Ignoro si esta historia de los
Guinnes es inferior, igual o superior en importancia a la otra Historia que
suele provocar tanta controversia como, a veces, hilaridad, según los arúspices
que interpreten los hechos y dichos de la especie humana sobre el planeta
Tierra. El caso es que este impenitente observador de la vida cotidiana ha
reparado en un récord Guinnes que aún no ha sido reclamado para que sea
inscrito en tan brillante recuento de los grandes hechos de la humanidad, debidamente
homologado por los representantes de los acreditados premios. Me refiero, como
a nadie se le escapa, al promedio de “hechos históricos” por segundo que se viven
en este pequeño territorio español de tan complejo presente como ficcionalizado
pasado. La lista de días, hechos, momentos, jornadas, acontecimientos, etc., históricos
que llevamos viviendo desde que se abrió la veda del disparate manifestador y la
voluntad de imponer un estado por la fuerza de la ficción y el incumplimiento
manifiesto de las leyes vigentes se escapan del poder científico de cualquier
aparato que los registre con fidelidad. Respiramos hitos históricos como otros ingresan millones en
Andorra, a destajo; y no sería complicado, para cualquier avisado observador,
establecer el nexo entre uno y otros hechos. Dándolos por supuesto, continuamos
con la constatación de esa pasión historicista que se ha apoderado de buena
parte de nuestros compatriotas y que lleva camino de convertirse en asfixiante
para quienes aspiran a un moderado vivir que tiene en el justo medio su
legítimo ideal, frente a los llamamientos revolucionarios a las barricadas que
recibimos por parte de un poder local que busca, más allá de la legitimidad, la
arbitrariedad de la sociedad sin ley, algo así como Dodge City antes de que
llegara Errol Flynn. Desde la pluma Inoxcrom del Nada Honorable Mas, hasta los
casi dos millones de personas que consiguieron respirar y salir con vida de la apretadísima
V de vendetta que ocupó con aires futboleros una ciudad que nada tiene que ver
con el aldeanismo primigenio de las reivindicaciones que representaban, pasando
por la huida vergonzosa del ingenuo y converso Montilla de la manifestación por
él convocada o los innumerables plenos, cada uno de los cuales ha sido más
histórico aún que el anterior…, ¿qué catalán no guarda en la retina y en los
oídos hechos y dichos históricos como los citados? Hozan en ellos y se
revuelcan en ese cieno primordial, algo así como la sopa cósmica; y el alegre
chapoteo totalitario ha llegado a la
casa Guinnes sin que, y ya es curioso, a nadie se le haya ocurrido que levanten
acta de tales proezas para que nadie se llame a engaño y la verdad resplandezca
en el famoso Libro de las Banalidades. ¡Esto no puede seguir así! ¡Un Guinnes
para Cataluna (sic), por favor!
Sin duda, Juan, sin duda.... Porque, desde que César cruzó el Rubicón, pareciera que el mundo todo se hubiera detenido hasta, al menos, 1700, cuando eclosionó la nación catalana, en la cual, como tan bien apuntas, no han dejado de sucederse relevantísimos acontecimientos de extrema importancia no solo para los catalanes, sino para el conjunto de la cofradía humana: hechos históricos, en definitiva.
ResponderEliminarUno de ellos, y no de menor importancia, acaeció cuando la lengua catalana se impuso a la castellana en todo el territorio nacionalcatalán, con la convicción -y aventurada esperanza- de que los millones de turistas guiris que visitan el "Franco Condado" cada año, sin duda seguirían en sus países de origen acelerados cursillos de catalán antes que de castellano, mudializando así no solo el idioma sino, también, el ideario patriótico...
Un abrazo
Es lo que tiene el delirio de grandeza, una enfermedad aquí tan común como el dengue en otros países. Lo que ocurre es que, al final, como todo deviene histórico, es dificilísimo hasta realizar las funciones corporales más íntimas con la solemnidad histórica de que vivimos rodeados exige. Maliciosamente, sí que pienso que todo esto no hubiera llegado a tanto si hubiera habido algún que otro "polvo histórico" por el medio, porque la política es, acaso, uno de los sustitutos más eficaces del deseo sexual: joder a muchos...
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