miércoles, 31 de mayo de 2017

Actualísima crónica parlamentaria de 2013


Encerrados con un solo juguete: El estreno especioso de Oriol Junqueras.

Me permito tomarle prestado el título al amante bilingüe Juan Marsé para escribir esta crónica parlamentaria parcial. Lo es, parcial,  porque, aun a pesar de que seguí íntegramente el desarrollo de la sesión en que, a consecuencia del artefacto de agitprop que es el llamado "derecho a decidir", se votaba si el pueblo catalán es sujeto político soberano, no pude tener la visión que a mí más me hubiera gustado tener, la que enfoca desde el punto de vista de quien está en el uso de la palabra frente al resto de la cámara, porque es la visión que permite observar las reacciones a las intervenciones de los portavoces, algo que muy parcamente suelen ofrecer las cámaras cuando, desde el punto de vista televisivo, es lo más atractivo de la sesión. Algo así como los barridos que nos ofrecen las cámaras en los intermedios de los partidos de tenis, una práctica que ha arruinado la espontaneidad inicial con que se conducían los espectadores: ahora hay ya espectadores a quienes les interesa más captar la atención de la cámara que seguir el partido. No ha pasado algo así en la sesión parlamentaria, aunque algunos parlamentarios son conscientes de ese control de la cámara y suelen, cuando son enfocados, asentir o disentir con cierto énfasis para que se aprecie su servilismo -antes llamada adhesión incondicional- en las altas instancias del partido. La sesión del Parlamento catalán en la que se votaba sobre si el pueblo catalán es sujeto político soberano, tuvo, en sus señorías, dos actitudes muy diferentes. Por un lado, el bando de los solemnes, CiU, ERC, IC-V y por otro el de quienes, enfurruñados o displicentes, se oponían a que el Parlament tuviera poder para decidir algo así, opuesto a los preceptos de la Constitución española. Y luego estaban los probatasunos de la CUP, que se servían rancho aparte. La división de la cámara se hizo evidente al final de la votación, cuando los partidarios de la soberanía rompieron a aplaudir ni se sabe a qué ni a quién, con un ritmo mecánico exento de toda exaltación, y mucho menos de levitación -algo físicamente imposible en el caso de Junqueras- que contrastaba mágicamente con "el momento estelar en la historia de un pueblo milenario", etc. Cuando un parlamento inicia sus sesiones con un descafeinado golpe de estado, que eso fue la aprobación de la declaración de soberanía, enseguida se sabe que no habrá sorpresas, que cada cual se ajustará a su papel y que, como mucho, algunos podrían violentar la obligatoriedad del voto y desmarcarse, para hacerse notar y quién sabe si proveer  puentes por los que transitar hacia otras formaciones políticas que valoren su "valor contestario y su rebeldía patriótica", como así ocurrió con diputados del PSC ex-psoe que se guardaron la democracia en el bolsillo porque, al parecer, atentaba gravemente, la decisión de la Dirección, contra su conciencia política personal. Los execrados diputados de Unió, sin embargo, votaron siguiendo escrupulosamente el compromiso democrático que da sentido a su federación y cumplieron a rajatabla con su obligación. En la sesión oí por vez primera un discurso más o menos largo del jefe de ERC, Oriol Junqueras, profesor universitario que a mí me pareció profesor de parvulario, o de Secundaria en grupos de nivel bajo. Es alarmante el éxito político de este señor, porque es la simplicidad hecha discurso, es decir, se dirige a un electorado educado por la LOGSE, cuyo nivel de razonamiento todo el mundo algo culto sabe perfectamente cuál es, audiencia a la que adecua el mensaje con frases simples y escasísima subordinación. Utilizó en su intervención una lógica de las verdades del barquero, esas que sólo te permiten ir de una orilla a la de enfrente y vuelta a empezar, cuyos fundamentos son bien conocidos: la legalidad la establezco yo cuando me da la gana, y eso es lo que vamos a decidir aquí. Para los catalanes no existe la legalidad española, sino la legalidad democrática catalana, emanada, al parecer, de una manifestación callejera. A partir de esa premisa, el señor Junqueras desplegó un razonamiento en el que todo encajaba porque sólo se sustentaba en su libre arbitrio. Frente a ese castillo de naipes en el aire, pasó desapercibida la intervención del representante del PSC ex-psoe, quien se limitó, con cierta dureza de guardarropía, a constatar que tal proposición se saltaba a la torera la Constitución y que ellos no seguirían a los poponentes de la declaración por el camino de la ilegalidad. La contundencia de Alicia Sánchez Camacho, sin embargo, quien se expresó en perfectos castellano y catalán a lo largo de su intervención, si bien que empezara en castellano levantó los típicos rumores en la sala cuya traducción no puede ser mas que ésta : "comencem amb les provocacions...", sin pecar de tergiversador, porque se trata de una realidad que se manifiesta en cualquier circunstancia social, que los secesionistas vean el uso del castellano como una provocación; su intervención, decía,  fue un acto de realidad que desmoronó por completo la escasez de razones fundadas de los soberanistas. Tras ella, la intervención de Herrera, el monaguillo nacionalcomunista, tuvo la virtud de, como le sucede siempre, sumir al auditorio en una somnolencia en la que el cámara de televisión tuvo el detalle de no captar los bostezos o ronquidos de sus señorías, aunque desde el otro lado de los televisores, los espectadores pudimos ver con nitidez la espesa nube de incienso del botafumeiro de las piadosas intenciones humanitarias del interviniente, si bien anteponía a ellas el soberanismo, aunque los proponentes del mismo fueran quienes andan jodiendo de lo lindo a los sufridos catalanes con sus recortes presupuestarios y su incapacidad para gestionar la economía regional sin caer en el caos y la paralización, que es, al decir de los patronos y los banqueros, catalanes ambos, a donde lleva la soberanía que busca el estado propio. Albert Rivera fue, acaso, el más explícito: leyó el artículo primero de la Constitución española, donde se establece quiénes son los depositarios de la soberanía nacional, y a partir de ahí, dijo que todo lo demás holgaba, y que para perder el tiempo no era para lo que los habían elegido los ciudadanos. Se despachó a gusto contra CiU y ERC y bienvenidó a Pere Navarro al bloque constitucionalista, momento en el que la cámara enfocó al representante socialista para ver cómo se le formaba en el rostro un rictus de desagrado que a punto estuvo de provocarle un ictus, aunque mantuviera el tipo como pudo. La Camacho había iniciado el saludo de bienvenida al club, que conste. La intervención del probatasuno de la CUP fue tan irrelevante como la del representante de CiU, el corrupto Oriol Pujol, imputado en el asunto de las ITV. El joven moderno probatasuno hizo un alarde de realismo sin precedentes al reivindicar que el verdadero sujeto político es la entelequia denominada Països catalans. El segundo, reprochó al PSC que se alíe con las fuerzas españolistas. Y así se llegó a la votación. Aprobada la declaración de soberanía, comenzaron esos aplausos desconcertados con que los jugadores se pasaban el juguete unos a otros, al estilo de la bola orgásmica que aparece en The Sleeper de Woody Allen. Pareció por un momento, que estaban todo en el orgasmatrón más soso que pueda imaginarse -con la Presidenta de la cámara y la consejera de educación de por medio ya se entiende claro...-. Eran los miembros de una tribu en peligro de extinción que se animaban los unos a los otros para no desfallecer en su intento por transmitir de padres a hijos que un día fueron los reyes del mambo, digo de la sardana, y que si persistían en su reconocido talante segregacionista, autoritario, xenófobo y soberbio acabarían por prevalecer contra las asechanzas de la realidad exterior, llena de gentes diferentes totalmente de ellos, es decir, de la chusma, como solía decir su padre fundador, Pujol.

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