miércoles, 10 de mayo de 2017

Aló 3


La voz de sus amos.

         Lo de las televisiones regionales ha sido uno de los grandes escándalos de la política de despilfarro y de nacionalismo de aldea que en algunas regiones aún se mantiene, a costa de políticas de empleo y de bienestar social. A eso se suma, en nuestros días, que desde que el PP ha laminado el loable esfuerzo de conseguir una RTVE pública independiente que levó a cabo el PSOE, y ha vuelto al viejo modelo de partido, que ya les llevó a la derrota, RTVE se ha convertido en una especie de macrotelevisión regional de partido de la que los oyentes y espectadores huyen a cada nueva entrega del Estudio general de medios, porque, aunque los toparcas taiferos crean lo contrario,  no somos tontos y sabemos cuándo hemos de emigrar de esos medios en busca de espacios de mayor libertad, sea en cadenas privadas, sea en medios digitales, sea renunciando a dejarse mediatizar por las informaciones sesgadas e interesadas. Al fin y al cabo, está perfectamente comprobado que el exceso de información no ha generado ciudadanos ni más libres ni mejor informados ni más independientes, sino todo lo contrario. Las televisiones regionales, como es el caso de Aló3 (antigua TV3), la televisión de partido del nacionalismo secesionista y gerracivilista catalán, son un escándalo de intervencionismo y sectarismo al que debería ponerse fin mediante una ley que prohibiera a las instituciones públicas tener medios de alienación  de masas. Para esta propuesta me baso en el modelo inglés de la BBC: quien quiere verla, ha de pagarla, subscribiéndose, lo cual permite una financiación adecuada, además de tener garantizada por ley la independencia total del poder político de turno o de tuno, porque muchos tunantes, como en Tele Madrid o en Aló3, son los que han querido tener un altavoz propagandístico gratuito, sufragado con el dinero de todos. Esta modesta propuesta aclararía no poco el espacio herziano y, sobre todo, le permitiría al contribuyente tener la certeza de que sus impuestos no estaban siendo usados para que ciertos partidos de espíritu totalitario quieran agredirlos, como pasa con Aló3, dedicada en cuerpo y alma a la causa secesionista y a la propagación de la Cataluña independentista contra otras visiones de Catalunya, como la que la considera como parte de España, menospreciándolas, estigmatizándolas y creando un ambiente enrarecido en el que esas otras legítimas opciones políticas se presentan, paranoicamente, como "el enemigo interior", con el consiguiente deterioro de la vida social. Hemos pasado del antiguo "oasis" al "cenagal". Desactivar la subvención política a las televisiones locales (y a los diarios y a las radios y a los grupos de presión ideológicamente afines, etc.) y dejar que la sociedad libremente ofrezca sus iniciativas a los ciudadanos, para que estos escojan -y contribuyan económicamente a su mantenimiento- me parece una necesidad imperiosa. Quien quiera imperios "a lo Berlusconi", que invierta su dinero, no el de los contribuyentes. Aló3 la definió Calviño en su momento, cuando era poco más que una entelequia, como una "televisión antropológica". ¡Menudo chaparrón de descalificaciones sufrió el inefable Calviño! Hoy, sin embargo, es comparable a cualquier televisión de un país dictatorial, pongamos por caso Venezuela o, exagerando, cierta e irónicamente, Corea del Norte. En cualquier caso, el discurso chovinista de la superioridad de todo "lo catalán" y el racista del menosprecio hacia quienes "ellos" deciden que no son catalanes son los ejes de su política comunicativa, como lo puede comprobar cualquiera que la sintonice y tenga la santa paciencia de escuchar el etnicismo soberbio que destila.

2 comentarios:

  1. ¿Desea usted que TV3 sea de pago? Mi voto: Sí.

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    1. ¡Cuántas cosas clarificaría la libre competencia sin la subvención estatal interesada! Es posible que incluso cambiara radicalmente la imagen ahora adulterada que tenemos de nuestra sociedad y de nosotros mismos. Un excelente punto de partida, sin embargo, para construir sobre otros cimientos que los de la mentira.

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