Segunda entrega:
La pérdida de vitalidad de nuestro proyecto no nace de la
derrota de noviembre de 2010 o del retroceso en las pasadas elecciones
municipales. Hace mucho tiempo que tenemos dificultades para vertebrar una
mayoría social, para *representar
a sectores juveniles y emergentes, para atender a sectores dinámicos e
innovadores. Hemos perdido capacidad de atracción y hemos dejado de ser
la referencia política para mucha gente.
*Dudo seriamente de que esta concepción
sectorial de la sociedad tenga un respaldo sociológico que permita usar este
lenguaje con un significado unívoco. Por el contrario, y es tendencia que he
observado en todas estas reflexiones, nos movemos, casi a cada frase, en el
ámbito de la inconcreción, de la vaguedad, cuando no de la ignorancia pura y
dura de lo que es la realidad, algo que suele ocurrir cuando los clichés
lingüísticos sustituyen el auténtico pensamiento y su capacidad analítica. ¿Ha
de tenerse una política por franjas de edad? Porque del mismo modo que ha de
atenderse a los sectores juveniles, ¿Por qué hemos de desentendernos de los
sectores ancianos? Me temo que tras estos clichés hay una ausencia evidente de
una concepción seria de lo que es la persona y una sobreabundancia de
paternalismo que, paradójicamente, es lo que acaba alejando a aquellos a
quienes se aspira a representar o unir a las propias filas. Por otro lado, y
concediendo, que no es poco, la existencia de “sectores dinámicos e
innovadores”, porque intelectualmente la expresión es tan vacía que resulta
casi imposible buscarle un referente unívoco, ¿no es razonable pensar que ese
dinamismo e innovación suelen definirse por oposición a lo socialmente establecido,
como los propios partidos políticos? Nos moveríamos, pues, en una especie de
bucle absurdo que sólo llevaría al suicidio político por indefinición de a
quiénes se representa, que es algo de lo que le ha sucedido al PSC. Este deseo
de converger con esos “sectores emprendedores” se opone radicalmente a la
concepción de la unidad a toda costa del mítico “pueblo catalán” y se enfrenta
al férreo afán reglamentista con que se concibió el último Estatut. En términos
epistemológicos podríamos decir que al PSC le hace falta una gran dosis de
lógica difusa para entender la realidad, en vez de intentar hacerlo aplicando
la plantilla dogmática de su ideología. La lógica difusa permite comprender
situaciones complejas; la lógica dogmática actúa como Procusto con sus invitados…
No podemos resignarnos a una lenta decadencia,
contemplando los éxitos del pasado y confiando en que los errores de nuestros
adversarios harán que muchos ciudadanos vuelvan a confiar en nosotros.
La necesidad de renovar
el proyecto político del socialismo democrático
Nuestro principal problema, que compartimos con todos los
socialistas, socialdemócratas y laboristas de Europa y del mundo, es el de
definir un proyecto de cambio social capaz de vencer la actual impotencia
política que subordina la democracia a la ley de los mercados, *un proyecto capaz de domesticar
el capitalismo global para someter la economía al bienestar de las personas y
los pueblos, justo lo contrario de lo que sucede ahora. La apoteosis
neoliberal que está en la base de la crisis económica del año 2007 y que
todavía padecemos con dureza, no ha sido ni mucho menos vencida, ni ha
encontrado todavía la respuesta adecuada desde la izquierda. **El cambio de civilización
al que estamos asistiendo no está comportando una ampliación de los horizontes
de progreso, más bien al contrario, suscita miedos e inseguridades, genera paro
y desigualdades, agota los recursos naturales del planeta y condena a la
precariedad y a la pobreza a la mayoría de los ciudadanos del mundo.
*Más allá de la animalización ingenua del
capitalismo –que parece contrarréplica de la animalización orwelliana del
comunismo- y de las dificultades intrínsecas de tal acción, no parece que la
formulación sea adecuada a lo que se espera de un proyecto político que pretende
asegurar ese bienestar, porque “someter la economía al bienestar de las
personas” se revela como un juicio no solo carente de lógica, sino incluso tan
lleno de ingenuidad que no es digno de un responsable político de tu categoría,
Miquel. De tu frase se deriva que la “economía global” y “el bienestar de la
gente” son dos conceptos cuya relación ha de ser la de la sumisión del primero
al segundo. Ahora bien, ¿acaso el “bienestar popular” y la “economía global”
pueden entenderse como realidades que se oponen o que se excluyen, de tal modo
que no haya una unión indisoluble entre ambos? Me parece indispensable que los
discursos políticos no tiendan a la demagogia, sino al rigor conceptual
exigible a quienes pretenden a dirigir una sociedad, a gobernarla. Al final de
la frase advierto la coletilla nacionalista “y los pueblos” que le da cuerpo a
un concepto tan vagaroso como caro a la derecha nacionalista. Te recuerdo que
en la raíz del internacionalismo proletario no está el grito “pueblos de la
tierra uníos”, sino “proletarios del mundo uníos”, que es lo que reza en el
Manifiesto comunista, donde también se lee, como bien recordarás: “Los
trabajadores no tienen patria”, algo en lo que coincide,
¡archiparadójicamente!, nada menos que con Emil Cioran, el filósofo nihilista
rumano, de quien suelo repetir este aforismo con el que me identifico a carta
cabal: “El hombre que se precie de serlo no tiene patria. La patria es un
engrudo”.
**¡Nada menos que cambio de civilización! Semejante afirmación tiene más de pirueta conceptual
que de acierto expresivo. Si nos atenemos al magnífico e iluminador estudio de
Gabriel Jackson, Civilización y barbarie,
bien podría hablarse del “cambio de barbarie” en vez de del “cambio de
civilización”, ¿no?, teniendo en cuenta el neocapitalismo decimonónico que
están imponiendo los mercados de forma draconiana, ¿no te parece?
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