viernes, 19 de diciembre de 2025

«La mujer nerviosa», de Manuel Segura, diplomado en Alta Psicología y Metapsíquica Experimental.

 

Un curioso manual práctico de exoayuda psicológica de 1960.

 

          De repente, y donde menos imagino, no salta liebre alguna, sino un libro sin cubiertas que la curiosidad me lleva inmediatamente a abrir para descubrir su título y la autoría: La mujer nerviosa por Manuel Segura. Diplomado en Alta Psicología y Metapsíquica Experimental. Publicado por la Editorial Mensaje, ubicada, en su tiempo, en la calle Vallespir, 39 de Barcelona, y hoy desaparecida, como compruebo tras una infructuosa búsqueda en el ISBN y en el buscador de Google. Sí descubro que la metapsíquica fue fundada por Charles Richet, Premio Nobel de Medicina en 1913 por sus estudios sobre la anafilaxia. El término fue sustituido después por el de parapsicología, creado por Max Dessoir. La verdad es que la figura de Richet da como para hacer una digresión de urgencia, dada su afición a la eugenesia y al supremacismo racial blanco. Participó en alguna sesión con la célebre médium Eusapia Paladino, otra que tal baila, pero yo estoy comprometido con este estudio sobre la mujer nerviosa que, nada más comenzar a leer, prometía mucho, dadas las referencias que menciona el autor: Siguiendo el compás científico que se inicia a comienzos de siglo dando a la «caracterología» forma unitaria ―Dilthey, Klages, etc.― avanzada y sintética, todos y cada uno de los diversos temas que son causa de «nerviosismo», se tratan en forma científica, amena y sobre todo muy eficaz. Dilthey es bien conocido, pero no sucede lo mismo con Ludwig Klages, el creador de la grafología como «ciencia» y de la caracterología, en cuyo ámbito de conocimientos publicó Wilhelm Reich un libro capital: Análisis del carácter.

          Tras esa sorpresa inicial, comenzó a molestarme el tono algo panfletario de la exposición, la deficiente escritura y cierta ufanía sobre el alcance práctico de la obra, un autobombo que parecía querer persuadir a las hipotéticas lectoras de que habían encontrado su Enquiridión psicológico, o poco menos:  Esta obra es a modo de inmenso espejo que refleja todos los «comos» (sic) y «porqués» del nerviosismo femenino, señalando los medios psíquicos de curarlo dentro de un estilo apasionante y amenísimo. Teniendo en cuenta que, como dice poco después, De cada diez mujeres, ocho son nerviosas, que es el título del capítulo primero, promete un remedio eficaz e insustituible para curar a esa mujer nerviosa a quien dedica a obra: Practicando la autosugestión consciente, el relajamiento mental y físico y los ejercicios convenientes de gimnasia psicofísica y complementando este tratamiento psíquico con lectura, deportes y otras normas psíquicas, cada caso de nerviosismo es reducido y suprimido rápidamente.

          Recurre, como no podía ser de otro modo, dada la Alta psicología de la que presume, al saber freudiano como guía analítica y práctica, aunque no tardaremos en ver de qué manera particular lo aplica: Toda la Psicoanálisis se fundó en la necesidad de hacer salir a la superficie de mente y alma esas emociones guardadas a fin de que al suprimirlas, suprimir también sus «complejos» anímicos  y sus síntomas físicos que revisten toda clase de dolencias y enfermedades fisiológicamente inexistentes. [El femenino para psicoanálisis es influencia catalana, lengua para la cual es palabra femenina]. Inmediatamente después nos avisa del poder de algunos factores extrapsicológicos: Siguiendo el reconocido principio de que «toda fuerza mayor sojuzga a la menor» y por ello todo nerviosismo no solo personal sino de cuantas personas la rodean, desaparecerá como por mágico efecto, frente a un pensar robusto en sentido digno, elevado, moral, noble y positivo; el tener siempre buenos y nobles pensamientos, buscando el bien en todos y nunca el exclusivamente propio, haciendo siempre el bien por el bien mismo y teniendo ardiente y expectativa fe en las propias energías y en la Divina Providencia, es instrumento maravilloso para «curar» radicalmente todo «nerviosismo» y también todo «complejo» y «neurastenia». Esa intervención religiosa que se aparta de los fundamentos teóricos desarrollados al principio irá adquiriendo mayor relieve a lo largo de la exposición, del mismo modo que, sin duda por la parte de la metapsíquica, recurrirá al método de la autosugestión, inventado por Émil Coué, un psicólogo anterior a la revolución freudiana, y en el que su mantra por excelencia: Tous les jours, à tous points de vue, je vais de mieux en mieux («Todos los días, en todos los sentidos, me va cada vez mejor») será propuesto como método de superación de esos nervios que tanto afectan a la mujer.

          No todos los «nervios» son iguales, de ahí que clasifique a las mujeres nerviosas en dos grandes grupos:  EL PRIMERO lo integran quienes NO SON NORMALES, entendiendo por tal a la que sufre de una mínima, a veces casi insignificante, carencia de su ajuste fisiológico o psíquico; a estas mujercitas los naturales contratiempos y dificultades de la vida las convierten rápidamente en «nerviosas». […] Es el otro grupo aquellas mujeres que SIENDO TOTALMENTE NORMALES, en cuerpo y espíritu, experimentan por azares de la vida, una o varias emociones tan deplorables e intensas que su equilibrio nervioso cede. La clasificación de Manuel Segura se funda en un análisis que plantea una relación interdependiente entre la psique y el físico, de tal manera que ciertos «defectillos» ―así los llama― determinan la aparición de los temidos «nervios» incapacitantes en la mujer. Veamos algunos de ellos: Cualquier «minusvalía» ( o sea, inferioridad, aunque leve y levísima) en el aspecto estético de la mujer, produce en esta una dolencia anímica.[…] Así, la mujer tartamuda, y conste que la tartamudez es grande afectada por la carencia de ajuste psíquico […] lo es en forma mucho más grave que el hombre, se supera mucho más difícilmente. […] Análogamente ocurre con la mujer demasiado baja (pequeñita), gruesa, delgada o alta. […] Son mujeres normales en apariencia, pero preocupadas allá en lo íntimo de sus almitas por ese «defectillo» que siempre las preocupa, y es o el ser muy pequeñas, o muy altas, delgadas como fideos o gruesas como tonelitos; y ese defecto estético las priva de su normal equilibrio nervioso por figurarse cuantas personas as rodean, las observan y critican y creer ha de obstaculizar su felicidad. […] Toda mujer que padezca de un defecto estético y visible será vacilante, tímida, triste y nerviosa. Luego los enumera crudamente: El ojo estrábico, desproporcionado o sustituido. La calvicie precoz. Los dientes deformes, amarillos o que faltan. Los granos o salpullidos del rostro. La carencia de estatura. El defecto de pronunciación.

          La represión freudiana es contemplada por el autor como un recurso que genera el complejo en la mujer: Si el agobio o tensión espiritual se repliega y compulsa a lo más íntimo del ser humano sin encontrar salida, el subconsciente termina por traducirla en una enfermedad, un trauma, un complejo. En consecuencia, lo propio es sacar a la superficie lo que esa represión entierra, para poder disminuir el sufrimiento: Existe el miedo anímico como conjunto y resumen de todo nerviosismo, complejo o neurosis; por ello EL CAMINO ACERTADO ES FOMENTAR, EDUCIÉNDOLA Y DESARROLÁNDOLA, LA SEGURIDAD EN SÍ MISMO, EL APLOMO Y LA FE. Y aunque vuelve a aparecer la fe religiosa en el Cristianismo como recurso de primer orden, no deja de reconocer el autor la verdad de ciertos recursos propios del psicoanálisis: La verdad casi maravillosa de dos normas psicológicas:Jamás pretender ocultar ni soslayar un defecto, bien sea fisiológico o anímico, sino declararlo valientemente y obrando con entera lealtad, para ti y frente a la vida, procurar dominarlo con cuantos medios estén a tu alcance. Nunca reprimir ningún sentimiento, sino analizarlo, estudiarlo, descubrirlo minuciosamente, en su cómo y su porqué, y luego remediarlo.

          Reconozco que no abusa de la verborrea metapsíquica, con raíces gnósticas, y que cuando lo hace parece haber un cierto aire de reconocimiento a la inteligencia y a la razón que se compadece con su preparación académica: Los nervios obedecen perfectamente a la razón y se disciplinan bajo el triple conjunto del alma, mente y cuerpo. Ya los antiguos metapsiquistas, con su idea esotérica del ternario, se refirieron a tal posibilidad, al tratar de los tres principios: activo, pasivo y neutro, y su triple conjunción para educir serenidad, porque, a fin de cuentas, el saber último que destila el libro se centra en lo siguiente: El descubrimiento psicológico llamado «equilibrar su vida». […] Consiste esta norma en trazar cada mujer su vida habitual de manera que deje cada día y cada semana un tiempo para: Sus tareas domésticas. Su trabajo, si lo tiene. Su afición favorita. El cuidado de su belleza y su espíritu. Su vida social. Su bienestar físico. En consecuencia, si la inteligencia dirige, orienta y enfoca la imaginación en su autosugestión consciente, el sentimiento se nutre de ideas altas y elevadas, y la voluntad disciplina el cuerpo físico, los nervios y la nerviosidad desaparecerán como por encanto, siendo sustituidos por una límpida y serena forma de ser, sentir y reaccionar que conducirá, con pasos seguros y firmes, por el ancho sendero de la dicha. […] Habremos alcanzado a donar a esa mujer el «corazón de oro» de que hablan esotéricamente las psicologías china e hindú. No obstante, en todo momento el autor recuerda los deberes religiosos como requisito fundamental pata cualquier curación, lo cual no deja de sonar a algo así como el recurso que evite que su obra sea considerada dentro del terreno de la superchería de lo que actualmente llamamos «parapsicología» o exploración de todos aquellos fenómenos aparentemente sin explicación racional, Por todo ello, la mujer debe disciplinar la mente […] cumpliendo los deberes religiosos puntual y fervorosamente; ocupándose de la vida del alma bajo guía de un buen padre espiritual.

          La parte sustantiva del libro, en tanto que manual explícito, es el de los ejercicios y buenos propósitos que la mujer nerviosa ha de llevar a cabo para poder «equilibrar su vida». Son un poco un cajón de sastre, y, como en las boticas, hay de todo, para mi sorpresa y para la de cualquiera que se atreva a leer esta obrita rara que, por la portada, debió de llamar lo suyo la atención en aquellos tiempos de puro franquismo en los que los «nervios», si exaltados, más requerían un exorcismo que una sesión de terapia. Comencemos, pues, con un ejercicio cercano al psicoanálisis, porque tiene los sueños como objetivo: Para el ejercicio número nueve es preciso acostarse y una vez rezadas las oraciones habituales y ante de dormirse leer lentamente por dos veces el relato consignado y escribir al despertar, al siguiente día, lo soñado nada más despertar y sin corrección alguna. […] El primero de esos relatos narra la odisea del cadáver de Evita Perón, que desconocía, aunque el relato es una mínima parte del relato real y estremecedor de la odisea del cadáver embalsamado de la líder peronista, que acaso exigiera o una narración muy creativa o un documental de lo esperpéntico. […] El segundo relato comienza con una ambigüedad solo propia de nuestro presente, jamás de los años 60: «Melina Ross fue siempre íntima de su amiga Lilian Cenier, y cuando pasados los años, ambas contrajeron matrimonio…».

          Como hablan por sí mismos con mayor elocuencia de la que yo pueda tener, reseño íntegra la prescripción de la «vida equilibrada» y luego los ejercicios de relajación:

Plan de vida equilibrada:

Diariamente, las tareas propias del estudio, profesión o domésticas. […] Dormir nunca menos de ocho horas, Acostarse a eso de las once.

Cada tarde, a primera hora, un leve descanso. Los pies por encima de la cabeza y sin pensar en nada.

Diariamente, media hora de paseo al aire libre y otra media o una de tertulia con las amigas, meriendas, cafés, etc.

Cada noche, quince minutos para charlar consigo misma y hacer ejercicios de superación anímica y mental

Por la mañana, al levantarse, cinco minutos para gimnasia psicofísica seguida de ducha.

 Cada día, un ratito para lectura favorita.

Dos veces por semana, dedicar la tarde al cine o espectáculo preferido.

Los domingos y fiestas, hacer una vida totalmente distinta al reto de la semana y practicar e deporte preferido al aire libre durante todo el día.

 

Ejercicios de relajación:

          Por la mañana al despertar, por la tarde en un rato disponible y por la noche una vez rezadas las oraciones y antes de entregarse al sueño se repetirá en voz suave, más bien baja, veinte veces esta sugestión: «Me siento cada día más tranquila, feliz, audaz y decidida; estoy mejor y mejor».

          Mantenerse totalmente tranquila y sonriente (el sonreír y mantener la sonrisa en el rostro es IMPORTANTÍSIMO) frente a las pequeñas dificultades.

          No abandonar nunca una labor, una cuestión, un trabajo, sin dejarlo preparado para su continuación al día siguiente.

Recomendaciones para la vida cotidiana:

          Acostumbrarse a andar erguida. (Ayudará a ello el baile y el andar sin zapatos los primeros días hasta adiestrarse, con un libro encima de la cabeza que no debe caerse).

          Entre, algunos días a la semana, a comercios de su agrado, pregunte y vea los géneros, chucherías, etc., y después se dar cordialmente las gracias, salga sin comprar nada.

 

          Otras recomendaciones complementarias serían las siguientes:

Después de recibir precisas instrucciones caligráficas sobre el más armonioso trazado de las letras, se le pide a la mujer que escriba cuatro veces esta sugestión:

Me siento día a día mejor y mejor desde todos los puntos de vista; me siento serena y tranquila, feliz y alegre, con una alegría desbordante y comunicativa que a todo y todos se extiende; cada día me siento más ágil y segura de mí misma y sé dominar y triunfar en todas las situaciones y en todos los momentos; soy y cada día lo soy más: AUDAZ, DECIDIDA, VALIENTE, SERENA, ALEGRE, FELIZ, y para seguir siéndolo cada día más y Más, lo escribo y firmo con mi nombre y apellidos.

          Recomienda también oír a solas música alegre y seguir el ritmo con las manos: «Los discos han de ser de música alegre, optimista y pegadiza, como por ejemplo La danza de las horas, French Can Can, Bajo la doble águila, etc.» La danza de las horas, de Amilcare Ponchielli es una pieza de música de ballet que es parte de su ópera La Gioconda, aunque la popularizó Walt Disney en su película Fantasía. French Can Can es una composición de Jacques Offenbach y Bajo la doble águila es marcha militar de Josef Franz Wagner, que se adoptó en 1961 como himno del Grupo Ligero Blindado nº 1, de Ceuta, hoy Regimiento de Caballería Montesa 3.

          Termina esta obra con un sistema destinado tanto a la mujer «algo» nerviosa como a la «nerviosa» y la «muy nerviosa», ya que se trata de robustecer y reajustar el «yo» moral que desgraciadamente se encuentra en nuestra época muy descuidado, debido a dos formas equivocadas de pensar y sentir: el indiferentismo y el grosero materialismo.

Los psicogramas que añade en el último capítulo del libro no tienen desperdicio, pero ocupan nueve hojas, razón por lo cual voy a entresacar aquellos que pueden, a mi juicio, reflejar los verdaderos núcleos de interés del autor en pro de la cura del nerviosismo en las mujeres, un repertorio en el que los inquietos y ávidos lectores descubrirán no pocas recomendaciones muy propias de los libros de exoayuda más vendidos:

          Me propongo hacer de mi vida una obra maestra de verdad, bondad y belleza.

          Me gusta trabajar en grupo con otras mujeres y compartir con ellas diversiones y recreos. Me siento muy a gusto y feliz en compañía de otras mujeres. [He aquí una muestra de sororidad tan prematura que ni siquiera hay contexto social, en 1960, que la explique, salvo las reuniones «de mujeres» como práctica social. Aún recuerdo  las partidas de Pinacle ―predecesoras de las de Bridge…―de mi madre y sus amigas, para quienes hacía unos pasteles que nos impulsaban a desear la retirada de las «zampadoras», con la esperanza de que hubiera sobras que llevarse al paladar…]

          Desde hoy aborrezco las obras a medias y nada dejaré sin terminar ni terminado de forma mediocre; haré todo lo mejor que sepa y pueda; y cada vez lo haré mejor y mejor.

          Sé que la moderación, el justo término medio es el ideal para la conquista de la humana felicidad y por ello pongo siempre en todas mis tareas, afanes y propósitos un poquito de moderación. [Un «poquito», ojo, no vaya a pasarse del término medio a cualquier extremo…]

          Siempre que tengo que hacer varias cosas, escojo para la primera la más difícil o desagradable y termina con la más fácil y gustosa para mí.

          Desde hoy adoptaré la gran fórmula de la psicología japonesa: simplificaré mi vida. Para qué rodearme de un sinfín de cosas y necesidades que no son más que un estorbo casi siempre. [He aquí un curioso anticipo de la mentalidad zen que en la decoración y en el psiquismo ha borrado fronteras en el mundo.]

          Jamás aparentaré más de lo que mis recursos me permitan, ya que el pretender vivir en un círculo social superior al posible es cosa de mujeres vanas y negativas. Y, sin embargo, esa sigue siendo, en 1960 y en 2025, la tentación de muchos hombres y mujeres que cifran en el «aparentar» lo que no son su particular escalera social.]  

          Toda mujer se integra de vestido, cuerpo y alma; el primero se compra, el segundo se hace, y la tercera se cultiva con la caridad, fe y alegría del Divino creador. Así yo cultivaré más y más mi ser moral. [Resulta algo chocante esta devoción religiosa en el diplomado en Metapsíquica Experimental, pero lo cierto es que para cultivar el «ser moral» cualquier doctrina aporta más de lo que resta.]

          Recordare siempre lo que dice HEINE: Una mujer hermosa sin religión es como una flor sin perfume. Yo dedicaré fervorosamente unos minutos cada día a la religión.

          Toda mujer habladora e indiscreta es una carta abierta para todos y que todos pueden leer. [Los tópicos sobre la mujer y el tratamiento condescendiente hacia ella («mujercitas»…) marca temporalmente el texto, sobre todo si el emisor se considera con una formación a la que pocas mujeres accedían en aquellos años, aunque las había, por supuesto.]

          No olvidaré nunca el sabio consejo de Aparisi a las mujeres exhortándolas a la decisión: Puede más la que se atreve a más, y la que ataca es por lo común la que vence. [ Se trata de Antonio Aparisi y Guijarro (1815–1872), campeón del tradicionalismo español, a quien respetó mucho Castelar, quien lo tenía por modelo de orador.]

          Sé que con mis nervios convertidos en mis amigos y con fe en Dios voy aprovechando y recogiendo las gotas de felicidad que la Divina Providencia va ofreciéndome en el curso natural de la vida, Para ser feliz basta poseer dos cosas: conciencia tranquila y corazón puro. [Tanta insistencia en la obra de la fe parece apartar el manual de los estudios psicológicos para acercarlo a una suerte de recetario espiritual para alcanzar la beatitud en el siglo sin profesar en religión.]

          Prometo desde ahora evitar toda discusión, levantar la voz, irritarme…

          Desde hoy prometo hacer grata y amable la vida de cuantos me rodeen, familiares y amigas y amigos, preocupándome de su felicidad y bienestar antes que el de mí misma y ello con serenidad y sin precipitaciones.

          En fin, he aquí, como han podido leer, una visión de la mujer que es tratada como un ser relativamente inferior que necesita, como se proponía en las guías matrimoniales de los años cuarenta, de una guía práctica y espiritual para superar afecciones nerviosas e impedir que se conviertan en una patología, en un complejo. En la medida en que es un manual eminentemente práctico, no hay duda de que muchos de los consejos que aquí se ofrecen no son algo disparatado, sino normas «higiénicas» que tanto valen en 1960 como en la actualidad. Ignoro si el volumen se encuentra  fácilmente en las librerías de segunda mano en la red, pero se ha de estar muy interesado en la arqueología del pensamiento tradicional español para adquirirlo y comprobar que el autor, Manuel Segura, se adscribe a la escuela católica de la psiquiatría encabezada por el Dr. López Ibor, de infausto recuerdo.

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