El merengue feliz...
No es fácil ser merengue en Barcelona y, sin embargo, ningún lugar mejor para un merengue que nuestra ciudad, donde, desde siempre, es decir, desde antes de la maravilla tiquitáquica del Barça de Guardiola, el juego del Madrit se llevaba el reconocimiento unánime de los culés: Com juga aquesta gent! Quin equipàs! Això és jugar al futbol, sí senyor! Com la toquen, redéu! , solían decir cuando el Madrid consiguió las 5 ligas de la quinta del Buitre. Y un reguero de expresiones laudatorias que 12 años más tarde vuelven a recuperarse despés de la doble hazaña alemana del Madrit: apabullar con una calidad y una contundencia rematadora como hacía tiempo que no veíamos.
Después de la victoria del Madrit sobre el Barça en la Copa del Rey, Ramon Solsona, novelista y culé fanático, titulaba su crónica: Força Bayern!, en uno de esos clásicos gestos de antimadritismo que define a algunos culés, aquellos que, independientemente de lo que haya hecho su equipo en la jornada de liga, lo primero que les interesa es: Sí, però què ha fet el Madrit? La derrota de Guardiola, porque también ha de interpretarse así, ha sido doblemente dolorosa para él y doblemente festejada por los merengues, porque, en cierto modo, aunque de rojo, ayer también se estaba ganando al Barça y lo que ha significado un tipo de juego que tanto desespera a los dirigentes del Bayern, y que tanto nos ha amargado estos años a los merengues: no es fácil digerir la contemplación de la impotencia, del gatillazo permanente. Anticipa esta victoria del Madrit la derrota del tiquitaca de la selección espanyola en Brasil? Ya veremos.
Ahora lo que toca es paladear la satisfacción y soñar con la famosa Décima, la conquista de la cual entronizaría, para siempre, al Madrit como el mejor club del mundo, sin lugar a la discusión, por más que la temporada de los 6 títulos del Barça sea, en cierta manera, una gesta de parecida naturaleza.
Ser merengue en Barcelona cuando tienes un culé en la propia casa es lo más natural y agradable del mundo. Y ninguna felicitación más entusiasta que la del propio hijo culé. Y si este culé forma parte de un equipo del Barça, como forma, ahí tenemos a un merengue gritando a pulmón batiente en los partidos: Barça, Barça, Barça! sin ningún complejo. Debemos de ser, supongo, una familia atípica, porque yo me empeñé en que mi hijo no fuese del Madrit, a diferencia de la pasión proselitista de tantos y tantos futboleros que se imponen a sus retoños de una manera avasalladora, sean del club que sean. A mi padre lo enterraron con la insignia de su Atleti, dos hermanos son culés, dos merengues, uno se abstiene, la madre es del Deportivo..., es decir, la pluralidad social en estado puro, todo menos el unanimismo lamentable de tantos y tantos hogares hechos a imagen y semejanza de los jefes de la tribu.
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