lunes, 28 de diciembre de 2020

Una pesadilla y una proposición de ley...

 

Una propuesta legal de resarcimiento por la "vida perdida" y por el maltrato psicológico padecido.


    Esta noche pasada he sufrido una pesadilla a la que le he puesto fin, porque me precio de tener el mando único del sueño desde que comprobé, en una pesadilla que me libraré de revelar jamás,  la enorme carga onerosa de sufrimiento que puedo uno ahorrarse. Así pues, cuando todo se pone entre la vida y la muerte, o entre el descrédito de la desesperación y la vergüenza de la cobardía, emerjo al mundo consciente, pongo fin al asunto, me levanto, voy al lavabo y vuelvo a la cama casi exultante por el doble alivio, el fisiológico y el psicológico. No puedo gobernar lo que ocurre en mis sueños; pero puedo evitar que el tamaño de los estragos me devaste. Ignoro por qué diablo estaba yo en una oficina de la Administración, a requerimiento de esta,  sufriendo la inhumana dilación de ser atendido durante más de dos larguísimas horas. Lo que es irrefutable es la frivolidad con que, después de ese martirio de la espera,  y estar yo, literalmente, subiéndome por las paredes, algo bien propio de los sueños, como nadie ignora, el funcionario -¡y yo lo fui durante siete largos años en una Delegación Provincial de Hacienda!- se ha limitado a decirme que no podía atenderme porque me faltaba no sé qué requisito del diablo que le ha sido casi imposible precisar, y, como en el viejo artículo de Larra, me emplazaba a que volviera otro día, cuando parecía claro y manifiesto que se me quitaba de encima en vez de corregir cualesquiera omisiones que, con la tecnología digital, a buen seguro podía subsanar, máxime habiendo sido yo citado por ella. Mi irritación ha sido de las que, tópicamente, no hay palabras para describirla, porque el incendio corporal, la explosión oral *invectodespectiva y la indignación gestual con signos amenazadores de carácter universal -al fin y al cabo el cine mudo es un arte universal, ajeno a la babel de lenguas que caracteriza a nuestra especie- dejaban bien clara la amenaza que suponía mi presencia para el funcionario descortés, elato y soberbio. Con todo, la férrea represión ejercida sobre mi persona ha hallado gracias a ojos del sentido común y me he dedicado a reflexionar de qué modo podría ponerse coto legal al abuso de la Administración sobre los administrados. Teniendo en cuenta que lo de la ventanilla única y la universalidad de los datos que obran en poder de las Administraciones deberían facilitar la vida de los ciudadanos y no entorpecerla, se me ha ocurrido pedirle a un grupo parlamentario, específicamente al más sensible a estos requerimientos, el de Ciudadanos, partido de la Ciudadanía, la elaboración de un  proyecto de ley que tipificara legalmente el abuso de poder de la Administración en su relación con los administrados, de modo que pudiera pedirse una indemnización por el "tiempo de vida robado" en el trato con ella, así como por el "maltrato psicológico recibido" por esa actitud. Nadie ignora que realizar cualquier trámite en cualquier Administración es algo así como entrar en un laberinto en el que, a fuerza de perderlo miserablemente, parece que el Tiempo o no exista o esté gobernado por la mentalidad sádica de quienes deberían ser representantes del pueblo y "facilitadores" de su vida, no un obstáculo para la misma. Quiero entender que la posibilidad de cuantificar los daños en función del tiempo objetivamente "perdido" en las dependencias administrativas obligaría a una diligencia que actualmente es inexistente, sabiendo que la denuncia comportaría una sanción económica que, a la larga, podría mermar lo suyo la recaudación tributaria. ¡El verdadero sueño idílico, no el que yo tuve, es la posibilidad, así mismo, de cuantificar el daño psicológico que se le inflige -todo un vicepresidente del Gobierno es incapaz de distinguir entre dos verbos tan cariñosos como infringir e infligir, pero esto no lo he soñado, sino que lo he *vigiliado-al ciudadano que no recibe la atención debida en su calidad de sostenedor tributario de los propios funcionarios que lo atienden. 
    Pues ya está. A algunos les parecerá una minucia, pero la promulgación de ese derecho podría incorporarse al próximo programa electoral del partido para hacer saber a los ciudadanos cómo puede llegara cambiar su relación con la Administración, y cómo esta se vería obligada, so pena de ser denunciada y acaso condenada gravosamente para las arcas públicas, a no hacerle perder a los administrados ni un minuto de su vida, de su valioso tiempo irreemplazable, si perdido, amén del sufrimiento psicológico que ello comporta, y del que, por mor de mi pesadilla, doy inequívoca fe. Para los escépticos, recuerdo que en el programa del CDS de Adolfo Suárez se incorporó la supresión del Servicio Militar Obligatorio, tal y como estaba diseñado, ¡muy torpemente!, desde tiempos del franquismo, cuando ningún otro partido hablaba del asunto ni, por supuesto, lo consideraba una prioridad. Y, sin embargo, aquella inclusión y los debates que generó acabaron convenciendo al gobierno socialista de entonces de la necesidad de poner fin a una "mili" controvertida que ahora, ¡vaya por dónde!, parece que echemos en falta, dada la mentalidad *taifesca que se está creando en la población española. En fin, aquí queda ese proyecto de ley como sugerencia onírica y política.

2 comentarios:

  1. No sé si has tenido que firmar digitalmente un documento para la administración con el Clave Firma, el Certificado Digital, el DNi-e, o la autofirma o la clave permanente. Entonces sabrías lo que es bueno. Imagino que tus hijos tendrán que hacerlo y te sonará. Me río de tu sueño de ventanilla comparado con la odisea que supone firmar un documento actualmente con toda la tecnología digital.

    En cuanto a la mili, fue un error suprimirla -aunque inevitable por el descontrol que había con los insumisos-, pero, bien planteada, era muy buena para los futuros ciudadanos, más en un país en que en varios lugares hay jóvenes que no hablan la lengua que se supone común.

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    1. Conozco la odisea por mi hija, en efecto; pero eso son ya pesadillasposmodernas, no las de un carcamal como yo...

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