6 DE DICIEMBRE, DÍA DE LA CONSTITUCIÓN: Notas de
observaciones tomadas del natural.
Ayer murió Mike Ehrmauntrat en un capítulo sombrío
y al tiempo tierno de Breaking Bad –una serie excepcional-, y justo después La
1 conectaba con 24h para ofrecer un programa sobre la muerte de Mandela, con un
presentador, por cierto, que, desconociendo su función, acaparaba la palabra y
en modo alguno agilizaba la rancia tertulia que se montaron en la tele del PP.
Esta mañana, después de comprobar, y criticar, la escasa importancia que tenía
para Crónica Global la muerte de Mandela, he trabajado un poco después de
desayunar y a las 11’30h he cogido el portante para asistir a la manifestación/celebración del día de la
Constitución española. Es día festivo, en efecto, pero han abierto todos los
comercios del centro, no como estrategia anticontitucionalista, sino para
adelantar el cobro de los impuestos consumistas navideños.
Camino de Urquinaona no he visto mucho “movimiento”
protestante, ni una pancarta, ni una bandera, tampoco personas que, al pasar
junto a ellas, tuvieran en la conversación pillada al vuelo ni la palabra “manifestación”,
ni “constitución”, ni “España”, ni “Cataluña”, sino “zapatos”, “me han dicho que…”,
“¿Dónde comeremos?”, et sic de caeteris. De hecho, hasta que no llegué a la
propia plaza de Urquinaona no salí de una duda que se apoderó de mí mientras
recorría la Ronda de Sant Pere: ¿Me he equivocado de hora? La despejé nada más
doblar la esquina de la Ronda y entrar en la Plaza para descubrir el final de la
manifestación. Decepcionado por la escasa presencia, que ni cubría por entero
la plaza, he ido bajando por Vía Laietana en busca de la dimensión exacta del
número de congregados. Mi sorpresa ha sido que bastante antes de llegar a la
boca del metro, ya estaba la pancarta con los impulsores del acto y los
responsables de los partidos que lo apoyaban. Siendo muy generoso, no creo que
pasáramos de 3000 las personas allí reunidas. Pero da igual. La gran victoria
de la celebración de hoy no estaba en el reducido número de manifestantes que recorríamos,
generosamente separados unos de otros, la Vía Laietana, sino el convencimiento
de miles de con ciudadanos nuestros que están plenamente convencidos de la irreversibilidad
de la vigencia de la Constitución, de que ningún serio peligro loa amenaza y de
que, por tanto, es innecesario manifestarse para defenderla. La presencia
abundante de banderolas del PP parecía convertir la manifestación de hoy en un
acto partidista - y ya conocemos el inmovilismo del PP frente a posibles
cambios institucionales– lo cual parece estar reñido con una celebración en la
que han de caber también posiciones como las que proponen el cambio de la Constitución
de acuerdo con las previsiones para hacerlo que ella misma establece. Ciertos
cánticos y gritos –más la ausencia de banderolas de C’s, quizás porque sus
seguidores somos críticos con el abuso de los símbolos y su excesivo valor
identitario–, contribuyeron a generar en mí un “efecto distancia” respecto de
ciertos contenidos de la celebración. En este sentido, digamos que siento la
misma repulsión hacia el reflejo especular de la parafernalia secesionista. La
vivencia de la patria, como la de la religión, ha de pertenecer al ámbito de la
intimidad Seguro que así serían más sólidos los fundamentos de ambas, si así
fuera. Pero somos un país que tiende a
la algarabía y eso nos pierde. De hecho, la manifestación de hoy más parecía una
manifestación nacionalista antinacionalista (y a buen entendedor…) que
propiamente la celebración de nuestra Carta Magna. Fiel al espíritu observador
de lo cotidiano que me caracteriza, en ciertos tramos de la marcha me he “descolgado”
a los márgenes del arroyuelo humano para “palpar” las reacciones de los
espectadores ajenos a la manifestación. Y he encontrado de todo. He aquí una muestra
documental: “Son pepistas”; “haurien de
continuar tot dret, caure al mar i enfonsar-s’hi, tots”: “Look, daddy, a
demonstration”; “Yo a quien te quiero es a ti, Jordi”; “Nem ràpit, fills, no
mireu, nem, nem”; “estos defienden la unidad de España”; “………..” ¿?(en ruso); “ja
ha sortit la xusma a passeig”; “estos deberían pagar dos veces los impuestos,
en Madrid y en Cataluá” (sic, sí, en castellano); “El Rajoy ya tendría que
estar en la cárcel, y todo su gabinete”; “quatre gats, tot plegat”, y muchas
más que se interrogaban sobre lo que habrían de comprar de cara a la Navidad
próxima y que no reproduzco por carecer de interés. Cuando he “parat l’orella”
al lado de la Feria de Santa Lucía, me he acercado a los puestos más cercanos y
me he llevado la sorpresa de que la iconografía cubanyera se ha apoderado del
negocio belenístico. Supongo que habrá belenes este año en cuyos portales de
Belén ondee la cubanyera del mismo modo que lo hará –por incongruente que sea
tal elección– en el castillo de Herodes, que entonces sería lo más parecido a
la estructura de estado… No quiero atreverme a pensar que los pañales del nen “ros
i blanquet!” –pura expresión del racismo tan arraigado en la mentalidad
nacionalhordalista catalana– también serán cuatribarrados, como son blaugranas
los pijamos y calzoncillos de tantos culés, pero después de lo visto, no volveré
para comprobarlo, la verdad…
Al final de la
marcha se han levantado dos tablados, uno para los jóvenes que nos han
recordado las virtudes de la Constitución, después de habernos ilustrado los
organizadores sobre la reescritura estalinista de la Historia que hace Trias
respecto de la plaza de la Constitución, y otro para los periodistas, donde se
amontonaban, cada uno con su intención , que casi no dejaba espacio para el uso
de las cámaras. Camino de vuelta a casa,
bajando por la calle Fernando, que fue el VII de los Borbones, de
infausta memoria, pero al que se ve que Trias tiene en alta estima, porque no
ha sugerido, aparte de quitarle el número y el apellido, dedicársela, la calle,
al mesías Mas o a alguno de los anteriores; bajando por ella hacia las Ramblas, digo, había estacionados hasta cinco furgones de los Mozos de la Escuadra (creados,
recordémoslo, para combatir a quienes lucharon contra Felipe V, lo cual es el
colmo de la empanada mental de nuestros actuales secesionistas) y al cruzarme con
los que estaban de pie al lado del vehículo en ninguna de las parejas que vigilaban
hablaban entre ellos en catalán, pero
esto último no me ha llamado la atención porque lo tengo registrado como “habitual”
en mi cuaderno de apuntes del natural.
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