Un
documento en primeras personas del singular (sic) que explica desde el
catalanismo constitucionalista una visión de Cataluña antagónica de la del sectarismo xenófobo e identitario del
totalitarismo secesionista.
Sí, sé
que requiere una explicación esa expresión tan rara de «en primeras personas
del singular», pero es sencillo darla: Pau Guix ha tenido el detalle de
solidaridad y de buen gusto de rodearse de un montón de voces singulares que prologan
y epilogan su libro, de tal modo que, más allá del corpus central de sus
lúcidos artículos en defensa de una visión de Cataluña plenamente
constitucional, el lector encontrará un nutrido coro de voces muy
significativas en ese campo constitucional que, dejando casi heroicamente de
lado sus propios proyectos personales, ha consagrado buena parte de sus días a
luchar públicamente contra el movimiento totalitario que ha intentado,
saltándose la legalidad constitucional, construir un nuevo Estado, la República
catalana, desmembrándola del Estado español.
Hay
libros que se singularizan desde el título, cuyo impacto en la atención de
cualquier lector lo destaca sobre el resto. Eso es lo que ocurre con este El hijo de la Africana1, de Pau Guix, que, aun siendo absolutamente denotativo,
tiene todo el aire de título de una novela romántica. A estas alturas, desde su
fecha de publicación, nadie ignora ya que el título responde a una dolorosa
realidad familiar del autor, hijo de un catalán de Vic y de una murciana de
Cartagena, a quien la rama familiar del marido acabó bautizando, con ese
desprecio sumo del supremacismo xenófobo del catalanismo más cerril, como «la Africana». Hoy, sin embargo, su hijo saca
pecho de aquel desprecio y convierte el mote en bandera de dignidad frente al
movimiento neofascista y totalitario que se ha apoderado del catalanismo
identitario que ha pretendido construir una República más allá de las leyes y
ella misma sin más leyes que las de la arbitrariedad, negando la división de poderes y estableciendo el pensamiento único. Estamos, así pues, en una
suerte de ajuste de cuentas que, para bien de los lectores, y para bien de la
Historia, porque este libro tiene mucho de documento de incalculable valor para
los historiadores que tengan que enfrentarse a este conato de «fascismo
posmoderno», según se define en uno de los artículos, va más allá de lo
familiar y se adentra de lleno en el terreno de lo sociológico, la politología,
la propia Historia y algunos conceptos elementales de Derecho Constitucional.
Son
muchos los prologuistas del libro, desde Antonio Robles, a quien se debe otro
libro fundamental en el campo de la Literatura de Resistencia al totalitarismo
nacionalista: Extranjeros en su país, publicado, por necesidades de la
presión social adversa, con el pseudónimo Azahara Larra Servet, de inequívocas
referencias clásicas, hasta Félix Ovejero, Joan Ferran, Josep Ramon Bosch,
quien nos recuerda un texto de Joan
Cortada (Cataluña y los catalanes, 1860): ¿Qué es Cataluña? ¿Qué
somos los catalanes? ¿Qué papel representamos en la familia española? (…) los
catalanes nos sentimos hermanos del resto de los españoles y deseosos de
unirnos en la nación española (…) es difícil, si no imposible, hallar en
nuestros tiempos una nación compuesta de elementos tan heterogéneos como la
española, pasando por Manuel
Manchón, Miquel Escudero, Sergio Fidalgo, Ramón de España o Miriam Tey, quien
acaba de perfilar con nitidez lo que el título viene a significar: «El hijo
de la africana» es todo un título, más que un título, una titulación, una
designación, un denominación de origen, una acreditación, una certificación,
una diplomatura, una jerarquía, una categoría, una dignidad concedida al más
linajudo estilo nobiliario y acabando en Augusto Ferrer-Dalmau, quien
resume a la perfección el punto de partida y de llegada del libro: Somos un pueblo
comprometido desde siempre con el ideal de la unidad que articuló la Corona de
Aragón y que impulsó la unión con Castilla
y los demás pueblos de España para construir nuestra nación común.
Los
artículos del libro van precedidos de una pequeña contextualización firmada por
Sergio Fidalgo, editor del libro, que permiten ubicar exactamente cada uno de
los artículos en los diferentes momentos de este «proceso» tan kafkiano y
agotador que nos ha obligado a vivir la clase política secesionista aupada al
poder de la Comunidad gracias a la pasividad de los diferentes gobiernos
centrales, primero el de Mariano Rajoy y, después, el de Pedro Sánchez.
Aparecidos
en diferentes medios periodísticos, sobre todo digitales, los artículos no son
crónicas de sucesos que todos conocemos, sino, en su mayoría, brillantes
reflexiones y análisis de un momento histórico que jamás creímos que
llegaríamos a vivir, dada la perversión política y moral del mismo, tanto como
para acercarse, como defiende el autor, a ese «fascismo posmoderno» directamente
emparentado con los movimientos totalitarios europeos de los años 30, de
infausto recuerdo, prueba de lo cual es, por ejemplo, lo que ocurre el 16 de diciembre de 2015: El periodista Xavier Grasset entrevista a
Carles Sastre en la televisión pública catalana, el terrorista del Ejercito
Popular Catalán (ÉPOCA) que asesinó al industrial barcelonés José María Bultó.
Sastre fue presentado como sindicalista y exdirigente de Terra Lliure. Sastre,
nº 15 de la lista de la CUP por Lérida en las autonómicas de 2012, fue
entrevistado con la excusa de ser uno de los firmantes de un manifiesto a favor
de un acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP. De igual manera, es prueba manifiesta
de la deriva irracional de ese Movimiento Nacional, que terroristas condenados
como Arnaldo Otegi, sean escogidos por los militante de esa aberración para
hacerse fotografías con él, ¡no muy cerca de Hipercor, por cierto, donde ETA
asestó uno de sus golpes más sanguinarios a la sociedad catalana! Como Pau Guix, un hombre dedicado
profesionalmente al arte en la vertiente teatral, es persona de vasta y
profunda cultura, los lectores tendrán una recompensa extraordinaria con la
lectura de este libro, porque la denuncia, como es el caso, no está reñida con
la altura intelectual, y los referentes que aparecen en el libro, desde los
clásicos como Cicerón hasta autores recentísimos como Fukuyama, pasando por
todo tipo de referentes teatrales, cinematográficos, historiográficos, etc., que contribuyen a «adensar» la reflexión, a cargarla de un «peso específico» que la
ennoblece y le confiere una capacidad de persuasión notabilísima. Se trata, en
el fondo, de buscar los mejores argumentos «de autoridad», y Pau Guix nutre de
ellos su libro con una facilidad envidiable. Tiene, además, el autor, la
«gracia» de la titulación, lo que permite al lector, desde el mismísimo título, intuir por dónde
irán los caminos de su reflexión. ¿O no sucede así cuando leemos títulos como
estos: La máscara de la muerte estelada; Danzando en la oscuridad;
V de vergüenza: el secuestro de la fiesta de todos; El huevo de la
serpiente; La insoportable levedad de Mas; Scaramouche y el gato
de Schrödinger; Hannibal ad portas; Cautivos del mal…, que
remiten a referencias culturales que, antes al menos, solían ser de «dominio
común», aunque no estoy ya tan seguro de que muchos lectores compartan las «fuentes»
que nutren el mundo referencial del autor: Poe, Von Trier, Bergman, Kundera,
Welles, casi pueden ser considerados unos perfectos desconocidos para según
cuáles generaciones.
Desde
una concesión impecablemente democrática y constitucionalista, sumada a un
liberalismo canónico teñido de la más virtuosa socialdemocracia, Pau Guix, como
miembro roto de nuestra sociedad catalana, tras la decisión traumática del
nacionalismo identitario y xenófobo de establecer dos comunidades bien
diferenciadas e identificadas, una de las cuales, la de los «colonos» ha de ser
sometida a la de los «auténticos catalanes», remedo de aquellos «auténticos
finlandeses» en los que parecen haberse inspirado, además de en los «españoles
como Dios manda» del franquismo del que tantas cosas han heredado, por más que
lo nieguen, y al que saludaron, tras la Guerra Civil del 36, como una auténtica
bendición social; Pau Guix, decía, aplica su sólida formación y su fino
entendimiento a desmontar la ficción del secesionismo, su deriva totalitaria, Fascismo
posmoderno y nacionalismo se titula uno de los artículos, así como a
ridiculizar cuanto de escandalosamente vergonzoso hay en un movimiento populista
que bebe directamente, con sus coreografías de masas, sus desfiles con
antorchas y su escalofriante uniformidad de pensamiento, en las fuentes funestas que
todos recordamos con horror. No en vano se pregunta -y se responde-: Pero, y
en Cataluña, ¿qué tipo de fascismo estamos sufriendo actualmente? Partiendo de
un sesgado nacionalismo, de carácter fuertemente identitario reduccionista,
vulgar, inculto, manipulador, de clientelismo, xenófobo y excluyente, podemos
afirmar que hemos involucionado de un firme fascismo posmoderno a un fascismo
tradicional, con banderas, propaganda, concentraciones y signos identitarios
hasta en los calzoncillos (¡sí, los venden con la estelada!).
Indirectamente,
el libro es, también, una antología preciosa de aforismos políticos,
filosóficos y sociales que, a modo de recompensa para el lector, van
apareciendo al hilo del discurso y aquilatando, en su sintética expresión,
largas cadenas de reflexión o descripción que nos ahorra el autor para dinamizar
una lectura que hacemos con total delectación, y ello hasta el punto de echar
de menos, por puro placer, alguno eslabones más de esas cadenas.
Nadie
piense que Guix nos va a descubrir un continente ignoto, porque sobre el «maleït
procés» prácticamente y se ha dicho todo lo que se ha de decir en puridad y en
buen sentido democrático, pero el valor de testimonio personal que tiene el
libro, sumado al poder de los argumentos que emplea, más un inexcusable sentido
del humor sin el cual sería dificilísimo poder hacer frente a tanta sinrazón
como a la que él y todos en general nos hemos de enfrentar, convierte El
hijo de la Africana en un valioso documento de lectura imprescindible, si
se quiere tener una idea cabal de lo que el secesionismo ha significado en
términos de violencia política y social, de quiebra de una comunidad y de disparate
continuo al que solo las urnas, con una mayoría constitucionalista nítida,
pondrán fin. Asistimos ahora a un reordenamiento del espacio catalanista, pero
todas esas jugadas de corto alcance se verán abocadas al fracaso si no volvemos
a construir el edificio de la convivencia social desde unas bases concertadas
entre las muy diferentes concepciones de Cataluña que actualmente conviven en un
mismo territorio. Al hilo de los diferentes artículos emergen retratos que nos
permiten comprender no solo donde estamos, sino de dónde venimos, como es el
caso de la racista expresidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell: La
señora Forcadell, orwelliana Ministra de la Verdad del excluyente régimen
nacionalista catalán, no parce tener de por sí la suficiente capacidad
intelectual como para redactar una hoja de ruta hacia el odio y desde el
sentimiento sin recurrir a copiar algún teyo preexistente, como por ejemplo, la
hoja de ruta golpista de Largo Caballero de 1934, de título Instrucciones
socialista ara iniciar la Sublevación armada contra la República que se organizaba
en 73 puntos -incluía tomar el control de las radios, ciudades, carreteras,
etc.- y ya saben ustedes a lo que nos condujo ese apocalíptico desenfreno. El
punto 35 decía textualmente: «Además de instruirse convenientemente para el
momento de la acción, se encargarán de facilitar a la Junta local los hombres y
domicilios de las personas que más se han significado como enemigos de nuestra
causa, o que puedan ser más temibles como elementos contrarrevolucionarios.
Estas personas deben ser tomadas en rehenes al producirse el movimiento, o
suprimidas si se resisten.
Pau
Guix asume también en su libro la función de eficaz debelador contra el
secesionismo, desmontando las ficciones históricas de un nacionalismo irredento
que nació, como quien dice, hace tres días, frente a la lectura heroica y
milenaria con que suelen tergiversar los hechos los estalinistas historiadores
de partido de la secesión. Desde la «fiesta nacional» del 11 de setiembre: El
primer acto de conmemoración del once de septiembre, según recoge en 2001 Joan
Esculies en su artículo El origen de la Diada, fue «la misa oficiada en la
barcelonesa parroquia de Santa Maria del Mar, junto a la Fosa de las Moreras,
en honor a los mártires muertos, que se celebró el once de septiembre de 1886»,
lo que hace patente dos hechos: 1) que es una reinvención tardía e interesada
de la Historia, perpetrada desde un movimiento más romántico que científico; y
2) que la Iglesia ya estaba incomprensiblemente contaminada con este virus
nacionalista radical que tantos años hemos sufrido en Cataluña y para el cual
no acaba nunca de encontrar una medicina efectiva, hasta el lamentable espectáculo
humano de quienes, desde su condición de charnegos buscan ganarse estupendamente
la vida adulando a sus amos y renegando de sus orígenes, como es el caso
mediático de ese pobre hombre que ha de luchar más con sus propias limitaciones
individuales que con su apellido: El «charnego»
Rufián se ha convertido indiscutidamente en el nuevo taxón en la clasificación
de esa especie que parece brotar como a mala hierba en algunos rincones de
nuestra amada Cataluña, que actúa con mayor virulencia que os catalanes de ocho
apellidos, y que anhela hacerse fiel servidor del poder secesionista que tiene
secuestradas a nuestras instituciones, y que busca, cual perro sumiso y
faldero, la integración en el «nou país» y su sustento personal, cual limosna,
pidiendo un perdón cuasi ancestral por su «charneguería» y que trata de
diluirse así en el magma informe pero unificado de los nuevos catalanes en su
versión 2.0 que poblarían esa Ítaca secesionada por la que tan desesperadamente
suspiran sus amos, pasando por la «falsificación» de la verdadera orientación
española del
Llamamiento a los
catalanes de Rafael Casanova para defender España en la Guerra de Sucesión, en
el famoso bando hecho público en 1714 desde
el Portal de Sant Antoni, a 11 de setiembre, a las 3 de la tarde: y llama a
las armas a todos los habitantes a fin de derramar gloriosamente su sangre y su
vida por su Rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España.
Allá donde Pau Guix pone su atención, advertimos enseguida o una impostura o un
simulacro: desde la bandera con que quieren relegar la tradicional «senyera»:
El trapo estelado no es más que la
bandera del primer partido fundado en 1922 por Francesc Macià, Estat Català
(Estado catalán), insurreccionalista y de ideología combativa y violenta,
análoga a la del contemporánea Sinn Féin irlandés; hasta el uso deleznable
que ha supuesto que bajo la bandera de la independencia -esa bandera
estelada cuyo autor firmaba como VICME, Viva la Independencia de Cataluña y
Muera España- el presidente Mas ha querido ocultar la realidad de su pésima
gestión, sin olvidar, por supuesto, los aberrantes fundamentos racistas que
han servido de cimientos a un edificio ideológico cuyo revival en pleno
siglo XXI tiene mucho que ver con la amenaza de la «globalización» y con ese fin
de la Historia que predijo Fukuyama: una vez enterrados comunismo y fascismo, las
contradicciones que encontramos en la sociedad liberal son (además de aquella
insoluble de las clases sociales) la religión y el nacionalismo. Ese
nacionalismo vergonzoso es el defendido por los secesionistas, herederos
directos de Pompeu Fabra y otros prohombres del nacionalismo catalán, [
quienes] claramente inspirados por las teorías del Dr. Robert, propusieron
la creación de la Sociedad Catalana de Eugenesia a través del Manifiesto para
la conservación de la raza catalana, una raza que consideraban dañada por culpa
de los castellanos invasores, afirmando que era necesario «asentar las bases
científicas de una política catalana de la población» para mantener pura esa
inexistente raza de barretina. Recordemos que Pompeu Fabra es algo así como
un icono nacionalista intocable, quien, de todas las variedades del catalán que se hablaban
en el Principado, creó una norma que prescribía los usos correctos, usualmente
las soluciones lingüísticas más alejadas de la cercanía natural entre el
castellano y el catalán; porque, para los secesionistas, «el castellano mata» y
como defienden los de Koiné, con una consejera al frente, Laura Borràs, el
castellano, una de las dos lenguas propias de Cataluña, se debería prohibir.
Estamos, pues, ante una obra necesaria y de obligada
lectura, que no defraudará a nadie. Ramón de España, cáustico comentarista de los
disparates políticos y sociales del procés, escribe un magnífico epílogo
que sirve a su vez de prólogo a dos artículos de la Africana, la madre de Guix.
De España, en homenaje a la marginada, nos recuerda unas palabras de Manuel
Cruells que son pintiparadas para el
caso de la madre de Pau, ¡y para tantísimos otros!, de hecho, para más de la
mitad de la población catalana actual: Al
admitir quiérase o no a esta excesiva masa de forasteros (…) los tenemos y no
los podemos evitar, tampoco los podemos sacar; además es una mano de obra que
necesitamos; por tanto los hemos de digerir, aunque a veces nos resulten
indigestos. Ni tan solo podemos evitar que aumenten. Dos escritos de la
madre de Guix nos dejan clara la posición de esta ante la situación actual,
pero me quedo con las últimas palabras del segundo, para cerrar esta defensa de
la Constitución y de Cataluña, entendido como parte inseparable de España: Sois
todas unas chicas maravillosas, pero siento que entre nosotras se ha roto la
emoción de ser amigas y compartir vivencias. ¡Esa quiebra, aquí constatada,
es el triste fruto de 7 años de agitación y propaganda supremacista que no
lleva, a día de hoy, visos de acabar, para nuestro mal y el de toda España! Pau
Guix no se reprime a la hora de hacer recaer sobre Mariano Rajoy buena parte de
la responsabilidad de la inacción gubernamental que ha propiciado que las cosas
llegaran al extremo al que llegaron, golpe de estado incluido, si bien es
cierto que ha sido la pasividad de los diferentes gobiernos centrales, desde
que se acabaron las mayorías absolutas de Felipe González, las responsables del
chantaje continuado de las minorías vasca y catalana para que pudiera haber un
gobierno en Madrid. Y en esas estamos, sin que la llegada trilera al poder de
Pedro Sánchez haya hecho mucho por mejorar las cosas. En todo caso, los
lectores han de saber que el libro de Pau Guix se encuadra en una serie de
publicaciones, en libro, en diarios digitales, de movimientos sociales como Societat
Civil Catalana y otros que se han atrevido a plantar cara en serio al
Movimiento Nacional destructor que busca hacernos comulgar con las ruedas de
molino embusteras del secesionismo. Insisto, un libro imprescindible para saber
y para poder opinar con fundamento, ¡y de amenísima y provechosa lectura!
Guix, Pau: El hijo de la Africana. 2017. Ediciones Hildy.
Barcelona
He leído con placer y entusiasmo tu comentario de este libro que sin duda es interesante y lleno de racionalidad frente al irracionalismo neofascista del catalanismo independentista. Totalmente de acuerdo, pero no hay la más mínima posibilidad de que lo lea porque es un tema que me supera emocionalmente y me quiero alejar de ello. Así que hablaré de otras cosas que también vienen al caso.
ResponderEliminarHace tres días visité la casa museo de Pau Casals en Sant Salvador de Comarruga. Admiro profundamente a Casals como músico genial que dio vida a las suites de Bach, una de ellas se puede ver y escuchar en un vídeo en tamaño cine de 1950 cuando Casals estaba en el exilio como figura cívica de Cataluña. Disfruté de la visita en lugar tan hermoso a la orilla de la playa. Sin embargo, al final hay otro vídeo con Casals ya anciano dirigiendo la orquesta de las ONU en 1970, un concierto histórico. Poco después le hacían una entrevista y Casals, ya bastante decrépito y senil, exclamaba casi con lágrimas en los ojos que ahora Cataluña era una provincia de España pero que en realidad "era la nación mas importante del mundo". Y explicaba que en Cataluña se había inventado el parlamentarismo antes que en Inglaterra y que en pleno siglo XI los catalanes más importantes se habían ido al sur de Francia a hablar de paz, eso hicieron los catalanes.
Respetando a Casals, veo en sus emocionadas palabras un mal que aflige a muchos catalanes, el de creerse el país más importante del mundo, tener el mejor club deportivo del mundo, ser los mejores del mundo, haber descubierto América pues Colón era catalán, etc, etc, la lista sería interminable en su delirio de grandeza, pues ese es el mal de muchos catalanes. Son los mejores del mundo pero viven aherrojados por una malvada España que no les deja Ser (con mayúscula). Ante este delirio poco se puede hacer. Para ellos España es un país subdesarrollado lleno de gentes perezosas que odian el trabajo mientras ellos son los daneses del sur -es inútil recordar que Cataluña es la región más corrupta de España-... En su delirio ven todo transformado, no hay principio de realidad que valga, y unirse a ello por parte de xarnegos es convertirse de golpe de ser un don nadie en un Ser Especial, Superior, a esa estirpe africana que es España. El ser superiores lo parecen llevar en su ADN, y poco diálogo se puede entablar con esa premisa.
La pregunta que salta enseguida al oyente no demasiado espabilado es: ¿y cómo es posible que la nación/ombliguito del mundo haya sido "sometida" por la barbarie , la incultura y el atraso? Sí es cierto que hay un complejo supremacista entre muchos catalanes que solo se cura siendo lo que son otr región más de España, que las tiene muchas y muy diversas, y esa es su verdadera riqueza y el asombro del mundo. John Dos Passos tiene un libro de su viaje por España "Rocinante vuelve al camino" en el que precisamente reflexiona sobre la radical heterogeneidad de las diferentes comunidades que habitan en el seno de la nación española, y se admira de que sigamos siendo eso, una nación, no las diecisiete que los de la nación de naciones nos quieren hacer creer que somos. Es un libro combativo y entiendo que, sobre todo a quienes padecemos tan de cerca el prusés, nos pueda dar incluso pereza leerlo; pero para muchos lectores de fuera de Cataluña puede ser una guía estupenda para entender de qué va este conflicto entre la irracionalidad y el Derecho.
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