sábado, 21 de septiembre de 2019
Los debates ortopédicos: Argèlia Queralt vs. Juan Claudio de Ramón sobre el federalismo.
Una "apertura política" del nuevo curso que ha acabado saliéndose de madre hacia viejas elecciones...
Federalistas de izquierda ha reunido a dos comentaristas relevantes de la actualidad política para inaugurar un curso que, a los pocos días de aquel "debate", se ha despeñado por el abismo de una nueva convocatoria que nos llega de la mano de la impotencia del ganador de las últimas, las de abril, para ser investido y formar gobierno. La sensación de interinidad que padecemos desde que apareció snchz en el primer plano de la política nacional sigue acentuándose y ya veremos si no salimos de las próximas, la noche del 10 de noviembre, pensando que muy probablemente iremos a por las terceras..., tal y como los enfrentamiento a cara de perro de la última sesión de investidura invitan a creer que sucederá. Tiempo al tiempo, sin embargo, y a que las urnas vuelvan a hablar, bien, como siempre, porque expresan la verdadera realidad. Otra cosa es que los representantes de la pluralidad sean unos pésimos ejecutores de la voluntad popular, sujeta, obviamente, a su intercesión, ¡no pocas veces muy torcida!
Puede que a alguien le llame la atención que hable de un debate "ortopédico", pero no dejan, los organizadores del mismo, otra alternativa: una sucesión de monólogos en los que los ponentes van a lo suyo sin tener en cuenta de forma precisa lo dicho por el otro no puede llamarse "debate" sin desvirtuar lo que algunos entendemos por un género vivo de réplicas y contrarréplicas que devuelven al diálogo su verdadero significado. Dicho de otra manera, ¡nadie se ve jamás en un aprieto dialéctico!, con un formato como el escogido por los organizadores. Pero asistí a lo que asistí y en eso centro este breve recuento de lo que sucedió, aun a riesgo de malentender alguna de las posiciones de los ponentes, a quienes separaba algo "imperceptible", pero obrante: la muy distinta "catalanidad" de los "contendientes": una sobrevenida, la de De Ramón, madrileño, quien, por su matrimonio, se declaró "catalán consorte"... y otra, la de Queralt, perteneciente al mainstream del catalanismo digamos, por simplificar acaso en exceso, "de cuna".
El primer reto que la moderadora presentó a los intervinientes fue si pueden coexistir el federalismo y el nacionalismo. Para De Ramón ambos conceptos son antagónicos. Para él la pregunta debería reformularse: ¿son compatibles el federalismo y el catalanismo?, porque, como lo demostró la apuesta estatutaria de Maragall, el verdadero objetivo era que el Estado fuera "residual" en Cataluña. De Ramón considera que no se dan las condiciones objetivas para el establecimiento del federalismo porque, a su juicio, ello implica una cesión de poderes del Estado con el compromiso de la lealtad de pertenencia a ese Estado.
Queralt defendió la posición clásica del federalismo y añadió que, a su entender, el federalismo permite "gestionar las diferencias entre territorios, y centro las mismas, básicamente, en la lengua y la cultura. Recalcó que su catalanismo no es excluyente y que no entiende que pueda haber independentistas que digan que no son nacionalistas. Y coincide con De Ramón en la imperiosa necesidad de la lealtad recíproca. Defendió que el marco conceptual en CAT es muy distinto según la militancia de cada cual. Un pequeño repaso a ese marco puso de relieve que conceptos como la solidaridad no existen en un estado federado como los Estados Unidos; que conceptos asentados como "España nos roba" no responden a la realidad; la imposibilidad de un referendo; el debate entre si el federalismo h de ser simétrico o asimétrico; que no existe ningún "derecho" a la autodeterminación; la negación del "adoctrinamiento" en el sistema educativo o si se h de reformar el modelo educativo de la inmersión.
En el único momento verdaderamente "combativo" del debate, De Ramón refutó a Queralt diciendo que el hecho de que el adoctrinamiento no funcione como les gustaría no quiere decir que no exista como tal. Del mismo modo que ve como una anomalía europea el sistema de inmersión que se sigue en el modelo educativo catalán. A su entender, la política de "conllevancia" que defendía Ortega, así como el lograr acuerdos a x años vista, le parecía un fracaso, una derrota cognitiva. No puede haber diálogo, sostiene, porque, desde CT, solo hay un "memorial de greuges". Y, por supuesto, la ausencia de neutralidad de los medios públicos y el uso partidista de las instituciones públicas no contribuyen a atisbar una solución inmediata al contencioso. A su entender, el federalismo no puede ser igualitario y diverso. El federalismo supone el cultivo de las diferencias, aunque, para que triunfara, debería incorporar una suerte de "mochila básica de derechos", pero ello choca con el postulado del cultivo de las diferencias. ¿Cómo salir del atolladero? De Ramón proponía, frente al liderazgo transaccional, el liderazgo transformacional: olvidemos los viejos esquemas y creemos algo nuevo: la bicapitalidad, por ejemplo, que ya defendiera Maragall en su momento, como defendió la "Europa de las regiones", esa vía torcida para esquivar o compensar el peso de las viejos Estados-nación.
Queralt coincide con De Ramón en la perversión del concepto de "diálogo", porque, de hecho, lo único que existen son monólogos enfrentados.Defendió la reforma consensuada de la Constitución, de modo que conceptos hoy capitales como el de la unidad de España sean sustituidos por un "pacto de convivencias". Insistió en que el federalismo está desprestigiado desde el nacionalismo porque son proyectos antagónicos.
Lo que a este espectador al menos le quedó claro es que, siendo los dos ponentes muy cercanos en cuanto a conceptos básicos de la democracia, la preeminencia de la ley, etc, había un abismo en la concepción que ambos tenían de qué es o deja de ser CAT, sobre todo porque Queralt hacía girar su concepto en torno a la lengua y a la cultura, como "ejes de identidad" que ya han demostrado, a través del prusés, que solo sirven para romper nuestra comunidad. Quedó en el aire, pues, lo mismo que quedó cuando la presentación del libro de Coll et alii sobre el prusés: ¿Cómo hemos de definir el catalanismo, cuando un movimiento contrarrevolucionario como el prusés lo ha dinamitado? Lo que está claro es que, frente al Estado de las Autonomías, una suerte de "parche" para tratar de "arreglar" lo que en la Segunda República dio más quebraderos de cabeza que satisfacciones, el federalismo, tal y como ha sido formulado en el debate, no parece reunir los consensos básicos para prosperar constitucionalmente.
Recordemos que, mundialmente, aparte de por la Transición, y al margen de los alicientes turísticos, somos conocidos por el Plan Nacional de Transplantes, cuyo carácter "centralizado" ha permitido su excelencia.
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No sé qué solución tiene esto pero lo que sé es que el federalismo es inaplicable porque para ello es necesario un pacto de lealtad sincero entre las partes federadas y eso aquí es imposible. Los catalanes independentistas jamás serán leales con el resto de España. Forma parte de su ADN. Además, una solución federal para todas las regiones de España -que no están exigiendo el federalismo de ninguna manera y sí una recentralización- sería visto de nuevo como "un café para todos" y Cataluña "es demasiado grande para ser igualada con los demás". El federalismo es sistema jurídico para países muy unidos de antemano como Estados Unidos, la RFA o Suiza por ejemplo, no para países en que una parte quiere romper con el resto y no tiene ninguna relación de lealtad con el conjunto. O sea que hablar por hablar.
ResponderEliminarLo sorprendente es la facilidad que tenemos en este pais para unirnos en torno a quimeras e imposibles, ya sea el federalismo, ya la independencia de CAT, ya el regreso de don Pelayo de vox... Esta capacidad de España en su conjunto para sorprender siempre es como un especie de acicate para seguir siendo un observador atento a lo que nos rodea... Es estimulante, aunue jo siempre gratificante...
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