Un
excelente versión del famoso musical de Menken y Ashman que Frank Oz llevó al
cine con inolvidable éxito: una obra políticamente incorrecta y llena de buen
humor.
Título: La tienda de los horrores
Música y libreto: Alan Menken y Howard Ashman (sobre el guion original de Charles Griffith para la
película de Roger Corman).
Dirección: Àngel Llàcer i Manu Guix
Escenografía: Escenografía:Enric Planas y Carles Piera
Músicos: Manu Guix y The Veterans.
Actores: Manu Guix, Marc Pociello, Diana Roig, Ferran Rañé, The Sey
Sisters, José Corbacho, Victor Gómez, Sylvia Parejo, Bernat Cot, Natán Segado y
Raquel Jezequel.
La película de Roger Corman,
La tienda de los horrores (1960), con una de las primeras apariciones en
pantalla de Jack Nicholson, a título anecdótico, era una obra corrosiva que
luego fue llevada, como espectáculo musical a los teatros, de donde volvería
después al cine bajo la dirección de Frank Oz y un espléndido reparto, desde el
fantástico dentista que compuso Steve Martin hasta el inolvidable Rick Moranis,
pasando por Ellen Greene y Vincent
Gardenia, en los papeles estelares. El espectáculo teatral montado por Llàcer y
Guix sigue fielmente el modelo de la película de Oz, sobre todo en la
definición del protagonista, Seymour, casi una réplica exacta de Moranis, no
así Audrey I, que se aparta mucho del original de la película, y en la
disposición musical, que sigue al pie de la letra el musical original.
Lo primero que se ha de
decir, porque estamos hablando de un musical es que la música en directo que se
ejecuta, nada de fakes teatrales como la música pregrabada, enlatada,
suena arrolladora, con una calidad de ejecución y de sonido literalmente
perfecta. Si al buen hacer del quinteto musical, The Veterans (Oriol Cusó, Jaume Peña, Jordi Franco i Toni Pagès), se le
suma la prodigiosa interpretación de la voz de la planta que hace Manu Guix,
teclista junto a la banda y director musical del show, tendremos una
idea perfeta de la calidad de lo más importante en un musical: las canciones y
sus intérpretes. Las componentes del trío The Sey Sisters, que actúan en
la trama como el coro de las tragedias griegas, al igual que en el musical
original, tienen una presencia vocal contundente, en una línea de soul
rítmico al estilo de Arthur Conley y otros, como Sam&Dave, todos ellos
cantantes legendarios del soul de la Tamla-Motown. Los dos
protagonistas, Marc Pociello y Diana Roig tienen una dicción muy buena que
permite al publico entender con claridad las letras; son dos baladistas típicos
pero cantan con gusto y sentimiento, siempre muy puestos en sus papeles algo
tópicos como corresponde a la sencillez de la historia, por más que estemos
hablando de una trama en la que no escasean los asesinatos-alguno de ellos
hasta casi justificado…- y otras iniquidades menores, como la explotación del
dueño de la floristería, encarnado por Ferran Rañé, quien, como lo hará
Corbacho más tarde, en su encarnación del dentista, añaden a la función un tono
«arrevistado» muy gracioso y convincente, que sabe arrancar las risas del público.
Ellos dos son el contraste tradicional con el resto de los intérpretes, pues
son los únicos que no cantan profesionalmente, aunque ha de decirse, en honor a
la verdad, que sacan adelante sus temas mucho más que dignamente.
Corbacho, que hace su aparición por el patio
de butacas, tiene un gracioso intercambio de preguntas y respuestas con el público,
pura improvisación, que resuelve con gracia y agudeza. El día en que mi
Conjunta y yo fuimos a ver la función, asistía también Berto Romero con sus
hijos, creí distinguir. ¡Qué pena que Corbacho no se fijara en él! ¡Menudo
intercambio de réplicas ingeniosas que nos hubieran deparado!
Enamorado como lo soy del
cine musical, de todo él, sin distinción, desde Cantando bajo la lluvia
hasta El último cuplé, pasando por Los paraguas de Cherburgo y
cientos de otras más, he de reconocer que en modo alguno me esperaba -sobre
todo porque las canciones se habían traducido al castellano- que la obra
tuviera la calidad que tiene y, sobre todo, que el espectáculo teatral funcionase
con el rigor planificado que no deja ni un segundo muerto a lo largo de la hora
y media ininterrumpida -¡que vuela como si solo hubiese pasado un cuarto!-, un
prodigio de timing llevado a lo que imagino que habrán sido unos ensayos
exhaustivos para encajar todas las piezas del rompecabezas que es el movimiento
escénico, las canciones y el desarrollo de la trama. Es decir, que se adivina
en todo momento la mano férrea de un director que lo ha cuadrado todo a la
centésima de segundo para que el espectáculo fluya como fluye, como un torrente
de sonido y acción conjuntados a la perfección.
Todo el mundo conoce la
historia, porque la película de Oz fue muy famosa, aunque mucho menos la de Roger
Corman, de ahí que la máxima expectación gire en torno a si en el teatro se
consigue una «animación» de la planta siquiera
en parte equivalente al prodigio de los efectos especiales del cine. Y ahí,
pierdan cuidado los futuros espectadores, la planta funciona muy bien, y su
animador vocal, Manu Guix, es una de las estrellas del show, porque ha sabido
encontrar la pluralidad de registros que exige la planta: desde el cinismo,
hasta la seducción, desde el cabreo monumental hasta la ternura, desde el
eructo hasta la risa histriónica y, por supuesto, una impresionante «voz negra»
para su soul espectacular…
La obra se representa en el
Teatro Coliseum y actúan prácticamente a teatro lleno cada día, ¡y dos
sesiones, los viernes y sábados!, algo que yo ya creí desterrado de los teatros
comerciales. ¡Anda y que no lucharon los actores contra la fatídica «doble
sesión»! Y esta obra, además, que exige un desgaste físico inmenso, dado el
ritmo casi vertiginoso que sigue el show desde que comienza. Las coreografías no
son el fuerte del espectáculo, porque la base del musical son las canciones,
pero todas ellas, breves y no muy complicadas, están resueltas con brillante
por el elenco de cantantes e incluso por los dos actores teatrales, Ferran Rañé
y José Corbacho, que le dan a la obra un empaque de calidad indiscutible, al
asumir, no solo el canto, sino el baile, con una profesionalidad encomiable y
un gran resultado. No olvidemos que Corbacho procede de La Cubana y que Rañé es
un actor todoterreno de prodigiosa versatilidad.
En definitiva, si los
espectadores quieren pasar un rato entretenido, lo que antiguamente llamábamos «teatro
de evasión», no tiene más que presentarse en la taquilla del Coliseum, porque
por el precio de la entrada le garantizan una diversión constante durante una
hora y media vertiginosa. ¡No se la pierdan!
Suerte tienes de vivir en el centro donde tienes a tu alcance productos teatrales tan a mano como este a tiro de piedra de vuestra casa. Tu mujer y tú tenéis esa facilidad que a nosotros nos es mucho más complicado. Pinta bien, pero no creo que sea fácil encontrar entradas según dices porque está lleno todos los días.
ResponderEliminarHe de reconocer que fuimos invitados, lo cual te predispone hacia el reconocimiento, pero del mismo modo que me gustó, esa integridad crítica no creo que se me pueda discutir, la hubiera censurado si se hubiese dado el caso contrario. De hecho, leí y critiqué negativamente "La noche fenomenal", de Pérez Andújar habiendo querido escribir todo lo contrario, porque el autor me cae la mar de bien, pero... El espectáculo va a estar hasta pasado diciembre, creo, o sea, que algún día sí que puede que encontréis entradas...
Eliminar