Sobremesas agridulces...
Creí que me escapaba, en parte por un vergonzoso pacto de silencio, en parte por chiripa y, sobre todo, por la solidez de los vínculos, pero al final llegaron: las sobremesas en las que la puta secesión se coló de rondón para aguachirlear la fiesta de la amistad longeva. La conclusión, dolorosa, a la que uno, yo, llega es que se trata de un contenido de alto nivel emocional, no apto para la discusión serena y mucho menos racional. Que la política se haya convertido en un sucedáneo del fútbol no es lo mejor, desde luego, para tomar decisiones de calado, o simplemente para tomar decisiones, las que sean, consultivas o electorales. Sometido a la prueba excesiva -algo así como la ISO de la amistad- de soportar pseudoargumentos y mucha rabia acumulada, me queda el poso de dos higlights de aúpa: "Es que puede pasar algo serio" y "nosaltres". Planteado al primer interlocutor si lo serio es que nos matemos como se matan en Ucrania, sostiene que eso es poco, con lo cual, el menosprecio de la vida humana se sitúa por debajo de los niveles en que la fijó el fascismo. Frente al "nosaltres" del segundo interlocutor, un plural del que se nos excluye, a mí y a mi familia, y ante la exigencia de que me clarifiquen quién establece el cupo, mediante qué atributos y si eso supone tratar de quedarse por la "vía" rápida con los bienes de los excluidos, que no otra cosa pasó en Alemania, no obtengo más que silencio tenso. Lo rompo para añadir una coda dramática: nadie me va a quitar, sin que yo luche por ello, mis propiedades, ni voy a permitir de brazos cruzados que se establezcan estatutos de catalanidad que nos dividan, al estilo fascista, entre buenos y malos patriotas, mero pretexto para iniciar purgas y limpiezas de las que no falta horrorizada memoria.
Es evidente que la falacia de que un cambio tan radical -lo suyo sería llamarle revolucionario, pero cuando lo acaudillan fuerzas ultrarreaccionarias, como que da no sé qué, cometer esa impropiedad, ¿no?- no altere la realidad del presente se sostiene menos aún que el aéreo castillo de naipes de las colas perrunas atadas con longanizas, y ese es el momento en que advierto que la pasión del interlocutor se tambalea ante la implacable frialdad analítica: ¿Cómo iba a mantenerse una prosperidad que se ha alcanzado como parte de un estado, si la secesión es un lapo agrio lanzado a su rostro -el de sus ciudadanos- con un resentimiento tricentenario?
Me cuesta aceptar que la irracionalidad haya calado tan fácilmente entre quienes hasta hoy consideraba que no se dejarían embaucar, pero la coacción social sobre lo patrióticamente correcto va, parece, pero que mucho más allá de la corrección política.
Tengo un regusto agridulce. Nada se ha roto. Pero todo se puede romper. Después de más de 40 años de amistad, ¿ha de ser este de la alienación nacionalista su final? ¡Ah, el inmisericorde dios de la patria! Y menos mal que todas esas amistades mías son tan agnósticas como yo..., o lo eran.
Abajo las banderas, Juan, abajo... Cuando vas y tocas la cosa suya, sea la sea, y aunque no sea, propiamente, de su propiedad -¿o piensan estos nacionalistos que la tierra es de ellos, porque así simplemente lo dicen?-, se sueltan los engatillados resortes, asoma el amedrentado sujeto que se ocultaba tras la pantalla del anonimato impune para, unidos todos (ellos) en la lucha, conseguir sus objetivos en una suerte de derribo por fin de existencias que a nadie deja indiferente pero que pocos, muy pocos, quieren de verdad.
ResponderEliminarLo malo de toda esta historieta, Juan, es que puede llegar a convertirse en tragedia, que sabes que por cosas parecidas, o similares, o indefinidas, se llega a las manos, y a las armas, en defensa de esa patria fantasma que no existe más que en su encendida estupidez (¿para qué llamarlo imaginación?, que si de ésta tuvieran, seguramente no andarían enredando contra el español opresor)
Ni saben historia, ni la necesitan, tan solo la retuercen hasta que destile las gotas de identidad que haga entonar al pueblo oprimido el canto tribal de guerra. Abajo las banderas, Juan, aunque algunos quieran poner más fronteras. Quizá no sea en balde que rime con trincheras...
Un abrazo
Cuando se habla, en estos casos, de "ajuste de cuentas" se refieren a patrimonios con los que se pueden hacer "por el morro de esas banderas"que tú señalas. Funcionan como las antiguas patentes de corso. Todos los nacionalistas son execrables capitalistas de la peor calaña, porque aprovechando que el Pisuerga del amor a la patria pasa por Valladolid, arrasan con las propiedades ajenas que se hacen cruces de cómo es posible que les dejen hacer una jugada tan burda. Y en esas estamos... Y en esas están en Ucrania y menudo trifostio se ha armado...
ResponderEliminar