jueves, 19 de septiembre de 2024

El hastío, hastial especular de la soberanía popular de la que se burla la política mal entendida…

Obra de Ponciano Ponzano
 

…o  como alejar a los ciudadanos de su casa soberana para amarrarse al Poder. 

Reconozco que nuestra irrealidad política me supera. Me confieso sin armas, más allá de la sindéresis y el tradicional sentido común, amén de la experiencia de casi cincuenta años prestándole una privilegiada atención que no me ha deparado, al cabo, sino el fruto borde del desencanto,  para orientarme en el amargo maremágnum en que lleva instalada nuestra vida pseudopolítica, agravada desde la llegada heterodoxa al Poder de quienes han hecho del Todovalismo el único discurso para mantenerse en él contra viento, marea, votos y, sobre todo, principios que se decía defender como fronteras sólidas de nuestra vida en común como Estado de derecho.

Lo público, aquel procomún que antes justificaba una vida de servicio a los demás, compatible con una sólida formación individual y, en muchos casos, el correspondiente prestigio académico, ha devenido un pesebre particular donde engordan los oportunistas sin oficio ni beneficio, y cuyo único mérito es el de la adulación a la jerarquía del partido que controla la libre ejecución de los Presupuestos, en cuyas numerosas partidas siempre encuentran acomodo las aspiraciones de quienes forman la tupida red de intereses que sostienen a un partido o coalición en el Poder.

Es evidente, menos para quienes doblan sus rodillas por la devota presión de la idolatría partidaria, que la degradación de nuestro sistema democrático ha alcanzado unos niveles de deterioro difícilmente imaginables no hace ni una década, en un proceso similar, si no idéntico, al sufrido por la comunidad autonómica catalana desde que las luchas contra los recortes sociales del gobierno de Convergència i Unió se convirtieron, por arte de birlibirloque, en el prusés para la independencia. El mismo malabarismo trilero del incompetente artur mas lo estamos sufriendo ahora con el federalismo plurinacional con que el perdedor de las últimas elecciones generales, Su Excelencia «el exhumador»,  ha desarrollado un plan de gabardina reversible para, como el camaleón, cambiar de principios y de color, de modo que la ingeniería mediática que lo avala convenza a sus votantes de que Rebelión en la granja es una novela subversiva que ha de ser prohibida como lo que es: la santa patrona de los bulos, contraria a la memoria histórica canónicamente establecida por quienes mandan.

¡Qué agotamiento!, el de la atención, continuada o intermitente, a las tropelías, el nepotismo, las arbitrariedades, los caprichos, los engaños masivos, la invasión sectaria de las instituciones supuestamente «de todos», las venganzas, las esquilmaciones de las arcas públicas, el uso egoísta de los bienes del Estado, la necesidad narcisista de Su Excelencia de ser aplaudido y aclamado, a imitación de su  Consejo de Mininistros… No hay día sin un escándalo de la arbitrariedad con el que desayunarnos resignadamente, porque la destrucción del Estado para nadie es plato de buen gusto, y ningún español puede alegrarse de que el Reino de España haya sido puesto en almoneda por quien con más compromiso y ahínco debiera conservarlo como se lo legaron las generaciones anteriores- Cualquier bocazas secesionista a quien la ley electoral le da la representatividad de la soberanía nacional que no tiene echa su cuarto a espadas para ensanchar con su daga la herida de la división, bajo la complaciente mirada de quien en ellos se sustenta ejecutivamente.

Hemos atravesado los siglos venciendo  todo tipo de desafíos, y es muy posible que nos sucedan generaciones nuevas que desbaraten tan sombríos planes como los autocráticos que se ciernen como oscuros nubarrones cainitas sobre nosotros, pero confieso que, a mí al menos, me pillan devastado por la necedad, la ignorancia y la nefasta religiosidad «civil» que ocupan el primer plano de la actualidad pseudopolítica. Hacia donde vuelva la vista no hallo sino campanudos heraldos de la mediocridad que anuncian con sus pífanos horrísonos el paso altivo del escritor que no escribe, del gobernante que no gobierna, del cum laude regalado, del mentiroso contumaz, del contaminador ecológico y del enamorado pichón que pone firme al Estado en defensa de su pichona…

Los regímenes totalitarios no triunfan por la fuerza. Triunfan porque se apoyan en la mediocridad, ¡tan extendida!, con la que conectan íntimamente y que siempre les provee de «cuadros» dispuestos a defender con uñas y dientes el Régimen que es su pan (aunque sea escaso…) y el de sus hijos. ¡Qué gran país, España, si hubiera una oposición digna de él! La esperanza es lo último que se pierde, sí; pero cuando la vemos tan maltratada y hecha jirones, nos entran todas las dudas y los temores en el cuerpo.

 

 

         

No hay comentarios:

Publicar un comentario