición de Picasso y Miró en la estación de Sóller, pero no ha sido este un viaje "de museos", como a nosotros nos gusta, sino de naturaleza y de espacios, urbanos y naturales, y nadie va a regresar más contentos que nosotros de este conocimiento que tendrá repeticiones, de ahora en adelante, porque la sierra de Tramontana, con su impresionante presencia a lo largo de uno de los laterales de la isla es un mundo aún inexplorado, a pesar de la visita a Deià y Valldemosa, donde, por cierto, están los bustos de Chopin, Darío y Rosiñol, pero en ningún momento el de Georges Sand, y eso que le di hasta cinco vueltas al jardín de la Cartuja para evitar, si lo consignaba aquí y ahora, que alguien me desmintiera, pero no, la "estirada" señora que en nada congenió con las nativas, no aparece en ningún rincón del jardín. 
   Justo al llegar a Barcelona, me percaté de un error de planificación: entre los libros que debería haberme llevado, como suelo hacer casi siempre, no figuraba:  uno de Rubén Darío que compré y aún no había leído: La isla de oro. El oro de Mallorca. Como lectura a posteriori, pues, no cabe aquí, pero sí en el Diario de un Artista Desencajado, donde el amable lector podrá hallar una recensión ad hoc. Volveremos.