Un
curioso manual práctico de exoayuda psicológica de 1960.
De
repente, y donde menos imagino, no salta liebre alguna, sino un libro sin
cubiertas que la curiosidad me lleva inmediatamente a abrir para descubrir su
título y la autoría: La mujer nerviosa por Manuel Segura. Diplomado en
Alta Psicología y Metapsíquica Experimental. Publicado por la Editorial
Mensaje, ubicada, en su tiempo, en la calle Vallespir, 39 de Barcelona, y hoy
desaparecida, como compruebo tras una infructuosa búsqueda en el ISBN y en el
buscador de Google. Sí descubro que la metapsíquica fue fundada por Charles
Richet, Premio Nobel de Medicina en 1913 por sus estudios sobre la anafilaxia.
El término fue sustituido después por el de parapsicología, creado por Max
Dessoir. La verdad es que la figura de Richet da como para hacer una digresión
de urgencia, dada su afición a la eugenesia y al supremacismo racial blanco.
Participó en alguna sesión con la célebre médium Eusapia Paladino, otra que tal
baila, pero yo estoy comprometido con este estudio sobre la mujer nerviosa que,
nada más comenzar a leer, prometía mucho, dadas las referencias que menciona el
autor: Siguiendo el compás científico que se inicia a comienzos de siglo
dando a la «caracterología» forma unitaria ―Dilthey, Klages, etc.― avanzada y
sintética, todos y cada uno de los diversos temas que son causa de
«nerviosismo», se tratan en forma científica, amena y sobre todo muy eficaz.
Dilthey es bien conocido, pero no sucede lo mismo con Ludwig Klages, el creador
de la grafología como «ciencia» y de la caracterología, en cuyo ámbito de
conocimientos publicó Wilhelm Reich un libro capital: Análisis del carácter.
Tras
esa sorpresa inicial, comenzó a molestarme el tono algo panfletario de la
exposición, la deficiente escritura y cierta ufanía sobre el alcance práctico
de la obra, un autobombo que parecía querer persuadir a las hipotéticas
lectoras de que habían encontrado su Enquiridión psicológico, o poco
menos: Esta obra es a modo de inmenso
espejo que refleja todos los «comos» (sic) y «porqués» del nerviosismo
femenino, señalando los medios psíquicos de curarlo dentro de un estilo
apasionante y amenísimo. Teniendo en cuenta que, como dice poco después, De
cada diez mujeres, ocho son nerviosas, que es el título del capítulo
primero, promete un remedio eficaz e insustituible para curar a esa mujer
nerviosa a quien dedica a obra: Practicando la autosugestión consciente, el
relajamiento mental y físico y los ejercicios convenientes de gimnasia
psicofísica y complementando este tratamiento psíquico con lectura, deportes y
otras normas psíquicas, cada caso de nerviosismo es reducido y suprimido
rápidamente.
Recurre,
como no podía ser de otro modo, dada la Alta psicología de la que presume, al
saber freudiano como guía analítica y práctica, aunque no tardaremos en ver de
qué manera particular lo aplica: Toda la Psicoanálisis se fundó en la
necesidad de hacer salir a la superficie de mente y alma esas emociones
guardadas a fin de que al suprimirlas, suprimir también sus «complejos»
anímicos y sus síntomas físicos que
revisten toda clase de dolencias y enfermedades fisiológicamente inexistentes.
[El femenino para psicoanálisis es influencia catalana, lengua para la cual es
palabra femenina]. Inmediatamente después nos avisa del poder de algunos
factores extrapsicológicos: Siguiendo el reconocido principio de que «toda
fuerza mayor sojuzga a la menor» y por ello todo nerviosismo no solo personal
sino de cuantas personas la rodean, desaparecerá como por mágico efecto, frente
a un pensar robusto en sentido digno, elevado, moral, noble y positivo; el
tener siempre buenos y nobles pensamientos, buscando el bien en todos y nunca
el exclusivamente propio, haciendo siempre el bien por el bien mismo y teniendo
ardiente y expectativa fe en las propias energías y en la Divina Providencia,
es instrumento maravilloso para «curar» radicalmente todo «nerviosismo» y
también todo «complejo» y «neurastenia». Esa intervención religiosa que se
aparta de los fundamentos teóricos desarrollados al principio irá adquiriendo
mayor relieve a lo largo de la exposición, del mismo modo que, sin duda por la
parte de la metapsíquica, recurrirá al método de la autosugestión, inventado
por Émil Coué, un psicólogo anterior a la revolución freudiana, y en el que su
mantra por excelencia: Tous les jours, à tous points de vue, je vais de
mieux en mieux («Todos los días, en todos los sentidos, me va cada vez
mejor») será propuesto como método de superación de esos nervios que tanto
afectan a la mujer.
No
todos los «nervios» son iguales, de ahí que clasifique a las mujeres nerviosas
en dos grandes grupos: EL PRIMERO lo
integran quienes NO SON NORMALES, entendiendo por tal a la que sufre de una
mínima, a veces casi insignificante, carencia de su ajuste fisiológico o
psíquico; a estas mujercitas los naturales contratiempos y dificultades de la vida
las convierten rápidamente en «nerviosas». […] Es el otro grupo aquellas
mujeres que SIENDO TOTALMENTE NORMALES, en cuerpo y espíritu, experimentan por
azares de la vida, una o varias emociones tan deplorables e intensas que su
equilibrio nervioso cede. La clasificación de Manuel Segura se funda en un
análisis que plantea una relación interdependiente entre la psique y el físico,
de tal manera que ciertos «defectillos» ―así los llama― determinan la aparición
de los temidos «nervios» incapacitantes en la mujer. Veamos algunos de ellos: Cualquier
«minusvalía» ( o sea, inferioridad, aunque leve y levísima) en el aspecto
estético de la mujer, produce en esta una dolencia anímica.[…] Así, la
mujer tartamuda, y conste que la tartamudez es grande afectada por la carencia
de ajuste psíquico […] lo es en forma mucho más grave que el hombre, se
supera mucho más difícilmente. […] Análogamente ocurre con la mujer
demasiado baja (pequeñita), gruesa, delgada o alta. […] Son mujeres
normales en apariencia, pero preocupadas allá en lo íntimo de sus almitas por
ese «defectillo» que siempre las preocupa, y es o el ser muy pequeñas, o
muy altas, delgadas como fideos o gruesas como tonelitos; y ese defecto
estético las priva de su normal equilibrio nervioso por figurarse cuantas
personas as rodean, las observan y critican y creer ha de obstaculizar su
felicidad. […] Toda mujer que padezca de un defecto estético y visible
será vacilante, tímida, triste y nerviosa. Luego los enumera crudamente: El
ojo estrábico, desproporcionado o sustituido. La calvicie precoz. Los dientes
deformes, amarillos o que faltan. Los granos o salpullidos del rostro. La
carencia de estatura. El defecto de pronunciación.
La
represión freudiana es contemplada por el autor como un recurso que genera el
complejo en la mujer: Si el agobio o tensión espiritual se repliega y
compulsa a lo más íntimo del ser humano sin encontrar salida, el subconsciente
termina por traducirla en una enfermedad, un trauma, un complejo. En
consecuencia, lo propio es sacar a la superficie lo que esa represión entierra,
para poder disminuir el sufrimiento: Existe el miedo anímico como conjunto y
resumen de todo nerviosismo, complejo o neurosis; por ello EL CAMINO ACERTADO
ES FOMENTAR, EDUCIÉNDOLA Y DESARROLÁNDOLA, LA SEGURIDAD EN SÍ MISMO, EL APLOMO
Y LA FE. Y aunque vuelve a aparecer la fe religiosa en el Cristianismo como
recurso de primer orden, no deja de reconocer el autor la verdad de ciertos
recursos propios del psicoanálisis: La verdad casi maravillosa de dos
normas psicológicas:Jamás pretender ocultar ni soslayar un defecto, bien sea
fisiológico o anímico, sino declararlo valientemente y obrando con entera
lealtad, para ti y frente a la vida, procurar dominarlo con cuantos medios
estén a tu alcance. Nunca reprimir ningún sentimiento, sino analizarlo,
estudiarlo, descubrirlo minuciosamente, en su cómo y su porqué, y luego
remediarlo.
Reconozco
que no abusa de la verborrea metapsíquica, con raíces gnósticas, y que cuando
lo hace parece haber un cierto aire de reconocimiento a la inteligencia y a la
razón que se compadece con su preparación académica: Los nervios obedecen
perfectamente a la razón y se disciplinan bajo el triple conjunto del alma,
mente y cuerpo. Ya los antiguos metapsiquistas, con su idea esotérica del
ternario, se refirieron a tal posibilidad, al tratar de los tres principios:
activo, pasivo y neutro, y su triple conjunción para educir serenidad,
porque, a fin de cuentas, el saber último que destila el libro se centra en lo
siguiente: El descubrimiento psicológico llamado «equilibrar su vida».
[…] Consiste esta norma en trazar cada mujer su vida habitual de manera que
deje cada día y cada semana un tiempo para: Sus tareas domésticas. Su trabajo,
si lo tiene. Su afición favorita. El cuidado de su belleza y su espíritu. Su
vida social. Su bienestar físico. En consecuencia, si la inteligencia
dirige, orienta y enfoca la imaginación en su autosugestión consciente, el sentimiento
se nutre de ideas altas y elevadas, y la voluntad disciplina el cuerpo físico,
los nervios y la nerviosidad desaparecerán como por encanto, siendo sustituidos
por una límpida y serena forma de ser, sentir y reaccionar que conducirá, con
pasos seguros y firmes, por el ancho sendero de la dicha. […] Habremos
alcanzado a donar a esa mujer el «corazón de oro» de que hablan esotéricamente
las psicologías china e hindú. No obstante, en todo momento el autor
recuerda los deberes religiosos como requisito fundamental pata cualquier
curación, lo cual no deja de sonar a algo así como el recurso que evite que su
obra sea considerada dentro del terreno de la superchería de lo que actualmente
llamamos «parapsicología» o exploración de todos aquellos fenómenos aparentemente
sin explicación racional, Por todo ello, la mujer debe disciplinar la mente
[…] cumpliendo los deberes religiosos puntual y fervorosamente; ocupándose
de la vida del alma bajo guía de un buen padre espiritual.
La
parte sustantiva del libro, en tanto que manual explícito, es el de los
ejercicios y buenos propósitos que la mujer nerviosa ha de llevar a cabo para
poder «equilibrar su vida». Son un poco un cajón de sastre, y, como en las
boticas, hay de todo, para mi sorpresa y para la de cualquiera que se atreva a
leer esta obrita rara que, por la portada, debió de llamar lo suyo la atención
en aquellos tiempos de puro franquismo en los que los «nervios», si exaltados,
más requerían un exorcismo que una sesión de terapia. Comencemos, pues, con un
ejercicio cercano al psicoanálisis, porque tiene los sueños como objetivo: Para
el ejercicio número nueve es preciso acostarse y una vez rezadas las oraciones
habituales y ante de dormirse leer lentamente por dos veces el relato
consignado y escribir al despertar, al siguiente día, lo soñado nada más
despertar y sin corrección alguna. […] El primero de esos relatos narra
la odisea del cadáver de Evita Perón, que desconocía, aunque el relato es una
mínima parte del relato real y estremecedor de la odisea del cadáver
embalsamado de la líder peronista, que acaso exigiera o una narración muy
creativa o un documental de lo esperpéntico. […] El segundo relato
comienza con una ambigüedad solo propia de nuestro presente, jamás de los años
60: «Melina Ross fue siempre íntima de su amiga Lilian Cenier, y cuando pasados
los años, ambas contrajeron matrimonio…».
Como hablan por sí mismos con mayor
elocuencia de la que yo pueda tener, reseño íntegra la prescripción de la «vida
equilibrada» y luego los ejercicios de relajación:
Plan de vida equilibrada:
Diariamente, las tareas propias del
estudio, profesión o domésticas. […] Dormir nunca menos de ocho horas,
Acostarse a eso de las once.
Cada tarde, a primera hora, un leve
descanso. Los pies por encima de la cabeza y sin pensar en nada.
Diariamente, media hora de paseo al
aire libre y otra media o una de tertulia con las amigas, meriendas, cafés,
etc.
Cada noche, quince minutos para charlar
consigo misma y hacer ejercicios de superación anímica y mental
Por la mañana, al levantarse, cinco
minutos para gimnasia psicofísica seguida de ducha.
Cada día, un ratito para lectura favorita.
Dos veces por semana, dedicar la tarde
al cine o espectáculo preferido.
Los domingos y fiestas, hacer una vida
totalmente distinta al reto de la semana y practicar e deporte preferido al
aire libre durante todo el día.
Ejercicios de relajación:
Por
la mañana al despertar, por la tarde en un rato disponible y por la noche una
vez rezadas las oraciones y antes de entregarse al sueño se repetirá en voz
suave, más bien baja, veinte veces esta sugestión: «Me siento cada día más
tranquila, feliz, audaz y decidida; estoy mejor y mejor».
Mantenerse
totalmente tranquila y sonriente (el sonreír y mantener la sonrisa en el rostro
es IMPORTANTÍSIMO) frente a las pequeñas dificultades.
No
abandonar nunca una labor, una cuestión, un trabajo, sin dejarlo preparado para
su continuación al día siguiente.
Recomendaciones para la vida cotidiana:
Acostumbrarse
a andar erguida. (Ayudará a ello el baile y el andar sin zapatos los primeros
días hasta adiestrarse, con un libro encima de la cabeza que no debe caerse).
Entre,
algunos días a la semana, a comercios de su agrado, pregunte y vea los géneros,
chucherías, etc., y después se dar cordialmente las gracias, salga sin comprar
nada.
Otras
recomendaciones complementarias serían las siguientes:
Después de recibir precisas
instrucciones caligráficas sobre el más armonioso trazado de las letras, se le
pide a la mujer que escriba cuatro veces esta sugestión:
Me siento día a día
mejor y mejor desde todos los puntos de vista; me siento serena y tranquila,
feliz y alegre, con una alegría desbordante y comunicativa que a todo y todos
se extiende; cada día me siento más ágil y segura de mí misma y sé dominar y
triunfar en todas las situaciones y en todos los momentos; soy y cada día lo
soy más: AUDAZ, DECIDIDA, VALIENTE, SERENA, ALEGRE, FELIZ, y para seguir siéndolo cada día más y
Más, lo escribo y firmo con mi nombre y apellidos.
Recomienda
también oír a solas música alegre y seguir el ritmo con las manos: «Los
discos han de ser de música alegre, optimista y pegadiza, como por ejemplo La
danza de las horas, French Can Can, Bajo la doble águila,
etc.» La danza de las horas, de Amilcare Ponchielli es una pieza de música
de ballet que es parte de su ópera La Gioconda, aunque la popularizó
Walt Disney en su película Fantasía. French Can Can es una
composición de Jacques Offenbach y Bajo la doble águila es marcha
militar de Josef Franz Wagner, que se adoptó en 1961 como himno del Grupo
Ligero Blindado nº 1, de Ceuta, hoy Regimiento de Caballería Montesa 3.
Termina
esta obra con un sistema destinado tanto a la mujer «algo» nerviosa como a la
«nerviosa» y la «muy nerviosa», ya que se trata de robustecer y reajustar el
«yo» moral que desgraciadamente se encuentra en nuestra época muy descuidado,
debido a dos formas equivocadas de pensar y sentir: el indiferentismo y el
grosero materialismo.
Los psicogramas
que añade en el último capítulo del libro no tienen desperdicio, pero ocupan
nueve hojas, razón por lo cual voy a entresacar aquellos que pueden, a mi
juicio, reflejar los verdaderos núcleos de interés del autor en pro de la cura del
nerviosismo en las mujeres, un repertorio en el que los inquietos y ávidos
lectores descubrirán no pocas recomendaciones muy propias de los libros de exoayuda
más vendidos:
Me
propongo hacer de mi vida una obra maestra de verdad, bondad y belleza.
Me
gusta trabajar en grupo con otras mujeres y compartir con ellas diversiones y
recreos. Me siento muy a gusto y feliz en compañía de otras mujeres. [He aquí
una muestra de sororidad tan prematura que ni siquiera hay contexto social, en
1960, que la explique, salvo las reuniones «de mujeres» como práctica social.
Aún recuerdo las partidas de Pinacle ―predecesoras
de las de Bridge…―de mi madre y sus amigas, para quienes hacía unos pasteles
que nos impulsaban a desear la retirada de las «zampadoras», con la esperanza
de que hubiera sobras que llevarse al paladar…]
Desde
hoy aborrezco las obras a medias y nada dejaré sin terminar ni terminado de
forma mediocre; haré todo lo mejor que sepa y pueda; y cada vez lo haré mejor y
mejor.
Sé
que la moderación, el justo término medio es el ideal para la conquista de la
humana felicidad y por ello pongo siempre en todas mis tareas, afanes y
propósitos un poquito de moderación. [Un «poquito», ojo, no vaya a pasarse
del término medio a cualquier extremo…]
Siempre
que tengo que hacer varias cosas, escojo para la primera la más difícil o
desagradable y termina con la más fácil y gustosa para mí.
Desde
hoy adoptaré la gran fórmula de la psicología japonesa: simplificaré mi vida.
Para qué rodearme de un sinfín de cosas y necesidades que no son más que un
estorbo casi siempre. [He aquí un curioso anticipo de la mentalidad zen que
en la decoración y en el psiquismo ha borrado fronteras en el mundo.]
Jamás
aparentaré más de lo que mis recursos me permitan, ya que el pretender vivir en
un círculo social superior al posible es cosa de mujeres vanas y negativas.
Y, sin embargo, esa sigue siendo, en 1960 y en 2025, la tentación de muchos
hombres y mujeres que cifran en el «aparentar» lo que no son su particular
escalera social.]
Toda
mujer se integra de vestido, cuerpo y alma; el primero se compra, el segundo se
hace, y la tercera se cultiva con la caridad, fe y alegría del Divino creador.
Así yo cultivaré más y más mi ser moral. [Resulta algo chocante esta devoción
religiosa en el diplomado en Metapsíquica Experimental, pero lo cierto es que
para cultivar el «ser moral» cualquier doctrina aporta más de lo que resta.]
Recordare
siempre lo que dice HEINE: Una mujer hermosa sin religión es como una flor sin
perfume. Yo dedicaré fervorosamente unos minutos cada día a la religión.
Toda
mujer habladora e indiscreta es una carta abierta para todos y que todos pueden
leer. [Los tópicos sobre la mujer y el tratamiento condescendiente hacia
ella («mujercitas»…) marca temporalmente el texto, sobre todo si el emisor se
considera con una formación a la que pocas mujeres accedían en aquellos años,
aunque las había, por supuesto.]
No
olvidaré nunca el sabio consejo de Aparisi a las mujeres exhortándolas a la
decisión: Puede más la que se atreve a más, y la que ataca es por lo común la
que vence. [ Se trata de Antonio Aparisi y Guijarro (1815–1872), campeón
del tradicionalismo español, a quien respetó mucho Castelar, quien lo tenía por
modelo de orador.]
Sé
que con mis nervios convertidos en mis amigos y con fe en Dios voy aprovechando
y recogiendo las gotas de felicidad que la Divina Providencia va ofreciéndome
en el curso natural de la vida, Para ser feliz basta poseer dos cosas:
conciencia tranquila y corazón puro. [Tanta insistencia en la obra de la fe
parece apartar el manual de los estudios psicológicos para acercarlo a una suerte
de recetario espiritual para alcanzar la beatitud en el siglo sin profesar en
religión.]
Prometo
desde ahora evitar toda discusión, levantar la voz, irritarme…
Desde
hoy prometo hacer grata y amable la vida de cuantos me rodeen, familiares y
amigas y amigos, preocupándome de su felicidad y bienestar antes que el de mí
misma y ello con serenidad y sin precipitaciones.
En
fin, he aquí, como han podido leer, una visión de la mujer que es tratada como
un ser relativamente inferior que necesita, como se proponía en las guías
matrimoniales de los años cuarenta, de una guía práctica y espiritual para
superar afecciones nerviosas e impedir que se conviertan en una patología, en
un complejo. En la medida en que es un manual eminentemente práctico, no hay
duda de que muchos de los consejos que aquí se ofrecen no son algo disparatado,
sino normas «higiénicas» que tanto valen en 1960 como en la actualidad. Ignoro
si el volumen se encuentra fácilmente en
las librerías de segunda mano en la red, pero se ha de estar muy interesado en
la arqueología del pensamiento tradicional español para adquirirlo y comprobar
que el autor, Manuel Segura, se adscribe a la escuela católica de la psiquiatría
encabezada por el Dr. López Ibor, de infausto recuerdo.

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