martes, 2 de junio de 2020

Una reflexión oportuna de Samuel Johnson sobre la democracia británica.



Observaciones sobre el actual estado de la nación o por qué Gran Bretaña es la primera democracia del mundo...

                   «Está por llegar el tiempo en el que todo ciudadano inglés dé por sentado que dispondrá de cumplida información sobre el estado de la nación, tiempo en el que tendrá derecho a ver satisfecha esa expectativa. Y es que, dejando a un lado lo que urjan los ministros, o aquellos que por vanidad o interés pasan a ser acérrimos partidarios de los ministros, en lo tocante a la necesidad de que tenga la ciudadanía confianza en quienes nos gobiernan, y la presunción de sondear con ojos profanos los más recónditos rincones de la política, es evidente que dicha reverencia solo pueden exigirla consejos cuyas deliberaciones todavía no se han puesto en práctica y proyectos aún suspensos y pendientes de deliberación. Sin embargo, cuando un designio da en éxito o en fracaso, cuando los ojos y los oídos de todos son testigos del general descontento, o de la satisfacción general, sobreviene el momento apropiado para desenmarañar la confusión y para esclarecer lo oscuro, para mostrar debido a qué causas se ha producido cada acontecimiento y con qué efectos es probable que termine, para exponer con todos los pormenores lo que el rumor siempre acuna en exclamaciones del común, o bien confunde y sume en el desconcierto debido a relatos mal digeridos e incluso indigestos, para poner de manifiesto, en suma, de dónde proviene la felicidad o la calamidad, y dónde por tanto es preciso esperar una o la otra, y para tender, en fin, con honradez y sin tapujos ante el pueblo las indagaciones que del pasado puedan espigarse y las conjeturas que del futuro puedan estimarse.»  
Aquí vemos, asumido como principio incontrovertible -remacha Boswell, su biógrafo- , que en este país el pueblo es el superintendente de la conducta y de las medidas que tomen aquellos que tienen en sus manos el  gobierno de la nación.
         A ver, ahora, si algún día seremos capaces, en España, de asumir principios democráticos de los que los ingleses disfrutan desde 1756, fecha de esas líneas lúcidas de Samuel Johnson..., y nos olvidamos de la opacidad con que actúan los gobiernos, como si su único poder real fuera ocultar información, en vez de ser transparente y someter sus dichos y sus actos al único "superintendente" capaz de enjuiciarlos y rechazarlos o aprobarlos: la soberanía nacional.


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