La obligación convertida en devoción o la familiaridad morbosa con los prospectos farmacéuticos, esa literatura de terror...
Entre la mucha literatura que debería leerse
obligatoriamente, y en seria competición con los manuales de funcionamiento de
los electrodomésticos, los recibos de la luz, el gas y el agua, y la letra
pequeña de las cláusulas de los contratos bancarios, es, sin duda, el género
apasionante del prospecto farmacéutico el que menos se frecuenta, y ello a
pesar de que, como sucede con la ley, la ignorancia del mismo no exime de
sufrir las reacciones adversas que todos los medicamentos tienen ni, menos aún,
faculta para una denuncia por negligencia médica, escudo de la nuestra lectora.
Rareza por rareza, porque todos somos alguna, o muchas, entre mis pasiones
lectoras destaca la de los prospectos farmacéuticos, que repaso con una pasión
tan incomprendida por mis allegados como, acaso, congruente con mi pasión por
la medicina y todo lo relacionado con ella. ¡De qué, si no, iba yo a haberme
leído con verdadera emoción los viejos Aforismos y Sentencias de Hipócrates!
Dejo de lado, porque igual hiere la sensibilidad de alguien, recrearme en la
delectación que me embarga cada vez que he de pasar por quirófano, la última
fue para limar un espolón que había acabado imposibilitándome el andar, y me
centro en esa obra de arte de la literatura de aséptico terror que es el prospecto
farmacéutico. Por suerte para los pacientes, y a diferencia de otros manuales
de uso, el prospecto tiene una estructura muy bien definida que no admite
originalidades, aunque sí cierta innovación en la presentación formal del
contenido e incluso en su orden o en la relevancia concedida a unos u otros
contenidos. Con una estructura muy aseadita: 0. Contenido del prospecto. 1.
¿Qué es? ¿Para qué su utiliza?. 2 Antes de tomar /Qué necesita saber para
tomar... (No tome si... Tenga especial cuidado si...) 3. Cómo tomar... 4.
Posibles efectos adversos. 5. Conservación. 6. Información adicional. La
enunciación básica es la reflejada, pero hay medicamentos cuyo prospecto ni
siquiera enumera las partes del mismo, y otros que las subdividen con
especificaciones relativas al embarazo, la lactancia, la conducción, el uso de
máquinas, si da positivo en el test de dopaje de los atletas, etc. Todos los
prospectos, sin embargo, son generosos en el uso de las negritas para los
epígrafes y de los recuadros para llamar la atención, Importante para la mujer,
por ejemplo, indica alguno, o nos avisa de que su toma puede alterar los
valores de las analíticas. Cuando el producto farmacéutico se presenta en forma
de inhalador, por ejemplo, se adjunta un dibujo explicativo del funcionamiento
del simple mecanismo. Es evidente que la literatura prospectual concentra todo
su interés, para los usualmente atemorizados pacientes, en el capítulo de los
efectos adversos, es algo así como el capítulo estrella del género, el que,
leído con la atención que merece y los escalofríos que provoca, concita el
interés de propios y extraños. El buen lector de prospectos, sin embargo, y sin
negar el goce espantado de dichos efectos adversos, suele fijarse en mínimas
variaciones léxicas o en hallazgos que, por atañer a aspectos casi anecdóticos
del medicamento en cuestión, suelen pasar desapercibidos como verdaderos
hallazgos retóricos. Reconozco, eso sí, que tanto el tipo de letra como las
virtuosas dobleces tipo huevo kinder del texto farmacéutico no contribuyen a la
popularización del género, y menos aún el abuso necesario de los tecnicismos
con los que el género exige familiarizarse para no perderse del todo en la
tormenta perfecta de terminología científica. En descargo de los autores del
género ha de decirse que, siempre que pueden, se encargan de traducir algunos
nombres: Sangrado de nariz (epistaxis) o
movimientos rápidos e involuntarios de los ojos (nistagmo) lo que permite al
lector habitual una notabilísima mejora de sus recursos expresivos. ¡Se imagina
alguien lo que es soltar en una reunión una epistaxis o un nistagmo! Pues no
digamos si se descuelga uno con un tinnitus que son pitidos en los oídos, para
restregárselo al que acabe de lucirse con los ya vulgares acúfenos.... Pero a
menudo pueden endilgarnos una letanía de nombres técnicos, sobre todo de
medicamentos habitualmente incompatibles con el prospectado, que nos dejan a
dos velas, como el que es incompatible con esta amena ristra: Rifampicina;
atazanavir; Tacrolimus; Cilostazol; Saquinavir; Clopidogrel; Erlotinib..., ¡una
más que insólita lista de los reyes godos, sin duda! Por otro lado, ¡cuantísima información de
utilidad se contiene en este género literario! Tomemos, por ejemplo, el de un
medicamento muy común entre los hombres para regular la micción, el Omnic Ocas,
y adviértase, en este caso, la benemérita y parentética voluntad explicativa de
quien redacta: En hombres (y empieza así tras haber dicho en la línea anterior:
Omnic Ocas no está indicado para su uso en mujeres...), se ha comunicado
eyaculación anormal (alteración de la eyaculación). Esto significa que el semen
no se libera a través de la uretra, sino que va a la vejiga (eyaculación
retrógada) o que el volumen eyaculado se reduce o es inexistente (insuficiencia
eyaculatoria). Este fenómeno es inofensivo. Nada que ver con la despiadada redacción de
quien, en el Salbutamol Aldo-Unión, nos deja más que a oscuras en uno de los
efectos adversos: puede producirse hipocalemia potencialmente grave como
consecuencia del tratamiento sistémico de agonistas beta-2, que, en resumidas
cuentas, viene a ser un alarmante descenso del potasio. Es cierto que los
riesgos se clasifican en cuatro rangos perfectamente delimitados
estadísticamente: Muy frecuentes, frecuentes, poco frecuentes, raros, pero,
como todo paciente sospecha alguna vez: ¿y quién te dice a ti que no te va a
tocar la china y ser uno de esos 10 de cada 10.000 a los que les afecta esa
reacción, como el aumento del tamaño de las mamas en los varones, del
Omeprazol? El lector de prospectos va
siempre de sorpresa en sorpresa en este género literario, porque que ese mismo
Omeprazol pertenezca a un grupo de medicamentos denominados inhibidores
de la bomba de protones, ¿a quién no le dispara la imaginación atómica y
se ve como el militar a horcajadas de la bomba que se lanza en ¿Teléfono rojo?
Volamos hacia Moscú... A veces los redactores del prospecto parece que no se lo
piensen dos veces y caigan en el alarmismo más temerario, porque los de Atarax,
un antihistamínico, recomiendan nada menos que lo siguiente: No tome Atarax si
algún familiar cercano ha fallecido súbitamente por problemas cardíacos, lo que
deja a cualquiera algo más que seriamente preocupado. Un prospecto incluye no
solo una descripción del producto: Obalix 20 mg comprimidos son blancos,
ovales, biconvexos y ranurados, quebrando, en este caso, las leyes básicas de
la sintaxis, sino también, como cualquier otro producto del mercado
alimentario, con el que las medicinas se relacionan, una lista detallada de sus
elementos constituyentes, y ahí es donde hallamos una lista de ingredientes
entre los que no es extraño encontrarse con el amarillo de quinoleína (E 104) o
el índigo carmín (E 132), el ácido oleico, el ácido tartárico, el aceite de
pippermint, etc. La lectura no esta exenta de sorpresas, al estilo de ciertas
tramas policíacas en que los autores nos despistan con ciertas contradicciones
que buscan desorientarnos para que la revelación final sea más impactante, pero
lo de Strepsils, deja de piedra al más pintado. En 2. Antes de tomar, deja bien
claro que los niños de 6 a 11 años no deben tomar este medicamento. Niños
menores de 6 años: no pueden tomar este medicamento, está contraindicado. Sin
embargo, poco antes de abandonar este mismo apartado segundo, leemos: Este
medicamento contiene terpenos aportados por el levomentol que, a dosis
excesivas pueden producir convulsiones en niños pequeños (menores de 6 años),
aunque a las dosis y la vía de administración utilizada en este medicamento, la
absorción y actividad de los terpenos es muy baja. ¿Alarmismo, incongruencia? En
términos generales, casi cualquier medicación advierte de su incompatibilidad
con el alcohol, pero sorprende que las personas que beben, y más si son
alcohólicos, hayan de tener una precaución especial ¡con el Gelocatil!: La
utilización de paracetamol en pacientes que consumen ha bitualmente alcohol (3
o más bebidas alcohólicas: cerveza, vino, licor... al día) puede provocar daño
en el hígado. Las ingenuidades en que caen algunas redacciones son clamorosas,
como el de un antidepresivo que recomienda al paciente: Si tiene pensamientos
de hacerse daño o suicidarse en cualquier momento, póngase en contacto con su
médico o acuda a un hospital directamente, ignorando por completo la realidad
de esos pacientes. Es parecida, mutatis mutandi, esa ingenuidad a la general
con la que se encabezan todos los prospectos: Si Vd. es alérgico a cualquiera
de los componentes de nuestro producto, absténgase de tomarlo... En cierta
manera,son reacciones semejantes a las de ciertos Absténgase si... que maravillan
al lector. Tomemos el caso del Ibuprofeno, donde leemos: Si padece lupus
eritematoso sistémico (enfermedad crónica que afecto al sistema inmunitario y
que puede afectar distintos órganos
vitales, al sistema bervioso, los vasos sanguíneos, la piel y las
articulaciones) ya que puede producirse meningitis asépticas (inflamación de
las meninges que son las membranos que protegen el cerebro y la médula espinal,
no causada por bacterias). La pregunta es de cajón, ¿es siquiera concebible que
a un paciente así le administren un Ibuprofeno, por más que se crea en las
propiedades milagrosas del preparado? Son pocas las contraindicaciones de los
recursos tradicionales de herbolario, pero el Ibuprofeno es incompatible con
los extractos de hierbas del Ginkgo Biloba y algún antidepresivo con la Hierba
de San Juan (Hypericum perforatum), usada para curar depresiones suaves. En el
caso de los antiinflamatorios, sin embargo, nada puede tomarse a la ligera,
porque cualquier exageración, incluso en el rango de los raros estremece al
lector como antaño debieron hacerlo los relatos de Poe y las películas de
Corman sobre ellos. No anima mucho, en efecto, leer tan tétrica advertencia
como que durante el tratamiento con Celecoxib se han comunicado algunos casos
de reacciones hepáticas graves que incluyeron inflamación hepática grave, daño
hepático, insuficiencia hepática (algunas on desenlace mortal o que requirieron
trasplante hepático). De los casos en los que se especificó cuándo había
ocurrido el evento, la mayoría de las reacciones hepáticas graves ocurrieron en
el primes mes de tratamiento. A los que se suman los "raros":
Hemorragia en el cerebro que causa la muerte y reacciones alérgicas graves
(incluyendo shock anafiláctico potencialmente mortal). Se comprenderá el alto listón que un lector
de prospectos farmacéuticos exige a la literatura y al cine de terror, porque
ni siquiera los silbidos de "despiste" para esquivar el pavor a que
hace frente dicho lector suelen salir de su boca mientras lee material tan estremecedor,
aun a fuer de estilísticamente descuidado, por supuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario