Observaciones
sobre el actual estado de la nación o por qué Gran Bretaña es la primera democracia del mundo...
«Está por llegar el tiempo en el que todo
ciudadano inglés dé por sentado que dispondrá de cumplida información sobre el
estado de la nación, tiempo en el que tendrá derecho a ver satisfecha esa
expectativa. Y es que, dejando a un lado lo que urjan los ministros, o aquellos
que por vanidad o interés pasan a ser acérrimos partidarios de los ministros,
en lo tocante a la necesidad de que tenga la ciudadanía confianza en quienes
nos gobiernan, y la presunción de sondear con ojos profanos los más recónditos
rincones de la política, es evidente que dicha reverencia solo pueden exigirla
consejos cuyas deliberaciones todavía no se han puesto en práctica y proyectos
aún suspensos y pendientes de deliberación. Sin embargo, cuando un designio da
en éxito o en fracaso, cuando los ojos y los oídos de todos son testigos del
general descontento, o de la satisfacción general, sobreviene el momento
apropiado para desenmarañar la confusión y para esclarecer lo oscuro, para mostrar
debido a qué causas se ha producido cada acontecimiento y con qué efectos es
probable que termine, para exponer con todos los pormenores lo que el rumor
siempre acuna en exclamaciones del común, o bien confunde y sume en el
desconcierto debido a relatos mal digeridos e incluso indigestos, para poner de
manifiesto, en suma, de dónde proviene la felicidad o la calamidad, y dónde por
tanto es preciso esperar una o la otra, y para tender, en fin, con honradez y
sin tapujos ante el pueblo las indagaciones que del pasado puedan espigarse y
las conjeturas que del futuro puedan estimarse.»
Aquí vemos, asumido como
principio incontrovertible -remacha Boswell, su biógrafo- , que en este país el pueblo es el superintendente de
la conducta y de las medidas que tomen aquellos que tienen en sus manos el gobierno de la nación.
A ver, ahora, si algún día seremos capaces, en España, de asumir principios democráticos de los que los ingleses disfrutan desde 1756, fecha de esas líneas lúcidas de Samuel Johnson..., y nos olvidamos de la opacidad con que actúan los gobiernos, como si su único poder real fuera ocultar información, en vez de ser transparente y someter sus dichos y sus actos al único "superintendente" capaz de enjuiciarlos y rechazarlos o aprobarlos: la soberanía nacional.
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