sábado, 2 de febrero de 2019

La inseguridad. La astucia.


El instinto de supervivencia: entre el prejuicio y la ingenuidad.

Nueve de la mañana. Domingo. La calle desierta, salvo algún transeúnte despistado que va de retirada en una zona "animada" del Ensanche barcelonés. Voy por los periódicos del domingo como cada semana. Paso por un establecimiento que abre tempranísimo, junto a un bar de los doce de la calle que recoge a los trasnochadores para un desayuno de urgencia o las últimas copas. De ida, advierto la presencia de un joven  magrebí subido a una bicicleta de las que se llevan de pie, tocado con gorra hacia atrás, manteniéndose en un ejercicio de equilibrismo sobre las dos ruedas,junto a otro, algo más mayor, con quien habla. Me llama la atención que hablan y miran a su alrededor. Una alerta inmediata se me dispara: buscan víctimas propiciatorias. Pero el único que pasa caminando por delante de ellos soy yo. Sigo mi camino y llego a la otra esquina de la manzana donde compro los diarios. A la vuelta entro en el establecimiento para comprar leche. Ignoro si los dos jóvenes me han visto sacar la cartera y pagar. Salgo de la tienda e inicio mi camino por la acera hasta la siguiente esquina. Advierto que el joven de la bicicleta pedalea detrás de mí y percibo que el otro, a nuestra misma altura, está en la otra acera. Decido cambiar de acera y "arrastro" tras de mí al de la bicicleta. En ese momento baja un coche que obliga a la bici a pedalear ligero para pasar al otro lado. En ese momento, siglos de astucia vistas en las películas de espías, me mueven a retroceder sobre mis pasos, porque, unos metros más abajo, está la entrada de un hotel, donde siempre hay alguien en recepción. Sigo mi camino y advierto que los dos "presuntos" atracadores se desvían hacia la esquina superior hablando entre ellos en árabe No sé árabe, pero me temo que se dirán algo así como: "¡Pero qué gilipollas eres, tío, ya se nos ha escapado! ¿Por qué no te has quedado con él en la otra acera?", lo que me induce a pensar que se trataba, ¡para suerte mía!, de dos aficionados de medio pelo. Eso sí, el susto no me lo quita ni Hermes, aunque, armado con el quilo del tetrabrick de leche y las buenas sesiones de pesas que me meto entre pecho y espalda, seguro que en mi defensa no hubiera sido, salvo armas blancas que brillaran por medio, el que más iba a recibir (como le dije a un Director que me quería impedir, en jornada de huelga, el derecho a trabajar. "Vendremos un piquete", me dijo. "Pues sabes lo que te deseo, D., que no seas de los primeros del grupo, porque a mí me lo impediréis, pero, hasta diez o así...de vosotros, las hostias que voy a repartir las vais a recordar todo vuestra vida. Al día siguiente fui a trabajar como cualquier otro día. Yo solo. Cumplí mi jornada laboral y me fui). En la esquina del hotel, un vecino exatleta y de 1'90, estaba cogiendo un taxi porque salía de viaje... Supongo que esto debo contabilizarlo en la brillante radiografía de la vida de la ciudad de nuestra alcaldesa secesionista SÍSÍColau: Barcelona no es una ciudad insegura, pero tiene un problema específico de seguridad,solo a la altura de mentes privilegiadas como la suya, que por algo ha llegado a alcaldesa, está claro... Aunque la Generalidad no le va a la zaga, porque se declara impotente ante el caso de los jóvenes marroquíes menores que llegan a BCN y sobre los que no ejerce la obligación de amparo y custodia que por su condición exigen, jóvenes sobre cuyos hábitos  y hábitats ya informan sobradamente los medios de comunicación como para que yo me asuste de haber sufrido lo que ¡afortunadamente! no ha quedado más que en un susto mayúsculo, pero susto al fin y al cabo, ¡a cincuenta metros de mi domicilio! En fin. Supongo que tener cierta edad induce a los delincuentes a fijarte como "presa fácil", pero cuando pasas por la calle y llegas a la conclusión inequívoca de que te has convertido en una, me río yo de quien me hable de prejuicios de ningún tipo. El instinto de supervivencia existe. Él me libró esta vez. Confío en que me siga sirviendo para esquivar situaciones tan comprometidas como la del pasado domingo. 

2 comentarios:

  1. Felicidades primeramente por seguir siendo todavía un comprador de periódicos de papel: sin duda es algo heroico. En mi barrio ya no hay periódicos ni en todo el centro de Cornellà, así que aun si quisiera lo tendría realmente difícil. Y mis parabienes por haber esquivado el intento de atraco de que fuiste protovíctima y del que te libraste por astucia sobrevenida.

    Ada Colau es la más lerda e inútil como alcaldesa que ha conocido Barcelona. Probablemente está ahí por eso. Pones al más tonto de alcalde y todos a vivir como rajás. Con esta mujer y el President que esta enfrente tenéis el dúo sacapuntas para una ciudad que fue paradigma del progresismo y la modernidad, y que yo miraba siempre con admiración y envidia. Ahora es la sede del cutrerío ideológico y político donde medran los más mediocres entre los mediocres para gusto y placer de la ciudadanía absorta en esta corte de los milagros e incapaz de creer más allá del pensamiento mágico. Dicen que Barcelona ha perdido mucho prestigio internacional, pero en mi fuero interno, esta ciudad ha pasado de tener luz propia a ser un bochinche de degradación. Pero sarna con gusto no pica, ahí tenéis a la ciudad que habéis construido (no me refiero lógicamente a Juan Poz), sino a todos los súbditos del presunto pensamiento nacionalista, que son legión.

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    1. Te asiste la razón de cabo a rabo. Barcelona, antes, tenía poder de evocación; ahora, al margen de Gaudí y las tiendas de lujo de Paseo de Gracia, prohibitivas para la mayoría de barceloneses, es una ciudad palurda, provinciana, que recuerda mucho la descripción que hacen de ella Pla en "El Quadern gris", Calders en "Gael·li, l'home Déu" i Noel Clarasó en "Un camí", inédito para la mayoría de lectores en catalán. La derecha nos retrotrae al "tortell del diumenge " y a la misa de 12. La pseudoizquierda a la épica brata de la Segunda República. Lo peor que se puede decir de BCN es que es una ciudad sin presente, y con un incierto futuro, al margen de seguir alimentando movimientos neofascistas como el prusés.

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