domingo, 21 de abril de 2013

De empecinamientos y embestidas...

La testarudez desatornillada


No logro entenderlo. ¿Tenemos, los españoles, querencia por los fracasos anunciados? ¿Reside en ese desear ser desairados nuestra forma trágica del destino? Que uno de los héroes patrios sea El Empecinado quizás diga mucho al respecto. Machado habló del español que embiste cuando quiere pensar, y a mucha distancia temporal -pero ninguna histórica- de aquella afirmación hemos de reconocer que el paño rojo al que acudimos apenas ha cambiado, desde cualquiera de las variadas ubicaciones del hemiciclo que, supuestamente, nos representa, y digo supuestamente porque nuestra ley electoral, diseñada para una sociedad a la que el franquismo diseñó apolítica, a imagen del tripudo Dictador de meliflua voz aflautada, representa a unos más que a otros, cercenando el viejo adagio del que presumimos los demócratas frente a otras formas de destrucción política: "un hombre, un voto". Sentada, pues, la radical desigualdad entre los ciudadanos, sigo sin entender, que esa es la reflexión del día, la compulsión española hacia el fracaso y el empecinamiento que incluso se tiene a gala y galardón -y añadan Vds. la ele que, sin alegría elogiosa, le da sentido al juego de palabras- para perplejidad de los espectadores de tan singular querencia.
Al Ministro de Justicia, haciendo un alarde de integrismo católico de una dureza roucaniana, se le ha metido entre ceja y ceja -algo que habrá ocurrido después de no pocos esfuerzos, dada la tupidez superciliar del político ( no le añadan la es. de España al matojo hirsuto, no sean irreverentes)- convertir su ultracatolicismo en norma de toda la sociedad, desdeñando los datos de una encuesta que afirma que solo el 10% de los españoles considera el aborto un delito. ¿Por qué se empeña el galavardo Gallardón -de risible caminar pomposo y ridícula expresión bombástica- en contribuir a que el PP pierda la mayoría en las próximas elecciones? ¿Se trata de un infiltrado del PSOE al que, posteriormente, se le rehabilitará, como su izquierdismo retórico de manual ha  hecho con Verstrynge? 
El reconocimiento de Rajoy -ya anunciado por Rubalcaba con infinita torpeza en el debate electoral entre los dos candidatos nada cándidos- de haber incumplido su programa para cumplir un deber patriótico sobre el que sus compatriotas no han podido expresarse para avalarlo, es la falla invisible del seísmo que tirará por tierra una mayoría absoluta que, como pasó con la segunda legislatura profranquista de Aznar, cuando se ganó el sobrenombre de El Caudillito, la han entendido como una invitación al absolutismo.
He  puesto un ejemplo político de la tendencia entrópica  (coloquialmente, ergo falazmente, hablando), propia, ¡casi genética!, de nuestro país; pero bien podría poner otros ejemplos, como la última película de Almodóvar o cuaquier novela de Pérez Reverte, pero lo dejaremos aquí. El próximo día hablaremos del gobierno..., como amenazaban -y la propia amenaza era lo único trascendental que había que decir- Tip y Coll, nunca lo suficientemente valorados.

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