Octava tanda de apostillas motu
proprio a un lenguaje político
caduco...
Tejer una amplia
alianza social para el progreso
El PSC tiene que crecer ampliando su espacio de influencia
política y su capacidad de representación electoral. Tenemos que ser más,
tenemos que ser más capaces de atraer a los activistas progresistas y a los
ciudadanos y ciudadanas más conscientes y de incorporar a la política a los
recién llegados. *Sindicalistas,
creadores y emprendedores que compartan los valores de la libertad, la igualdad
y la justicia social, tienen que encontrar en nosotros interlocución y espacio
abierto para el debate y el compromiso político. Nos dirigimos también a
los catalanistas de talante liberal, **a los que creen en la necesidad de afirmar la unidad
civil de nuestro pueblo, nuestro autogobierno y una relación fraternal y
de respeto con el resto de pueblos de España. Nos dirigimos también a los que
quieren ver una izquierda renovada, capaz de modernizar sus planteamientos, de
adaptarlos a la realidad del siglo XXI, de recoger lo mejor de las luchas por
la igualdad de derechos, del feminismo, del ecologismo político. Nos dirigimos
también a sectores críticos de izquierdas, que han percibido hasta ahora una
excesiva complacencia de la socialdemocracia con respecto al sistema económico
capitalista que genera desigualdades, desequilibrios, crisis y pobreza. ***Nos dirigimos también a los
sectores federalistas y soberanistas críticos con el actual marco
constitucional, que quieren dar respuesta a la voluntad de autogobierno y de
respeto a la personalidad nacional de Catalunya pero piensan que la separación
de Catalunya del resto de España no es un proyecto factible. La
renovación del PSC aspira a recoger estas sensibilidades en un proyecto
político sólido, vigoroso y de amplias fronteras.
*Este enunciado, que esas fuerzas
“encuentren en nosotros interlocución”, en su aparente buena intención esconde
una preeminencia del Partido en el diálogo que difícilmente puede motivar a
nadie para acercarse a él desde aquellas posturas críticas, porque, en todo
caso, ha de ser al revés, que el Partido busque la interlocución en aquellos
colectivos a los que quiere acercarse, despreciando la prepotencia habitual
desde la que se suele considerar cualquier aportación razonable. Humildad viene
del latín humus, que significa tierra, y de eso se trata, de volver a las
raíces de la convivencia con la base del Partido para poder elaborar la
estrategia que responda a sus necesidades, a las de los más necesitados, sin
descuidar, por supuesto que quien aspire a formar mayoría de gobierno ha de
tener como horizonte el impulso de la creación de riqueza que permita después
redistribuir los beneficios de forma que no se ponga en peligro la estabilidad
del estado del bienestar. Permíteme un pequeño juego de palabras: El proyecto
socialista debería de favorecer el Estado del bienser, antes que el del bienestar, aunque no me importa conceder
que éste suele ser el primer paso para conseguir aquél.
**En este otro enunciado sí que se cuela una afirmación
implícita más que preocupante: ¿está en riesgo la unidad civil de nuestro
pueblo? Y antes de eso, ¿qué quieren decir exactamente dos términos tan vagos
como “unidad civil” y “pueblo”? Aquí hay un toque a rebato de carácter
nacionalista que no se compadece con un planteamiento socialista, si el
socialismo se concibe con la fuerte impronta internacionalista con que nació.
El concepto “pueblo” en este contexto adquiere un carácter monolítico que poco
o nada tiene que ver con la descripción de una realidad cambiante en la que a duras
penas caben las identidades y las lealtades fijas, que aparecieron párrafos
atrás. La contradicción es seria y requiere una reflexión, porque es difícil
construir un discurso coherente si no se definen con precisión los conceptos
que utilizamos. No ignoro que el discurso político es de su natural ambiguo y
que ha de huir de las precisiones como de la peste, porque lo contrario es
condenarse al compromiso ineludible, pero, si ello es así, tampoco cabe
entonces vestirse con la toga de la solemnidad y andar haciendo proclamas que
implican un esfuerzo definitorio que se rehúye.
***He aquí una muestra del deseo de abarcar acaso más de lo
lógicamente razonable, porque suponer que el PSC pueda converger con los
“soberanistas críticos con el actual marco constitucional” vale tanto como
mezclar el agua y el aceite, la verdad; de igual modo que resulta más que
peculiar la idea de que haya “soberanistas” que consideren no “factible” el
secesionismo que va implícito en su propia denominación: “soberanismo”. Ese
deseo lógico de ensanchar la base social del partido es un exceso de
representación que solo lleva a la confusión, a la indeterminación y a futuros
conflictos. Concluir, pues, que sea posible, con esa amalgama, construir un
proyecto político “sólido, vigoroso y de amplias fronteras” cae totalmente
dentro del marco del ilusionismo político. Este discurso, tan ambicioso como
impreciso, es el que han rechazado los votantes del PSC, y volver a insistir en
él, en esa imagen tomada del nacionalismo convergente, el “pal de paller” de la
sociedad catalana, abocará al Partido a futuros desencuentros con el
electorado. ¿Es todavía posible, tras el escoramiento nacionalista del PSC,
afirmar que el Partido sigue siendo el mejor reflejo de la sociedad catalana?
Ya no, desgraciadamente. Y cuanto antes se asuma esta realidad, más fuertes
serán los fundamentos de la futura orientación del Partido. Que en ese proceso
haya notables abandonos entra dentro de lo normal, como lo demuestran Mascarell
y Sobrequés, pero, una vez despejada la niebla conceptual en que vive instalado
el Partido, ingresos habrá, sin duda, que contrarresten esas salidas. El PSC ha
de aspirar a ser un partido de masas, no de notables.
Cuando se habla de la autonomía del proyecto político del
PSC, de forma casi inconsciente parece que sólo nos referimos a la autonomía
del PSC con respecto del PSOE, pero también hay que afirmar la profunda
autonomía de nuestro proyecto con respecto de otras fuerzas catalanistas y de
otros partidos catalanes de izquierdas. *Desde esta autonomía, el PSC ha de tejer una amplia
alianza social por el progreso, capaz de establecer complicidades políticas
pero también una profunda sintonía con el movimiento sindical y el
asociacionismo progresista, con el objetivo de ganar la batalla de las ideas y
de ampliar el apoyo social a un proyecto de reformas que promueva la justicia
social.
*Las alianzas las carga el diablo, por lo
que se ve, y no parece, Miquel, que la dirección del partido haya sacado las
conclusiones pertinentes del fracaso de los dos tripartitos. Resulta hermoso,
desde el intelectualismo de izquierdas, eso de “ganar la batalla de las ideas”;
pero un partido que aspira a gobernar ha de ganar “la batalla de las
realidades”, que obras son amores… Ideas ha habido para dar y tomar, en el
Estatut, pero la convicción social de la ineficacia del Tripartito ha calado de
un manera tan profunda que incluso las excelentes obras del mismo, como la Ley
de Barrios entre otras, no parece que hayan valido nada, en la conciencia de
los votantes, frente al desprestigio de la ineficacia y la arbitrariedad de
muchas medidas de los socios de gobierno. Reitero mi convicción de que si
Pasqual Maragall hubiera disuelto el Parlament tras el escándalo de la
entrevista de Carod con ETA y hubiera convocado a los catalanes a unas
elecciones para gobernar por sí solo, sin las muletas de dos partidos
“minusculares”, hubiera sacado lo más cercano a la mayoría absoluta. Entones sí
que se hubiera ganado la batalla de las ideas gracias a la solidez de los
principios. Pero como se escogió el “ya escampará” en vez del “así, no”, se
materializó en el ámbito de los principios, lo que se ha dado en llamar el
“pensamiento débil”, cuyas consecuencias hemos recogido en las últimas
elecciones autonómicas y locales. Finalmente, y dada la reiteración con que
aparece el concepto de “justicia social”, tengo para mí que ese concepto, que
da nombre al peronista Partido Justicialista argentino, supone una deriva hacia
el populismo que respira demagogia por todos sus poros. Y no vale la pureza de la
intención con que se esgrime, sino la connotación, en este caso negativa, que
los conceptos acaban contrayendo cuando son de dominio público.
Los objetivos del 12º
Congreso
*El PSC tiene que
renovar y ampliar su proyecto político de unidad civil y cohesión social, un
proyecto socialista, catalanista y federalista, capaz de impulsar reformas en
profundidad para asegurar el progreso económico, la justicia social, la
libertad y la responsabilidad individual, la paridad y la sostenibilidad. Un
proyecto capaz de aglutinar mayorías y de ganar la batalla de la ideas, con una
organización más abierta, más acogedora, más transparente, más participativa,
más moderna y más eficaz. Este es nuestro reto: una renovación profunda, sólida
y colectiva.
*Esta reiteración ad nauseam de un único mensaje,
construido, además, con la argamasa de la indefinición, el ilusionismo, y otros
desatinos del discurso político acrítico, es un acabado ejemplo, Miquel, del
agotamiento del discurso del PSC, o de su actual dirección, para ser más
exactos. Y con palabras viejas y manidas no se construye una alternativa seria
a la simplicidad demagógica del nacionalismo convergente y afines.
Todo esto está a nuestro alcance. Pero tiene que ser un
trabajo colectivo, de abajo hacia arriba. Una labor que tiene que recibir el
apoyo, el impulso y el aliento de una nueva dirección.
*Es imprescindible
una dirección fuerte, colegiada, capaz de recoger todos los acentos para
impulsar un proyecto sólido, coherente y unívoco,
consciente de **la
necesidad de un relevo generacional, con ***un liderazgo que piense más en necesidades
colectivas que en ambiciones individuales y que no condicione la decisión sobre la futura candidatura
socialista a la presidencia de la Generalitat, que tendremos que tomar a
través de elecciones primarias que tendrán que ir precedidas de un Congreso que
apruebe la nueva oferta programática del partido y consolide el proceso de
renovación que se abrirá en el Congreso que celebraremos en otoño de 2011.
*Ya comenté con anterioridad las
connotaciones derechistas y autoritarias que tiene la expresión “dirección
fuerte”, que se opone, además, casi como si se tratara de un oxímoron, al
“colegiada” que le sigue. Colegiada sí, y a ser posible con un programa claro,
comprensible y capaz de suscitar la ilusión no sólo de lo deseable, sino, sobre
todo, de lo posible. El recurso de las promesas electorales es lo primero que
un nuevo lenguaje político ha de condenar; de igual modo que se tendría que
oponer, un nuevo concepto de la política, al despilfarro de las campañas
electorales: la obligación de los ciudadanos es enterarse qué se hace con su
voto a lo largo de los cuatro años de la legislatura, y ha de recordársele que
la democracia no sólo es un repertorio de derechos, sino también de obligaciones.
**Es más que chocante –e indicio evidente de la
desorientación que se evidencia en este informe- que se hable en párrafos
anteriores de ganar la batalla de las ideas y ahora se proponga, casi como una
panacea, un relevo generacional. ¿Acaso envejecen las ideas? ¿La juventud
defiende mejor ciertas ideas? ¿Desde cuándo la experiencia ha dejado de ser un
aspecto favorable de las personas? ¿Ha de desperdiciarse el capital político de
una persona cuando, hacia los 60 años, está en el apogeo de sus capacidades
intelectuales, emocionales y políticas? Se habla del relevo generacional de
personas que tienen entre 50 y 60 años como si de quitarse de encima un régimen
gerontocrático se tratara… En cualquier caso, ¿esta propuesta de relevo no
choca, a su vez, con la elección de Rubalcaba, persona experimentado donde las
haya? Sacralizar la juventud es una herencia de la publicidad, de la
mercadotecnia; del mismo modo que venerar la ancianidad es bandera de las
sociedades ultraconservadoras, véase el caso del “culto a Pujol, al gran avi convergente” que practica CiU. Ya
dejó dicho Machado que no todas las canas son venerables, desde luego; pero de
ahí a pensar que a la primera que le salga a un
gobernante ha de ir pensando ya en el retiro me parece un despropósito.
Consumir líderes al ritmo que se consumen en nuestros días los ha convertido,
efectivamente, en un artículo de consumo: agotada la novedad se vuelven
enojosos y se convierten en una rémora para el Partido. Considero que el PSC ha
de oponerse a esa tendencia suicida que desaprovecha un rico caudal de
experiencia: las personas no han de valer por su edad, sino por sus
conocimientos, su experiencia, su intuición, su seriedad, su honradez y una
larga serie de virtudes que no es necesario enumerar.
***Supongo que es una cuestión que sólo un Congreso puede
decidir, pero nuestra tradición democrática indica bien a las claras que el
Secretario General de un partido es, automáticamente, el candidato a la
Presidencia del Gobierno, por lo que la bicefalia –¡de haberla!, porque podría
convertirse, esa partición de responsabilidades, en mera subordinación del candidato electoral
a las directrices partidarias, lo que le restaría autoridad política– que se
propone no solo no encaja en lo comúnmente aceptado, sino que es una innovación
muy peligrosa por lo que acabo de señalar. Con todo, cualquier experimento no
tiene sentido hasta que no se ha sometido a la experiencia de su realización.
*Hoy necesitamos
una nueva dirección que conozca bien el partido y su gente, capaz de sumar
voluntades y multiplicar esfuerzos, de unir sensibilidades, de comunicar bien,
de transmitir esperanza e ilusión, de conjugar el “nosotros” por encima del
“yo”, no anteponiendo nunca la ambición personal a la colectiva y con la
capacidad de tejer amplias complicidades en los espacios progresistas.
*Supongo, Miquel, que te das cuenta de que
en este párrafo se vierte una crítica indirecta a la actual dirección que, en
tu calidad de miembro de la misma, parece autoinhabilitarte para la futura
dirección. Si se aspira a todo eso que reseñas, ello supone que no es lo que se
tiene ahora mismo, por lo que la responsabilidad de que tales objetivos no se
hayan alcanzado no puede encontrarse sino en quienes han gobernado el Partido
hasta hoy, desde el último Congreso. Si eres consciente de ello, no me queda
sino quitarme el sombrero y mostrarte mi admiración por la valentía política de
semejante harakiri. Espero que los miembros del Congreso sepan apreciarlo y
confiar en lo que este párrafo tiene de propósito de enmienda.
Una dirección con la voluntad de construir un puente
hacia el futuro. Y de hacerlo lo suficientemente ancho y fuerte como para
acoger todo lo que somos, todo lo que representamos, y para dejar paso cuando
corresponda a quienes hayan de culminar el viaje que comienza en el 12º
Congreso. Un Congreso de cambios, que abre un período de más cambios todavía.
De cara a preparar el 12º Congreso del PSC quisiera
compartir con todos y cada uno de los y las militantes del PSC las convicciones,
el diagnóstico, los objetivos y la hoja de ruta esbozados en este documento.
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