Séptima entrega desde la
base a la que se apela, hipócritamente, desde la cúspide jerárquica..., ¡ay, tan alejada!
El test sobre la viabilidad de este nuevo pacto será el
acuerdo entre el PSC y el PSOE sobre el nuevo horizonte federal de España que
tiene que servir también para *actualizar la relación entre los dos partidos, asumiendo la expresión
de la opinión y el voto diferenciados del socialismo catalán en el marco de un
grupo parlamentario federal de todos los socialistas en el Congreso de los
Diputados en aquellas cuestiones de importancia transcendental para Cataluña
que no hayan podido ser acordadas previamente. Es **el modelo practicado con éxito
en el Bundestag de la República Federal Alemana entre la CDU y la CSU.
Nuestra vocación permanente es la de llegar a acuerdos, pero para los
federalistas la voluntad de acuerdo no puede ser nunca entendida como
aceptación de imposiciones.
*¿De verdad se cree en la dirección del
PSC-psoe que sus votantes “vivimos” la tensión de la doble pertenencia al
socialismo a nivel organizativo? Desde fuera, aunque sea un fuera, como se ve
por mis comentarios, tan cercanísimo, eso forma parte de un debate artificial
que sólo alimenta el otro falso debate que tanto parece afectar a una dirección
acomplejada frente a la manida estrategia del nacionalismo: las tópicas
acusaciones de la “obediencia española” del PSC. Y lo que no puede ocurrir
jamás de los jamases es que el adversario político marque las reglas del juego
e incluso sus contenidos. Si después de haber tenido a un campeón del
nacionalismo como Montilla (desafección por medio) amenazando al gobierno
central a diestro y siniestro, aún CiU puede esgrimir, con beneficios
electorales, la acusación de “obediencia española” es que hay un conflicto de
fondo que se ha de resolver, y ello tiene que ver con las reflexiones que he
dejado consignadas en párrafos anteriores.
** Me choca, sinceramente, que se ponga como ejemplo de
organización un partido tan derechista como los alemanes citados. En mi
imaginario político la “Baviera de Strauss” era lo más parecido al franquismo o
al folclorismo político de la “Galicia de Fraga”; modelos que en modo alguno
pueden tomarse como referente.
Mejorar nuestra conexión
con la sociedad
Aun siendo difíciles las tareas antes señaladas, no
agotan ni de lejos el trabajo que tenemos por delante. Tenemos que reaccionar
también a los evidentes problemas de conexión del PSC con la sociedad, de haber
reducido demasiado a menudo la acción política a la pura gestión de políticas
públicas desarrolladas desde las instituciones, a las dificultades de traducir
en acción y compromiso político una coincidencia social mayoritaria con los
valores que queremos representar, recogidos en la Declaración de principios del
partido aprobada por unanimidad en nuestro 11º Congreso celebrado en 2008.
El PSC tiene que recuperar su capacidad de agregación, *hace falta que vuelva a
convertirse en referencia de una mayoría social progresista, capaz de representar
a los trabajadores, a las clases populares y a los ciudadanos que comparten las
ideas de progreso. El PSC ha de reencontrar su vocación de laboratorio
de ideas, de espacio creativo y acogedor para el debate y la acción política, *rehaciendo desde abajo hasta
arriba su conexión con la ciudadanía, con los exponentes más creativos y
dinámicos de nuestra sociedad.
*He aquí dos ejemplos “de manual” de la vaciedad
conceptual que ya he señalado con anterioridad y que aquí vuelve a repetirse.
No sólo se trata de la reiteración de un concepto polémico donde los haya
“progresista/progreso” sobre el que podría celebrarse un congreso monográfico,
sino de la confusión entre lo posible y lo deseable: “hace falta”, “ha de
reencontrar”, “rehaciendo su conexión con la ciudadanía”… Fórmulas retóricas
que sirven para rellenar párrafos y para alejarse, con ellos, completamente de
la realidad. Ya lo comenté con anterioridad, pero esos “exponentes creativos y
dinámicos” en modo alguno querrán participar en una estructura organizativa tan
jerarquizada y burocratizada como actualmente lo es cualquier partido político,
en los que la democracia interna y el debate casi brillan por su ausencia. La
famosa “disciplina” de partido ¿no debería sustituirse, al menos en parte, por la
conciencia política de cada representante, que habría de ser libre de poder
votar según sus convicciones, coincida o no con la posición del Partido, al
modo como se hace en Inglaterra y Usamérica, por ejemplo? Obiols, hace años, ya
quería acercar el Partido a modos de organización más flexibles, de ahí la
incorporación de las primarias, pero nos hemos quedado a medio camino y se ha
pensado que lo más efectivo, electoralmente, era la imagen de fortaleza y de
seriedad, de las que Montilla sería el mejor ejemplo, pero la sociedad a la que
se les proponen esos valores es muy distinta de la surgida tras el franquismo.
La vida de Partido, lejos del contacto con las realidades del día a día, le ha
llevado a divorciarse de esos sectores a los que ahora propones, Miquel, que el
Partido se acerque. Para ello, sin duda, es el Partido el que ha de cambiar, ¡y
mucho!, si quiere conseguir ese objetivo que me parece encomiable.
Tenemos que recuperar el impulso fundacional, la vocación
de suma, la generosidad y *la
apertura que hagan nuevamente atractiva la pertenencia al partido, una
militancia ilusionante y eficaz, con la flexibilidad suficiente para que todo
el que quiera aportar sus ideas, su tiempo y su esfuerzo pueda hacerlo desde la
libertad *y con la
confianza en que su aportación será reconocida. Hay que mejorar los
mecanismos de información, comunicación y debate para hacerlo posible, también
a través de la utilización creativa de las nuevas tecnologías.
*Estoy totalmente de acuerdo con esos
objetivos, y sobre ellos ya me explayé en las reflexiones que te envié antes de
que me hicieras llegar estas tuyas. Para ello, no obstante, mucho habrán de
cambiar las estructuras del Partido y, sobre todo, el fuerte espíritu militar
jerárquico que ha sido característico de los partidos de izquierda desde la
lejana fundación de los primeros partidos socialistas europeos. No estamos
acostumbrados a la discrepancia y al respeto que se debe a quienes sostienen
postulados distintos dentro de un mismo campo ideológico. De lo que se trata es
de que “la última palabra” no sea la de la autoridad, sino la de la persuasión
de la mejor argumentación y la mayor proximidad a lo real y a lo factible.
*Para los
socialistas es vital volver a conectar con nuestra base tradicional, pero también establecer nuevos vínculos con las nuevas
generaciones y con los sectores más emprendedores e innovadores, resolviendo
las tensiones entre aquellos que ven la globalización como una oportunidad, y
los que la temen y se resisten al progreso, **siendo conscientes de que no es fácil construir
identidades y lealtades fijas en un mundo tan cambiante. Necesitamos
forjar una alternativa a la hegemonía liberal-conservadora también para evitar
que los miedos y las incertidumbres creadas por la crisis sean aprovechadas por
populismos demagógicos de tipo identitario y/o de ultraderecha.
*Es evidente que un suelo electoral de un 20% del electorado
permite hablar de “nuestra base tradicional”, pero de lo que se trata es de
analizar la erosión que ese suelo electoral ha sufrido a lo largo de las
elecciones, porque de ese análisis surgirá el perfil más próximo a lo que se
puede considerar como “base tradicional”. El mayor engaño en el que se pueda
caer a la hora de plantear ese análisis es creer que todos los miembros de esa
“base” son clónicos, es decir, identificados con una u otra de las famosas dos
almas del Partido, por ejemplo. La gran variedad de matices que pueden
encontrarse entre los votantes del Partido aconsejan replantear la “solidez” de
esa expresión: “nuestra base tradicional”, sobre todo porque líneas más
adelante se halla una afirmación que invita a reconsiderar la seguridad de esta
afirmación. Sí, es tiempo de revisar incluso lo que se cree más firme y seguro
**No es fácil, en efecto, pero no deja de ser cierto también
que nuestra democracia se ha construido en torno a esas dos lealtades básicas,
al PP y al PSOE, que funcionaron como
pilares del nuevo edificio democrático tras la larga dictadura, de ahí el
hundimiento del PC , por ejemplo y la absorción de la extrema derecha por el
PP. La lealtad en el caso del PSC se cruza con la reivindicación nacional y
complica enormemente la situación, tanto como para pensar que haya dos
lealtades, una para las generales y otra para las autonómicas, un bucle difícil
de resolver, sobre todo con el
desenfoque emocional con que se acostumbra a considerar. La lucidez de tu
afirmación, Miquel, choca con buena parte del texto en el que se obvia ésta,
como si se tratase de un comentario anecdótico en vez de uno de los ejes fundamentales
del proceso de reflexión que ha de producirse en el próximo congreso. Si el
gran problema contemporáneo es la indeterminación del sujeto, el proceso de
deconstrucción que ha sufrido el concepto del yo y la casi imposibilidad de la
identidad como un firme asidero en tiempos de perplejidad y desconcierto, ¿cómo
es posible que se salude con tanta ingenuidad conceptual la identidad de todo
un pueblo y se haga de ello bandera? Sólo desde la proximidad al pensamiento
mágico pueden defenderse posiciones así, la verdad.
El malestar social causado por la crisis ha puesto en
evidencia un descontento profundo con la política y la conciencia creciente de
los estragos causados por la economía del mercado global. *Una profunda regeneración de la
política y la interlocución con sectores críticos con el actual modelo
socioeconómico son imprescindibles para volver a conectar con amplios sectores
sociales. Una conexión con la sociedad que también tiene que mejorar a través
de **la presencia en las
redes sociales y la práctica de una verdadera política 2.0.
*Más buenas intenciones y tópicas palabras
para un mensaje que puede sostenerse desde todas las posiciones del arco
parlamentario. Lo conveniente es detallar esa regeneración y hacer de ella
bandera, como el urgentísimo de las listas abiertas o la circunscripción única
para las elecciones generales: si todos los diputados representan al pueblo
español, ¿por qué han de sufrir los votantes la restricción geográfica a la
hora de votar? Los parlamentarios han de trabajar por los intereses generales
de los ciudadanos del país, no cada uno por los de esta o aquella región o
nacionalidad, por lo tanto, es de urgente necesidad que podamos votar a
cualquier candidato de cualquier candidatura de todo el país. La tendencia
“controladora” de los partidos, su segunda naturaleza, seguro que contemplan
una propuesta así como una invitación al caos, pero o nos movemos en esa
dirección, la de que los votantes comprueben que algo se mueve, o la distancia
entre los votantes y los partidos se volverá insalvable.
**Lo más actual no quiere decir necesariamente lo más
conveniente. No hay que sacralizar nada, porque eso es propio de una actitud no
poco “paleta”. Ni el misoneísmo ni el filoneísmo. La red se ha convertido en un
espacio privilegiado para explotar la inseguridad ontológica de las personas,
que difícilmente se identifican en ella con su nombre propio y sí casi siempre
con alias desfiguradores. La presencia en la red es importante, no lo discuto,
pero las relaciones humanas requieren el contacto personal, la presencia, las
sensaciones, las sinergias, las simpatías, etc. Si algo bueno ha tenido el
movimiento 15-M ha sido el redescubrimiento del ágora, de la calle, del
diálogo, de la discusión pública, del diálogo socrático… Y esa es la vía en la
que se debería perseverar. Las complicidades personales garantizan la lealtad
electoral, incluso por encima de las legítimas posiciones ideológicas. En la
red apenas hay diálogo, sino intercambio de monólogos y de insultos. Pongo por
caso el blog del compañero Joan Ferran. En uno de los posts abogaba por el
diálogo con la gente como herramienta fundamental de una concepción de la
política más cercana. Mi sorpresa fue comprobar, cuando quise hacer algún
comentario al respecto, que el blog no admitía comentarios, es decir, negaba de
raíz el diálogo por el que tanto abogaba. Este tipo de contradicciones son las
que han de resolverse desde estructuras que, nacidas con rigidez de otros
tiempos, han de adaptarse a la flexibilidad de los actuales.
La necesaria renovación de la democracia exige
reivindicar la acción política y mejorar los mecanismos de representación y
participación democráticas, promoviendo la aprobación de una ley electoral
catalana que permita *la
elección directa de diputados en distritos uninominales garantizando la
proporcionalidad del sistema, erradicando la corrupción y todo abuso de poder,
y promoviendo mecanismos de rendimiento de cuentas de los cargos electos.
*Aquí se produce en cierta manera aquello
de las churras y las merinas, porque de una ley electoral no se desprende la
erradicación de la corrupción, del abuso del poder y la instauración de
controles de los cargos electos, que están sometidos al imperio de la ley, al
tribunal de cuentas, etc. A ver si ahora vamos a pasar del inmovilismo total al
fetichismo de cualquier movimiento como si solo de uno de ellos dependiera la
renovación de nuestra democracia. Estúdiense bien las cosas, escójanse las
opciones que le dan mayor poder de decisión a los ciudadanos y reajusten los
partidos sus estructuras en función de esa cesión de poder, que es lo
procedente. Y lo decisivo, por supuesto, la transferencia de poder “real” a los
ciudadanos, no un simple simulacro que conseguiría el efecto contrario del
deseado: ampliar el abismo entre representantes y no-representados.
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