Los carísimos bailes de disfraces electorales...
Llevaba un tiempo apartado de estas crónicas porque he dedicado mi tiempo, además de a conocer a fondo esta isla suspendida, a aprender su idioma, en el que he hecho progresos suficientes como para poder compartir con sus curiosos habitantes lo que para ellos es una pasión que yo nunca tuve en Inglaterra, la política, y que ahora, por razones de birlibirloque, tengo respecto de ese pequeño país, Torilandia, cuya realidad política, y no solo la política, pero sobre todo esta, consigno en estas crónicas incomprensibles para la mayoría de mis actuales conciudadanos flotantes.
Bien podría yo decir lo mismo que mi predecesor en este músico reino, Gulliver, respecto de nombre tan curioso como el de la sede del monarca de reino dividido entre la tierra y el cielo: La palabra que yo traduzco por la isla volante o flotante es en el idioma original laputa, de la cual no he podido saber nunca la verdadera etimología. Lap, en el lenguaje antiguo fuera de uso, significa alto, y untuh, piloto; de donde dicen que, por corrupción, se deriva laputa, de lapuntuh. Pero yo no estoy conforme con esta derivación, que se me antoja un poco forzada. Me arriesgué a ofrecer a los eruditos de allá la suposición propia de que laputa era quasi lapouted: de lap, que significa realmente el jugueteo de los rayos del sol en el mar, y outed, ala. Lo cual, sin embargo, no quiero imponer, sino, simplemente, someterlo al juicioso lector.
Aunque no sea bien mirado en estos predios elevados, porque, incomprensiblemente para sus estándares, se tiene en poco mi inteligencia, dado que no preciso del criado que use conmigo el climenole para salir de la alta concentración y mantener una conversación civilizado con cualquier laputiano, he descubierto que entre estos hay no pocos aficionados al arte de la política y a la discusión franca sobre la actividad de los partidos, sus programas y todo ese mundo de estrategias, intrigas, conjuras, proyectos y otros disparates que a mis convecinos les recuerdan más los proyectos de la Academia de Lagado, en tierra firme, que propiamente algo sensato, juicioso e inteligible.
Sabedores de mi atención a lo que ocurre en ese horrísono país complejo, se ha convertido en una costumbre para muchos de ellos venir a dialogar conmigo sobre los últimos acontecimientos que sacuden, porque ahí funcionan por sacudidas, no por hechos, su vida política. Así pues, el terremoto que ha supuesto la convocatoria de dos jornadas electorales solo separados por las semanas que la ley exige de separación entre una y otra campaña electoral, nos ha tenido harto ocupados estos días. Como es obvio, desde Laputa otras realidades se ven con una claridad imposible de encontrar en aquellos lugares en los que incluso la supuesta prensa ajena a las luchas partidarias es más sectaria que los propios contendientes, habiéndose convertido en auténtica "prensa de partido" o de "trinchera", escójase ad libitum. Dichos procesos electorales: generales, municipales, autonómicas y europeas, más otros entes regionales, como en sus más que afortunadísimas Islas Canarias, han conseguido que la omnipresencia política de la momia del antiguo Caudillo pasase a mejor vida..., siendo sustituida por la feroz campaña de viejo agitprop por parte de quien, llegado al poder con añejas conjuras de rebotica, aspira a mantenerse agitando el espantajo de "las derechas" poco menos que cavernarias, troglodíticas y poco menos que caníbales y sanguinarias, sedientas de los típicos"niños crudos" que aún alentaban en alguna narración de Bécquer y en algún libelo del autor de las narraciones sobre esta misma isla desde la que pergeño mis crónicas. Hace tiempo que lo presentado como fiesta de la democracia, en sus inicios, las elecciones, se ha convertido en un baile de ajadas imposturas y truculento combate sin cuartel en el cieno de la demagogia, como esos combates de mujeres semidesnudas en el barro: que excitan el polvo eres y en polvo te has de convertir que todos llevamos dentro... Aquí en Laputa, aunque me distraiga de mis queridos rancionales hispánicos, he de confesar que la atención privilegiada de las mujeres hacia los extranjeros, como es tradición entre los inuit del Ártico, facilitada por la abstracción en que viven sumidos los miembros de esta isla gobernante, me está deparando una estancia tan placentera que, a diferencia de Gulliver, no me va a importar alargarla. Él no pasó de los dos meses; yo llevo ya muchos más, y los que me quedan... La política tiene eso: es una narración interminable en la que los capítulos ni siquiera se escriben semanalmente, sino diariamente. Algo parecido al extraño invento -¡cómo les gustaría a los lagadianos haberlo descubierto!- de la televisión y las series a las que muchos rancionales se aferran como a la lectura de la biblia los evangélicos, esa secta protestante que solo protesta contra la moral ajena, pero no contra la explotación laboral, y que va conformando probables mayorías de extrema derecha allá donde arraiga y crece con fuerza entre los nativos.
Algo denigrante me ha parecido el lamentable espectáculo de ambas campañas: todos han tomado por tontos a todos los votantes. Y sin embargo, estos, escindidos en facciones que expulsan de sí todo lo que no sean sus exclusivos dogmas, han acudido a las urnas dispuestos a enterrar en ellas la voz de los contrarios derrotados. Al final, a pesar de las algarabías postelectorales en las que todos han ganado, salvo, ¡curiosamente!, y por unanimidad irrefutable, el partido de un líder estrafalario, reconvertido en pastor evangélico bolivariano que defendía, como todo programa, la aplicación de una Constitución que ha denigrado sistemáticamente desde su llegada a la política y con la que quería acabar para instaurar un añejo, anticuado, vejestorio y desacreditado comunismo asambleario; al final, digo, resulta que nadie ha ganado, porque, como señalan gozosos los laputianos, todo el mundo le puede hacer la puñeta a todo el mundo: desde que gobiernen quienes no deberían, hasta que se repitan las elecciones generales. Los habitantes de Torilandia suelen decir: "todas las posibilidades están abiertas", que un observador imparcial ha de traducir, de su bellísimo idioma español, a nuestro práctico inglés, como: no tenemos ni p... idea de qué pueda acabar pasando... Recordemos, además, y en eso no hay diferencias entre Inglaterra, Laputa y Torilandia, que la preocupación por la imagen de los líderes pasa muy por encima de lo que usualmente se entiende por "proyecto político". Los laputianos son adictos a las lecturas de los programas políticos, algo que no parece muy extendido entre los votantes rancionales, más amigos de los dimes y diretes y la chismografía, cuando no de los rumores o las intoxicaciones deliberadas.Se respira mal en la vida política rancional. Y con el fuego cruzado entre los pactos municipales y autonómicos y el encargo Real para formar gobierno de la nación, la irrespirabilidad ha ido en aumento tóxico imparable. ¡Suerte que tengo de estar tan alejado del punto geográfico de tan palpitante toxicidad! No conocí a Gulliver, y menos aún a su cronista, pero sí me veo obligado a recordar qué se entendía en Lagado por actividad política, para que esas conclusiones se trasladen a la del país que me atrae desde este mirador privilegiado:
En la escuela de arbitristas políticos pasé mal rato. Los
profesores parecían, a mi juicio, haber perdido el suyo; era una escena que me
pone triste siempre que la recuerdo. Aquellas pobres gentes presentaban planes
para persuadir a los monarcas de que escogieran los favoritos en razón de su
sabiduría, capacidad y virtud; enseñaran a los ministros a consultar el bien
común; recompensaran el mérito, las grandes aptitudes y los servicios
eminentes; instruyeran a los príncipes en el conocimiento de que su verdadero
interés es aquel que se asienta sobre los mismos cimientos que el de su pueblo;
escogieran para los empleos a las personas capacitadas para desempeñarlos; con
otras extrañas imposibles quimeras que nunca pasaron por cabeza humana, y
confirmaron mi vieja observación de que no hay cosa tan irracional y
extravagante que no haya sido sostenida como verdad alguna vez por un filósofo.
Y menos en Torilandia.
Divertidísimo, puro humor afilado de casa Poz. Entiendo por dónde va pero ya llevo cuatro meses en que no sigo la actualidad política española o mundial. Que sigan las crónicas de Laputa, jajajaja.
ResponderEliminarEntre crónica y crónica dejo pasar mucho tiempo para, a pesar de la cercanía de los hechos, como en este caso, tener suficiente distancia para revisitar esas situaciones tan llamativas y a veces alucinantes. Me alegro de que te hagan pasar un rato agradable, Jose.
EliminarEstaba en franca espera de más noticias sobre el Reino aireado y sísmico, aunque solo sea para aportar un dato empírico y probatorio de su existencia. Y es que botarates negacionistas no faltan de la isla suspendida. Asombrado estoy de que los torilandios, liderrados por semejante ramillete de descerebrados, sobrevivan a sus lides trialécticas sin perder el juicio. ¿Cuál es su método? ¿Acaso usan de un ensalmo secreto, algo así como nuestro inglés "a tomar por culo" con el que favorecen la serenidad interior? Creo que en español se traduce por "hemos ganado las elecciones". El español es una lengua muy bello, concuerdo. Lástima que siempre se pierde algo en la traducción.
ResponderEliminarEn otra entrega tengo que hablar de las muchas escaleras que hay en Laputa y de cómo afecta a las relaciones sociales, verticales y horizontales, tal hecho. O quizás se tercie, entre contemplación y contemplación, referir algún lance galante de esos que se insinúan en esta entrega... En fin, los seres rancionales, ya se encargarán de darme sobrado material de sombras en las que escarbar buscando el diamante de alguna iluminación...
Eliminar¡Qué privilegio, dos lectores tan eminentes!