viernes, 12 de septiembre de 2014

El postpartido de un encuentro no jugado...


 El día después del extraño partido, con toda la ciudad llena de jugadores que llevaban las camisetas de sus equipos respectivos, la roja (que no La roja) y la amarilla (con no poco de amarillismo ideológico), tiene este ciudadano atento a lo extraordinario de la vida cotidiana las neuronas hechas un buen lío, porque, a la hora de la verdad, resultó que no hubo partido alguno, digno de tal título, sino Un encuentro en que se fundieron ambos equipos para engañarse a sí mismos y darse los dos la victoria sin pelea alguna, esto es, sin oposición de ningún tipo. La ciudad, Barcelona, de la que habían escapado hacia un puente festivo sus fatigados habitantes, se llenó de turistas de comarques i vegueries que se admiraban de las dimensiones de la la antigua gran Babel, de la capital sodomogomorrina a la que con tanto respeto miran desde su amor arraigado al agro. Con docilidad sorprendente para unos ciudadanos supuestamente tan agresivos y testiculares -léanse las advertencias a Madrit sobre las razones por las que harán la consulta y téngase presente la declaración de los mercernarios romanos no solo cuando juraban en un proceso, sino cuando se les afeaba su carácter apátrida: donde van estos va mi patria...-, los dos colores del partido único siguieron al pie de la letra las indicaciones de la catafáltica aspirante a Leni Riefenstahl , Carme Forcadell, y se alinearon con precisión germánica de triste recuerdo sin que nadie pusiera en cuestión ni por un momento un acto tan flagrante de sumisión en aras de una causa encabezada por encausados y a punto de encausar, si se confirman las dificultades de justificación contable de los generosos ingresos de la ANC. 
El ambiente festivo del desfile de comarcanos se rompía aquí y allá por gritos contra España y los españoles que otros comcomarcanos jaleaban con risas de superioridad aplastante, como en los buenos tiempos del Barça, que tanto contribuyó a generar este optimismo golpista que anida en tantos y tantos demagogos que consiguen, según expresión felicísima de Andrés Rábago de hoy en El País: hornearlos para excitarlos al punto del sufle. Ahora bien, nadie ignora el destino inevitable de los suflés, como tampoco nadie ignora cuál será el triste destino político del Nada Honorable Artur Mas cuando en su desesperada huida hacia enlloc -hermosa y utópica villa catalana donde se ha hecho realidad el sueño de una noche de verano de su estado monopatriótico monolingüístico, monoemocional, monoeconómico, monoideológico, y cuantas monerías se quieran añadir...-, acabe en las dependencias adonde suele enviar la Fiscalía General a los sediciosos y golpistas toparcas que enardecen a las masas de yesca y, una vez encendida a hoguera, salen por piernas -hacia paraísos fiscales, mucho más acogedores que los patrióticos de jauja- renegando de haber sido ellos la chispa del perdernal. 
El  atento observador de lo cotidiano sigue sorprendido, el day after, por la extraordinaria ductilidad marcial del 15% de un pueblo que, de nuevo, como avisó Unamuno, se han dejado echar a perder por la estética levantina dels castells de focs artificials i les parades i marxes de torxes d'indubtable esperit feixista: Qué maco! Oi que és maco? Maquíssim! Preciós! Què bufó! Què bonic! Se oía una y otra vez como una suerte de letanía de la religión nacionalista. Y en esas estamos: Los dos equipos han ganado y los dos han perdido, porque  desde el vértice -¡palabra franquista por excelencia!- de la V los ramales se pierden sin que nunca vuelvan a encontrarse...
No sé si habrá salido en alguna foto aérea, pero los anarquistas tuvieron la humorada de convertir en A la V, para que la empanada total nacional quedara como un san Luis... abans del caos promés des de l'ordre marcial.

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