jueves, 21 de marzo de 2013
¿La vida resuelta?
La lucha por la vida.
Tengo la impresión de que este concepto darwiniano ha perdido absolutamente la vigencia que había tenido hasta hace relativamente poco, un momento que puede datarse, aproximadamente, en el inicio de la primera legislatura de Zapatero, la de la "extensión de de los derechos" y la nula asunción de los deberes. Hasta entonces, había sido el abecé de la educación corriente y moliente, ni tradicional ni progresista, que los hijos habían de "ganarse la vida" que ésta era "una lucha" en la que habían de salir victoriosos, que las oportunidades había que aprovecharlas cuando pasaran por delante de uno y que ese mismo uno había de prepararse lo mejor posible para no desperdiciarlas. No era, repito, una visión tradicional de la realidad, sino la realidad pura y dura, con su cara hostil de muro inexpugnable y el reto para cualquiera que quisiera hallar un destino personal al otro lado del muro. "Que la vida iba en serio..." se daba uno cuenta apenas acabado el largo bachillerato de entonces, cuando no pocos amigos cuyos padres no se podían permitir el lujo de esperar a que los hijos acabaran una carrera universitaria, para que entrara otro jornal en casa que permitiera vivir con cierto desahogo, se ponían a trabajar como meritorios en oficinas, bancos, comercios, tajos o fincas, y solo unos pocos, los más voluntariosos, seguían compaginando trabajo y estudios nocturnos para aspirar a metas personales por las que habían de luchar contra la explotación, el cansancio, el tedio y la indiferencia de familiares y amigos, cuando no la hostilidad explícita: "¡Pues qué se habrá pensado éste que puede llegar a ser, no te fastidia!" En nuestros días, ya digo, ha desaparecido el concepto de esa guerra incruenta pero dolorosa. Ahora, como pasa con la cultura y la lengua en algunas autonomías, la supervivencia, la vida, nos ha de ser subvencionada, porque en calidad de ciudadanos del estado "tenemos, al parecer, derecho" a un buen sueldo, una excelente vivienda, amplia y soleada, un coche de alta gama, electrodomésticos a porrillo, un viaje de vacaciones al Caribe y toda la educación y sanidad del mundo absolutamente gratuitas, amén de entradas para el teatro, la ópera, el fútbol, en partidos de máxima rivalidad y un abono para el gimnasio. Ha cambiado mucho lo de la "lucha por la vida", en efecto.
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