Un viaje a Hellín y Liétor: Cuando la amistad y el arte van de la mano: Una exposición de Miguel Martí.
Vimos en Madrid la exposición "En la otra orilla", de Miguel Martí, viejo amigo y pintor extraordinario, una visión de ese ámbito árabe tan marcadamente español e internacional, y quedamos enamorados de sus temas y de las técnicas tan diversas que había empleado. Ahora, en su tierra, en su terruño, Hellín, Miguel nos invitó a la inauguración de su última exposición: Este Sur - Sur Este, en la que se recogen dos espacios que tanto le han marcado: Hellín y Cádiz. No ha sido meramente una visita artística, que también, sino una celebración de más de 40 años de amistad. La inauguración, tan sencilla y antiprotocolaria como afectuosa, le permitió al artista evocar sus orígenes y rendir homenaje a sus padres y a su familia, para rendir homenaje, a continuación, a todos los presentes, quienes, en su mayoría, formamos parte de su mundo de afectos, con un aperitivo generoso y selecto.
Eso sería, en sí, un acto nada distinto de cualquier otro vernissage de los muchos que se suceden en el mundillo artístico de las grandes capitales. El hecho era, sin embargo, que estábamos en Hellín, tierra de frontera a medio camino entre Albacete y Murcia, llenos de Mancha, por un lado, pero con un paisaje y unos alrededores privilegiados, no solo por el nacimiento del río Mundo, sino por el privilegio de pueblos como el que fuimos juntos, todas sus amistades, a visitar: Liétor, donde nació su madre. La obra Sur Este - Este Sur es de formato íntimo, una visión de Hellín, su sky-line religioso con la sierra al fondo, y una visión de la ciudad de Cádiz llena de trazos luminosos, como corresponde a la chirigotera tacita de plata.
Sorprende, a quien se acerca a su pintura, no solo, como ya he dicho antes, la variedad de técnicas, sino la paleta de colores y la justeza cromática de los paisajes, sobre todo los de las oliveras milenarias. El uso del collage resulta tan novedoso que diríase que fuera una técnica inventada por él, sobre todo porque esa ha sido la técnica usada para presentar las escenas familiares, a partir de ilustraciones fotográficas antiguas. De la excursion a Liétor retengo, sobre todas las cosas, que el pueblo fue el marco de una película excepcional: Amanece, que no es poco, algo que un buen número de placas va descubriendo a lo largo del recorrido turístico del pueblo, indicando dónde se grabó tal o cual escena. Apenas tres monumentos bastaron para convertir la visita en una experiencia cultural apasionante. Del antiguo convento de carmelitas descalzos, donde se conserva un viejo y notable órgano, me quedo con la visita a la cripta, bajo el altar, donde se ven los restos de los monjes enterrados, como si se tratase de los restos calcinados de Pompeya, a juzgar por el buen estado de conservación de los restos provocado por un proceso de carbonatado de los mismos, dado que los enterramientos están en una zona de muchos acuíferos naturales. De la iglesia principal, la de Santiago Apóstol, destaca un trampantajo espectacular,obra de un artista italiano, Paolo Sistori, y un Tesoro al que se le añaden un reducido pero exquisitamente organizado museo etnográfico que recrea la vida tradicional de Liétor en siglos pasados y una breve, pero notable, colección arqueológica, en la que se incluye una reliquia de Juan de la Cruz,
probablemente un trozo del hábito que vestía en el momento de su muerte. El último monumento de Liétor es la ermita de Belén, un prodigio del arte naíf,
donde se rodaron también escenas de la película de Cuerda, aunque los planos no permiten apreciar la espectacularidad del recinto, una joya del arte popular en la que apenas hay espacio del recinto que no haya sido decorado. En el altar hay dos puertas, una real y otra de trampantajo, que dejo aquí para discreta agudeza de los lectores.
Teniendo en cuenta que solo eran dos los días que estuvimos, nos falto tiempo para ir a ver el nacimiento del río Mundo, que es digno de una visita, lo que permite llegar a la conclusión de que, como turistas, bien daría nuestro país para recorrerlo incansablemente sin nunca acabar de ver sus muchas maravillas. Porque lo suyo es que, a cada paso, se le ofrezcan al viajero visitas tan espectaculares como la de las pinturas rupestres de la cueva de Minateda, que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nada envidio a los amantes de los viajes exóticos, a decir verdad. Dennos Hellines y Liétores, que nosotros sabremos poner el resto de la admiración. Y si además tenemos ocasiones propicias como las pinturas de Miguel Martí, miel sobre las deliciosas hojuelas de su Semana Santa.
Vuestra nueva situación compartida permitirá multiplicar las salidas a Hellines y Liétores de los que nuestra geografía está llena. Una de mis aficiones que conoces es la de ser viajero por España, un país que acoge maravillas de todo tipo. Es raro el puebliño que no tenga interés por un motivo u otro. Y visitarlos fuera de temporada es solo un privilegio para unos pocos. La fuerza de lo pequeño, la dimensión de lo cercano, lo entrañable de la tierra y sus gentes. Así que a adentrarse en la intrahistoria. Mi situación es muy diferente a la vuestra, pero no digo que no me gustara también descubrir joyas como estas que nos has traído al hilo de los Essais de Montaigne. Esto lo añado yo.
ResponderEliminarPues sí. La verdad es que ha sido un verdadero placer ir a donde nadie suele ir fuera de ocasiones como fiestas o celebraciones tradicionales que convocan a los turistas profesionales. Espero prodigarme en el futuro, aunque sean salidas breves, porque el país lo merece y el espíritu lo exige.
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