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Obra de Ponciano Ponzano |
…o cómo alejar a los ciudadanos de su casa soberana para amarrarse al Poder.
Reconozco que
nuestra irrealidad política me supera. Me confieso sin armas, más allá de la
sindéresis y el tradicional sentido común, amén de la experiencia de casi
cincuenta años prestándole una privilegiada atención que no me ha deparado, al
cabo, sino el fruto borde del desencanto, para orientarme en el amargo maremágnum en que
lleva instalada nuestra vida pseudopolítica, agravada desde la llegada
heterodoxa al Poder de quienes han hecho del Todovalismo el único discurso para
mantenerse en él contra viento, marea, votos y, sobre todo, principios que se
decía defender como fronteras sólidas de nuestra vida en común como Estado de derecho.
Lo público,
aquel procomún que antes justificaba una vida de servicio a los demás,
compatible con una sólida formación individual y, en muchos casos, el correspondiente
prestigio académico, ha devenido un pesebre particular donde engordan los
oportunistas sin oficio ni beneficio, y cuyo único mérito es el de la adulación
a la jerarquía del partido que controla la libre ejecución de los Presupuestos,
en cuyas numerosas partidas siempre encuentran acomodo las aspiraciones de
quienes forman la tupida red de intereses que sostienen a un partido o
coalición en el Poder.
Es evidente,
menos para quienes doblan sus rodillas por la devota presión de la idolatría
partidaria, que la degradación de nuestro sistema democrático ha alcanzado unos
niveles de deterioro difícilmente imaginables no hace ni una década, en un
proceso similar, si no idéntico, al sufrido por la comunidad autonómica catalana
desde que las luchas contra los recortes sociales del gobierno de Convergència
i Unió se convirtieron, por arte de birlibirloque, en el prusés para la
independencia. El mismo malabarismo trilero del incompetente artur mas lo
estamos sufriendo ahora con el federalismo plurinacional con que el perdedor de
las últimas elecciones generales, Su Excelencia «el exhumador», ha desarrollado un plan de gabardina
reversible para, como el camaleón, cambiar de principios y de color, de modo
que la ingeniería mediática que lo avala convenza a sus votantes de que Rebelión
en la granja es una novela subversiva que ha de ser prohibida como lo que
es: la santa patrona de los bulos, contraria a la memoria histórica
canónicamente establecida por quienes mandan.
¡Qué
agotamiento!, el de la atención, continuada o intermitente, a las tropelías, el
nepotismo, las arbitrariedades, los caprichos, los engaños masivos, la invasión
sectaria de las instituciones supuestamente «de todos», las venganzas, las
esquilmaciones de las arcas públicas, el uso egoísta de los bienes del Estado,
la necesidad narcisista de Su Excelencia de ser aplaudido y aclamado, a
imitación de su Consejo de Mininistros… No
hay día sin un escándalo de la arbitrariedad con el que desayunarnos
resignadamente, porque la destrucción del Estado para nadie es plato de buen
gusto, y ningún español puede alegrarse de que el Reino de España haya sido
puesto en almoneda por quien con más compromiso y ahínco debiera conservarlo
como se lo legaron las generaciones anteriores- Cualquier bocazas secesionista
a quien la ley electoral le da la representatividad de la soberanía nacional
que no tiene echa su cuarto a espadas para ensanchar con su daga la herida de
la división, bajo la complaciente mirada de quien en ellos se sustenta ejecutivamente.
Hemos
atravesado los siglos venciendo todo
tipo de desafíos, y es muy posible que nos sucedan generaciones nuevas que
desbaraten tan sombríos planes como los autocráticos que se ciernen como
oscuros nubarrones cainitas sobre nosotros, pero confieso que, a mí al menos,
me pillan devastado por la necedad, la ignorancia y la nefasta religiosidad «civil»
que ocupan el primer plano de la actualidad pseudopolítica. Hacia donde vuelva
la vista no hallo sino campanudos heraldos de la mediocridad que anuncian con
sus pífanos horrísonos el paso altivo del escritor que no escribe, del
gobernante que no gobierna, del cum laude regalado, del mentiroso contumaz, del
contaminador ecológico y del enamorado pichón que pone firme al Estado en
defensa de su pichona…
Los regímenes
totalitarios no triunfan por la fuerza. Triunfan porque se apoyan en la
mediocridad, ¡tan extendida!, con la que conectan íntimamente y que siempre les
provee de «cuadros» dispuestos a defender con uñas y dientes el Régimen que es
su pan (aunque sea escaso…) y el de sus hijos. ¡Qué gran país, España, si
hubiera una oposición digna de él! La esperanza es lo último que se pierde, sí;
pero cuando la vemos tan maltratada y hecha jirones, nos entran todas las dudas
y los temores en el cuerpo.
"Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".
ResponderEliminarRebelión en la granja debiera ser libro de obligada lectura y estudio en todo estado que se preciara de democrático..., pero no, todo lo contrario, es un texto maldito y medio oculto... Pasa como con esos escritores famosísimos como Platón, Aristóteles y tantos otros, todo el mundo los conoce, pero son los menos de muy pocos los que han leído sus libros...
Hace tiempo que estoy total y lamentablemente convencido, yo que fui un represaliado de aquel "regimen"..., de que había mucha más libertad entonces que en la actualidad... Que se lo pregunten a Boadella sin ir más lejos...
Los antiEstado han tomado las riendas del gobierno...y España, como nación, está en grave peligro de desaparición...
Mas así se escribe la historia.
Schopenhauer, filósofo alemán, si hubiera nacido hoy, sería polaco... Las fronteras cambian de continuo... De España se dirá en un futuro aquello de que "entre todos la mataron"... Será parte de la letra del himno póstumo, creado por un nostálgico, de la única nación del mundo que jamás pudo poner letra a su himno ni orden en su territorio...
Salud
14 de septiembre de 2014 domingo
ResponderEliminarEl esputo de Leviatán
El esclavo ya horro
A pesar de mi buen fondo, y superficie, solidarios, siempre me separó de los partidos autodenominados –en un lamentable ejercicio de ficción– de izquierda el afán totalizador con que pretenden, desde la patrimonialización de la razón, organizar la sociedad, y, sobre todo, su culto al trabajo y la canonización del trabajador como el héroe de la Historia. Siempre he odiado el trabajo, porque cuando este realmente lo es, forzoso, primumvivérico, es la prístina maldición de Caín.
28 de Septiembre de 2024, domingo
Ánimo.