domingo, 20 de enero de 2019

La aventura empresarial y las "botigues" de barrio.



   



Quesarium, ¿experimento, perspectiva de futuro o demanda del presente?

Cerca de la Pl. Goya, en la calle Muntaner, por donde suelo pasar a menudo, han abierto hace unos meses una tienda de "diseño" llamada Quesarium. Está ubicada en un tramo de calle en el que hay, en apenas una setentena de metros, doce establecimiento de restauración - miento, once, que acaba de cerrar uno de ellos, justo al lado del que me ocupa la atención- de diversa naturaleza y muy desigual público consumidor. Mi naturaleza d'home de barri, preocupado por esas aventuras empresariales del pequeño comercio, siempre me ha llevado a realizar, ante la apertura de los muchos que he conocido en mi larga residencia en el que vivo, una evaluación inicial de las perspectivas halagüeñas o agoreras de los mismos. El caso de Quesarium me ha sorprendido, porque en un barrio popular que está dejando de serlo, Sant Antoni, para convertirse en gueto turístico,  una boutique del queso o una delicatessen, tanto monta, no parece, en principio, que haya de tener un público cuyas compras justifiquen semejante negocio, precedido, además, por una sonora inversión, pues remodeló de arriba abajo un local antes ocupado por una casa de ordenadores y regentado por una cooperativa que acabó sucumbiendo al descenso que las ventas de lo cibernético ha experimentado en este mismo barrio, antaño meca ciudadana de dicho mercado. La decoración del local, con amplias zonas de penumbra, con poca iluminación cenital y con una quesera monumental a la entrada de la tienda donde se exponen selectas variedades de queso que, sin embargo, no pueden ser contempladas desde el exterior, porque se ha despreciado el concepto "escaparate", tan consustancial al del propio establecimiento comercial, no anima a pararse, ante una puerta que se abre automáticamente por la cercanía del cliente, y tratar de distinguir si algún género de los exhibidos pudiera ser del gusto y/o necesidad del observador. En los pocos meses que lleva abierto el negocio, jamás he tenido la oportunidad de ver compradores en su interior, lo cual no significa nada, porque no estoy "apostado" frente a él todo el día, por supuesto. El barrio, hasta no hace mucho considerado uno de los típicos barrios "menestrales" de la ciudad, no creo yo que dé para formar una clientela  si no diaria,  sí regular, que es la que permite sobrevivir a un negocio de alimentación con bienes perecederos, aunque buena parte de los quesos tienen fechas muy largas de caducidad. He hecho una pequeño investigación y el local tiene su página web: http://www.quesarium.com/, su blog y su página de Instagram, lo cual viene a corroborar la dimensión cibernética que ha de tener cualquier negocio que se abra, lo que le quitaría, a la ubicación concreta, el valor operativo que solía tener en los barrios anteriormente, al estar "abierto al mundo", como suelen decir quienes, a veces, venden más por internet que in praesentia... No sé si será este el caso. Sigo vigilante, al respecto. A mí, como vecino suyo, me "impone", porque uno entiende que su poder adquisitivo, a mirada de buen degustador, no está para esas alegrías exquisitas y ha de conformarse con la tabla de quesos del Consum, que no está nada, pero que nada mal, sea dicho en honor a la verdad. No sé si nuestros convecinos turistas, siempre distintos, ¡cada semana!, pueden convertirse en esa clientela "regular" que compre la cena para degustarla en la habitación del hotel, como mi Conjunta y yo solemos hacer cuando viajamos, porque la edad no da para comer y cenar en restaurante, ni la pensión tampoco..., pero me extrañaría. De momento, ha aparecido como por ensalmo en el barrio y su presencia imponente de exquisitez impropia de este barrio constituye un reto comercial que me ha llamado tanto la atención como para dejar noticia de ello en esta página abierta, bien lo saben los pocos que la frecuentan, al latido de la vida cotidiana.




2 comentarios:

  1. Si de mí dependiera, tendría éxito. Me alimentaría solo de queso si no fuera por su efecto demoledor sobre la dieta pretendida. Me he pasado seis meses sin comer queso y cuando lo probé de nuevo fue el reencuentro con algo primigenio, alucinante. En Viena compré un día queso en un supermercado. Era un manchego español, plano y sin sabor, malísimo. Había también mandarinas Clementinas, secas y huecas, compré un par y ni tenían sabor y estaban secas por dentro. Me pregunto cómo funcionan las exportaciones españolas...

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    1. El queso es, después de las uvas pasas, lo primero que aprende a hacer Robinson en su isla, gracias a que encuentra en ella cabras salvajes que domestica poco a poco. Supongo que a lo mejor venden más on-line que in praesentia. Yo aún no me he atrevido a entrar, pero eso es porque yo soy muy paleto y en cuanto veo un comercio muy fino me digo que no es para mí..., ero el queso es, en efecto, por detrás del pan, mondo y lirondo, "el" alimento por excelencia...

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