martes, 18 de marzo de 2025

La Cripta de la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló, una visita obligada.

 



Una iglesia insólita e inacabada de Gaudí en el corazón del Baix Llobregat.

 

          Cuanto más cerca tienes una obra de arte, a veces pasa el tiempo sin acordarte de ir a visitarla. A Montserrat tardé más de cincuenta años en ir porque me echaba para atrás el proverbio popular: No és ben casat qui no ha estat a Montserrat, aunque, civilmente, sigo manteniendo mi soltería documental. En compañía de dos buenos amigos, José Luis y Rosamari, hicimos, finalmente, una travesía largos años pospuesta, por razones y por sinrazones: ir desde su casa en Cornellá hasta el santuario en Santa Coloma de Cervelló caminando a través de esa fértil comarca que es el Baix Llobregat. Aunque el recorrido no es en modo alguna una sucesión de paisajes espectaculares, dada la mezcla de terrenos agrícolas, industriales y poderosas vías de circulación de vehículos que atraviesan esos parajes, la compañía de la amistad es siempre el más poderoso de los alicientes y la mayor fuente de satisfacciones. Nada como la buena compañía y la mejor conversación para hacer el camino. El pan y el agua ya lo tomaríamos después, porque habíamos reservado mesa para comer en la fonda de la Colonia Güell, de la que la actual cripta fue, en principio, diseñada como iglesia, del mismo modo que hay en ella teatro, restaurante, escuela, ateneo y las casas correspondientes, algunas de extraordinaria factura, lo que viene a constituir un minipueblo al servicio de una explotación textil. Aunque Gaudí diseñó el conjunto, obra suya es solo la cripta, que no llegó a acabarse como iglesia, porque a la muerte de Güell, sus herederos desistieron, lamentablemente. Las edificaciones de la colonia fueron obra de los ayudantes de Gaudí: Francesc Berenguer construyó la Cooperativa (con Joan Rubió) y la Escuela (con su hijo Francesc Berenguer i Bellvehí). Joan Rubió construyó diversas casas particulares, como Ca l'Ordal  y Ca l'Espinal. Francesc Berenguer construyó asimismo el Centro Cultural Sant Lluís y la Casa parroquial. Actualmente, todo el conjunto es un Bien de interés cultural y Patrimonio histórico de España, y es un auténtico placer pasearse por su reducido perímetro y disfrutar de esas edificaciones mencionadas anteriormente, en las que domina el ladrillo y, fundamentalmente, la imaginación, muy cercana a la modernista del maestro, quien dedicó unos esfuerzos creativos a la futura iglesia que constituyeron como un banco de pruebas para soluciones arquitectónicas y decorativas que luego plasmaría en la Sagrada Familia.

          La cripta, el monumento más destacado de la antigua colonia fabril, permite ver en esbozo las líneas generales de lo que hubiera sido una iglesia levantada con la voluntad de integrarse en el entorno natural, un pequeño montículo en la que destacaría de un modo que, de haberse construido, hubiera sido, sin duda, una obra tan visitada, o más, que la propia Sagrada Familia. Lo construido está tan lleno de detalles sorprendentes y de arquitecturas desafiantes que el visitante apenas tiene respiro. No es una bóveda, un pórtico, la forja de una ventana, esta o aquella cerámica o las magnificentes pilas del agua bendita, el altar, la escalera lateral o las columnas que parecen desafiar los principios elementales de la gravedad… 

  Es una obra artística, está claro, pero, al tiempo, una obra espiritual que apela más a los sentidos que al diálogo íntimo: sorprendido y conmovido, el fiel que en ella entra debe «sentir», imagino, su religión como una bendición sensual: formas, colores, materiales…, todo invita a la comunión de los sentidos con una religión sacrificial de cuyo fundamento trágico no hay ni rastro en la belleza del espacio donde ni sé ya si se siguen celebrando ritos religiosos, aunque quiero creer que sí, que la «función» primigenia del lugar aún se mantiene.




        Nosotros éramos turistas locales, y yo un poco avergonzado por mi tardanza en venir a disfrutar de tantísimos detalles que no se agotan en una sola visita, cierto, porque no hay rincón en el que Gaudí no haya pensado son su singular imaginación desbordante, y no es menos cierto que una visita no guiada dista mucho de tener una experiencia completa, porque todo el lugar alberga un simbolismo al que el arquitecto barcelonés era adicto. Algunos de ellos son evidentes, y forman parte de una tradición cristiana que podemos reconocer quienes hemos sido criados en su seno, pero no quiero ni saber lo perdidos que andarán quienes se hayan deseducado ya en ciertas materias como la historia de las religiones, por ejemplo. El pasmo es idéntico para todos, sin embargo, porque cuesta creer que un ser tan aparentemente austero, humilde y religioso como Antonio Gaudí tuviera dentro semejante estallido de voluptuosidad, porque de ella cabe hablar cuando uno va pasando revista a los cientos de detalles que observa en un espacio tan relativamente reducido.

          Lo que está claro es que la Cripta de Gaudí es un jardín fotográfico en el que cazar detalles en cada dirección que uno gire la vista, siempre sorprendida por lo que ve. Y afecta a todo: paredes, columnas, suelo, ventanas, mobiliario, pomos, rejas… Añado una pequeña muestra de algunos de esos detalles que uno se lleva en la cámara como si nadie más los hubiera visto, aunque todos acabamos fijándonos en los mismos.

          La visita a la Colonia permite respirar un aire de tranquilidad excepcional, y, aunque la Colonia sufrió el asalto de las milicias republicanas, el conjunto no tardó en ser reconstruido y conservado como lo que es: la oportunidad única de contemplar la feliz unión del esfuerzo empresarial y el mejor arte de la época. Cataluña tuvo una industria textil que favoreció la creación de este tipo de instalaciones, algo más elaboradas, arquitectónicamente, de la que vimos en Novecento, de Bertolucci, por ejemplo, como las del curso superior del Llobregat: las colonias Rosal, Vidal y Viladomiu, cuya visita aún tengo pendiente.




         


          Y una pequeña muestra de esos edificios modernistas que han 

dado notoriedad universal a la ciudad de Barcelona:



 








2 comentarios:

  1. Querido Juan Poz,

    Tu crónica sobre nuestra visita a la Cripta de Gaudí en la Colonia Güell me ha transportado de nuevo a ese día maravilloso que compartimos. Como profesor de literatura jubilado y amante de la fotografía, no puedo evitar sentirme conmovido por tu descripción tan vívida y poética de nuestra experiencia.

    Me has hecho sonreír al recordar cómo decidimos emprender esa "travesía largos años pospuesta". Tienes razón, la compañía de buenos amigos convierte cualquier camino en una aventura memorable. Nuestra caminata desde Cornellà hasta Santa Coloma de Cervelló, a través del Baix Llobregat, fue un testimonio de cómo la amistad puede transformar lo cotidiano en extraordinario.

    Tu reflexión sobre cómo a veces tardamos en visitar las maravillas que tenemos cerca me ha llegado al alma. Como vecino de Cornellà, me siento un poco avergonzado de haber tardado tanto en descubrir este tesoro arquitectónico tan próximo. Tu descripción de la Colonia Güell como un "minipueblo" al servicio de una explotación textil captura perfectamente la esencia de este lugar único.

    Tu análisis de la Cripta como un "banco de pruebas" para las futuras creaciones de Gaudí en la Sagrada Familia es fascinante. Como aficionado a la fotografía, no pude evitar quedar maravillado por cada detalle, cada ángulo, cada juego de luz que Gaudí plasmó en este espacio. Tu descripción de la cripta como un "jardín fotográfico" resonó profundamente conmigo.

    Me has hecho reflexionar sobre cómo la obra de Gaudí trasciende lo meramente arquitectónico para convertirse en una experiencia espiritual y sensorial. Tu observación sobre cómo el fiel debe "sentir" su religión en este espacio me parece especialmente acertada, y me recuerda a mis propias exploraciones.

    Juan, tu crónica no solo ha capturado la belleza y el significado de la Cripta de Gaudí, sino también la esencia de nuestra amistad y el placer de compartir descubrimientos. Me has hecho revivir ese día de primavera, la conversación animada, las miradas de asombro compartidas y la satisfacción de una buena comida en la fonda de la Colonia Güell.

    Gracias por plasmar tan bellamente nuestra experiencia. Tu escrito es un testimonio de cómo el arte, la amistad y el descubrimiento pueden entrelazarse para crear momentos verdaderamente memorables.

    Con cariño y gratitud,
    Joselu

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    1. Querido Jose, amistad con amistad se paga, tú lo sabes bien, y no hay bien mejor sobre la tierra. Esta crónica de aquella jornada que también, por imperativos de la vida, ha sido muchas veces pospuesta, ve hoy la luz como acto de reparación. Hela, que viene saltando por las montañas de mis absurdos quehaceres... Gracias por tu acogida.

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