Casuística confesional de la secesión (traducida del catalán para gracia de los lectores foráneos -forajidos para los secesionistas- de esta Provincia).
Nil-
Ave Catalunya purísima…
Gregorio
XVIII.- Para la gloria concebida. Tú dirás, hijo.
Nil.- Padre, me
acuso de que me gusta una chica…
Gregorio XVII.-
Hombre, mozo, eso es bien normal, y más a tu edad...
Nil.- Sí, pero
es una chica que no es de los nuestros, que ni siquiera habla en catalán y a quien
nuestra lucha le trae sin cuidado.
Gregorio XVII.-
Ah, eso ya es muy diferente, muchacho… ¿Y cómo se llama la chica?
Nil.-
Silvia, Silvia del Río*.
Gregorio XVII.-
Inequívocamente no es de los nuestros, como tú dices.
Nil.- Yo no,
padre, mis amigos lo dicen, que son los que me han comido el coco para que ni
se me ocurra salir con ella, que sería una imperdonable traición a la causa…
Son ellos quienes casi me han obligado a venir a pedirle consejo
Gregorio XVII.-
¿Y tú eso no lo ves también, hijo mío, que la causa no admite estas traiciones?
Nil.- Yo lo que
veo es que está como un tren y que me gusta con locura… digo…
Gregorio XVII.-
Ya me hago cargo, hijo, que la edad lleva esa pasión del brazo donde quiera que
va…
Nil.- Es que
hacemos algo más que ir del brazo, padre…
Gregorio XVIII.
No, si era un modo de…, dejémoslo.
Nil. Pero es
que yo no quiero dejarla. Ya sé que vive al margen de lo nuestro, pero ¿por qué
lo nuestro político me ha de quitar lo nuestro con ella?
Gregorio XVII.-
Hay momentos en la vida, hijo, en que la política pasa por encima de todo, incluso
por encima de nuestros afectos más apasionados. ¡El deber nos llama! ¡La Patria
nos reclama todos los sacrificios!
Nil.- A mí
quien me llama es ella, padre, eso es lo que me remuerde la conciencia, no ser capaz
de convivir con las dos cosas.
Gregorio XVII.-
La patria es muy celosa, hijo, y no le gusta la competencia. Si el Cristo dijo:
“Déjalo todo y sígueme”, la Patria dice otro tanto: Déjala a ella y sígueme…
Nil.- No sé..,
no sé…
Gregorio XVII.-
No se trata de saber nada, hijo, sino de actuar. Deja el saber para nosotros, y
tú limítate a actuar con toda tu fe y toda tu energía. ¿No ves que si sales de
Silvia entrarás en alguna Mireia o en alguna Roser…? En el buen sentido del
verbo entrar, por supuesto…
Nil.- Su puesto
no lo podría ocupar ninguna, Padre; ella es única, aunque sea distinta de
nosotros.
Gregorio XVII.
Te veo muy tibio, hijo, poco defensor de la Patria amenazada y de nuestra
lengua sacrosanta…
Nil.- No, si yo
con ella hablo en catalán, porque me dice que me entiende mejor que si hablo en
castellano…
Gregorio XVII.-
¡Bendita sea la Moreneta! Eso ya es un progreso, hijo. ¿Estás seguro de que no
podrías convencerla de la justicia de nuestra causa y de la exigencia histórica
del ahora o nunca que nos mueve?
Nil.- ¡Niño, pero qué loquillo que estás, qué
cosas dises! ¿Cómo se va a separar Catalunya de España? ¿Pero vais a volar las
fronteras para convertiros en una isla...?, ¡amos ya!, me dice ella, y ahí se acaba todo.
Ya no hay manera de sacarle más nada. Pasa de lo nuestro, Padre.
Gregorio XVII.-
Pues si quieres que te absuelva, yo te ordeno que seas tú quien pase de ella,
si es que quieres formar parte del pueblo elegido que camina hacia la gloria,
hacia el paraíso nacional…
Nil.- Tenía mis
dudas, Padre, pero ahora salgo de aquí firmemente convencido. ¿Pasar de ella? ¡”Pasar
en ella”, quiero, cuanto más mejor, porque silvino soy, en Silvia creo y a
Silvia adoro, y más felicidad puedo hallar en ella -ahora lo veo claro, y no cuando
duermo, como decía nuestro poeta- que en ese paraíso donde ella no tiene
cabida.
Gregorio XVII.-
Ni… ‘cachis…
* Silvia del Río fue el pseudónimo de un eminente y socarrón escritor catalán.
* Silvia del Río fue el pseudónimo de un eminente y socarrón escritor catalán.
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