Del Titànic de Azúa al ocaso del cosmopolitismo.
La cosmopolita ciudad de Barcelona, como la república de Weimar frente a la barbarie, está siendo asediada por las hordas nacionalistas que pretenden acabar con los barbaroi que llevan instalados en ella desde cuando no se contabilizaba el paso del tiempo. Políticos deshonestos, rapiñadores y totalitarios, abrazados al martillo de herejes y barbaroi que es el nacionalismo excluyente (tautología que utilizo para quienes acaso piensen que la publicidad de la condición "abierta e integradora" del nacionalismo tenga algún viso de racionalidad) pretenden construir, no se sabe si mediante un "golpe de estado" o mediante "un estado que dé todos los golpes" (como amenazaba el jefe de la policía autonómica), y ya se sabe en la cabeza de quiénes, una Barcelona monolingüe, mononacional, monopatriótica, monofolclórica y monoinformativa, con un modelo autárquico que no tardaría ni un lustro en quitarle a la actual ciudad políglota y multicultural todo el lustre del que ha disfrutado hasta que la ola nacionalista se ha encargado de oscurecerla con los tonos grises del pensamiento atávico y la rigidez mistico-cuartelaria de la subordinación al dios sanguinario de la patria. Barcelona es, hoy por hoy, una ciudad en peligro. El desierto aldeano de la Cataluña eterna, carlista, meapilas y trabucaire, busca apoderarse de su vida metropolitana para convertirla en la expresión irracional de una capital rural que fundamente su dominio en la consecución de esos sueños adolescentes de la unidad, forzada, de los imposibles Países Catalanes. ¿Dejaremos que los partidos pardos humillen a Barcelona? ¿Permitiremos que la noche medieval de los delirios milenarios caiga sobre ella? Hago un llamamiento a losbarbaroi barceloneses para oponernos a destino tan aciago. ¿Nos resignaremos ante una inmersión que ahogue el mestizaje y cree castas lingüístico-patrioticas? Sí, Barcelona, hoy por hoy, descabezada en su propio gobierno municipal, con una alcaldesa que solo defiende su propia incierta supervivencia, obsequiosa con la voracidad pseudomitológica del vecino de enfrente, es una ciudad en peligro de muerte política y cultural.
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