La excepcional oportunidad de celebrar el fino y socarrón
humor menestral de Juan Marsé en su propia voz: Colección Particular , la cuentística reunida del autor que debería
editarse, en próximas ediciones, con un CD con la grabación del acto de ayer en
la biblioteca Jaume Fuster.
Mi Conjunta me dijo que iría a una
“conferencia” de Marsé, y me presté enseguida a acompañarla. La biblioteca
Jaume Fuster, además, donde se celebraba el acto -un joven hubiera dicho
evento…- se ha fusionado con el entorno confuso de la Plaza de Lesseps y se ha
convertido en un centro ciudadano de primera magnitud, con una vida exuberante
y una cálida sensación de cultura en movimiento, inquietud lectora y sosiego anímico
que constituyen una invitación permanente a frecuentarla. Fuimos con mucha
antelación, tanta que hasta tuve tiempo de hacerme el carnet de la red de
bibliotecas, no tanto por el fondo bibliográfico cuanto por el filmográfico,
porque pueden conseguirse películas descatalogadas. Leímos durante un rato,
tomamos un café -preceptivamente descafeinado- y a la que nos volvimos hacia la
entrada al acto, ya se había formado una cola que, después de añadirnos
nosotros a ella, fue creciendo vigorosamente, anuncio de la expectativa que,
¡afortunadamente!, aún es capaz, en estos tiempos desleídos, de levantar Juan
Marsé en su propia ciudad. Comenzó el acto, con los habituales problemas de
ajustes de sonido y audición, y enseguida Ignacio Echevarría -el gran divo de
la crítica, represaliado por el País por su impagable recensión de la novela de
Atxaga, El hijo del acordeonista- nos
puso al corriente del tipo de acto en el que estábamos: la presentación del
libro que Echevarría ha prologado y del que es antólogo, adelantándose a la
presentación formal del funcionario de la biblioteca quien precisó que la cola
de dedicatorias se hiciera a la izquierda de la sala para favorecer la salida
de quienes no buscaran la firma. Echevarría relató su experiencia como “lector
de Marsé con una antigüedad de 40 años y
“comprador” de sus libros, concepto en el que hizo varias veces énfasis a lo
largo de la presentación, algo impensable en un acto de esta naturaleza veinte
años atrás. Detallo el contenido de la obra publicada, sin que en ningún
momento se hiciera mención de la coincidencia del título con el de la edición
de la poesía completa de Gil de Biedma, lo que no dejó de extrañarme. Se trata
de un libro que recoge la cuentística de Marsé, que incluye un inédito, Conócete a ti mismo, Fritz, escrito a
petición de Trueba como guion y que ahora se recoge en esta antología como
cuento; guion, ha confesado Marsé, que Trueba no llegó a leer porque tras
decirle Marsé que no le había gustado nada su película sobre El embrujo de Shanghai, el director dio
por rota la amistad con el novelista, tan maltratado siempre
cinematográficamente, a pesar de su reconocida cinefilia. La presentación
comenzó con la evocación de la anécdota “de mili” que dio pie a la transformación
en cuento escrito, Teniente Bravo,
que Marsé, antes de escribirlo, contaba casi “a petición”. Cuando lo leí
recuerdo que se me saltaron las lágrimas de la risa, ayer, en la presentación ,
Marsé, con su gracejo socarrón consiguió que volviéramos a reír de la misma
manera, por el modo como nos recreó, de nuevo, ¡y como si fuera la primera vez
que la contaba!, la anécdota del capitán y el potro, ya inmortal. Echevarría le
fue dando pie para que Marsé marcara,
con una gracia fresca y deliciosa, las distancias con el “novelista obrero” que
los señoritos catalanes de la revolución creían haber encontrado en él: “les
decepcioné mucho, en efecto”. Como añadió: “He sido siempre un apasionado de la
ficción”, por más que esta se desarrolle, en sus novelas, en tiempo y
circunstancias muy concretos. A medida que avanzaba la presentación, Marsé fue
sintiéndose cómodo -hay que agradecerle a Echevarría la parte alícuota que le
corresponde- e hizo revelaciones sobre Si
te dicen que caí, un “magma de historias”, dijo, que solo comenzaron a ordenarse para él como
un libro orgánico a partir de la inserción de las aventis, aunque la primer
versión tenía una estructura tan compleja que , sin hacerla ilegible,
complicaba mucho la correcta recepción de la novela, y de ahí la revisión que
hizo de ella años más tarde (Mi buen amigo Dimas Mas se tomó la molestia de
cotejar ambas versiones en un extenso artículo para el suplemento literario de El Diari de Barcelona, La Il·lustració).
Marsé se complace en presentarse como un autor “artesano”, un “orfebre” -él que
lo fue, literalmente, al comienzo de su vida laboral- del idioma, con el que
lucha a brazo partido para tratar de sacar partido de sus limitaciones.
Echevarría, descreído, casi le reprochaba que eso fuera una pose, porque, a su
parecer, el de Echevarría, detrás de la obra de Marsé hay un edificio
conceptual brillante y exquisito. Marsé, con una cazurrería muy de Josep Pla -a
quien me recordó en no pocas ocasiones- se lo rebatía al interlocutor y
antólogo. Echevarría le pregunto si no le había tentado nunca escribir en
catalán, y Marsé reveló que tenía el título,
Sentiments i cèntims, pero que la novela no había manera de que le saliera…
Y entonces fue cuando, en uno de esos momentos mágicos que a veces se producen
en estos actos, Marsé echó mano de otra anécdota que incluso Echevarría parecía
desconocer, a juzgar por cómo la celebró, de cuando lo entrevistaron para
Televisa, en México. Una entrevista que discurría dentro de lo habitual hasta que apareció la pregunta tópica entre
las tópicas: “¿Y Vd. de qué es más partidario, del fondo o de la forma?” Después
de unos segundos tratando de no defraudar a la joven presentadora, porque una
reflexión de ese tipo “no me interesaba lo más mínimo”, dije que el fondo, “porque
qué es una novela sin una buena historia, etc.” Cuando Marsé se iba “por uno de
esos pasillos interminables de Televisa”, le alcanzó el técnico de sonido y le
dijo que habían tenido un problema al
registrar la entrevista y que el audio había fallado por completo, que tenían
que volver a repetir la entrevista. Pues nada, “si se ha de repetir, se repite”
y volvió Marsé a contestar a las mismas preguntas hasta que llegó la fatídica
del fondo y la forma: “¿Y Vd. de qué es más partidario, del fondo o de la
forma?” “De la forma, contesté inmediatamente, ante el pasmo de la
entrevistadora. ¿De qué sirve una buena
historia si…?” Y ahí ya nuestras risas, la de los asistentes, volvieron inaudible
una continuación que Marsé, por su parte, ya había detenido, porque la anécdota
se había acabado, no nuestro regocijo.
Como el antólogo iba repasando los cuentos que integraban el volumen,
más los textos que escribió en el El País y que dan título al volumen,
desembocamos, a propósito de El fantasma
del cine Roxy, en su maldita relación con el cine. De ahí salió una
afirmación curiosa: “El guion que escribió Erice sobre El embrujo de Shanghai es mejor que mi novela” -Erice fue la
primera opción para dirigir la adaptación de la novela, lo que no acabó siendo,
para desazón de Marsé, y ya dijimos antes cómo acabó su relación con Trueba…
Habló, sin embargo, del único guion que escribió, por encargo, para el cine,
para el director Germán Lorente, quien solo les indicó que había de aparecer un
piano, un pianista negro y la siguiente frase: Chico Lionel hizo más intensa la nostalgia de Scott Fitzgerald, y
aquello sí que fue un devanarse los sesos sobre dónde, cómo y cuándo él y un
colega con quien escribía el guion -"trabajos alimenticios, bien pagados", dijo-, podían meter la frasecita de marras…, casi
como si fuera el famoso “austrohúngaro” que aparece impepinablemente en todas
las películas de Luis Berlanga…Cerró la anécdota con el recuerdo de que Lorente
abandonaría pronto el cine español, ¡afortunadamente”, para irse a Italia a dirigir
pornos…Reveló, así mismo, que existe un corto alemán erótico, o pornográfico,
no recordaba, sobre su relato erótico La
liga roja en el muslo moreno, pero que él no lo había visto (yo lo he
buscado en internet, pero me ha sido imposible dar con él, y supongo que la
traducción del traductor de Google Rote
Strumpfband auf den Oberschenkel moreno tampoco me ha ayudado mucho…). Por
razones de horario y cuando se nos pasó al público la oportunidad de hacer
preguntas, el turno quedó reducido a una pregunta intrascendente que cerró anodinamente
un acto tan magnífico y divertido. Reconozco que me quedé con las ganas de coger
el micrófono y decirle: Señor Marsé,
muchísimas gracias por haber escrito Teniente Bravo, mis costillas flotantes no piensan lo mismo.
La película sobre La liga roja está en youtube con nombre ruso ;кино 18+...Красная подвязка!!!
ResponderEliminar¡Cómo le agradezco que se haya tomado la molestia de advertirme de su existencia! No sé si estará subtitulada en español, pero no me la pierdo por nada del mundo... Según qué me encuentre, hasta le dedicaría un rincón de esta Provincia. Reitero las gracias, con plena emoción.
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