domingo, 29 de septiembre de 2024

Ha cerrado Tupperware: una historia personal de su presencia en España.

 



Un capítulo empresarial en la vida de mi madre, hasta entonces de profesión «sus  labores».

Madre, que sé que aún escuchas y entiendes nítidamente desde tu sordera fingida en la efigie de tu recuerdo…, quiero comunicarte que hace unos días también ha dejado de existir la marca a la que diste algunos de los mejores años de tu vida: Tupperware. Ya sé que lo primero que se te vendrá a la cabeza es que te estoy tomando el pelo y que eso es imposible, y que ya está bien de intentar confundir a una persona mayor y abusar de su candidez, algo que tú jamás has poseído, porque te perdían tantos resabios y cautelas y desconfianzas.

Pues sí, aquella empresa en la que demostraste al mundo que las «nuevas españolas», allá por el 68 del añorado siglo, teníais una capacidad de emprendimiento que no sé si deja chica al de las actuales, pero sí que, al menos, no está por debajo, se ha hundido y desaparece de la vida comercial, aunque con la gran fortuna de haberle dado nombre a unos enseres que hace tiempo que fabrican muchos otros. Nadie va a decir «te lo pongo en un recipiente hermético y te lo llevas», pudiendo decir «te lo pongo en un táper», porque hasta hemos castellanizado el tupperware como lo hicimos con el football en su momento. No sé si esa escasa gloria —impresionante desde los ojos de tu hijo filólogo y estudioso de la vida de las palabras…— bastará para que tu memoria de aquellos años, en los que hubo de todo en nuestras vidas y, principalmente. en la tuya, ocupe el lugar que creo que le corresponde.

Aún tu marido trabajaba en el Ejército cuando te sumaste a la cadena de vendedoras con demostración en domicilio con que se introdujo la firma en España. ¡Aquellas noches en las que nos hartábamos de empaquetar los regalos que les hacíais a las que asistían y, sobre todo, a la anfitriona, a la que había de agasajarse para que otras de las presentes le tomaran el relevo! A aquella presentación vendrían, después, las horas de empaquetado de los pedidos que siempre superaban las existencias que llevabas a las reuniones. Todo muy americano, como lo supo plasmar exactamente Roberto Bodegas en una película, siete años más tarde: Los nuevos españoles, aquellos representantes de Bruster &Bruster que yo vi, en su día, sustituyendo la trama por las «nuevas españolas» como tú, que se abrieron paso en el negocio y recibieron la prebenda de una región donde introducir el género, en tu caso, la Región Sureste, con el cuartel general ubicado en Murcia. Como yo ya estaba becado en la Residencia Blume para deportistas que levantaban alguna expectativa, seguía tus actividades desde la distancia pero con admiración e interés. Levantar una estructura comercial, reclutar las presentadoras, proveer el género, andar siempre de viaje para supervisar el funcionamiento impecable del proceso, organizar los famosos congresos en los que incluso se cantaba un himno alusivo a vuestra fidelidad, modelo adhesión inquebrantable, a la marca que a tantas ayudaba a financiar sus caprichos o a llegar a final de mes o a complementar otros sueldos y apuntarse al desarrollismo de la época.

Que tu marido pidiera una excedencia para sumarse a la aventura empresarial y que tú lo tuvieras «subordinado» a tus órdenes fue un cambo de papeles que no sé si el militarote llevó de buen grado, tan ducho él en el ordeno y mando; pero en cuanto vio los excelentes ingresos que generaba el negocio, se sumó a tu fuerza emprendedora y pronto la Delegación Sureste fue uno de los ojitos derechos de la Central en España. Hasta cuatro Seat 850 había aparcados a las puertas del domicilio-oficina donde residíamos por aquel entonces. Y el señor de la casa tuvo el capricho de un MG que poco menos rompía la barrera del sonido, a tenor de cómo pisaba el acelerador…

¡Cómo se celebraban los nuevos diseños «rompedores», los nuevos utensilios que jamás acababan de completar las infinitas necesidades de una cocina moderna! Todo discurría a pedir de boca, gracias, madre, a tu capacidad infinita para la dirección y a tu don de gentes que te permitía seducir al lucero del alba, y en eso hacías una pareja envidiable con tu hombre, quien, entre tantas mujeres, galleaba como un don Juan pasadito de años, pero donoso en sonrisas, miradas delicuescentes y labia amoscatelada. La historia de adúlteros amores clandestinos se resolvió merced al oportuno infarto que a punto estuvo de dejarte viuda y a nosotros benditos huérfanos; pero como no hay mal que por bien no venga, una amenaza desestabilizadora de tal calibre fue seguida por una promoción a una zona más amplia, razón por la que hubisteis de cambiar el domicilio y la sede de la zona a Alicante.

Yo seguía en la Residencia, y no seguí muy de cerca el tiempo del descalabro, cuando llegaron los desencuentros entre la Central de España y vosotros, a cuenta de las cuentas, claro, que, en el mundo de los negocios es lo que determina el ser o no ser, el estar o no estar, el sobrevivir o el salir por piernas, camino de otro destino o ventura o rutina… Lo que está claro es que de donde sale más que se ingresa solo se sigue la quiebra, y no se ha de haber estudiado Economía para saberlo. Y tanto tú, madre, como tu marido, habéis sido muy «rumbosos» siempre, con esa alegría de quien ha pasado privaciones y no se ha podido permitir nunca el más mínimo lujo. Puestas en claro las cuentas y lo gastado, estaba claro que el negocio se había ido a pique, y que tu marido hubo de pedir el reingreso en el Ejército y tú acompañarlo a su nuevo destino, ¡imagino con qué frustración y congoja!

Pues eso, madre, que una época tan intensa de tu vida, tan trascendental, por lo que sucedió años más tarde, acaba de cerrar su aventura comercial, y a mí me ha dado por rendirte este breve homenaje a tu fortaleza, tu empuje y tu dignidad, para sobresalir y defenderte con tanta entereza en un mundo de hombres como antes eran los hombres. Acaso algún día, si el tiempo es generoso con este septuagenario, convierta esa época en una narración más extensa, la que tú te merecerías. Un beso, madre.

jueves, 19 de septiembre de 2024

El hastío, hastial especular de la soberanía popular de la que se burla la política mal entendida…

Obra de Ponciano Ponzano
 

…o  cómo alejar a los ciudadanos de su casa soberana para amarrarse al Poder. 

Reconozco que nuestra irrealidad política me supera. Me confieso sin armas, más allá de la sindéresis y el tradicional sentido común, amén de la experiencia de casi cincuenta años prestándole una privilegiada atención que no me ha deparado, al cabo, sino el fruto borde del desencanto,  para orientarme en el amargo maremágnum en que lleva instalada nuestra vida pseudopolítica, agravada desde la llegada heterodoxa al Poder de quienes han hecho del Todovalismo el único discurso para mantenerse en él contra viento, marea, votos y, sobre todo, principios que se decía defender como fronteras sólidas de nuestra vida en común como Estado de derecho.

Lo público, aquel procomún que antes justificaba una vida de servicio a los demás, compatible con una sólida formación individual y, en muchos casos, el correspondiente prestigio académico, ha devenido un pesebre particular donde engordan los oportunistas sin oficio ni beneficio, y cuyo único mérito es el de la adulación a la jerarquía del partido que controla la libre ejecución de los Presupuestos, en cuyas numerosas partidas siempre encuentran acomodo las aspiraciones de quienes forman la tupida red de intereses que sostienen a un partido o coalición en el Poder.

Es evidente, menos para quienes doblan sus rodillas por la devota presión de la idolatría partidaria, que la degradación de nuestro sistema democrático ha alcanzado unos niveles de deterioro difícilmente imaginables no hace ni una década, en un proceso similar, si no idéntico, al sufrido por la comunidad autonómica catalana desde que las luchas contra los recortes sociales del gobierno de Convergència i Unió se convirtieron, por arte de birlibirloque, en el prusés para la independencia. El mismo malabarismo trilero del incompetente artur mas lo estamos sufriendo ahora con el federalismo plurinacional con que el perdedor de las últimas elecciones generales, Su Excelencia «el exhumador»,  ha desarrollado un plan de gabardina reversible para, como el camaleón, cambiar de principios y de color, de modo que la ingeniería mediática que lo avala convenza a sus votantes de que Rebelión en la granja es una novela subversiva que ha de ser prohibida como lo que es: la santa patrona de los bulos, contraria a la memoria histórica canónicamente establecida por quienes mandan.

¡Qué agotamiento!, el de la atención, continuada o intermitente, a las tropelías, el nepotismo, las arbitrariedades, los caprichos, los engaños masivos, la invasión sectaria de las instituciones supuestamente «de todos», las venganzas, las esquilmaciones de las arcas públicas, el uso egoísta de los bienes del Estado, la necesidad narcisista de Su Excelencia de ser aplaudido y aclamado, a imitación de su  Consejo de Mininistros… No hay día sin un escándalo de la arbitrariedad con el que desayunarnos resignadamente, porque la destrucción del Estado para nadie es plato de buen gusto, y ningún español puede alegrarse de que el Reino de España haya sido puesto en almoneda por quien con más compromiso y ahínco debiera conservarlo como se lo legaron las generaciones anteriores- Cualquier bocazas secesionista a quien la ley electoral le da la representatividad de la soberanía nacional que no tiene echa su cuarto a espadas para ensanchar con su daga la herida de la división, bajo la complaciente mirada de quien en ellos se sustenta ejecutivamente.

Hemos atravesado los siglos venciendo  todo tipo de desafíos, y es muy posible que nos sucedan generaciones nuevas que desbaraten tan sombríos planes como los autocráticos que se ciernen como oscuros nubarrones cainitas sobre nosotros, pero confieso que, a mí al menos, me pillan devastado por la necedad, la ignorancia y la nefasta religiosidad «civil» que ocupan el primer plano de la actualidad pseudopolítica. Hacia donde vuelva la vista no hallo sino campanudos heraldos de la mediocridad que anuncian con sus pífanos horrísonos el paso altivo del escritor que no escribe, del gobernante que no gobierna, del cum laude regalado, del mentiroso contumaz, del contaminador ecológico y del enamorado pichón que pone firme al Estado en defensa de su pichona…

Los regímenes totalitarios no triunfan por la fuerza. Triunfan porque se apoyan en la mediocridad, ¡tan extendida!, con la que conectan íntimamente y que siempre les provee de «cuadros» dispuestos a defender con uñas y dientes el Régimen que es su pan (aunque sea escaso…) y el de sus hijos. ¡Qué gran país, España, si hubiera una oposición digna de él! La esperanza es lo último que se pierde, sí; pero cuando la vemos tan maltratada y hecha jirones, nos entran todas las dudas y los temores en el cuerpo.

 

 

         

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Fuertev(i)entura, el descubrimiento; Lanzarote, el descanso.

Reivindicación del turista en estos tiempos de estigma e impostura.

          Confieso que me ha costado lo mío planificar las minivacaciones a que las responsabilidades de todo un año me hacían acreedor, no tanto por la ausencia de destinos cuanto por el rechazo que la figura del «turista» suscita entre cierto pensamiento mágico-siniestro que cree poder prescindir alegremente de una bendición económica que supone casi el 13% del PIB de nuestro país, dotado como pocos, por sus bellezas naturales, monumentos históricos, gastronomía y tradiciones populares seculares a atraer visitantes. Con esa prevención en mente, y tras dos semanas de intensa dedicación familiar, mi Conjunta y yo decidimos escoger algo que pudiéramos descubrir y algo que, ya conocido, nos permitiera la vida muelle del descanso merecido.

          Nos repartimos, así pues, entre Fuertev(i)entura y Lanzarote. Cualquiera que haya viajado por Fuertev(i)entura entenderá el paréntesis que hace honor a una característica climática, el viento, que nos acompañó incansablemente a lo largo de los cuatro días que estuvimos en la isla acaso menos turística de todas las del archipiélago, pero que, para nosotros, fue todo un descubrimiento, fundamentalmente por nuestra inveterada afición a las playas salvajes en las que no siempre la contemplación estética va acompañada de la satisfacción sensual del baño reparador. Instalados en el norte, en El Cotillo, un pequeño pueblo en plena expansión turística, pero aún tranquilo y con mayoritaria población nativa, no tardamos ni siquiera medio día de aclimatación para iniciar recorridos que nos llevaran a ver los atractivos de la isla, como el famoso volcán apagado Calderón Hondo, hasta cuyo cráter llegamos tras una excursión en la que nos vimos literalmente «asediados» por ardillas cuya presencia, dada la ausencia de arbolado en muchísimos quilómetros a la redonda, nos intrigó lo suyo. Como todo tiene una explicación, somos los odiados turistas, al parecer, los que alimentamos a esa especie invasora cuyos primeros ejemplares llegaron en 1965 que han crecido hasta el millón actual, en toda la isla, pues las volvimos a ver en la otra punta de la larga isla, Morro Jable, quizás la parte más turística, aunque con playas extraordinarias y quilométricas capaces de albergar cien veces más el número de turistas actuales. 



Nuestra base de operaciones norteña tenía suficientes alicientes, como el impresionante Parque Natural de las Dunas de Corralejo donde nuestro amigo Eolo nos impidió el baño, pero nos permitió la caza fotográfica. Ahí tampoco, a pesar de algunos edificios turísticos lamentables, sentimos que, como turistas, fuéramos mal recibidos, algo que no ocurrió en ningún momento en los ocho días que estuvimos en las islas. 



Nada que ver con otros espacios menos amplios y masificados como la Costa Brava catalana, con calas como la de Aigua Blava, con control de acceso, al estilo de lo que ocurre en ciertas calas de las Baleares, de Palma e Ibiza. En Fuertev(i)entura es raro sentirse en un destino masificado, excepción hecha de la parte sur, de Morro Jable, adonde se llega tras un largo viaje por carreteras de toda condición y paisajes bien hermosos. En el paseo marítimo de Morro Jable fue donde descubrimos que Willy Brandt fue de los primeros mandatarios europeos en descubrir la isla, todavía en tiempos de Franco, y hay fotos de la Guardia Civil del dictador rindiendo honores al Todopoderoso líder de la socialdemocracia alemana y europea, el padrino de Felipe González, a cuyo partido, el PSOE, ayudó económicamente, del mismo modo que proyectó internacionalmente la figura del joven líder sevillano. Brandt convivió con los pescadores e hizo excursiones turísticas a lomos de asnos por tortuosos caminos de tierra. Y siempre fue fiel a los encantos de esta isla que, geológicamente, fue la primera en emerger de este archipiélago con el que se asocia el mito platónico de la Atlántida.



          Cada isla es distinta, y en Fuertev(i)entura conviven dos paisajes de opuesta tonalidad: el oscuro de las piedras volcánicas, como las costas próximas a El Cotillo, el paraíso, por cierto, de los turistas en caravana que se extienden por todas esas costas salvajes de piedras, como las muy hermosas que rodean el Faro de Tostón, y el blanquecino amarillento de las dunas que, en según qué lugares, cruzan las carreteras sin llegar a impedir el tránsito, aunque, en tiempos de vendaval, bien pudiera ser que ocurriera. Los pueblos de la isla que fuimos conociendo, con edificios que usualmente no sobrepasan las dos alturas, se extienden hermosos y limpios como manchas blancas sobre el terreno, si vistos desde la lejanía, y en sus desérticos centros de población destaca una idéntica estructura en los templos y el poco movimiento de personas, y daba igual la hora. Si en algún espacio se tiene sensación de relajación y ausencia absoluta de estrés, es en localidades como La Oliva, Antigua, Tindaya, Casillas del Ángel o Pájara. Corralejo, con su puerto, donde tomamos el Ferry para pasar a Lanzarote ya tiene más estructura de pueblo costero al uso de España, pero, aun así, es incomparable con localidades similares de la península como la masificada Mazarrón en la hermosa costa de Águilas, otro de esos descubrimientos, el parque natural de Cabo Cope y Puntas del Calnegre, que justifican el turismo por nuestro país en justo reconocimiento a sus bellezas.

          Cuatro días dan mucho de sí, pero con ellos no se agota una isla cuya costa occidental, excepto El Cotillo, hubimos de dejar para otra ocasión que, si la salud no lo impide, figura ya entre los proyectos a medio plazo; máxime si, tras las excursiones del día, descontamos las horas de retiro que nos gusta dedicar al descanso, la lectura, la cena frugal de fruta y yogur en la habitación del hotel (muy acogedor el que escogimos al azar, Hotel Coral Beach, con un trato exquisito y unas instalaciones renovadas y cómodas) y, si se tercia, alguna película de Filmin en el móvil…





          A Lanzarote fuimos como jubilados usamericanos a Miami: sol, playa, descanso y confort. Por primera vez en cincuenta y un años de viajes, tras haberlos hecho de todo tipo; camping con tienda canadiense; remolque, pensiones, hostales, hoteles y apartamentos, quise darle una alegría a mi Conjunta y escogí, para la calma chicha de la playa a la que no faltamos un solo día de los cuatro que en él estuvimos, un hotel de cinco estrellas, con una parte de la instalación reservada solo para adultos, es decir, sin familias con niños ni mascotas…, con su piscina privada y dos tanques de jacuzzi… El «club» selecto incluía un té espléndido, con tres bandejas de «nutrientes», desde lo saldo hasta lo dulce, y, después,  barra libre de bebidas. Como siempre nos pasa, solo un día usamos el servicio de té, y ninguno el de las bebidas, pero la tranquilidad de una habitación con salita y una terraza donde leer con absoluto silencio nos pareció impagable. En el fondo, se trataba de un lujo a imitación del de la jet, pero a la altura de la clase media que, alguna vez, hace el esfuerzo para llegar adonde usualmente ni se le ocurre ir. Por cierto, en esos días coincidimos en el hotel y, después, en un restaurante, con un inconfundible ministro canario de Rajoy. La Playa Dorada, aun siendo de las pocas «blancas» de los alrededores, y de tener numerosos bañistas, permitía estar de forma holgada, y, a mí, refugiarme junto a unas rocas que proyectaban su sombra para poder seguir la entretenida lectura del libro sobre los lugares comunes de Léon Bloy, aun escociéndome que representara, indirectamente, en esos días, a la figura del burgués a quien desprecia, insulta y de quien abomina a lo largo de todo el libro, si bien he de decir que el violento escritor se refiere más a la mentalidad burguesa filistea, de la que, ¡por suerte!, creo andar lejos.

          La necesidad de descanso, la pereza que promueve el confort y nuestra excelente predisposición hacia el dolce far niente ilustrado no impidieron que hiciéramos una breve excursión a pie hasta los acantilados de la Playa Papagayo, ubicada en el  Parque Natural de los Ajaches. Podríamos haber ido uno de los días, pero la comodidad del paseo de quince minutos del hotel hasta Playa Dorada      nos convenció de ahorrarnos una buena caminata cuyo retorno, dado que, por precaución, no solemos estar más de una hora en la playa, hubiera sido, bajo el sol justiciero que tuvimos los cuatro días, un auténtico calvario. La belleza de esas playas vírgenes es, per se, motivo suficiente para acercarse a ellas, y hay quienes las califican como las playas más bellas de España, que ya es decir, con las playas que tenemos la suerte de disfrutar en nuestro privilegiado litoral.

                               

          Salí con la prevención del turista molesto que contribuye a la degradación del territorio, pero desde el mismísimo primer día que aterrizamos en Fuertev(i)entura supe que mi generosidad en el gasto contribuía poderosamente al desarrollo y mejora del nivel de vida de las personas que viven en él. Y eso siempre me ha parecido que un turista responsable ha de hacerlo: ser generoso en el gasto. Para tan pocos días como uno está conociendo realidades distintas de la propia, no se puede ni se debe escatimar. Lo segundo que ha de hacer el turista consciente es respetar los entornos y no contribuir ni a su suciedad ni a su degradación, y tratar de dejar la menor huella posible de su paso, excepción hecha de las fotografías que tan hermosos lugares como estas dos islas invitan a coleccionar abundantemente.

          Dejamos a otros el turismo de aventura. La nuestra ha sido ver con ojos vírgenes espacios también vírgenes y poco frecuentados, sin perder de vista la civilización de la urbanidad y el respeto. Amigos tenemos que han estado viniendo a las islas año tras años y han pasado por todas las del archipiélago, y no me extraña.

 

 Finalmente, una curiosidad estética: un detalle de la primera estación del Vía Crucis pintado sobre piedra volcánica:


y una imagen de adonde nuestro amor a la lectura siempre nos lleva: