viernes, 15 de noviembre de 2013

Confesiones secesionistas


Casuística confesional de la secesión (traducida del catalán para gracia de los lectores foráneos -forajidos para los secesionistas- de esta Provincia).

Nil- Ave Catalunya purísima…
Gregorio XVIII.- Para la gloria concebida. Tú dirás, hijo.
Nil.- Padre, me acuso de que me gusta una chica…
Gregorio XVII.- Hombre, mozo, eso es bien normal, y más a tu edad...
Nil.- Sí, pero es una chica que no es de los nuestros, que ni siquiera habla en catalán y a quien nuestra lucha le trae sin cuidado.
Gregorio XVII.- Ah, eso ya es muy diferente, muchacho… ¿Y cómo se llama la chica?
Nil.- Silvia, Silvia del Río*.
Gregorio XVII.- Inequívocamente no es de los nuestros, como tú dices.
Nil.- Yo no, padre, mis amigos lo dicen, que son los que me han comido el coco para que ni se me ocurra salir con ella, que sería una imperdonable traición a la causa… Son ellos quienes casi me han obligado a venir a pedirle consejo
Gregorio XVII.- ¿Y tú eso no lo ves también, hijo mío, que la causa no admite estas traiciones?
Nil.- Yo lo que veo es que está como un tren y que me gusta con locura… digo…
Gregorio XVII.- Ya me hago cargo, hijo, que la edad lleva esa pasión del brazo donde quiera que va…
Nil.- Es que hacemos algo más que ir del brazo, padre…
Gregorio XVIII. No, si era un modo de…, dejémoslo.
Nil. Pero es que yo no quiero dejarla. Ya sé que vive al margen de lo nuestro, pero ¿por qué lo nuestro político me ha de quitar lo nuestro con ella?
Gregorio XVII.- Hay momentos en la vida, hijo, en que la política pasa por encima de todo, incluso por encima de nuestros afectos más apasionados. ¡El deber nos llama! ¡La Patria nos reclama todos los sacrificios!
Nil.- A mí quien me llama es ella, padre, eso es lo que me remuerde la conciencia, no ser capaz de convivir con las dos cosas.
Gregorio XVII.- La patria es muy celosa, hijo, y no le gusta la competencia. Si el Cristo dijo: “Déjalo todo y sígueme”, la Patria dice otro tanto: Déjala a ella y sígueme…
Nil.- No sé.., no sé…
Gregorio XVII.- No se trata de saber nada, hijo, sino de actuar. Deja el saber para nosotros, y tú limítate a actuar con toda tu fe y toda tu energía. ¿No ves que si sales de Silvia entrarás en alguna Mireia o en alguna Roser…? En el buen sentido del verbo entrar, por supuesto…
Nil.- Su puesto no lo podría ocupar ninguna, Padre; ella es única, aunque sea distinta de nosotros.
Gregorio XVII. Te veo muy tibio, hijo, poco defensor de la Patria amenazada y de nuestra lengua sacrosanta…
Nil.- No, si yo con ella hablo en catalán, porque me dice que me entiende mejor que si hablo en castellano…
Gregorio XVII.- ¡Bendita sea la Moreneta! Eso ya es un progreso, hijo. ¿Estás seguro de que no podrías convencerla de la justicia de nuestra causa y de la exigencia histórica del ahora o nunca que nos mueve?
Nil.- ¡Niño, pero qué loquillo que estás, qué cosas dises! ¿Cómo se va a separar Catalunya de España? ¿Pero vais a volar las fronteras para convertiros en una isla...?, ¡amos ya!, me dice ella, y ahí se acaba todo. Ya no hay manera de sacarle más nada. Pasa de lo nuestro, Padre.
Gregorio XVII.- Pues si quieres que te absuelva, yo te ordeno que seas tú quien pase de ella, si es que quieres formar parte del pueblo elegido que camina hacia la gloria, hacia el paraíso nacional…
Nil.- Tenía mis dudas, Padre, pero ahora salgo de aquí firmemente convencido. ¿Pasar de ella? ¡”Pasar en ella”, quiero, cuanto más mejor, porque silvino soy, en Silvia creo y a Silvia adoro, y más felicidad puedo hallar en ella -ahora lo veo claro, y no cuando duermo, como decía nuestro poeta- que en ese paraíso donde ella no tiene cabida.

Gregorio XVII.- Ni… ‘cachis… 

* Silvia del Río fue el pseudónimo de un eminente y socarrón escritor catalán.

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