Y vamos con la cuarta entrega creciente...
Ciertamente una de las causas de esta pérdida de
capacidad de atracción es generalmente compartida por el conjunto de la
izquierda europea, hasta ahora incapaz de plantar cara a la crisis y de
desarrollar una alternativa económica y social al modelo neoliberal y
desregulado de globalización hoy hegemónico. La actual debilidad del proceso de
construcción europea y las dificultades para cambiar las reglas de juego de las
finanzas internacionales marcan un terreno de juego especialmente desfavorable
para las izquierdas. *Es
evidente que una de nuestras prioridades tiene que ser un compromiso de
reflexión, presencia y activismo en este ámbito.
*Aunque más adelante se avanza un
repertorio reducido de concreciones, la frase que señalo es representativa del
mal endémico del discurso político que tanto aleja a los ciudadanos críticos de
la participación en los partidos: “compromiso de reflexión, presencia y
activismo” vale tanto como los catálogos de buenas intenciones que nunca acaban
concretándose en nada. Otra cosa es que se quiera indicar que han de crearse think tanks o laboratorios de ideas donde buscar las recetas políticas
que permitan construir una alternativa a la mera gestión paliativa del capitalismo imperante, es decir, resucitar la
Internacional Socialista que tanto juego daba en la época de Olof Palme, por
ejemplo. Desaparecida esa instancia de cohesión ideológica, se ha quedado todo
en una suerte de “sálvese quien pueda” que, dado el ciclo económico que
padecemos, ha acabado con la izquierda en Europa tal y como la conocíamos, al
menos.
*La crisis
económica favorece un repliegue individualista o de identidad que abona las
posiciones conservadoras. Para ello hace falta que la
izquierda combata el miedo generado por la crisis y su utilización política por
parte de los conservadores. Como señalaba acertadamente Tony Judt, la derecha
utiliza la crisis como excusa para desplegar de forma descarnada sus prioridades:
menos Estado, menos protección social, menos solidaridad.
*He aquí una afirmación que podría
calificarse de rotundamente falsa. No sólo no ha sido así, sino que se han
producido movimientos sociales de protesta que han buscado la fuerza de la
masa, aunque ésta no supiera, más allá de la indignación, cómo podría hacerse
frente a cuestiones de tanta trascendencia y sencillez como devolver lo que nos
ha sido prestado. En esas masas, además, como ha ocurrido también en Portugal,
no se genera un espíritu crítico que permita identificar a los responsables de
ese alocado endeudamiento, sino que se manifiesta la más cruda desesperación
frente a la amedrentadora pobreza inminente. En este juicio, querido Miquel,
hay otra petición de principio que me es imposible aceptar: el individualismo
es de derechas. Se trata de un análisis tan perezoso de la realidad que incluso
me sorprende que lo hayas podido formular. Por otro lado, identificar individualismo e identidad peca también de
escaso rigor. ¿Qué opones, individualismo identitario frente a masa anónima,
sin identidad individual? No acabo de entenderlo. Hay ahí una confusión que
procede sin duda del viejo cliché del “individualismo burgués” que merece un
desapolillamiento radical. El individualismo de nuestro siglo poco o nada tiene
que ver con ese otro concepto esclerotizado, y el partido ha de entenderlo y
adaptarlo a sus propuestas de acción política. De lo que se trata en realidad
es de que las políticas socialistas permitan que la mayoría de los ciudadanos
puedan desarrollar ese proyecto individual inalienable en un marco de
posibilidades que no choque con las políticas que permiten ese desarrollo.
Ahora, lamentablemente, muchos proyectos individuales no encuentran sino trabas
e indiferencias que van creando un espíritu de rechazo del ideario
socialista.
*La cuestión es
saber cómo impulsar las reformas necesarias para vencer la batalla de la
competitividad en la economía global y, al mismo tiempo, garantizar la justicia
social proporcionando una red de protección a los que la necesitan y también
seguridad a todos.
*Otro ejemplo más del lenguaje
políticamente correcto que aleja a la ciudadanía de la participación política.
Miquel, esta frase la puedo encontrar en algún discurso de los que va
pronunciando Rajoy en sus mítines de fin de semana, porque se la he oído. Es
obvio, por consiguiente, que algo falla. Los discursos de partidos tan
diferentes pueden tener algo en común, por supuesto, pero no pueden ser
intercambiables, porque entonces la política se reduce a un juego de
personalidades y poco más. Vayamos un poco más allá de esta frase tratando de
aportar algo positivo. Cuando hablas de “vencer la batalla de la
competitividad”, por ejemplo, ¿por qué no entras en ese problema crucial de
nuestra economía que es el despilfarro horario de las jornadas laborales, las
más largas de Europa, y las menos productivas? ¿Por qué no se lanza el Partido
a una campaña pedagógica sobre las virtudes de unos usos horarios más
racionales que permitirían, además de mejorar la productividad, mejorar la
conciliación laboral y familiar, uno de los grandes talones de Aquiles de
nuestra democracia? La pomposidad de la frase “vencer la batalla de la
competitividad”, con ecos marciales de pífanos que honran a los vencedores, esconde
la complejidad de las estrategias para lograrla. Sobre la segunda parte, la
política paternalista de subvención a fondo perdido, más vale correr el tupido
velo que nos impida sonrojarnos ante la contemplación de semejante disparate,
porque nada es tan contraproducente con el primer objetivo (la batalla de la
competitividad) como hacer llegar a todo el mundo el mensaje de que nadie ha de
“ganarse la vida”, que ya está el Estado para resolvérsela. Hay fórmulas de
exigencia de formación a cambio de la ayuda social que aún no se han explotado
del todo. Del mismo modo que tampoco se ha puesto de relieve la exigencia
social de aceptar la movilidad laboral como un nuevo paradigma productivo. El
modelo del trabajo al lado de casa, o a menos de hora y media, está acabado
definitivamente; del mismo modo que el arraigo indefinido en una parte del
territorio. Las generaciones jóvenes, parte de sus miembros, al menos, quizás
los más preparados, saben que habrán de trabajar lejos de su residencia
habitual. Y así ha de ser. No otra cosa es la economía global. Ahí están las
deslocalizaciones para recordárnoslo: el trabajo “fijo”, geográficamente
hablando, ha pasado a peor vida para los trabajadores y a mejor para los
empresarios. Ninguna actividad económica está garantizada, y la competencia
interterritorial será cada vez más dura. El valor sobreañadido que ha de
definir la economía de los próximos años es el objetivo que se ha de perseguir.
Como dicen nuestros compañeros socialistas franceses en
su nuevo programa, el sistema neoliberal es incapaz de situar a las personas
por encima del beneficio, los fines por encima de los medios. Los retos son
claros: *la regulación del
sistema financiero, el abandono del dogma de la mano invisible del
mercado que todo lo resuelve y **la sumisión de los intercambios comerciales a normas sociales y
ambientales, evitando confundir derechos con mercancías que sólo están
al alcance de los que las pueden comprar. ***Ninguno de estos objetivos es factible sin un combate
cultural y de valores, sin una acción decidida a nivel europeo, sin una visión
global de los problemas, los retos y las oportunidades, participando
activamente en los esfuerzos de renovación del Partido Socialista Europeo y la
Internacional Socialista.
*Me parece bien el objetivo, y en esa
dirección se ha de trabajar. Pero de aquella solemne declaración de Sarkozy en
los primeros momentos de la crisis, “hay que refundar el capitalismo”, a la
política de vasallaje a las instituciones financieras de “todos” los gobiernos
del mundo hay un abismo casi imposible de saltar. ¿No sería más fácil comenzar
por recordar el carácter de préstamo del dinero concedido a la Banca para su
estabilidad, que habría de ser devuelto hasta el último euro, con los intereses
correspondientes? ¿O las deudas de los partidos con la banca condicionan estos
préstamos? Se intuye una interrelación “política-sistema financiero” cuya
opacidad levanta las sospechas de todo hijo de vecino.
** Esa “sumisión” suena a algo así como a un brindis al sol,
teniendo en cuenta la relación de vasallaje que antes he descrito. ¿No sería lo
propio trabajar para desvincular la economía real del sistema especulativo, de
la gran “casa de juegos” que es, hoy por hoy, la Bolsa, y cuyos efectos tan
dramáticamente actúan sobre las economías reales? En cualquier caso, el radio
de acción de un gobierno local es lo suficientemente amplio como para marcarle
al sistema financiero ciertos cargas fiscales que permitan la adecuada
redistribución de la renta.
***De nuevo el todo o nada como coartada para la inacción: o
vamos todos juntos o será imposible; o es tarea de “todos” los gobiernos o será
imposible. Estoy completamente de acuerdo, sin embargo, en el relanzamiento
ineludible de la Internacional Socialista como instrumento de presión para
conseguir esa “refundación del capitalismo” de la que habló Sarkozy, tarea en
la que no pocos gobiernos de derecha estarían dispuestos a participar, dado
cómo se las gastan los famosos “mercados” con ciertas economías. Dejo de lado,
no obstante, el problema acuciante del uso de los dineros públicos, algo en lo
que el propio PSC no ha puesto suficiente énfasis como propuesta política
“diferenciadora”: la transparencia de las cuentas públicas y el buen uso del
dinero de todos permitiría unas políticas de austeridad ejemplarizantes. La
acción de gobierno, sin embargo, tiende al uso generoso y superfluo de los
dineros públicos y al sobreendeudamiento
irresponsable.
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