¿Discípulo de Caravaggio? |
¡Pero cómo es posible que seas tan huraño, que no quieras saber nada de nadie, que no contestes a los guásaps, que no quieras ir a ningún lado, que no aceptes invitaciones de nadie, que haya de ser una hazaña hercúlea sacarte de casa o arrancarte un compromiso...!, oye Uno, este provinciano, con idéntica desgana que sordera, ignorando la profunda incomprensión de quienes Uno, el mismo que sigue redactando, no acaba nunca de comprender cómo puede ser posible que tengan, conociéndolo, el más mínimo interés o afecto en tratarse con él. Ser una persona aburrida, de conversación corta, de genio desabrido, de humor incomprensible, de aspecto patanesco, de opiniones infundadas, parcialidades facciosas y lleno de los más inverosímiles prejuicios, además de innumerables supersticiones, ¿no es bagaje suficiente, ¡y contundente!, para entender que Uno renuncie a la sociabilidad? Bastante la ha tenido que ejercer a lo largo de su vida laboral como para, en las postrimerías de la biológica, haber de ceder, ¡de nuevo!, a exigencias de las que se va librando con tacha de arrogante, insolidario, egoísta, egotista, egocéntrico, egomaníaco, egolatra, egotonto y cuantas perlas con cuentaegogotas salen de quienes le reprochan a Uno que quiera ser quien es: Uno. Aún no se tiene conciencia, socialmente, de la despiada presión que la sociabilidad y sus muy diversos representantes, vecinos, colegas, familiares, amigos e tutti quanti...ejercen contra quien, por su parte, no cumple sino el precepto de la compasión bien entendida: librar a los demás del trato con quien representa antivirtudes como las expuestas ut supra, alguien, en definitiva, esto es, Uno, de quien deberían querer huir como de las pestes que asolaron en el medievo las ciudades europeas. La vida retirada es una magnífica oda de Luis de León, quien, para ignaros, no era ni un torero, ni un actor de moda, ni un cantaor de flamenco y copla, sino un ascético universitario amante de la música, la poesía y de ese ideal expuesto tan sucintamente en esas tres palabras maravillosas: La, vida y retirada, tres joyas de la lengua española que bien pocos saben tasar en su justo precio. Mi aspiración es hacerlas realidad sin poner tierra por medio ni levantar muros ni subirme, estilita anacrónico, a la columna donde padecer las tentaciones absurdas de la sociabilidad. Una ciudad es el ecosistema idóneo para poder darles, a esas joyas encadenadas, su prístino -permítaseme el arrebato...- sentido. Y en ello me aparto, es decir, estoy: áspero, torvo, arisco y montaraz para con cualquier intento que me aparte de mi intención, de mi tema(variante femenina...), de mi designio. ¡Y que nadie, Otros, descubran el profundo amor al prójimo que lleva a Uno a convertirlos en léjimos! Tiene mala prensa la hurañeza (Si hay ufaneza, ¿por qué no habría de haber hurañeza?), y ello concita la unanimidad social que parece imposible, por ejemplo, en otro orden de cosas muy dispar, para ponerse de acuerdo y formar gobierno, a pesar de no ignorar el dineral que costará no conseguirlo y haber de ir a nuevas elecciones. En tiempos lejanos e ingenuos Uno se declaró socialista insociable, pero no conseguía el efecto en los demás que ahora el amplio desierto de la incomunicación es capaz de lograr, una preciosa inaccesibilidad que, aun siendo confundida con orgullo, le permite acercarse al ideal augusto de la vida retirada. No se trata de que, con un poco de suerte y salud, los últimos 30 años de la vida hayan de ser una dedicación exclusiva al ars moriendi, sino de que haya un ars vivendi que permita el ars scribendi y otras artes más, como la muy delicada del cultivo del silencio y la introspección, cabezaditas seniles incluidas... En fin, Uno no acaba de entender que Otros lo tengan en sus puntos de mira como pieza de caza deseada, excepto que de ese modo cinegético cumplan en Uno el enigmático refrán: A burro muerto, la cebada al rabo. No pretende Uno, quien ya acaba, recibir plácemes de quienes incomprensiblemente pueden sentirse desairados por la esquivez y la propensión a dar esquinazo de quien tan humilde, ¡pero casi imposible!, ideal de vida tiene, pero aquí dejo la reflexión por mor de abrir una vía social que, supongo, no pocos otros Unos me agradecerán, desde el compartido y respetuoso silencio.
Un artículo fantástico, Juan, que me viene al pelo para invitarte a un evento, con comida y charla posterior entre blogueros de la demarcación de Barcelona. Habrá baile y salida conjunta para evaluar la experiencia de nuestra profesión. Se busca normalizar estos encuentros cada semana. Ya me dirás qué te parece jajajajajaja.
ResponderEliminarBien mirado no es de lo peor, porque cada uno estaría con su ordenador comunicándose con los otros, ¿no? Como tantos movilizados (izados al móvil) que comparten el espacio de la terraza, la mesa, etc., pero cada cual está absorbido en su terminal... Ahora va a resultar que soy lo más "in" del mundo..., o un aprendiz de isleño, que es la condición de la mayoría de nuestros conciudadanos... Renuncio al humor negro que sale de "terminal", por cierto, para que sea vea lo compasivo, muy pasivo, que soy...
EliminarMe apuntaría a ese encuentro si no estuviera a mil kilómetros. Pero no pierdo la esperanza de tomar un vino con los dos. Salud.
ResponderEliminarMira si Uno es insociable, Francisco, que hasta es abstemio... ¡El acabóse! Pero la compañía, eso sí, inmejorable...
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