domingo, 11 de febrero de 2024

Banquetes de jubilación.

 


El temido género de las despedidas públicas.


Hay dos subgéneros de la oratoria, las despedidas a los difuntos o epicedios y las despedidas por jubilación, que retan al ingenio y al corazón a partes iguales, según el grado de relación o parentesco que se tenga con los homenajeados. Las primeras, sobre todo, exigen una fortaleza y una presencia de ánimo que no requieren las segundas, más festivas y de relativo menor compromiso. Una es el adiós definitivo; la otra, un hasta luego y que te vaya bonito. A lo largo de la vida solemos vernos en el compromiso, quienes somos aficionados a la escritura, de dar un paso adelante y tratar de estar a la altura de las circunstancias. En los momentos dolorosos cuesta mucho más, pero, según y cómo, en los momentos festivos la exigencia se multiplica. Al fallecido no le llegan nuestras palabras emocionadas; el homenajeado las bebe sorbo a sorbo con una conciencia crítica que nos interpela hasta la raíz del ingenio. 

Teníamos en mi último Instituto un «profesor», residuo de aquel cuerpo de profesores educados en la Academia Nacional de Mandos José Antonio, a los que, con la llegada de la democracia, habían decretado «cuerpo a extinguir». Licenciado en Derecho y amante del cine, se pasaba los días en la garita de la conserjería y, como toda tarea, se encargaba de vigilar a los expulsados y, por la tarde, a los castigados. La envidia de los demás, con 20 horas sobre las dos «cuerdas» vocales cada día, estaba más que justificada, pero, en ningún caso, la inquina hecha cuestión personal y el menosprecio humano que sufría por parte de casi todos. Como en mi modesta bonhomía son principios sacratísimos la cordialidad y la cortesía, siempre, desde que nos conocimos, nos llevamos bien. Él era un gigante de casi dos metros y voz de bajo profundo; yo, una tachuela vivaracha de voz aflautada. Llegó el día, sin embargo, en que nuestro inquilino de la garita decidió jubilarse y la Junta Directiva no encontraba a nadie que le escribiera la despedida en nombre de sus casi compañeros, porque las distancias de todos con él se medían en metros de espesor de nieve, aunque su política de oídos aireados y bien comunicados, por uno le entraba y por el otro le salía, cualquier malicia que le llegara, le permitían hacer su vida tranquila y cobrar tan ricamente a final de mes; como no encontraban a nadie, se dirigieron a mí para hacerle los «honores». Llegó el momento, en el banquete de las jubilaciones y quedó para el final un adiós que, dada su afición, compartida conmigo, me pareció «de justicia», aunque, una vez leído, ¡qué mal les sentó a algunos colegas tan paleoizquierdistas como sin escrúpulos! Helo aquí, que viene saltando por las montañas de los archivos olvidados…:

               F***, te felicitamos de corazón por la singular singladura 2012, una odisea del tiempo que te llevará quién sabe si a los agrestes hielos de Los dientes del Diablo, a las impetuosas aguas africanas de La reina de África o a las bulliciosas calles del Nueva York donde quizás Travis Bickle (Are you talking to me? Are you really talking to me?) te podría enseñar lo que esconde el glamour de La ciudad que nunca duerme, por donde se pasea el Cowboy de medianoche, pero también Ellos y Ellas (a pesar de que Brando desafine más que yo). Estoy convencido de que te gustaría hacer el viaje en La diligencia, por polvoriento que fuera el camino, dada la excelente compañía del reparto, pero también estoy seguro de que te gustaría llegar como quien tú eres, El hombre tranquilo que jamás se ha sentido, frente a los alumnos, Solo ante el peligro ni ha perdido con ellos Los mejores años de nuestra vida. Encargado de docilitar a los Rebeldes sin causa, siempre me ha parecido que tu presencia le daba un cierto aire inglés a nuestra septuagenaria institución, e incluso, con la reciente adquisición R*** del universo Nespresso, me ha parecido, a veces, que destilaba la conserjería, un delicado aroma a Té y simpatía. Desde la conserjería, donde tenías El nido de las águilas, has visto una y otra vez, en los tempranos anocheceres invernales, La jungla de asfalto en su más peculiar manifestación, incluso con el blanco y negro lleno de sombras compactas y sorprendentes, y descarnados destellos luminosos. En ese reducido espacio, junto al señor Á*** me parecisteis siempre Dos hombres y un destino: velar por la integridad de nuestra venerable y achacosa institución. Hasta es posible que desde esa especie de Puente sobre el río Kwai que acabas de volar en mil pedazos liberadores, hayas sentido un Vértigo desasosegante al contemplar, desde La ventana indiscreta que da al parque, el ataque de Los pájaros contra las cotorras en esa lucha descarnada que tienen por el escaso pan que les dejan y que resolvería con total autoridad, como lo hace en los aeródromos, El halcón maltés o el granadino halcón peregrino... Lo que te deseamos quienes te despedimos hoy de tu vida laboral, ¡ese Oscuro objeto del deseo! para muchos de nosotros…, es que no te veas jamás Atrapado en el tiempo de un solo día, por mucho que se aprenda en él, sino que pases Una noche en la Ópera, que pruebes La sopa de ganso, que nunca te comas Las uvas de la ira, sino las indigestas de muchos Años Nuevos, que sientas la emoción de vivir Con la muerte en los talones, que Adivines quién te viene a cenar, que hagas Los viajes de Sullivan y que des La vuelta al mundo en ochenta días… Los que nos quedamos te deseamos que nos recuerdes no como Lo que el viento se llevó, sino como quienes te hemos conocido como el imperturbable Atticus de Matar a un ruiseñor, un señor del derecho y el adorable Fronkostin de El espíritu de la Colmena, alguien que, saliendo de aquí, sabrá, más aún que estando dentro, ¡Qué bello es vivir!

 

 

3 comentarios:

  1. Un brillante homenaje de un cinéfilo a otro que se cierra con la película de Frank Capra, ¡Qué bello es vivir!

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  2. Pues algunas "compas" se quejaron de que me hubiera esmerado tanto con quien, a su sectario juicio, no "lo merecía"... Me parece que aquello tan antiguo de "tener humanidad" está en serio peligro de extinción...

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  3. De verdad que un homenaje digno de un cinéfilo

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